Después de los dos fracasos de Més en las pasadas elecciones generales, las de diciembre en solitario y las de junio en coalición con Podemos y EU, se ha vuelto a abrir el debate entre el mundo soberanista sobre la estrategia mejor para conseguir que el soberanismo sea mayoritario, como lo es en Catalunya. Y, de manera reiterada, los hay que piensan que hay que reproducir en las Illes las opciones políticas que triunfan en Catalunya. Hace unos años algunos se presentaron con un sucedáneo de Convergencia Democràtica, sin ningún éxito. Hace bastante que las secciones locales de ERC pugnan por abrirse un espacio en las instituciones de las Illes, con unos resultados más bien exiguos. Ahora las CUP también tienen sus seguidores, veremos cómo acabará la cosa. Y, por otra parte, desde Catalunya se ha actuado con muchas dosis de paternalismo a la hora de apoyar las opciones isleñas, por parte de todas las fuerzas políticas, sin excepción, mostrando un desconocimiento absoluto de la realidad política y social de «ses Illes». Y no hablemos de los medios de comunicación catalanes, algunos llegaron a tratar Canyelles y Matas como excepciones dentro del Partido Popular por su regionalismo. Mientras tanto, los representantes del PSM antes, y ahora los de Més, son más desconocidos para la población de Catalunya que cualquier líder comarcal.

Todo esto viene a cuento porque, volviendo a las recetas para hacer avanzar al soberanismo, los hay que reclaman más contundencia a Més, que se defina más claramente como independentista. No sé si ignoran que Més, en sus estatutos, defiende un Estado propio para las Illes Balears. O que el vicepresidente del Gobierno, Biel Barceló, en numerosas entrevistas públicas se ha proclamado abiertamente independentista. Pero no lo habrá dicho suficientemente fuerte para que le oyeran. Y es que las cosas no son tan sencillas como gritar más fuerte o hablar más claro. Ya lo probaron los seguidores de Josep Guía, con su «es sencillo, llamadle simplemente Catalunya», en referencia al conjunto de los Països Catalans. Y no, no fue tan sencillo. Algunos bailamos sardanas en la plaza de nuestro pueblo y la gente nos dió la espalda una buena temporada.

Y es que, a pesar de la decepción de las pasadas elecciones generales, las cosas tampoco se habrán hecho tan mal si Més, sólo hace un año, logró convertirse en la primera fuerza de gobierno municipal en Mallorca y Menorca, con unos resultados extraordinarios en las elecciones autonómicas que la han llevado a presidir los Consejos de Mallorca y Menorca y tener la vicepresidencia del Gobierno de las Illes Balears. Y todo, sin existir en las grandes pantallas de televisión, que cada vez más condicionan las tendencias políticas. Estos resultados no se han conseguido gracias a grandes operaciones de marketing, ni asumiendo estrategias de opciones triunfadoras en el Principat, sino gracias a una labor constante de implantación territorial, de apertura a los sectores más dinámicos de la sociedad y defendiendo, con hechos, la gente, la cultura, el medio ambiente…

Huelga decir que el momento actual, con grandes responsabilidades de gobierno, tiene sus riesgos. Gobernar, sobre todo si se sufre una gran carencia de recursos económicos, puede generar frustraciones. Al contrario, el gobierno, especialmente en el ámbito municipal, abre las puertas a segmentos nuevos de población. Son las mismas posibilidades que ofrece la coalición con Podemos, la cual ha dado a conocer Més a decenas de miles de personas que únicamente forman su opción política a través de la televisión. Sin embargo, no parece que Més haya de insistir en mantener esta coalición de cara a futuras convocatorias electorales, sino a continuar ensanchando el espacio soberanista a partir de sumar todos los sectores sociales posibles.

Además de obtener presencia en las Cortes Generales, a Més le falta una asignatura pendiente, la relación con las fuerzas políticas del Principat que debería intensificar. A la vez, especialmente las opciones soberanistas de izquierda de Catalunya deberían tener a Més como su opción en las Illes, aceptando que es la fuerza política que ha sabido conectar con los ritmos y el mensaje que las sociedades isleñas requieren, y que la mejor manera de construir los Països Catalans no es llenándose la boca de grandes proclamas, sino colaborando con aquellas opciones que tienen los mismos objetivos estratégicos, aunque adapten su praxis política a la realidad social de cada isla.