El 20 de mayo, los jueces del Tribunal Superior británico Dame Victoria Sharp y Jeremy Johnson dictaminaron que se podía conceder a Julian Assange una apelación contra su extradición a Estados Unidos, donde se enfrenta a 175 años en una prisión de máxima seguridad acusado de 17 cargos en virtud de la Ley de Espionaje de 1917 y uno por intrusión informática –esencialmente por revelar información veraz sobre crímenes de guerra, por ejercer el periodismo.
Tras la vista previa del Tribunal Superior de Justicia en febrero, los jueces pidieron garantías a EE.UU. de que, en caso de extradición, Julian no correría el riesgo de ser condenado a muerte en EE.UU., no se le negaría su derecho a la libertad de expresión recogido en la Primera Enmienda, ni se le perjudicaría en ese derecho por no ser ciudadano estadounidense. Los EE.UU. proporcionaron lo que consideraron garantías, y fueron la base de la vista del 20 de mayo.
Los abogados de Julian aceptaron que se mantuviera la garantía contra la pena de muerte, pero se opusieron vehementemente a las garantías –sólo de nombre– de que Julian, el galardonado periodista i fundador y editor de WikiLeaks, pudiera beneficiarse del derecho a la libertad de expresión. La débil no garantía afirmaba simplemente que en EE.UU. Julian podría «buscar» protección bajo la Primera Enmienda.
Es muy cuestionable que un tribunal federal –que en última instancia juzgaría a Julian en EE.UU.– pudiera verse obligado a conceder a Julian los derechos de la Primera Enmienda precisamente porque el Tribunal Supremo de EE.UU. ha dictaminado anteriormente que los extranjeros no tienen derecho a esas protecciones. Incluso si EE.UU. aceptara todas las garantías, éstas serían muy sospechosas: en el pasado, Estados Unidos ha dado garantías que, según Amnistía Internacional, no valen ni el papel en el que están escritas.
Una vez en suelo estadounidense, Julian no sólo podría ver retiradas o modificadas esas protecciones, sino que podría ser objeto de nuevas acusaciones, especialmente relacionadas con la publicación de Vault 7, la mayor publicación de documentos confidenciales de la CIA, que revelan los métodos de vigilancia y las fechorías de la agencia y que alimentaron aún más la determinación de venganza de la CIA.
El 20 de mayo, los jueces tenían tres opciones: podían haber aceptado las garantías, en cuyo caso Julian habría sido embarcado de inmediato en un avión militar con destino a Estados Unidos (de hecho, dos agentes estadounidenses estaban presentes en la sala ese día, por si esa era la decisión), donde nunca más se volvería a saber de él; podían haber rechazado cualquiera de las garantías, en cuyo caso se concedería a Julian un recurso; o podían haber retrasado cualquier fallo hasta una fecha posterior.
Los jueces coincidieron con los abogados de Julian en que la garantía del derecho de Julian a la libertad de expresión no estaba suficientemente garantizada, y por ello concedieron el recurso. Ambas partes tenían de plazo hasta el 24 de mayo para presentar un calendario y un procedimiento para la apelación. La fecha para ello podría fijarse entonces para semanas o meses más tarde.
Pero ese no sería necesariamente el final de las batallas legales de Julian: Si en esa vista los jueces votan en contra de la extradición, Estados Unidos podría apelar esa decisión ante el Tribunal Supremo del Reino Unido, sin que haya una decisión final hasta dentro de muchos meses, incluso años.
Maniobras políticas
Aunque este caso se está celebrando en un tribunal, no tiene nada que ver con la justicia, sino todo que ver con la política. Desde el principio, los británicos han estado recibiendo instrucciones de Estados Unidos, y tanto el expresidente Trump como el presidente Biden desean fervientemente que Julian desaparezca para siempre. Bajo el mandato de Trump, la CIA conspiró junto con el MI5 británico para secuestrar y disparar a Julian en las calles de Londres cuando se encontraba en la embajada ecuatoriana donde se le había dado asilo político.
Biden y los demócratas acusan a las revelaciones de WikiLeaks sobre su socavamiento de la candidatura presidencial de Bernie Sanders, entre otras cosas, de ser responsables de que Hillary Clinton perdiera las elecciones de 2016 frente a Trump, y algunos incluso han sugerido que Julian debería ser «asesinado con un dron» por ello.
