Introducción de Tom Engelhardt

Como he escrito en otro sitio, lo que Chalmers Johnson llamó “imperio de bases” de Estados Unidos “no fue tanto nuestro pequeño secreto sino un secreto que manteníamos con nosotros mismos”, al menos hasta que Johnson rompió el silencio y su libro Blowback(1) se convirtió en un éxito de ventas en la estela de los atentados del 11-S. Sin embargo, en esos años, si usted (al igual que Johnson) realmente quería saber algo sobre la forma en que Estados Unidos defendía el mundo, podría empezar provechosamente leyendo las tablas del Pentágono sobre la defensa mundial, que van desde las bases militares del tamaño de pequeñas ciudades estadounidenses hasta lo que en ese entonces comenzaba a llamarse “nenúfares”(2), que eran pequeños emplazamientos en lugares potencialmente calientes del planeta en los que se almacenaba material y estaban preparados para ser ocupados rápidamente. En esos textos está todo lo necesario para quienes quieran saber. Bueno, no todo quizás, pero ciertamente lo suficiente para hacerse una idea del aspecto que tenía el “Raj(3) de Estados Unidos” (como lo llamaba Johnson), que abarcaba desde Europa hasta Asia, América latina y el golfo Pérsico.

Una vez que uno penetraba en él, ese imperio de bases provocaba una gran impresión. Se trataba de un acuartelamiento a escala mundial que no tenía precedentes en la historia de los imperios. Que nosotros, los estadounidenses, en general no supiésemos gran cosa de esta cuestión era, en cierto sentido, una elección, una cuestión –se podría decir– de ceguera autoinducida. Para aventurar una explicación: como pueblo, estábamos tan incómodos con la idea de que éramos un poder imperial de ámbito mundial que preferíamos no saber qué estábamos haciendo “nosotros”, o al menos no reconocer en qué nos habíamos convertido, incluso a pesar de que cientos de miles de estadounidenses, tanto del personal militar como del civil, vivían de ello, trabajaban allí y recorrían esas bases. Para la gente de los otros países, estos estadounidenses eran la cara visible de Estados Unidos, pero en nuestro país nadie sabría nunca nada de esto si su fuente de información era los medios hegemónicos.

Eso, por supuesto, no ha cambiado. Lo que sí ha cambiado es la actitud de Washington respecto del público. Las más recientes operaciones relacionadas con las bases se están produciendo cubiertos por un espeso manto de secretismo, es decir que si alguien quiere saber algo es cada vez más difícil enterarse de cualquier cosa. La última estrategia respecto de las bases de Estados Unidos en el mundo responde a una nueva premisa: una “huella reducida”, lo que significa bases pequeñísimas, despliegue rápido, operaciones especiales e importante utilización de drones. Este es el tipo de guerra que se está instalando en África en el siglo XXI; Nick Turse, de TomDispatch nos lo explica hoy. Mientras Estados Unidos ha buscado siempre que algunos aspectos de su estrategia imperial permanezcan en “la sombra”, para usar una expresión que cuando yo era niño se utilizaba en la Guerra Fría, la nueva estrategia cotidiana relacionada con las bases militares también está desapareciendo en las sombras; en este ámbito, la última nota de Turse sobre el tema es un pequeño triunfo informativo.

En los últimos años, Turse ha revelado regularmente mucho de lo que no estaba a la vista sobre la expansión militar estadounidense que ha tenido lugar en África, entre otras cosas el número cada vez mayor de operaciones militares de EEUU en todo el continente, un crecimiento similar de las misiones de adiestramiento de fuerzas para actuar por delegación en diversos escenarios africanos y el aumento del despliegue de fuerzas de Operaciones Especiales de EEUU, esas fuerzas armadas secretas dentro de las fuerzas armadas integradas por 70.000 militares que hoy proliferan en un exclusivo mundo de sombras. Nurse trabajó un año en esto, pero hoy nos muestra la más reciente imagen del acuartelamiento que cubre todo un continente junto con las políticas de establecimiento de bases del Comando África de Estados Unidos. Se trata de una nota que no podría ser más importante ni trabajada con más esfuerzo, que brinda la primera imagen de cómo se está preparando a un continente para lo que –en su último libro– Turse ha llamado el campo de “batalla de mañana”.

