En estos días un nuevo asunto acapara titulares en los grandes medios occidentales: la detención en Bielorrusia de Román Protasévich. En dichos titulares la Unión Europea brilla como gran adalid mundial de los Derechos Humanos. Su “preocupación” por la democracia y la libertad es admirable. Es tan intensa y generosa que, en estrecha colaboración con el gran padrino de allende los mares (Anthony Blinken, secretario de Estado estadounidense, ya ha sentado doctrina al respecto), la lleva a autoerigirse en auténtico juez frente a lo que sucede en países que no forman parte de la Unión Europea e incluso en legítima autoridad mundial que debe imponer todo tipo de sanciones.
Aunque resulta que, cuando buscamos en fuentes alternativas de información, pronto descubrimos una vez más demasiadas cosas inconvenientes: este admirable bloguero tiene un currículo aún más turbio que el de Alekséi Navalni. Ya están disponibles en Internet las fotos de este “héroe” de la democracia y la libertad con el uniforme y casco nazi del batallón Azov. Pero la gran masa de conciudadanos de nuestra “informada” sociedad europea seguro que nunca verán unas fotos tan reveladoras. Y quienes sí las hemos buscado y visto seguiremos siendo unos individuos atípicos y raros. Incluso unos antisistema. Nuestros razonables conciudadanos seguro que tampoco se enterarán nunca de algunas de las cosas que nosotros ya empezamos a saber sobre él:
“[…] que desde 2017 trabajó en la emisora anticomunista Radio Free Europe/Radio Liberty, financiada por el gobierno de EEUU desde 1949. Y que se ha fogueado como militante del batallón nazi ‘Azov’ en el Donbás ucraniano desde el 2014 hasta que comenzó su etapa ‘periodística’. El batallón nazi ‘Azov’ envió varias cajas con cabezas de milicianos del Donbás a sus familiares siguiendo el ejemplo de los yihadistas sirios. Pero antes de entrar en el batallón nazi ‘Azov’, a este simpático y agradable ‘periodista opositor’ ya le gustaba cortar cabezas. Aquí está con la de Lenin en Kiev ese año 2014.”
Pero, aunque la “imparcial” versión europea sobre el affaire Protasévich fuese la buena, resulta que hay algo que no consigo cuadrar: esas mismas élites europeas que están empleando tanta y tan “generosa” energía en este confuso affaire de una Bielorrusia que no forma parte de la Unión Europea (affaire en el que -¡cómo no!- parece estar implicada de nuevo la “perversa” Rusia y el “criminal” Putin que lo controla todo) son las mismas élites que no han movido ni un dedo en otros asuntos mucho más graves y que además afectan directamente a ciudadanos europeos. Citaré solo las dos barbaries más recientes de una inacabable lista que se remonta ya a tres décadas: el asesinato de todo un embajador de Italia en la RD del Congo, junto a la frontera con Ruanda, o el secuestro del héroe de nacionalidad belga Paul Rusesabagina por el criminal régimen ruandés de Paul Kagame.
Nuestras hipócritas y cínicas élites de la Unión Europea seguro que saben muy bien que la absoluta impunidad que desde hace tres décadas están otorgando a ese gran criminal tiene como resultado “colateral” una increíble multitud de víctimas: millones de asesinatos y violaciones, heridos y sufrimientos incontables, destrucción sin fin. Hace dos meses yo mismo recogía el estremecedor testimonio de las masacres que se siguen realizando día tras día en el este de la RD del Congo. Hace un par de días hemos vuelto a recibir otro semejante de alguien que también conocemos directamente:
“Con profundo dolor les informo que el pueblo de Ruwenzori ha sido nuevamente víctima de masacres. Vuelve a ser de nuevo en las cercanías de Kilya-Kisima, en la carretera hacia la frontera con Uganda. Precisamente en las proximidades de las posiciones de los militares y las fuerzas de paz. Según Donat Kibwana, administrador del territorio de Beni, el ataque tuvo lugar el martes a las 19 horas. Ya han sido encontrados 18 cuerpos. Faltan otros. Las investigaciones continúan. Como es habitual, los asesinados fueron atados y decapitados por los asaltantes. Entre las víctimas estaban el jefe de la aldea de Kisima y su esposa.
El estado de sitio sigue perdiendo el tiempo en el reparto de escaños. Mientras tanto, hay un silencio sepulcral mientras la gente muere a manos de los llamados humanos. No hay palabras de consuelo ni compromiso real con las víctimas. Entre el silencio de la impotencia y el vergonzoso silencio de la complicidad… ¡¡¡por todas partes huele a muerte!!!”
Uno se pregunta: si solo en una aldea ha habido decenas de crímenes en un día, ¿qué estará ocurriendo en otros cientos o miles de aldeas en las que no tenemos ningún conocido ni de las que, por tanto, podemos disponer de información alguna? En este momento se está organizando una nueva campaña ciudadana de firmas contra Paul Kagame. Sus negacionistas declaraciones en Francia sobre la inexistencia –según él– de los descomunales crímenes cometidos en la RDC están soliviantado a mucha gente digna. Y es bueno que nuestras hipócritas y cínicas élites constanten esta creciente indignación.