Las revelaciones de WikiLeaks sobre las guerras de Irak y Afganistán, por las que se acusa ostensiblemente a Julian, fueron enormes vergüenzas tanto para Estados Unidos como para Gran Bretaña, porque sacaron a la luz las mentiras que había detrás de esas guerras, la barbarie, la tortura, la corrupción, las verdaderas cifras de combatientes y civiles muertos.
Los 10 millones de documentos que componen las revelaciones de WikiLeaks han tenido una enorme repercusión. Por ejemplo, han ayudado a ganar juicios, a acabar con la tortura en Guantánamo, a derrocar gobiernos corruptos como el de Egipto, a poner fin a guerras, por ejemplo en Irak, ayudados por el inquietante vídeo Collateral Murder (Asesinato Colateral) que mostraba a soldados estadounidenses en Bagdad abatiendo alegremente a civiles desde un helicóptero Apache. No es de extrañar que a este editor que supone una amenaza para los poderosos se le mantenga aislado, silenciado, entre rejas.
Aunque Estados Unidos intenta defender que Julian no es un periodista, sino un instigador sin escrúpulos del robo de información clasificada cuya publicación ha provocado la muerte de inocentes, cada vez son más los dirigentes y políticos que han visto que no es así en absoluto y han salido en apoyo de Julian. Y los medios de comunicación que anteriormente publicaron y se beneficiaron de las revelaciones de WikiLeaks, y luego mintieron sobre Julian y lo difamaron, se están dando cuenta cada vez más de las repercusiones que podrían caer sobre sus cabezas si Julian cae, por lo que también han manifestado su apoyo.
Muchos interrogantes
Es posible que el tribunal, durante la próxima vista, se tome su tiempo para deliberar sobre las cuestiones de garantía y, a continuación, dictamine que las promesas exigidas por la Primera Enmienda siguen siendo inadecuadas y Julian quede en libertad. Este escenario potencial plantea una serie de preguntas: ¿En qué estado físico o psicológico podría encontrarse Julian en ese momento? ¿Se habrá deteriorado su estado hasta el punto de que los gobiernos estadounidense y británico consideren que ya no constituye una amenaza? Si se deniega la extradición, ¿cabe suponer que Estados Unidos interpondrá un recurso ante el Tribunal Supremo del Reino Unido, prolongando el encarcelamiento de Julian y la devastadora incertidumbre durante muchos meses más?
Ambos gobiernos quieren silenciar a Julian para siempre. Pero las «garantías» de EE.UU. estaban tan lejos de lo que los jueces podían aceptar que no tuvieron más remedio que fallar como lo hicieron. Estados Unidos podría haber proporcionado fácilmente una mejor apariencia de garantías, aunque no fueran infalibles, que los jueces probablemente habrían aceptado, lo que hace pensar a algunos que los abogados estadounidenses se dejaron llevar por la arrogancia y no por una estrategia equivocada.
Aunque Sharp y Johnson parecían más razonables (eso no es decir mucho en absoluto) que los jueces en las audiencias anteriores, ¿se trataba de un planteamiento sincero o de una fachada, para presentarse como imparciales y justos ante tantas injusticias flagrantes y violaciones de las garantías procesales a lo largo del caso de Julian? No solo se espiaron, grabaron y enviaron a la CIA las reuniones de Julian con sus abogados en la embajada ecuatoriana, sino que le robaron sus ordenadores y notas legales cuando lo sacaron de la embajada y lo llevaron a la prisión de Belmarsh. Y el principal testimonio contra él fue proporcionado por un sociópata convicto que posteriormente se retractó de su testimonio, diciendo que Estados Unidos había hecho tratos con él para que lo proporcionara.
Por otra parte, esta pequeña apertura proporcionada por Sharp y Johnson puede tener poco que ver con que sean jueces razonables y justos, sino más bien con el hecho de que los abogados estadounidenses hicieron que su decisión fuera inexorable.
En Gran Bretaña, los jueces, abogados y políticos casi siempre proceden de la misma clase, han asistido a las mismas escuelas, socializan juntos –pertenecen al mismo «club»– y a menudo trabajan codo con codo. ¿Seguirán los jueces que en última instancia conocerán del próximo recurso -y puede que no sean Sharp y Johnson- el camino proscrito o adoptarán un enfoque justo de la jurisprudencia tal como debe aplicarse al caso de Julian, aunque sólo puedan pronunciarse sobre la cuestión de la Primera Enmienda?