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Las nuevas matemáticas de AFRICOM, la base Bonanza de EEUU y los “más terroríficos” tiempos que se vienen en África

En las sombras de lo que una vez se llamó el “continente negro” ha habido mucho barullo. Si usted no se ha enterado de nada ha sido por algo deliberado. Pero si fuerza la mirada lo suficiente –de norte a sur, de este a oeste– verá los frutos de ese esfuerzo: una red de bases, complejos y otros emplazamientos cuyo número total supera la cantidad de países del continente. Para unas fuerzas armadas que han tenido un traspié tras otro en Iraq y Afganistán y sufrido reveses desde Líbia a Siria se trata de un logro insólito. En lugares apartados, detrás de vallados y lejos de miradas indiscretas, las fuerzas armadas de Estados Unidos han construido un vasto archipiélago de puestos de avanzada; según algunos expertos, se trata de un laboratorio para un nuevo tipo de guerra.

Entonces, ¿cuántas bases militares de Estados Unidos hay en África? Es una pregunta sencilla con una respuesta sencilla. Durante años, el Comando África de EEUU (AFRICOM) da una respuesta estándar: una base. Camp Lemonnier, en Djibouti, el diminuto país bañado por el sol, es la única “base” que Estados Unidos reconoce en el continente africano. Por supuesto, no era verdad. Porque había campos, complejos, instalaciones y servicios por todas partes, pero la semántica no es el fuerte de los militares.

Pero si echa una mirada a la lista oficial de bases del Pentágono, la cantidad crece. El informe 2015 sobre la propiedad global del Departamento de Defensa incluye a Camp Lemonnier y otros tres emplazamientos de larga data en el continente o cercanos a él: la Unidad Nº 3 de Investigación Médica de la Marina de EEUU, una instalación de investigación medica cerca de El Cairo, Egipto, que empezó a funcionar en 1946; el aeropuerto auxiliar de Ascensión, una estación de seguimiento de naves espaciales y aeropuerto situada a 1.000 millas de la costa occidental de África utilizada por EEUU desde 1957; y almacenes en Mombasa, Kenia, construidos en los ochenta.

Esto no es más que el comienzo de la cuestión; no acaba aquí. Durante años, distintos informes han derramado alguna luz sobre puestos de avanzada supersecretos –la mayor parte de ellos construidos, mejorados o ampliados después del 11-S– que salpican el continente, entre ellos las llamadas ‘localizaciones de cooperación en materia de seguridad’ (CSL, por sus siglas en inglés). A principios de este año, el jefe del AFRICOM, general David Rodríguez reveló que en realidad había 11 de esas localizaciones. Una vez más, algunos viejos observadores del AFRICOM sabían que esto también era apenas el comienzo de una historia más amplia, pero cuando pedí al comando África una relación de sus bases, campos y otras instalaciones, tal como había hecho regularmente, fui tratado como si fuera un infeliz.

“En total, el AFRICOM tiene acceso a 11 CSL en toda África. Por supuesto, tenemos una instalación militar importante en el continente: Camp Lemonnier, en Djibouti”, me dijo Anthony Falvo, jefe de Asuntos Públicos del AFRICOM. Falvo estaba vendiendo cifras que tanto él como yo sabíamos perfectamente bien que eran, en el mejor de los casos, engañosas. “Este es uno de los aspectos más ingratos de nuestra política militar en África y, en general, fuera de nuestras fronteras: que los militares no pueden ser honestos y transparentes en relación con lo que hacen”, dice David Vine, autor de Base Nation: How U.S. Military Bases Abroad Harm America and the World.

La investigación hecha por TomDispatch indica que, de hecho, en los últimos años las fuerzas armadas de Estados Unidos han desarrollado una red notablemente amplia –con 60 unidades– de puestos de avanzada y puntos de libre acceso. Algunos de ellos se utilizan regularmente, otros son mantenidos como reserva y algunos quizás estén cerrados. Esas bases, campos, complejos, instalaciones portuarias, depósitos de combustible y otros pueden verse en por lo menos 34 países –más del 60 por ciento de los del continente–; en buena parte de ellos, sus gobiernos son corruptos y represivos y muestran pobres registros respecto de los derechos humanos. Estados Unidos también opera “Oficinas de Cooperación en Seguridad en aproximadamente 38 naciones [africanas]”, según Falvo, y ha cerrado cerca de 30 acuerdos para la utilización de aeropuertos internacionales como centros de repostaje de combustible.