Pero, desde mi punto de vista, Kagame no es otra cosa que un monstruo que desde hace un tiempo se ha convertido en un verdadero zombi. Vive en un delirio que me recuerda demasiado al de Adolf Hitler en sus años finales. Por eso no dedico demasiada energía en denostar a este ser perverso y desquiciado. Me parece mucho más importante dejar en evidencia a las élites occidentales que lo crearon y lo sostienen en su delirio (tan rentable para ellas): las mismas élites que están “horrorizadas” por lo que sucede en Bielorrusia.
Remontándonos más atrás en el tiempo habría que recordar que, entre otras muchas cosas, son las mismas élites que, tras los cuarenta mandatos de arresto emitidos por el juez Fernando Andreu, cambiaron en España la ley de justicia universal a fin de que no fuese molestado este personaje execrable, asesino de nueve españoles excepcionales. Pero posiblemente no vale la pena tanto esfuerzo de mi parte. Ya lo dice el refrán: “No hay peor ciego que el que no quiere ver”. Por eso tampoco creo que valga la pena recordar episodios como el de la detención en el espacio aéreo europeo de nada menos que un avión presidencial, el de Evo Morales. O el de un avión bielorruso, obligado por Ucrania a aterrizar en Kiev.
Alguien como yo, que al parecer es un poco conspiranóico, se pregunta si por casualidad todo esto no tendrá algo que ver con la firme decisión que las élites occidentales han tomado de “frenar” de una vez tanto a la “totalitaria” China como a la Rusia del “autoritario” e incluso “criminal” Putin (un verdadero líder valorado por sus conciudadanos incomparablemente más y mejor que cualquier “líder” occidental por los suyos), acosándolas militarmente cada vez más cerca de sus fronteras. Alguien un poco conspiranóico como yo se pregunta si todo esto no tendrá también algo que ver con la gran satisfacción de esas mismas élites occidentales respecto al eficaz modo con el que el zombi criminal Kagame está llevando a cabo tanto el expolio del riquísimo este de la RD del Congo como el acoso genocida a la indefensa población autóctona a fin de ir avanzando en la balcanización y apropiación de su riquísimo territorio.
Durante mi ayuno de cuarenta y dos días en el Parlamento Europeo en enero y febrero de 1997 (un gesto de comunión y apoyo a los cientos de miles de refugiados hutus que eran asesinados en el este del ex Zaire) ya pude comprobar que, a pesar del apoyo unánime y generoso que nos dispensaron la práctica totalidad de los grupos políticos, las decisiones que se tomaban finalmente en el Consejo de Ministros estaban absolutamente determinadas por las élites que ya entonces se servían de la Administración estadounidense para llevar a cabo su proyecto genocida de “remodelación” del África Central, eliminando de la escena a la nada “dócil” Francia de François Mitterrand.
Son las mismas élites que se siguen sirviendo ahora de dicha Administración estadounidense y de la Unión Europea para desestabilizar Bielorrusia o reforzar al decadente régimen ruandés al que el presidente Macron está proporcionando en estos momentos un indecente balón de oxígeno. Unas élites con un proyecto globalista mucho más ambicioso que el de los republicanos referente al control de los recursos energéticos del Medio Oriente “Alargado”. Unas élites globalistas que apuntan directamente a Rusia y China y que pretenden un control mundial unilateral en el que África es un objetivo muy importante.
Pero de nuevo debo decir que nada de todo esto aparecerá en los medios occidentales. Nunca olvidaré una escena que yo mismo viví en aquel enero de 1997. Dos días después del asesinato de tres cooperantes españoles de Médicos del Mundo en Ruhengeri, asesinato ordenado por Paul Kagame, yo iba a ser recibido en el Parlamento Europeo (acompañado por la consellera Mercé Amer en representación del Consell de Mallorca) por el ministro español de Exteriores, Abel Matutes. Tanto la tragedia de los refugiados hutus en el Zaire como el asesinato de los tres españoles acaparaban todos los titulares de aquellos días.
Íbamos a entregar al ministro español una dura carta dirigida a Bill Clinton firmada tanto por una veintena de premios Nobel como por los grupos políticos del Parlamento Europeo. A las puertas del despacho del ministro nos esperaban numerosos profesionales de la información, muchos de ellos con sus cámaras de televisión. Fue entonces cuando se me acercó la corresponsal de la TVE 1 (Canal 1 de la Televisión de España) y, muy visiblemente emocionada me dijo: “Juan, es admirable lo que estáis haciendo. Lo he seguido todo día a día. Pero lamento decirte que no me autorizan a grabar ni una sola imagen tuya”.
Román Protasévich, periodista de Bielorrusia, había formado parte del batallón neonazi Azov en Ucrania