Por primera vez en la historia reciente, un país pobre y subdesarrollado se ha convertido rápidamente en una superpotencia económica, con un gran impacto en el mundo. ¿Cómo fue posible y qué significa esto para el resto del mundo? Una retrospectiva de 70 años de cambios en China.

De nuevo en el mapa mundial

Durante siglos, China ha sido una atracción cultural y, junto con la India, un actor destacado en el escenario mundial. Después de un siglo de colonización, humillación y guerras civiles internas, Mao Zedong volvió a poner a su país en el mapa mundial en 1949 y los chinos recuperaron su dignidad.

Fue el comienzo de una ‘maratón del desarrollo a alta velocidad’ que sacudiría por completo las relaciones mundiales. Y como Napoleón Bonaparte lo predijo: “China es un gigante dormido. Cuando se despierte, el mundo entero temblará”.

El milagro del crecimiento económico

Al comienzo de la revolución china, en 1949, China era uno de los países más pobres y atrasados del mundo. La gran mayoría de los chinos están empleados en la agricultura (a menudo primitiva). El PIB per cápita era la mitad del de África subsahariana y una sexta parte del de América Latina. Para dar una oportunidad a los ideales revolucionarios de igualdad en un entorno mundial altamente hostil, era necesario lograr un rápido crecimiento económico y tecnológico. Este se llevará a cabo durante los próximos 70 años con ensayo y error.

Después de un período extremadamente cerrado y turbulento bajo Mao Zedong -en el que se llevaron a cabo campañas de masas controvertidas como ‘el gran salto adelante’ y ‘la Revolución Cultural’-, Deng Xiaoping llegó al poder en 1978. Casi de inmediato, pero con cautela, emprendió reformas económicas y estableció relaciones con numerosos países, entre ellos, y notablemente, los Estados Unidos.

En comparación con Europa Occidental, la industrialización en China se llevó a cabo cuatro veces más rápida, con una población cinco veces mayor. Hace setenta años, la economía china era insignificante a nivel mundial. En 2014, los chinos superaron a los Estados Unidos como la mayor economía (en términos de volumen) y China también se convirtió en el mayor país exportador. Hoy en día hay 35 ciudades chinas con un PIB igual al de países enteros como Noruega, Suiza o Angola. Entretanto, el PIB de China es superior al PIB combinado de 154 países. En 2011-2012, China produjo más cemento que Estados Unidos durante todo el siglo XX. El país construye diez nuevos aeropuertos cada año y cuenta con la red de autopistas y líneas de tren de alta velocidad más extensa del mundo. Hoy en día, exporta en seis horas lo que exportaba durante un año entero en 1978.

Gran salto tecnológico

China no sólo sorprende en términos de evolución cuantitativa. En términos de calidad, la economía china también ha dado grandes pasos adelante, un ejemplo es el desarrollo tecnológico. Millones de ingenieros, científicos y técnicos se han graduado de las universidades chinas en las últimas décadas. Hasta hace poco, China era mal visto como una imitadora de la tecnología, pero hoy en día es un líder innovador que marca el camino. China tiene actualmente el superordenador más rápido del mundo y está construyendo el centro de investigación más avanzado del mundo para desarrollar ordenadores cuánticos aún más rápidos. El país ha logrado resultados impresionantes en los últimos años en el campo de los misiles hipersónicos, ensayos de procesamiento de genes humanos, satélites cuánticos y, quizás lo más importante, la inteligencia artificial. El proyecto Made in China 2025 tiene como objetivo reforzar esta innovación tecnológica en sectores socioeconómicos vitales.

¿Debe China parte de su progreso tecnológico al robo de la propiedad intelectual? Sin duda, como es el caso de países como Brasil, India y México. Fue también gracias al robo a gran escala de tecnología de Gran Bretaña y Europa que los Estados Unidos fueron capaces de desarrollar su crecimiento económico hasta el nivel de superpotencia. En palabras de The Economist: “La transferencia de conocimientos técnicos de los países ricos a los pobres, de manera justa o injusta, es parte integrante del desarrollo económico”.

Receta

La ‘dieta china de rápida modernización’ contiene algunos ingredientes notables:

