El viernes pasado, bajo el título «Cartografiando el futuro», MÉS per Mallorca presentó las conclusiones de los debates que se han llevado a cabo durante más de un año en los que han participado unas quinientas personas, según los coordinadores. Al margen del contenido ideológico que quiere marcar el futuro político de MÉS, es de agradecer que, en estos tiempos convulsos, los partidos políticos reflexionen más allá de la inmediatez de las polémicas en la red o de la agenda política que marcan los medios de comunicación. Si se impusiera el debate sereno por encima del insulto o del tuit ocurrente, los ciudadanos lo agradeceríamos y quizás mejoraría la valoración que tenemos de los políticos.

Lo cierto es que las izquierdas se encuentran ante unos desafíos colosales en todo el mundo. El capitalismo depredador del planeta y de las personas, el negacionismo del cambio climático, el machismo, el racismo, la xenofobia, la pobreza… Las conquistas sociales de la humanidad que se han conseguido gracias al esfuerzo y al sacrificio de muchas personas, de héroes anónimos, están en claro retroceso. Y la pandemia no ha hecho más que agravar la situación de las personas más desvalidas y de los países más pobres, excluidos de la inmunización de la Covid porque el sistema debe preservar los beneficios de las empresas fabricantes de vacunas.

En España, podríamos añadir el ataque a la libertad de expresión, la represión judicial del independentismo catalán, el centralismo creciente, la imposición del castellano, el ascenso de la extrema derecha… En este contexto, los partidos de izquierda buscan soluciones, desconcertados después de que la ilusión desatada el 15M se ha desvanecido, con un Podemos ya asimilado por el sistema tradicional de partidos.

Es así que Més ha propuesto un nuevo impulso ideológico que le permita convertirse en «la casa común de la izquierda mallorquina» y sustituir al PSOE como partido de referencia. Por eso insiste en los valores republicanos, el soberanismo, el ecologismo y el feminismo como ejes que marcarán sus propuestas políticas.

Seguramente es importante que los partidos se doten de un marco ideológico que los defina. Pero, más allá de los «ismos», la sociedad necesita soluciones a los problemas cotidianos y propuestas de futuro que permitan intuir la utopía que persiguen los políticos, sobre todo los de izquierdas. En el caso de Mallorca, además de los desafíos de los que hablábamos antes, padecemos un plus de problemas que nuestros dirigentes políticos deberían intentar solucionar. Sólo citaré unos cuantos, algunos de ellos pueden ser incómodos de abordar para un partido de izquierdas: la necesidad o no de establecer un techo de población en nuestras islas, con las consecuencias que puede tener sobre la inmigración; las alternativas al turismo de masas y como potenciar una mayor diversificación económica; el suministro de agua potable a la población ante las sequías que conlleva el cambio climático, y cómo abordaremos la progresiva inundación de zonas costeras que este producirá; el desarraigo de generaciones de inmigrantes y la creciente sustitución lingüística que se está produciendo, con el supremacismo castellano que se cree con el derecho de imponerse al catalán; la defensa de un modelo educativo como principal herramienta de integración… Sin olvidar los problemas ya clásicos, enquistados a lo largo de los años, provocados por la falta de autonomía política y financiera: el coste de la insularidad, la mala financiación , el expolio fiscal que padecemos…

Algunos ya se han empezado a abordar con la normativa que regula el turismo, la ley de residuos, la renta mínima…, pero ¡hay tanto por hacer!