En febrero de 2003 Barcelona se convirtió, con sus masivas manifestaciones, en el símbolo mundial de rechazo al fanatismo de aquella élite que, liderada aparentemente por George W Bush, se aprestaba a arrasar Irak a sangre y fuego. En unas “piadosas” y repugnantes reuniones que quedarán para siempre en la memoria mundial de la ignominia, George W Bush escoltado por otros fanáticos de la supremacía mundial estadounidense y del control del petróleo, fanáticos como el vicepresidente Dick Cheney o el secretario de Defensa Donald Rumsfeld, invocaron a su Dios judeocristiano antes de iniciar sus crímenes de lesa humanidad. Tan fuerte fue el liderazgo moral mundial de Barcelona que George Bush llegó a decir en una convención de petroleros en Texas: “Las manifestaciones de Barcelona no nos harán cambiar de política”. Ahora otros fanáticos de signo contrario, que no saben de gratitud (la ingratitud es una de las más claras evidencias de deterioro psíquico y moral), han ensangrentado aquella ciudad que un día se volcó en la defensa de los valores, la cultura y la soberanía de un pueblo, de una civilización, que los nuevos jóvenes fanáticos dicen defender.
El terrorismo que se envuelve en la bandera del Islam es una realidad cuyas inercias durarán aún, en el mejor de los casos, muchos años más. Pero relatar día tras día solo los actos terroristas en nuestros países europeos, eludiendo los necesarios análisis en profundidad de las causas que lo originaron y que lo mantienen vivo es como describir una y otra vez los catastróficos sucesos provocados por el cambio climático eludiendo cualquier referencia a sus causas. Aunque disguste a muchos, es una obligación moral el denunciar y recordar que tras las bambalinas existe una élite “globalista” perversa que sigue pensando aquello que Zbigniew Brzezinski formuló con todo descaro: estos atentados son un precio más que justificado para lograr la hegemonía “occidental” con la ayuda de estas hordas fanáticas, dividiendo o incluso arrasando gracias a ellos el Oriente Medio ampliado, poniendo en apuros a Rusia, intimidando a China… Esta es la verdadera clave de lo que hemos vivido en estos días, esta es la verdadera clave que jamás deberíamos olvidar.
Tendré que recordar otra vez que fue Zbigniew Brzezinski, recientemente fallecido al igual que su padrino David Rockefeller, el que convirtió a los muyahidines afganos de Bin Laden (a los que posteriormente sucederían todos los actuales grupos salafistas) en una poderosa fuerza capaz de ser decisiva en la desintegración de la Unión Soviética. Tendré que recordar una vez más su respuesta al periodista del Nouvel Observateur cuando este le preguntó si no lamentaba haber jugado un papel tan decisivo en el nacimiento del integrismo islámico, haber entregado armas y asesoría a futuros terroristas durante el periodo en el que fue el consejero de Seguridad Nacional de Jimmy Carter: “¿Qué es lo más importante ante la mirada de la historia mundial, los talibanes o la caída del Imperio soviético? ¿Algunos islamistas excitados o la liberación de Europa Central y el fin de la Guerra Fría?” Tendré que recordar una vez más que Zbigniew Brzezinski fue mucho más que el gran consejero de presidentes demócratas como Bill Clinton y Barack Obama, verdaderos lobos con piel de oveja: la élite para la que trabajaba creó y llevó al poder a estos líderes demócratas.
Algunos ya no toleramos más tanto ocultamiento, en los grandes medios occidentales “de referencia”, del afán y del proyecto de supremacía mundial de las finanzas, el poder militar y la propaganda de una élite anglosajona que todo el día nos agobia con las críticas al supremacismo blanco (en el interior de Estados Unidos) de un paleto como Donald Trump. O que nos bombardeen día tras día con la supuesta injerencia de Rusia en contra de la candidata Hillary Clinton, pero que nunca se refieran al contenido de los mails filtrados (dicen que por Rusia aunque personas como el mismo Julian Assange lo desmientan) para lograr la derrota de dicha candidata: las estrechas relaciones entre ella misma y su entorno con el Daesh y con Arabia Saudí (el mayor financiador tanto de la campaña de Hillary como de la formación de salafistas y de las campañas del Daesh). Pero hasta que en nuestra sociedad una masa crítica suficiente no llegue a ser consciente de hasta que punto esos grandes medios occidentales “de referencia” intentan idiotizarnos, esto no tendrá arreglo.