Estamos sufriendo la mayor estafa de la historia. Durante las tres últimas décadas los grandes financieros han logrado que se fuesen desregularizando paulatina y sistemáticamente todas las estrictas normativas que impedían estafas-crisis como la actual. En especial, cabe destacar la desregulación de la Ley Glass-Steagle que entró en vigencia en el año 1933 gracias al presidente Franklin Delano Roosevelt. Durante muchas décadas, dicha ley había impedido la especulación financiera desenfrenada, que tanta responsabilidad había tenido en la Gran Depresión de 1929. Esta desregulación tan anhelada y perseguida por los grandes financieros anglosajones ha sido posible gracias a la “colaboración” de los más relevantes políticos de los grandes partidos que conforman nuestra “democracia” bipartidista occidental. Aunque tan gran estafa no es fácil de disimular: “No hay dinero”, nos dicen, mientras aparecen centenares de miles de millones cuando hay que rescatar, o simplemente hacer más poderosos, a los grandes bancos y a toda su red de poder.
Pero esta gran “crisis” es solo la faceta económica de un inimaginable proyecto occidental de dominación hegemónica global que se debe prolongar a todo lo largo del siglo XXI, y que para ello debe neutralizar el creciente poderío de China, de los otros tres “grandes” que conforman el llamado “grupo de los BRICs” (Brasil, India y Rusia) y, en general, de cualquier potencia emergente con pretensiones de independencia respecto al imperio anglosajón-occidental. Las agresiones militares a países como Afganistán, Ruanda, Congo, Irak, Libia o Siria, planificadas también desde hace décadas, son la cara militar de ese proyecto global. Guerras de agresión y terrorismo internacional para asesinar presidentes y derrocar gobiernos son los métodos usados en los países que han sido calificados de “estados canallas”, de “estados fallidos” o, simplemente, de países “no democráticos”.
En el norte “democrático”, por el contrario, se llevan a cabo lo que podrían ser calificados como auténticos “golpes de mercado”. “Integración” es la palabra de moda: una Europa más “integrada” económica y políticamente es ahora el paradigma, es ahora lo políticamente correcto. ¡Que magnífica máscara para ocultar un creciente y opresivo control cada vez más global y más centralizado en unas pocas manos! Todo este proyecto de expolio y sometimiento de los pueblos se lleva a cabo en nombre de una globalización que también pretende destruir nuestras raíces históricas, culturales y lingüísticas. El nuevo imperio “conquista” ya el norte del Mare Nostrum (Grecia, Italia, España…) mientras arrasa el sur (Libia, Siria…). Sorprendentemente, Siria, al igual que sucedió en Libia, está siendo destruida por mercenarios de Al Qaeda y otros grupos terroristas financiados por nuestro Occidente “democrático” y “defensor” de la libertad y los derechos humanos. Parafraseando la conocida frase de Bill Clinton sobre la economía, se podría decir: Siria destruida, España intervenida… es la globalización, estúpido.
En medio de este desolador cuadro, los pequeños virreyes del imperio y los nuevos piratas desembarcan de nuevo en nuestras islas. ¿Hasta donde les permitiremos llegar en este expolio económico, en este secuestro de la información y de la democracia y en esta destrucción de nuestras raíces? Somos cada vez más los que no reconocemos la legitimidad de un gobierno que ha engañado a nuestra sociedad y que está incumpliendo sistemáticamente todo cuanto proclamó antes de las elecciones. Tiene la misma legitimidad que las opciones bancarias preferentes con las que se engañó a nuestros jubilados y sencillos ciudadanos incapaces de comprender el alcance de lo que estaban firmando. Somos cada vez más los que hemos decidido decir “basta” y levantarnos en pie de “guerra”. Bata de tanto expolio, basta de tanto engaño. Las élites crueles, fanáticas y radicalizadas que ejecutan este proyecto de globalización neocapitalista y que logran ocultarlo a la sociedad, nos volverán a tratar de “radicales” y “antisistema”. Pero… ¡allá ellos!, ¡ya les llegará su Hora! Entre tanto, no podríamos permanecer silenciosos ante tanta destrucción y sufrimiento de nuestros semejantes sin traicionarnos a nosotros mismos, a la Verdad y a la Justicia. Y, como cristianos convencidos, sin traicionar al Dios del Jesús asesinado por los poderosos pero que, 2000 años después, sigue infundiéndonos, desde lo más hondo, fraternidad, esperanza y coraje.
Joan Carrero Saralegui, presidente de Fundació S´Olivar.