No hay por qué creer que incluso estos guarismos reflejen completamente el creciente archipiélago de puestos de avanzada en África. A pesar de que es posible que debido a las fallas del AFRICOM para proporcionar información básica fiable o aclarar algo algunos sitios hayan sido contados dos veces, la lista elaborada por TomDispatch indica que las fuerzas armadas de Estados Unidos han creado una red de bases que se extiende mucho más allá de lo que revela el AFRICOM al público estadounidense, por no hablar del africano. 

La base Bonanza del AFRICOM

En 2008, cuando el AFRICOM se convirtió en un comando independiente, la información disponible acerca de Camp Lemonnier decía que todavía era uno de los pocos puestos de avanzada estadounidenses en África. En los años siguientes, Estados Unidos se embarcó en nada menos que un boom de la construcción, aunque el comando se resista a ponerlo en esos términos. Como resultado de ello, ahora es capaz de llevar adelante cada vez más operaciones corrientes y encubiertas, desde ejercicios de adiestramiento hasta asesinatos con drones.

“El AFRICOM, como comando nuevo que es, es un laboratorio básico para diferentes tipos de guerra y utilización de las fuerzas”, dice Richard Reeve, director del Programa de Seguridad Sustentable (SSP, por sus siglas en inglés) del Grupo de Investigación Oxford, un laboratorio de ideas con base en Londres. “Además de Djibouti, no hay otra concentración importante de soldados, equipo e incluso aviones. Hay una miríada de ‘lily pads’ o pequeñas bases operativas avanzadas… por lo tanto es posible dispersar pequeñas fuerzas en una zona muy amplia y, si es necesario, concentrar esas fuerzas con bastante rapidez.”

Ciertamente, se han construido (o reforzado) zonas de montaje, localizaciones de cooperación en seguridad y otras de operación avanzada (FOL, por sus siglas en inglés) así como otros puestos avanzados –muchos de ellos implicados en actividades de espionaje, vigilancia y reconocimiento y operaciones especiales– en Burkina Faso, Camerún, la República Centroafricana, Chad, Djibouti, Etiopia, Gabón, Ghana, Kenya, Malí, Nigeria, Senegal, las islas Seychelles, Somalia, Sudan del Sur y Uganda. Un informe redactado en 2011 por Lauren Ploch, analista de cuestiones africanas del Servicio de Investigación del Congreso, también menciona el libre acceso de las fuerzas armadas de EEUU en localizaciones de Argelia, Botswana, Namibia, Santo Tomé y Príncipe, Sierra Leona, Túnez y Zambia. El AFRICOM no ha respondido a numerosas solicitudes de este periodista para tener más información sobre sus puestos de avanzada y cuestiones afines, pero el análisis de informaciones de fuentes abiertas, de documentos obtenidos apelando a la Ley de Libertad de Información y de otros registros muestran una constante, renovada y creciente presencia estadounidense en el continente africano.

“Una localización de seguridad cooperativa no es otra cosa que un sitio pequeño al que podemos acceder… sería algo que usted vería como un lugar muy austero con un par de almacenes en los que hay tiendas, agua y cosas así”, explicó Rodríguez, del AFRICOM. Tal como él insinúa, las fuerzas armadas no consideran que un CSL sea una “base”, pero más allá de cómo se les llame, son algo más que algunas tiendas y cajas de agua embotellada.

