El bombardeo mediático masivo, liderado por El País, para desacreditar a Pedro Sánchez e impedir cualquier nuevo Gobierno no controlado totalmente por el establishment ha sido implacable. En respuesta a los centenares de suscriptores de ese diario que se han dado de baja como reacción a los editoriales sumamente agresivos contra Pedro Sánchez, Antonio Caño, su director, ha pedido disculpas por el tono de éstos. El secretario general llegó a ser calificado de “insensato sin escrúpulos”. Ha sido demasiado descarado el apoyo al golpe llevado a cabo por el grupo de barones que han defenestrado de manera rastrera a aquel que el pasado 13 de julio obtuvo el 49% de los votos de la militancia (frente a tan solo el 36% de Eduardo Madina y el 15% de Pérez Tapias). Aunque más bien podría decirse que han sido estos barones los que han apoyado desde su posición política el golpe que el establishment había decidido.
Pero a pesar de tanta manipulación y propaganda, no ha podido ser disimulado algo tan relevante como es el cinismo de los más beligerantes de estos barones, liderados por Susana, la sultana: mientras boicoteaban toda posibilidad de consultar a la militancia (eludiendo incluso sistemáticamente esa cuestión de una posible consulta), reclamaban para sí toda la legitimidad moral. Este descaro falsario es evidente sin necesidad de recurrir al artículo 36, apartado O, de los Estatutos del PSOE, que obliga a convocar un Congreso Extraordinario en el caso de que se dé la dimisión del secretario general o de la mayoría más uno de los miembros de la Comisión Ejecutiva. Disposición que convertiría en ilegal la estrategia de hechos consumados llevada a cabo por los golpistas, la decisión de acelerar su apoyo abstencionista a la investidura de Mariano Rajoy.
Y por añadidura, los citados barones reclamaban para sí mismos toda la legitimidad moral hasta el punto de amenazar con la expulsión del partido a aquellos que no se doblegasen a la disciplina de voto que ellos mismos habían decidido imponer. Una disciplina de voto que además es innecesaria para la investidura de Mariano Rajoy. En el fondo late también en estos barones la arrogancia de las élites globalistas (sus patrocinadores últimos, como documenté en artículos anteriores) y de sus esbirros internacionales. En el fondo late también en ellos el cinismo de quienes se sienten muy superiores a las gentes que forman una masa amorfa e ignorante a la que no es necesario consultar; el cinismo de quienes se creen más allá del bien y del mal, de quienes no se consideran obligados a la ecuanimidad y la veracidad.
Es bien cierto que esa élite globalista tienen incomparablemente más información que “la masa”. Pero es una falacia el concluir a continuación que lo mejor es, por tanto, que un pequeño comité de barones a su servicio (o de expertos, en otras cuestiones como las económicas o las militares) tomen las decisiones por todos nosotros. Es una falacia porque oculta un “insignificante” detalle: son gentes sin entrañas que siempre han dado un uso perverso a toda esa información de la que disponen; son gentes adictas al poder, que en lo último en lo que piensan es en el bien común; son gentes de corazones de piedra, a pesar de las amable máscaras de filantropía con las que ocultan su verdadero rostro; son gentes que invaden y arrasan países, que expolian sus recursos, que maquinan sin cesar grandes operaciones de ingeniería financiera que empobrecen a naciones enteras…
En todo caso, lo que en realidad importa de estos acontecimientos, que como un terremoto están zarandeando al PSOE, es que todo está ya dispuesto para que los hombres que desde Bruselas trabajan para las grandes familias anglosajonas de financieros “filántropos” impongan a España los despiadados recortes con los que seguir saneando la situación en la que los bancos han caído por su insaciable “ambición” y por sus prácticas “irresponsables”, “deshonestas” e “ilegales”. Entrecomillo estos términos porque son los que aparecen textualmente en las conclusiones que hizo públicas el jueves 27 de enero de 2011 la Comisión del Congreso estadounidense para la supervisión de los Servicios Financieros, tras investigar la actual crisis financiera. Todo está ya a punto para que impongan a España los despiadados recortes con los que seguir concentrando más poder de decisión (el dinero ya se cuidan de crearlo ellos desde la nada) mientras la austeridad y los recortes hacen estragos entre los más desvalidos. No importa en absoluto que precisamente ahora vaya aflorando día a día una corrupción endémica en el PP, tan endémica que cuestiona la legalidad misma del partido. Lo único que importa es que se acaten y apliquen las directivas globalistas.
Desde hace milenios una gran falla social, comparable a la Gran Falla del Rift (que, con sus 4830 kilómetros, va desde el río Jordán hasta Mozambique) o a la Falla de San Andrés (que, como alertan los científicos, está cargada y lista para provocar un gran cataclismo), se ha abierto entre dos grandes placas sociales comparables a las placas tectónicas: una es la formada por la multitud de buena gente que no anhela otra cosa que vivir en paz y prosperidad; la otra es la formada por las reducidas pero poderosas e insaciables élites que siempre han ambicionado el poder absoluto y el control de las masas (élites que en Occidente se han coordinado durante los últimos siglos hasta el punto de estructurar un Sistema perfectamente cohesionado). El problema es que, como decía Mahatma Gandhi, “El mundo es suficientemente grande para satisfacer las necesidades de todos, pero siempre será demasiado pequeño para la avaricia de unos pocos”.
Revoluciones populares -crueles y sangrientas demasiadas veces- e inacabables represiones o golpes de estado se han sucedido a lo largo de los siglos. En la actualidad podemos hablar de políticas neoliberales frente a soberanía popular (fronteras adentro de Occidente, se entiende, ya que hacia el exterior las más terribles guerras son puestas en marcha sin ningún escrúpulo). Pero, desde mi punto de vista, los grandes movimientos tectónicos socio-políticos que actualmente estamos sufriendo son las réplicas del más decisivo de los acontecimientos: la creación en 1913 de la Fed, un poderosísimo banco central en manos privadas. Se inició entonces el proceso de concentración de la riqueza y el poder de decisión que sufrimos actualmente. Un proceso en el que se ha conseguido ir secuestrando desde las instituciones democráticas y sus representantes hasta las instancias creadoras de la opinión internacional (medios, ONG, tribunales internacionales…).
Pero también, lentamente, se ha ido generando una soterrada pero creciente indignación en las sociedades occidentales. Quizá la opinión pública, a la que Noam Chomsky llama “la segunda superpotencia”, sea capaz de poner límite algún día a este descomunal saqueo. O quizá nuestras sociedades estén ya tan idiotizadas, domesticadas y sometidas, que su resistencia frente al empuje de esa gran placa de la oligarquía financiera globalista no llegue a generar el necesario, urgente y gran cataclismo no violento que cambie radicalmente la escandalosamente injusta situación actual. Pero existen otras potencias emergentes, en especial la Federación Rusa, que están llegando ya al límite de su paciencia y que seguramente no van a tolerar más el creciente acoso al que están siendo sometidas.