Desde el principio, muchos se han mostrado extremadamente escépticos sobre un resultado positivo para Julian. Los gobiernos, los politicos, las empresas, los militares que han sido expuestos por WikiLeaks, y otros que temen la exposicion, no quieren ver a Julian libre para seguir publicando informacion veraz, no quieren ser responsables. Y quieren venganza por lo que Julian ha revelado.
Parece que han tenido su venganza. Julian lleva casi 14 años encerrado en un lugar u otro, la mayor parte del tiempo en condiciones tortuosas que lo han destrozado física y psicológicamente. Si es liberado, cabe preguntarse, ¿tendrá fuerzas para hacer lo que tan brillantemente hizo antes? ¿Cuentan Estados Unidos y Gran Bretaña con que estará tan destrozado que su libertad supondrá un riesgo mínimo?
El mensaje es el objetivo
Las entidades que temen ser expuestas quieren que otros periodistas y editores capten el mensaje: Si escribes y publicas información incómoda para quienes están en el poder cometiendo crímenes contra la humanidad, es muy probable que tú también te veas privado de libertad y tal vez incluso de la vida. Te pueden secuestrar en cualquier parte del mundo y encerrarte para siempre en virtud de la draconiana Ley de Espionaje, independientemente de tu nacionalidad y de dónde hayas publicado, como es el caso de Julian.
Parece que, tanto si Julian es exonerado como si no, esos mensajes han llegado alto y claro. El silencio y la autocensura se han convertido en la regla tácita. ¿Misión cumplida? ¿O aún no se ha satisfecho la sed de sangre de la CIA por la cabeza de Julian?
Muchos creen que Biden, el presidente en funciones, no querría que Julian fuera llevado con grilletes a Estados Unidos para enfrentarse a una pena de 175 años de prisión antes de las elecciones de noviembre, lo que no da buena imagen a un presidente que pregona la libertad de expresión (aunque, por supuesto, hace todo lo posible por suprimirla). De ahí el probable aplazamiento de la decisión hasta después de las elecciones.
Cuando recientemente se le preguntó si accedería a la petición del primer ministro australiano Anthony Albanese de que Julian fuera devuelto a su país de nacimiento, Biden murmuró en un áspero susurro: «Lo estamos considerando». Sin embargo, no se ha oído ninguna otra ampliación de este comentario aparentemente despreocupado. Trump, por su parte, ha dicho que, dado lo que sabe ahora, estaría a favor de retirar los cargos contra Julian una vez elegido. Pero ambos hombres tienen un historial de dar la vuelta de forma oportuna a las promesas que hacen, como demuestra claramente esta última.
Mientras que muchos han aplaudido la decisión del Tribunal Supremo, considerándola muy positiva, otros son menos optimistas, viéndola sobre todo como más de lo mismo, quizás con un pequeño resquicio de esperanza. Pasarán más meses antes de la decisión definitiva, durante los cuales Julian permanecerá en la prisión de Belmarsh, «el Guantánamo británico», encerrado en una celda de 3 por 2 metros 23 horas al día, como ha estado durante más de 5 años. Sufre depresión y ansiedad extremas, que le han llevado a autolesionarse, y para las que le han recetado medicación. Hace dos años, a la edad de 51, sufrió un mini-ictus que bien podría derivar en otros y, debido a problemas de salud, no pudo asistir a las dos audiencias anteriores.
Este rápido deterioro del estado de salud de Julian ha sido claramente el plan desde el principio. Los casi 14 años de implacable persecución y enjuiciamiento de Julian son el verdadero castigo. Si bien puede haber una apertura a la libertad definitiva de Julian, ¿cuánto más puede durar en su terrible calabozo antes de que pueda ser liberado?
Razon de más para hacer todo lo posible por luchar por la libertad de Julian mientras todavia haya tiempo. Para luchar por la verdad y la transparencia. Para luchar por la rendición de cuentas y nuestro derecho a saber. Para luchar por nuestra libertad.
Karen Sharpe es autora de «Julian Assange in His Own Words», traducido al francés (Julian Assange parle) y al español (Julian Assange habla).
Fuente: Global Research
Stella Assange pide a Estados Unidos que “abandone el caso” de su marido (RT, 20.05.2024)