Diseñados como algo temporal y básico –aunque capaz de albergar a unas 200 personas y con una pista de aterrizaje apropiada para un avión de transporte C-130–, esos lugares están preparados para convertirse en algo más perdurable. Aparentemente, por lo menos tres de ellos –en Senegal, Ghana y Gabón– están pensados para facilitar el despliegue de una unidad de respuesta rápida cuyo sobrenombre es un trabalenguas: Fuerza de Tareas de Propósitos Especiales Mar-Aire-Tierra de Respuesta a Crisis en África (SPMAGTF-CR-AF, por sus siglas en inglés). Las bases de esta fuerza son Morón (España) y Sigonella (Italia) pero su teatro de operaciones es África. Sus integrantes se desplazan con los aviones MV-22 Osprey, de rotores abatibles, que pueden despegar y aterrizar verticalmente y mantenerse inmóviles en el aire como los helicópteros, pero también volar con la velocidad y la eficiencia de una aeronave turbohélice.

La combinación de recursos humanos, libre acceso y tecnología hoy se conoce en los medios militares con el apodo de “Nueva normalidad”. Esta combinación nació en la estela del ataque contra Benghazi, Libia, en septiembre de 2012, que mató a J. Christopher Stevens, embajador de EEUU, y a otros tres estadounidenses; la efectividad de la nueva normalidad permite el pronto acceso militar a 650 kilómetros de cualquier CSL o, como señala Richard Reeve, “pone a su alcance casi a cualquier país del oeste y centro de África”.

Se hizo una prueba de campo de este concepto cuando Sudan del Sur se sumió en una guerra civil y 160 infantes de marina y marineros procedentes de Morón fueron desplazados inicialmente a Djibouti a finales de 2013. En cuestión de horas, un contingente de esta fuerza fue enviado a Uganda y, a principios de 2014, junto con otra unidad de respuesta rápida, despachada a Sudan del Sur para evacuar a 20 personas de la embajada estadounidense en Juba. A primeros de este año, la SPMAGTF-CR-AF realizó pruebas en algunas de sus zonas africanas, entre ellas la CSL de Libreville, en Gabón, desplegando a cerca de 200 infantes de marina y marineros junto con cuatro aviones Osprey, dos C-130 y más de 75 toneladas de material.

Un ensayo similar se llevó a cabo en la CSL de Senegal situada en la base aérea de Dakar-Ouakam, que también puede albergar a 200 infantes de marina y al personal de apoyo necesario para mantenerlos y transportarlos. “Lo que ofrece la CSL es la posibilidad de situar nuestras fuerzas en sitios de avanzada para responder a cualquier tipo de crisis”, dijo Lorenzo Armijo, un jefe de operaciones de la SPMAGTF-CR-AF, a un periodista militar. “En el abanico de posibles operaciones militares, esas crisis pueden ir desde reforzar una embajada a proporcionar ayuda humanitaria.”

Otra CSL, mencionada en unas instrucciones del ejército de Estados Unidos sobre África de julio de 2012, está situada en Entebbe, Uganda. Desde allí, según una investigación del Washington Post, algunos contratistas estadounidenses han realizado vigilancia aérea utilizando aviones turbohélice desarmados. “La estrategia del AFRICOM es tener un contacto muy ligero y dejar una huella reducida, pero aun así facilitar las operaciones de las fuerzas especiales o los destacamentos de espionaje, vigilancia y reconocimiento (ISR, por sus siglas en inglés) en una zona muy amplia”, dice Reeve. “Para hacer eso no necesitan mucha infraestructura sino un acuerdo para utilizar libremente una localización, unas instalaciones elementales en el terreno o unas reservas de combustible, pero también pueden contar con la ayuda de contratistas privados para mantener una cantidad de instalaciones de modo que no hayan tropas estadounidenses en el terreno.”

El archipiélago de puestos de avanzada

El AFRICOM ignoró mis pedidos de más información sobre las CSL y de los nombres de otros puestos de avanzada en el continente, pero según un artículo –aparecido en Army Sustainment en 2014– sobre los próximos desafíos logísticos en el este de África, también hay “por lo menos nueve localizaciones de operación avanzada, o FOL”. En 2007, el departamento de Defensa publicó una noticia que daba cuenta de la existencia de una FOL en Charichcho, Etiopía. Las fuerzas armadas de Estados Unidos también utilizan la “localización de operación avanzada de Kasenyi” en Kampala, Uganda. En 2010, un informe de la Oficina de Responsabilidad ante el Gobierno mencionó localizaciones de operación avanzada en Isiolo y en la bahía de Manda, ambas en Kenia.

