Del libro “África, la madre ultrajada” de Joan Carrero, marzo 2010
pp. 111-113
En julio de 1990 asciende por turno a la presidencia de la Organización para la Unidad Africana (OUA) un individuo como Yoweri Museveni, quien tan sólo cuatro años atrás había asaltado el poder en Uganda a sangre y fuego. Su atrevimiento al invadir tan sólo dos meses después un país soberano como Ruanda, sirviéndose de su cargo, evidencia un poderoso respaldo. ¡El presidente mismo de la OUA utilizaba su posición para invadir uno de los países que representaba, bajo la mirada condescendiente de Estados Unidos y de sus aliados! Gaspard Musabyimana es uno de los expertos que ha estudiado las múltiples manipulaciones de Yoweri Museveni durante sus dos años de presidencia de la OUA a fin de aniquilar a Juvénal Habyarimana. Sin el visto bueno de Washington y Londres, que ya en aquellos años gozaban de una posición hegemónica en nuestro mundo, esos audaces movimientos eran impensables. En la alta política raramente las cosas suceden por azar.
El hecho [la invasión de Ruanda], apenas encubierto, suscitó amplia desaprobación en el continente, máxime cuando Museveni era presidente de turno de la Organización para la Unidad Africana (OUA). Antes y después de la fecha en que se inició la guerra civil en Ruanda, la inteligencia ugandesa parece que no fue ajena a las perturbaciones provocadas en Kenya por rebeldes armados.
Y no son pocos los observadores que ven la mano del presidente ugandés tras el golpe de Estado de militares tutsis en Burundi el 21 de octubre de 1993, que costó la vida al recién elegido presidente democrático, Melchior Ndadaye, el primer hutu aupado al poder en la historia del país, y que dio lugar a una matanza masiva de miembros de esta comunidad absolutamente mayoritaria, hasta que la situación se recondujo a un acuerdo interpartidista sumamente precario. Según estos autores, Museveni reprochó duramente al presidente militar desde 1987, Pierre Buyoya, un tutsi, haber autorizado el pluripartidismo y las elecciones libres en 1993, las cuales, ineluctablemente dada la hegemonía demográfica, iban a llevar a la Presidencia a un hutu.1
No es por azar que, en esas mismas fechas, Estados Unidos y el Reino Unido movilizasen a toda la comunidad internacional para liberar al pequeño Kuwait, que había sido invadido el 2 de agosto de 1990 por Sadam Husein. Al igual que unos años más tarde la movilizaría para rematarlo. Entre ambas invasiones, la de Ruanda y la de Kuwait, sólo hubo dos meses de diferencia. Coincidieron en el mismo período de tiempo y constituyeron un mismo crimen de agresión internacional. Los intereses geoestratégicos y de control de los recursos eran igual de importantes en ambos casos, aunque el mundo haya ignorado esa importancia en el caso del Congo. La única diferencia que soy capaz de ver entre ambos casos estriba en que, en la agresión a Ruanda, los agresores eran los propios esbirros regionales de las potencias anglosajonas.
Honoré Ngbanda manifiesta su firme convicción sobre la implicación estadounidense ya antes de la invasión de 1990; convicción basada en multitud de pruebas que él, debido a su cargo, conoce de primera mano:
He aquí por qué afirmo con certeza que la invasión de Zaire por Ruanda bajo la dirección de Kagame no es un accidente de la historia […]. La formación de Kagame en los Estados Unidos sólo es una etapa de un largo proceso de desestabilización de toda la región del África Central.
