A Su Majestad el Rey Carlos III,
Con motivo de la coronación de mi señor, he creído oportuno invitarle de todo corazón a conmemorar esta trascendental ocasión visitando su propio reino dentro del reino: la prisión de Su Majestad, Belmarsh.
Sin duda recordará las sabias palabras de un renombrado dramaturgo: «La calidad de la misericordia no es forzada. Cae como la suave lluvia del cielo sobre la tierra».
Ah, pero ¿qué sabrá ese bardo de la misericordia al enfrentarse al ajuste de cuentas en los albores de vuestro reinado histórico? Después de todo, uno puede conocer la medida de una sociedad por la forma en que trata a sus prisioneros, y vuestro reino sin duda ha sobresalido en ese sentido.
La Prisión de Belmarsh de Su Majestad está situada en la prestigiosa dirección de One Western Way, Londres, a un paso del Antiguo Colegio Naval Real de Greenwich. Qué agradable debe ser que un establecimiento tan estimado lleve vuestro nombre.
Es aquí donde están recluidos 687 de vuestros leales súbditos, avalando el récord del Reino Unido como la nación con la mayor población carcelaria de Europa Occidental. Como su noble gobierno ha declarado recientemente, vuestro reino está experimentando actualmente «la mayor expansión de plazas carcelarias en más de un siglo», con sus ambiciosas proyecciones mostrando un aumento de la población carcelaria de 82.000 a 106.000 en los próximos cuatro años. Todo un legado.
Como preso político, retenido a voluntad de Su Majestad en nombre de un soberano extranjero avergonzado, me siento honrado de residir entre los muros de esta institución de categoría mundial. Verdaderamente, vuestro reino no conoce límites.
Durante vuestra visita, tendréis la oportunidad de deleitaros con las delicias culinarias preparadas para vuestros leales súbditos con un generoso presupuesto de dos libras al día. Saboree las cabezas de atún mezcladas y las omnipresentes formas reconstituidas que supuestamente están hechas de pollo. Y no se preocupe, porque a diferencia de instituciones menores como Alcatraz o San Quintín, no hay comedor comunitario. En Belmarsh, los presos cenan solos en sus celdas, lo que garantiza la máxima intimidad con su comida.
Más allá de los placeres gustativos, puedo asegurarle que Belmarsh ofrece amplias oportunidades educativas a sus súbditos. Como dice Proverbios 22,6: «Instruye al niño en su camino, y cuando sea viejo no se apartará de él». Observe las colas que se forman en el botiquín, donde los reclusos recogen sus recetas, no para el uso diario, sino para la experiencia de ampliar horizontes de un «gran día fuera», todo a la vez.
También tendrá la oportunidad de presentar sus respetos a mi difunto amigo Manoel Santos, un hombre gay que se enfrentaba a la deportación al Brasil de Bolsonaro, que se quitó la vida a solo ocho metros de mi celda utilizando una cuerda rudimentaria confeccionada con sus sábanas. Su exquisita voz de tenor ahora silenciada para siempre.
Adéntrese más en las profundidades de Belmarsh y encontrará el lugar más aislado entre sus muros: Healthcare (atención médica), o «Hellcare» (atención infernal) como sus habitantes lo llaman cariñosamente. Aquí se maravillará de las sensatas normas diseñadas para la seguridad de todos, como la prohibición del ajedrez, mientras se permite el juego de damas, mucho menos peligroso.
En las profundidades de Hellcare se encuentra el lugar más gloriosamente edificante de todo Belmarsh, es más, de todo el Reino Unido: la sublimemente llamada Belmarsh End of Life Suite (Suite de Belmarsh para el Final de la Vida). Escuche atentamente y podrá oír los gritos de los presos: «Hermano, voy a morir aquí», un testimonio de la calidad tanto de la vida como de la muerte dentro de vuestra prisión.
Pero no temáis, porque hay belleza entre estos muros. Deléitese con los pintorescos cuervos que anidan en la alambrada y con los cientos de ratas hambrientas que viven en Belmarsh. Y si viene en primavera, podrá ver los patitos que ponen los ánades reales en el recinto de la prisión. Pero no se demore, porque las voraces ratas se aseguran de que sus vidas sean efímeras.
Le imploro, rey Carlos, que visite la prisión de Su Majestad, Belmarsh, pues es un honor digno de un rey. Al embarcarse en su reinado, que siempre recuerde las palabras de la Biblia del Rey Jacobo: «Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia» (Mateo 5,7). Y que la misericordia sea la luz que guíe vuestro reino, tanto dentro como fuera de los muros de Belmarsh.
Vuestro más devoto súbdito,
Julian Assange
A9379AY
Fuente: Declassified UK