De hecho, Camp Simba, en la bahía de Manda, en los últimos años ha sido ampliada significativamente. En 2013, los Seabees(4) de la marina de EEUU, trabajaron en turnos durante las 24 horas del día para prolongar la pista de aterrizaje para que pudieran aterrizar grandes aviones de transporte como los C-130; al mismo tiempo, se iniciaron otros proyectos para poder albergar en el futuro a un mayor número de soldados, además de un almacenamiento de combustible y agua potable y la instalación de más letrinas. La base sirve para alojar a personal de la marina y a los Boinas Verdes, entre otras fuerzas de EEUU y, como se reveló recientemente en Intercept, desempeña un papel muy importante en el programa secreto de asesinatos con aviones no tripulados destinado a eliminar a militantes en la vecina Somalia y también en Yemen.

Los drones han tenido un papel cada vez más importante en la concentración militar en África después del 11-S de 2001. Por ejemplo, se ha construido una base de Predator MQ-1 en N’Djamena, la capital de Chad. Mientras tanto, su nuevo primo, más grande y de mayor autonomía de vuelo, el MQ-9 Reaper, vuela desde el aeropuerto internacional de las Seychelles. Según Intercept, a partir de junio de 2012, se llevaron a Arba Minch, Etiopía, dos drones –un Predator y un Reaper– para ser operados por contratistas. En tanto, un destacamento dotado con un Scan Eagle (un drone de bajo costo utilizado por la marina de EEUU) y un helicóptero manejado remotamente conocido como MQ-8 Fire Scout operaba frente a la costa este de África. Además, Estados Unidos empezó recientemente a montar una base en Camerún para Predators desarmados para ser empleados en la lucha contra los seguidores de Boko Haram.

En febrero de 2013, Estados Unidos empezó también a utilizar algunos drones Predator con base en las afueras de Niamey, la capital de Niger. Un año más tarde, el capitán Rick Cook, por entonces jefe de la division de Ingeniería del AFRICOM, habló sobre la posibilidad de una “nueva instalación similar a una base” que sería “semipermanente” y “capaz de realizar operaciones aéreas” en ese país. En septiembre del mismo año, Craig Whitlock, del Washington Post, puso al descubierto unos planes que implicaban llevar drones a una segunda localización nigerina, en Agadez. Pocos días después el embajador de EEUU en Niamey anunció que el AFRICOM estaba, sin ninguna duda, “estudiando la posibilidad de establecer una localización expedicionaria de apoyo en emergencias en Agadez, Niger”.

A principio de este año, el capitán Rodney Worden, de la división Logística y Apoyo del AFRICOM, mencionó “un proyecto de asociación y capacidad constructiva… para la fuerza aérea y las fuerzas armadas de Niger en convenio con el AFRICOM y la fuerza aérea [de Estados Unidos] en África para construir una pista de aterrizaje y las correspondientes áreas de apoyo para realizar operaciones aéreas”. Y en abril de 2015, cuando se presentó la ley de Autorización de la Defensa Nacional para el Año Fiscal 2016, en ella estaba incluida la petición de 50 millones de dólares para la construcción de un “aeropuerto y campo base en Agadez, Niger… para operaciones de apoyo en el oeste de África”. Cuando hace poco tiempo el Congreso aprobó el presupuesto anual de defensa, esa suma fue autorizada.

Según el brigadier general Donald Bolduc, jefe del Comando África de Operaciones Especiales, en Diffa, Niger, en estos momentos hay otra unidad de operaciones especiales que está “al lado” de las tropas locales en Diffa, Niger. Mediante la utilización de la Ley de Libertad de Información, TomDispatch obtuvo una diapositiva con instrucciones militares que también indica la “presencia de EEUU” en Ouallam, Niger, y tanto en Bamako como en Kidal, en la vecina Malí. Ouagadougou, la capital de Burkina Faso, un país que comparte fronteras con los antes mencionados, alberga a un equipo de coordinación de fuerzas de operaciones especiales, un destacamento conjunto de operaciones especiales aéreas y una iniciativa de apoyo al puente aéreo trans-sahariano con aviones de corto despegue y aterrizaje que, según documentos oficiales, facilita la realización de “actividades de alto riesgo” llevadas a cabo por unidades de elite de la fuerza de tareas trans-Sahara de operaciones especiales conjuntas.

