Las calles desoladas de París, que hemos contemplado en nuestras pantallas de televisión, deberían hacernos reflexionar seriamente a quienes habitamos estas islas. Islas que, junto a la capital francesa, son dos de los más importantes destinos turísticos del mundo. La noche del pasado martes, el coronel Pedro Baños Bajo, que fue jefe de Contrainteligencia y Seguridad del Cuerpo del Ejército Europeo, dejó muy clara –en el Aljub d’Es Baluard- la relación causa efecto entre nuestras agresiones a Irak, Libia y Siria (incluida la artificial creación del Estado Islámico) y los atentados yihadistas en Francia y tantos otros países. ¡Y aún hay conciudadanos nuestros que alegremente se apuntarían a bombardear Siria, pasando así España a formar parte del bloque agresor! ¿No es ya suficiente con las bases de Morón y Rota?
Es que en nuestra especie (de “animales racionales”, dicen) eso de los reflejos condicionados (miedo, agresividad, venganza…) se las trae. De hecho, los índices de aprobación de François Hollande por los franceses han subido no sé cuantos puntos desde que reaccionó como un macho, como debe ser: bombardeando Siria. Para qué van a gastar en investigación y fabricación de robots, cada vez más sofisticados, quienes pretenden manipular y controlar el mundo si ya nos tienen a nosotros. ¿Qué nos está pasando? ¿Nos estamos volviendo autistas? ¿Cómo hemos podido llegar a banalizar de tal modo tanto sufrimiento y muerte… ¡de los otros! (de los otros, por ahora)? ¿Han conseguido idiotizarnos totalmente?
No creo que tengamos nada que hacer en Siria (a las órdenes de quienes en estas últimas décadas están cometiendo grandes crímenes contra la paz uno tras otro), derrocando a su legítimo Gobierno (“el régimen al-Assad”, como dicen, pervirtiendo una vez más el lenguaje). Sí, legítimo, ya lo veremos otro día. Más legítimo que el de la monarquía absoluta de Arabia Saudí, por ejemplo, que hace unos días, sin ir más lejos, ejecutó por decapitación a cincuenta personas. Y tan legítimo como el de Turquía, que, como reveló WikiLeaks, recientemente hasta se autoatacó con uno de los llamados ataques de falsa bandera y, al igual que “el régimen Hollande”, consiguió exaltar a muchos turcos, que dieron su voto a Tayyip Erdogán .
Rusia, al menos, está actuando allí a petición de ese legítimo gobierno; está golpeando realmente al Estado Islámico (a diferencia de los “curiosos” bombardeos que Estados Unidos y otros de nuestros países “liberadores” llevaron a cabo durante meses); está golpeando también a otros grupos yihadistas que Occidente pretende hacer pasar por “rebeldes moderados”; está cortando las vías por las que desde Turquía, avanzadilla de la OTAN, entran en Siria miles de “rebeldes sirios” (mercenarios de todas las nacionalidades posibles) y salen de ella ingentes cantidades de crudo, del que se han apropiado a sangre y fuego estos “nobles” yihadistas creados por quienes ahora dicen combatirlos pero que en realidad los han creado, los apoyan y hasta se dedican a comprar su crudo manchado de la sangre del pueblo sirio…
Y la operación rusa está siendo tan eficaz en esa tarea de sellar la frontera, que ahora hasta las huestes del premier Cameron corren también a bombardear Siria (mejor no saber a qué objetivo dirigirán sus bombas) antes de que sea demasiado tarde (para ellos y sus pretensiones de reordenar esa región). Aunque Vladimir Putin continúa imperturbable su camino, sin caer en la provocación que se pretendía con el derribo de su bombardero Su-24, de cuyo plan de vuelo Rusia había informado horas antes a Estados Unidos.
Ya sabíamos (o al menos lo sabían muchos profesionales de la información que deberían haberlo contado en los grandes medios) que, tal y como han denunciado personalidades tan relevantes como el general Wesley Clark, la aniquilación del Estado Sirio es solo una etapa más de un proyecto que va avanzando inexorablemente, arrasando un país tras otro. Antes ya supimos cosas tan duras como aquella de que, tras el 11S, Estados Unidos debería haber actuado en Arabia Saudí pero se dedicó a instaurar el caos total en países que, como Irak, nada tenían que ver con los atentados. Son países que no se sometían a la remodelación del Oriente Medio que decidieron hace tiempo los verdaderos dueños de todo en Occidente (dicha reordenación merece por sí sola un artículo íntegro). Por el contrario, Arabia Saudí es su gran aliado petrolero y el encargado de financiar a todos los grupos yihadistas que hemos creado en estas últimas décadas.
Podría citar aquí incluso a altos cargos de la Administración estadounidense, pero estoy cansado de intentar argumentar lo que cada día es más evidente para los que se informan un poco en fuentes independientes. El hecho es que quince de los diecinueve terroristas que actuaron aquel nefasto día, eran saudís. Al igual que Osama Bin Laden, miembro de una poderosa familia que tiene estrechas e importantes relaciones con la familia Bush.
La familia real de Arabia Saudí financió los ataques del 11S, como reveló Zacarias Moussaoui, uno de los acusados por los atentados. Financiación que muchos saben que está documentada en las 28 páginas del Informe de 2002 del Senado estadounidense que las presiones de diversos senadores no consiguen que se hagan públicas. Fueron clasificados por orden de George W. Bush para proteger las relaciones entre Washington y Riad… y también, como no, las de la propia familia Bush con la familia Bin Laden.
Ahora hemos sabido por los informes del exempleado de la NSA Edward Snowden y por otras vías más que el Estado Islámico es un monstruo creado por la CIA, el Mosad y el MI6, y financiado, según la misma Hillary Clinton, por las monarquías petroleras árabes. Monarquías que desde el comienzo financiaron a los primeros mujahidines, “a petición nuestra” como soltó otro general estadounidense un día, como la cosa más natural del mundo ¿Qué más hace falta para que lleguemos a reaccionar?