Esta semana festiva, política y religiosamente, no ha sido ni lo uno ni lo otro. Antes hacíamos chistes con estos dos términos, pero actualmente hacemos declaraciones vulgares y groseras. Esta semana ha sido la semana de la Hipócrita Celebración Española. Tanto a nivel político, como social o religioso, sólo se han celebrado actos públicos impuros y antidemocráticos. Es decir, constitucionalmente españoles. El día de la Virgen, en TVE, desde Toledo, hicieron una misa presidida por una gran bandera española y tocaron el himno nacional. Estoy cansado de lamentarme interiormente. No me explico cómo mi pueblo, el catalán, no se ha hartado de tanta inmoralidad y tantos impostores y fariseos. ¿Quién gobierna los Países Catalanes? ¿Qué esperamos a gobernarnos nosotros mismos? Somos corderos sumisos que seguimos al perverso y mal pastor castellano. ¿De qué sirve quejarnos y criticar todo lo que nos llega de Madrid y Europa, si no pasamos nunca a la acción? Esta semana hemos oído y visto cosas de todos los colores, pero aquí permanecemos nosotros, atemorizados y cagados por un grupo de ignorantes, sádicos y malvados, que no nos permiten ejercer nuestros derechos fundamentales más básicos y urgentes. ¿De qué pasta de boniato estamos hechos los seres mediterráneos?
La Constitución es tan purísima que no se la puede tocar. Prohibido acercarse a ella. Tanto si son gobernantes de izquierda o de derecha, tanto si son del norte como del sur, la Constitución española es intocable. No se la puede ni mirar. Que nadie hable de modificarla, ni corregirla, ni perfeccionarla. Nada de tocarla ni retocarla. ¡Pecado mortal! Así lo expresaron, el pasado lunes, todos y cada uno de los que ahora mandan, poco o mucho, en el Estado imperial. La Constitución española es Purísima e Inmaculada. ¡Cuidado! ¡Prohibido hacerle un guiño! Es como era antes una chica soltera: intocable. «¡No tocar!» Incluso «ellos» tampoco pueden tocarla, sólo interpretarla. ¡Y hay que ver cómo la interpretan!
Fuente: Última Hora