En el otro lado del continente, Somalia, están operando fuerzas de elite de Estados Unidos desde pequeños complejos en Kismayo y Baledogle, según un informe de Foreing Policy. Similarmente, la vecina Etiopía ha sido una de las primeras naciones en facilitar la instalación de puestos de avanzada de EEUU, entre ellos Camp Gilbert y Dire Dawa, localizaciones para operaciones de emergencia tanto en Hurso como en Bilate e instalaciones apropiadas para equipos de 40 hombres en Bara. Como parte de un intento para destruir el criminal Ejército de Resistencia del Señor de Joseph Kony, en la República Democrática de Congo y Sudan del Sur se instalaron algunos de los llamados centros de fusión para operaciones combinadas. Unas investigaciones del Washington Post han revelado que, para participar en esas acciones, también están asentadas fuerzas de Estados Unidos en Djema, Sam Ouandja y Obo, en la república Centroafricana. Recientemente, los Seabees de la marina de EEUU han aumentado la capacidad de estos sitios como también instalado la infraestructura necesaria para el funcionamiento de unas antenas parabólicas de seguimiento de satélites.

Hay otras localizaciones que, aunque no sean puestos avanzados, son eslabones muy importantes en la cadena de bases de Estados Unidos en África. Entre ellas depósitos de gas y petróleo situados en puertos de ocho países africanos. Además, el AFRICOM admite la existencia de un acuerdo para utilizar libremente el aeropuerto internacional Léopold Sédar de Senegal tanto para el repostaje como para el “transporte de unidades militares que participen en actividades de cooperación en seguridad”. Un arreglo similar se ha alcanzado para el uso del aeropuerto de Kitgum, Uganda, y el aeropuerto internacional de Addis Abeba, Etiopía. Según la agencia de logística para la defensa (DLA, por sus siglas en inglés), las fuerzas armadas de EEUU han cerrado un total de 29 acuerdos para utilizar aeropuertos como centros de repostaje con 27 países a África.

No todas las bases estadounidenses en África han sido usadas ininterrumpidamente en los últimos años. Por ejemplo, después del derrocamiento –con respaldo militar de EEUU– del gobierno de Mauritania en 2008, Estados Unidos suspendió un programa de vigilancia aérea con base en su capital, Nouakchott. A continuación del golpe de estado en Malí comandado por un oficial formado por EEUU, el Pentágono suspendió las relaciones militares con el nuevo gobierno; aparentemente, un modesto complejo estadounidense cerca de la ciudad de Gao fue invadido por fuerzas rebeldes.

Sin embargo, la mayor parte de los nuevos puestos de avanzada en ese continente parecen haber echado raíces. Tal como sugiere el experto en bases y colaborador habitual de TomDispatch David Vine, “El peligro de esta estrategia, en la que se ven surgir cada vez más bases de Estados Unidos en todo el continente, es que una vez que esas bases se consolidan se hace muy difícil cerrarlas. Una vez que han creado un impulso, tanto en el Congreso como en términos de financiación, tienden a expandirse”.

Para abastecer a sus tropas en el este de África, el AFRICOM también ha puesto en pie un elaborado sistema logístico. Se lo conoce oficialmente como la Red de Distribución de Superficie (SDN, por sus siglas en inglés), aunque su nombre coloquial es “la nueva ruta de las especies”. Conecta a Kenia, Uganda, Etiopía y Djibouti. A su vez, estos centros forman parte de una red de transporte y logística que incluye a sitios como Rota (España), Aruba (Pequeñas Antillas), bahía de Souda (Grecia) y una FOL en la isla inglesa de Ascensión (Atlántico sur).

La base aérea de Ramstein, Alemania, cuartel general de la fuerza aérea de Estados Unidos en Europa y una de las mayores bases militares estadounidenses fuera del país, es otro sitio clave. Tal como informó Intercept a principios de este año “es el corazón de alta tecnología del programa de drones de Estados Unidos” para Oriente Medio y África. Alemania también acoge al cuartel general del AFRICOM, en Kelley Barracks, Stuttgart-Moehringen, que también forma parte del dispositivo para operar drones en África.