A comienzos de septiembre de 1989, nuestra “antena” de servicios de información en Kampala inundó la dirección de servicios especiales con mensajes alarmantes. Señalaban la inminencia de un ataque contra Ruanda por los guerrilleros tutsis del FPR basados en Uganda […]. Algunos meses antes, otros telegramas codificados me señalaban ya que los servicios secretos norteamericanos que operaban en Uganda habían tomado a su cargo a algunos oficiales de origen ruandés: “Ciertos oficiales de origen ruandés escogidos con cuidado son enviados a los Estados Unidos para una formación acelerada con el objetivo de organizar una vasta operación de ataque contra Ruanda”, señalaban muchos de estos informes.2
Honoré Ngbanda afirma también la implicación directa estadounidense en el momento mismo de la agresión a Ruanda:
En la tarde del 30 de septiembre recibí la visita imprevista de uno de mis antiguos colaboradores de la Agencia Nacional de Documentación […]. El agente me entregó una copia del mensaje que provenía de nuestra estación de informaciones de Kampala y que señalaba el movimiento de tropas hacia la frontera de Ruanda. El mensaje precisaba que los servicios secretos norteamericanos había programado este ataque en función de la visita del presidente Habyarimana a los Estados Unidos. Según nuestra fuente ugandesa, que era un oficial de información de la Presidencia de la República ugandesa, los norteamericanos habían asegurado a Museveni que retendrían a Habyarimana en los Estados Unidos desde la caída de Kigali para impedirle llegar a Zaire y emprender una contraofensiva para reconquistar el poder.3
Paralelamente, Robin Philpot nos proporciona otra información interesante y complementaria sobre lo que aquel 1 de octubre de 1990 ocurría al otro lado del Atlántico, en la cumbre de la UNICEF en Nueva York, a la que asistían tanto Juvénal Habyarimana como Yoweri Museveni. Se trataba de una encerrona criminal, como años más tarde lo sería también la cumbre regional en Dar es Salaam del 6 de abril de 1994. El presidente ruandés debía ser retenido, y el ugandés prolongaba voluntariamente su estancia a fin de eludir cualquier sospecha de implicación de Uganda en la invasión, que debía ser presentada como el resultado de una deserción o un motín pero nunca como obra del Ejército regular ugandés:
Los informes internacionales dejaban entender que el Ejército invasor había incluso logrado la toma de Kigali. Con una sospechosa rapidez, las autoridades norteamericanas ofrecieron asilo político al presidente Habyarimana […]. Cuando se anunció el ataque el presidente Habyarimana volvió a su país, pero antes pasó por Bélgica, donde recibió otro ofrecimiento de asilo. También en Bélgica se amplificó el éxito del FPR. Durante ese tiempo el presidente ugandés, Yoweri Museveni, prolongó su estancia en los Estados Unidos. Sin embargo, el Ejército ugandés acaba de protagonizar el mayor motín de su historia, en el que habían participado soldados, oficiales y material militar.
Recordemos que Yoweri Museveni se había convertido, desde mediados de los años 1980, en el mimado del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial y de la diplomacia estadounidense, al igual que otros antiguos guerrilleros izquierdistas ganados para la causa de la good governance, del ajuste estructural, de la privatización, y, con toda evidencia, del cuestionamiento de las fronteras africanas. Estados Unidos y sus aliados veían a Uganda como una muralla contra el islamismo de Sudán y a Museveni, como a un aliado que facilitaría las operaciones secretas en el sur de ese país. Para el antiguo presidente Jimmy Carter, Museveni era “uno de los más importantes dirigentes africanos”; para Madeleine Albright era “una luz de esperanza para África”, mientras que para el periodista Philip Gourevitch Museveni se eleva hasta el nivel de “eminencia gris del nuevo liderazgo en África Central”.4
Philip Gourevitch es un caso más que demuestra que tras la supuesta aséptica imparcialidad y profesionalidad de algunos periodistas se esconden verdaderas complicidades. Es autor del conocido libro We Wish To Inform You That Tomorrow We Will Be Killed With Our Families, así como del artículo que sacó a la luz un fax de la ONU el cual, supuestamente, era la prueba de la planificación del genocidio. Sin embargo, tal como Robin Plilpot hace notar, Philip Gourevitch es el cuñado de Jamie Rubin, adjunto de prensa y hombre para todo de la secretaria de Estado Madeleine Albright.5 Se entienden así sus elogios a Paul Kagame, al que llegó a comparar con Abraham Lincoln: se trata simplemente de “encargos” profesionales, de los conocidos y bien remunerados “servicios” de lobbying tan característicos de la política estadounidense.
1 Yoweri Museveni, página web de la Fundació CIDOB.
2 Crimes organisés en Afrique Centrale, páginas 102-103.
3 Obra citada, página 105.
4 Ça ne s’est passé comme ça à Kigali, páginas 29-30.
5 Ça ne s’est passé comme ça à Kigali, página 92.