Netanyahu siempre ha buscado algo más que detener el programa nuclear iraní. En la guerra actual, Tel Aviv ve una oportunidad histórica para derrocar finalmente a la República Islámica.
«El régimen iraní nunca ha sido tan débil. Este es vuestro momento, iraníes, para levantarse y hacer oír vuestras voces. Estamos con vosotros».
— Benjamin Netanyahu, 13 de junio de 2025
Desde la década de 1990, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, se ha mantenido firme en su objetivo estratégico: detener el programa nuclear de Irán. En un momento en que incluso Washington se centraba en los acuerdos de paz y los asentamientos con los palestinos, Netanyahu ya estaba obsesionado con Irán.
Criticó el acuerdo de paz con los palestinos, pero destacó constantemente la «amenaza iraní». En un momento en que esta cuestión no era una prioridad mundial ni regional, Netanyahu fue casi el único en advertir contra las ambiciones nucleares de Irán.
A principios de la década del 2000, mientras el primer ministro israelí Ariel Sharon se centraba en aplastar la Intifada de Al-Aqsa y lo que él llamaba «terrorismo palestino», Netanyahu advertía simultáneamente sobre las ambiciones nucleares de Irán. Sharon consideraba a Irán como un problema internacional que debía abordarse a nivel mundial, pero Netanyahu buscaba la confrontación unilateral.
Netanyahu siempre ha querido dejar su huella en la historia judía y ser recordado como el líder que neutralizó la «amenaza nuclear iraní».
Planes frustrados y ambiciones renovadas
En 2010, Netanyahu y el entonces ministro de Defensa Ehud Barak ordenaron al ejército israelí que preparara ataques contra instalaciones nucleares iraníes y asesinara a científicos iraníes. La operación se estancó solo porque los principales responsables de la seguridad se opusieron: el jefe del Estado Mayor, Gabi Ashkenazi, el director del Shin Bet, Yuval Diskin, y el jefe del Mossad, Meir Dagan, advirtieron que Israel carecía de la capacidad militar para atacar Irán sin el respaldo de Estados Unidos.
La administración Obama, alertada por Barak, dio un giro hacia la diplomacia y selló el Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA) con Teherán. Netanyahu estaba furioso. Pero el sueño de bombardear Irán nunca se desvaneció. Continuó con sus esfuerzos en la escena internacional, llegando incluso a utilizar la Asamblea General de la ONU para mostrar una caricatura de una bomba, advirtiendo de que Irán estaba cruzando la línea roja en el enriquecimiento de uranio.
Durante el primer mandato de Donald Trump, Netanyahu logró convencerlo de que se retirara del acuerdo nuclear tras revelar el «archivo nuclear robado» de Irán. Para mantener el impulso político y militar, Netanyahu ordenó al ejército que se preparara para un ataque contra Irán sin ayuda externa, citando el lema que repite a menudo: «El destino del único Estado judío del mundo no puede confiarse a extraños, aunque sean nuestros aliados».
Tel Aviv intensificó entonces los asesinatos selectivos y los ciberataques. El asesinato en 2020 de Mohsen Fakhrizadeh (que figuraba en la lista de personas buscadas por el Mossad desde 2009), el principal científico nuclear de Irán, fue un mensaje: la guerra de Israel contra Irán había entrado en una nueva fase.
El enfrentamiento entre Israel e Irán nunca ha cesado. Netanyahu sigue siendo el artífice de este conflicto. Incluso después de convertirse en líder de la oposición en la Knesset bajo el Gobierno de Naftali Bennett y Yair Lapid, el ex primer ministro israelí Bennett mantuvo la postura de Netanyahu y afirmó que había que asestar «mil puñaladas» a la «cabeza del eje», es decir, a Irán. Así, Netanyahu ha arraigado el tema iraní en la vida política cotidiana de Israel, de modo que ningún primer ministro puede ignorarlo.
De la guerra encubierta a la confrontación abierta
La Operación “Inundación de Al-Aqsa”, liderada por Hamás, agravó los temores israelíes. Tel Aviv respondió con una escalada en múltiples frentes: Gaza, Líbano, Siria, Yemen y, de forma encubierta, Irán. El Estado ocupante aprovechó los cambios regionales –el debilitamiento de las defensas aéreas sirias y un nuevo corredor a través de Irak– para penetrar más profundamente en territorio iraní.
Tel Aviv cree que cometió un error estratégico al no atacar Irán en 2010; ahora, las instalaciones nucleares iraníes están más fortificadas y sus defensas son más sólidas. Algunos analistas israelíes sostienen que, si Teherán consigue armas nucleares, tanto Irán como sus aliados se volverán más audaces, lo que obligará a Israel a actuar para evitar una amenaza existencial real.
La guerra actual es la culminación de la obsesión que Netanyahu ha mantenido durante décadas. Los medios israelíes admiten ahora que la Operación Corazón de León tiene como objetivo a científicos iraníes, instalaciones nucleares, emplazamientos del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (IRGC) y personal militar. Pero la ambición va más allá.
El plan para el cambio de régimen
Según documentan los think tanks y los planificadores estratégicos israelíes, el objetivo a largo plazo es el cambio de régimen: desmantelar la República Islámica, instalar un Gobierno amigo y destrozar el Eje de la Resistencia. Algunos sostienen que, con el envejecimiento del líder supremo Alí Jamenei, el sistema es vulnerable.
Otros abogan por medidas aún más radicales: un ataque para decapitar a los líderes iraníes, combinado con ataques a las infraestructuras petroleras para provocar disturbios internos. Los riesgos son enormes, pero Tel Aviv lo ve como una oportunidad histórica.
Esto ya no es una guerra en la sombra. Por primera vez, Israel ha atacado abiertamente en territorio iraní, lo que ha desencadenado una represalia directa. Las potencias occidentales se han apresurado a defender al Estado ocupante, pero la situación se está agravando.
Israel apuesta por que podrá absorber la respuesta iraní, fracturar la República Islámica y reescribir el equilibrio de poder en Asia Occidental durante las próximas décadas.
Pero Irán no está aislado y Netanyahu podría estar extralimitándose. Aunque maltrecho y desplegado en múltiples frentes, el Eje de la Resistencia –desde Hezbolá hasta Ansar Alá, pasando por las facciones iraquíes– se ha movilizado. La región se prepara para un enfrentamiento más amplio.
Netanyahu ve una oportunidad. Teherán ve no solo una, sino demasiadas líneas rojas cruzadas. El resto de Asia Occidental ve una guerra que podría redibujar el mapa.
Fuente: The Cradle
Guerra contra Irán. El pretexto nuclear. (EKAI Center, 15.06.2025)