Además de ser la sede de un contingente de infantes de marina y marineros de la SPMAGTF-CR-AF, la estación aeronaval de Sigonella, en Sicilia, Italia, es otra importante instalación logística para la realización de operaciones en África. Sigonella, que por su actividad es la segunda estación aérea en Europa, es un centro clave para la cobertura con drones del continente africano; sirve como base para los MQ-1 Predator y los drones de vigilancia RQ-4B Global Hawk.

Las joyas de la corona

De regreso en el continente africano, ciertamente, la indiscutible joya de la corona en el archipiélago estadounidense de bases es Camp Lemonnier. Citemos al secretario de Defensa Ashton Carter: se trata de “un centro con muchos radios [que cubren] el continente y la región. Compartiendo pista de aterrizaje con el aeropuerto internacional Ambouli, de Djibouti, el vasto complejo es el cuartel general de la fuerza de tareas combinadas del Cuerno de África; allí se aloja la fuerza de respuesta del este de África, otra unidad regional de reacción rápida. El campo, donde también funciona el cuartel general de la fuerza de tareas 48-4, una unidad antiterrorista supersecreta centrada en los militantes del este de África y Yemen, ha visto cómo su personal crecía en un 400 por ciento desde 2002.

En el mismo periodo, Camp Lemonnier ha crecido desde las cerca de 360 hectáreas originales a las cerca de 2.500 de hoy en día y está en medio de un boom de construcción que ya lleva varios años para el que ya se han adjudicado más de 600 millones de dólares. A fines de 2013, por ejemplo, B.L. Harbert International, una empresa de construcción con sede en Alabama, obtuvo un contrato de 150 millones de dólares con la marina de EEUU para construir “la base de operaciones avanzadas P-688 en Camp Lemonnier”. Según un comunicado de prensa corporativo, “el sitio tiene aproximadamente 80 hectáreas, y contendrá 11 edificios principales y las instalaciones auxiliares necesarias para el apoyo de operaciones normales y de emergencia en toda la región”.

En 2014, la marina de EEUU terminó la construcción de una instalación segura para el comando avanzado de operaciones especiales en el este de África (SOCFWD-EA, por sus siglas en inglés). Esta es una de las tres unidades similares existentes en el continente –las otras son la SOCFWD del centro de África y la SOCFWD del norte y oeste de África– las que, según las fuerzas armadas, “dan forma y coordinan operaciones especiales de las fuerzas de cooperación en materia de seguridad y se involucran en el apoyo al comando de operaciones especiales, al comando de combatientes geográficos y los objetivos de equipos locales”.

Según unos documentos secretos revelados recientemente por Intercept, en 2012, 10 drones Predator y cuatro Reaper fueron trasladados a la base de Camp Lemonnier, junto con seis U-28A (un avión monomotor de vigilancia para las fuerzas de operaciones especiales) y dos P-3 Orion (un cuatrimotor turbohélice de vigilancia). También hay ocho F-15 Strike Eagle, reactores de combate tripulados fuertemente armados. En agosto de 2012, una media de 16 drones y cuatro cazas despegaban o aterrizaban cada día en esa base.

Al año siguiente, después de varios accidentes con drones y la consecuente agitación producida entre los controladores aéreos de Djibouti, las operaciones con aviones no tripulados fueron trasladadas a otro sitio situado a unos 10 kilómetros. El aeropuerto Chabelley, de Djibouti, en el que ha habido más construcción y tiene un perfil más bajo que el antiguo Camp Lemonnier, ahora cumple la función de base clave para la campaña estadounidense de operaciones con drones en la región. Dan Gettinger, cofundador y codirector del Centro para el Estudio del Dron en el Instituto Bard, hace poco le dijo a Intercept que la operaciones realizadas desde este lugar eran en su mayoría misiones conducidas por el comando conjunto de operaciones especiales (JSOC, por sus siglas en inglés) y la CIA; explicó que sobre todo estaban enfocadas en ataques contra terroristas en Somalia y Yemen, espionaje, vigilancia y reconocimiento, como también el apoyo a las operaciones aéreas de Arabia Saudí en Yemen.

Un futuro más terrorífico

Durante muchos meses, el AFRICOM ignoró una y otra vez incluso las preguntas más elementales que este periodista hizo sobre el vasto archipiélago de bases estadounidenses. En términos prácticos, esto significa que no hay manera de saber con total certeza cuántos de los más de 60 puestos de avanzada, bases, fortalezas, y áreas de libre acceso son utilizados hoy día por las fuerzas armadas de Estados Unidos ni cuántos otros sitios adicionales pueden existir. Lo que parece claro es que el número de bases u otros sitios, aunque definido, está en aumento; este aumento se refleja en el número de militares estadounidenses, del despliegue de fuerzas de operaciones especiales y de las misiones en África.

“Habrá una red de pequeñas bases con quizás un par de drones de vuelo a altura media y gran resistencia en cada una de ellas, de modo que cualquier lugar del continente esté siempre en su ámbito”, dice Richard Reeve, del grupo de investigación Oxford cuando le pido una previsión del futuro. De todos modos, apunta él, esto ya he empezado en todas partes menos en el sur de África, una zona que para las fuerzas armadas de Estados Unidos no es de alto riesgo en estos momentos.

La administración Obama, explica Reeve, ha utilizado un discurso de tipo humanitario para encubrir la expansión en el continente. Y particularmente señala como ejemplos el despliegue de fuerzas contra el ejército de resistencia del Señor en África central, la acumulación de fuerzas cerca del lago Chad para enfrentar a Boko Haram y el concepto de ‘nueva normalidad’ después de los hechos de Benghazi. “Pero, en la práctica, ¿en qué se usará todo esto?”, se pregunta Reeve. Después de todo, el refuerzo de la infraestructura y el aumento de la capacidad, que hoy quizá sean vistos por la Casa Blanca como una política de seguridad contra la repetición de algo como lo de Benghazi, en el futuro puede ser reconfigurado fácilmente para otros tipos de intervenciones militares.

“¿Adónde irá a parar todo esto después de Obama?”, pregunta Reeve retóricamente, ya que nada que tenga que ver con el surgimiento del AFRICOM y la proliferación de pequeños puestos de avanzada estaba “en línea con la doctrina Obama”. Él pone la atención sobre la adhesión del presidente al tipo de guerra que deje menos huella, y específicamente la confianza depositada en las operaciones especiales y las misiones con drones. Reeve agrega que esto puede ser el preludio de algo mucho mayor y potencialmente más peligroso.

“¿Cómo tomaría esto Hillary?”, pregunta él, refiriéndose a quien –según los sondeos– encabeza la línea dura del Partido Demócrata, Hillary Clinton, “¿O cualquiera de los [candidatos] republicanos posibles?” Reeve dice que la administración Bush es un buen ejemplo y plantea la pregunta acerca de qué se podría haber hecho de poder retroceder al comienzo del siglo XXI si la infraestructura del AFRICOM ya hubiese existido. Semejante experimento de pensamiento, sugiere él, brindaría algunas claves de lo que podría ser el futuro de África en un momento como el actual en el que el continente está salpicado de puestos de avanzada, bases de drones y complejos de Estados Unidos en los se alojan unidades de operaciones especiales. “Yo creo”, dice Reeve, “que en África podríamos estar ante algo que produce un poco más de terror.”

Notas:

1. En inglés, blowback es el retroceso de un arma de fuego al ser disparada. (N. del T.)

2. Lily pads, en inglés. (N. del T.)

3. Raj era el nombre que recibía la dominación británica en India. (N. del T.)

4. Seabees es el nombre de una unidad de la marina de Estados Unidos que se dedica a la construcción; fue creada en diciembre de 1941 y hoy la integran cerca de 14.000 personas, según Wikipedia. (N. del T.)

Nick Turse es director de edición de TomDispatch e integrante del Nation Institute. En 2014, obtuvo los premios Izzy y American Book por su libro Kill Anything That Moves; sus artículos han aparecido en el New York Times, Intercept, Los Angeles Times, Nation y habitualmente en TomDispatch. Su libro más reciente es Tomorrow’s Battlefield: U.S. Proxy Wars and Secret Ops in Africa.