  1. Los sectores clave de la economía están en manos del gobierno, que también controla indirectamente la mayoría de los demás sectores, por ejemplo a través de la presencia de control del partido comunista en la mayoría de las empresas medianas y grandes.
  2. El sector financiero está bajo un estricto control gubernamental.
  3. La economía se planifica, no en todos sus detalles, sino en general, tanto a corto como a largo plazo.
  4. Hay espacio para (bastante) iniciativa privada dentro de un mecanismo de mercado delineado que se desarrolla dinámicamente en varios ámbitos económicos; los mecanismos de mercado son tolerados siempre que no obstaculicen llegar a los objetivos económicos y sociales trazados (en la planificación a largo plazo).
  5. En comparación con otros países emergentes, existe un alto grado de apertura a la inversión extranjera y al comercio exterior, que sí deben estar en línea con los objetivos económicos globales.
  6. Se está haciendo un gran esfuerzo en el desarrollo de la infraestructura y en la ‘Investigación y Desarrollo’.
  7. Los salarios siguen en gran medida el aumento de la productividad, creando un mercado interior amplio y dinámico.
  8. Se invierte una cantidad relativamente grande en educación, salud y seguridad social.
  9. El país ha gozado de paz durante décadas y hay un nivel relativamente alto de paz social en el lugar de trabajo.
  10. La distribución de la tierra agrícola entre los agricultores al comienzo de la revolución y el sistema de registro de personas (Hukou) han permitido evitar lo que pasó en muchos países del tercer mundo: el típico éxodo rural caótico, que ha dado lugar al masivo trabajo informal e improductivo.
  11. A diferencia de la Unión Soviética, China no se ha embarcado en una carrera armamentista muy costosa con los Estados Unidos.

Esta política contrasta fuertemente con la receta de los países capitalistas, donde el capital financiero y las multinacionales gobiernan, donde el beneficio a corto plazo es el objetivo primordial y donde la obsessión de los gobiernos es eliminar los déficits presupuestarios a través de recortes. La espectacular forma en que los chinos han abordado la crisis financiera (2008) es típica del enfoque chino. El gobierno chino puso en marcha un programa de estímulo de la economía del 12,5% del PIB, probablemente el mayor de la historia en tiempos de paz. La economía china apenas reaccionó a la crisis, mientras que la economía europea estuvo fuertemente golpeado en los diez años siguientes.

Nuevo modelo de crecimiento

En vista de los rápidos cambios en el mercado laboral interno, los salarios y los mercados extranjeros, el gobierno chino ha desarrollado un modelo de crecimiento diferente y continuo. Cuando asumió el cargo en 2012, el Presidente Xi Jinping declaró que “el crecimiento en sí» ya no debe ser la meta. El viejo modelo se basaba en las exportaciones y las inversiones en la industria pesada, la construcción y la manufactura. En el nuevo modelo, el motor es el consumo masivo (mercado doméstico), el aumento del sector de los servicios y un mayor valor añadido al subir más arriba en la escalera tecnológica. Este cambio de rumbo es un buen ejemplo de la flexibilidad con la que los dirigentes chinos llevan a cabo la política económica. Y ese es el 12º pilar de la política china, que la distingue de la Unión Soviética en su período posterior.

¿Puede el crecimiento exitoso continuar por un tiempo? Ciertamente, la economía está luchando con un alto nivel de deuda, la banca en la sombra, sobreinversión en infraestructura, una burbuja inmobiliaria, el envejecimiento de la población, una creciente guerra comercial con los EE.UU., etc… Sin embargo, la mayoría de los observadores todavía ve a China como una economía flexible y analizan que todavía hay mucho espacio para absorber errores y reveses y para continuar creciendo a un ritmo rápido durante mucho tiempo.

La mayor reducción de la pobreza en la historia del mundo

En 1949, al comienzo de la revolución china, la esperanza de vida era de 35 años. Treinta años más tarde, ya se había duplicado a 68 años. Hoy en día, la esperanza de vida media de los chinos es de 76 años. En términos de mortalidad infantil, ‘70 años de China’ también obtuvo buenas notas. Si, por ejemplo, la India ofreciera a sus habitantes la misma atención médica y apoyo social que China, cada año se morirían 830.000 niños menos.

Entre 1978 y 2018, el país sacó de la pobreza extrema a un número récord de personas: 770 millones. Casi tanto como la población total de África subsahariana. Al ritmo actual, se erradicará la pobreza extrema en el 2020. Según Robert Zoellick, ex presidente del Banco Mundial, éste es “sin duda el mayor salto de la historia para superar la pobreza. Los esfuerzos de China por sí solos han garantizado el logro de los objetivos de desarrollo del Milenio relativos a la reducción de la pobreza en el mundo. Nosotros y el mundo tenemos mucho que aprender de China.”

Mientras que los salarios en muchos países se estancan o bajan, en China se han triplicado en los últimos diez años. Hace quince años, las multinacionales occidentales acudieron masivamente a China por los bajos salarios. El movimiento inverso está comenzando a afianzarse. Los salarios medios en la industria china son ahora sólo un 20% más bajos que en Portugal. Países como Bulgaria, Macedonia, Rumania, Moldavia y Ucrania ya tenían salarios mínimos más bajos que China en 2013.

Sombras sociales

Esta historia de éxito también tiene sus inconvenientes. El aumento más rápido de la productividad en la industria y los servicios, en comparación con la evolución de la agricultura, provoca una brecha enorme entre las zonas urbanas y rurales, entre las regiones más pobres y las provincias costeras orientales más ricas. El estricto sistema Hukou (el registro de la residencia individual determina el estatus social) causa un enorme grupo (de cientos de millones) de ‘migrantes internos’ que a menudo son discriminados y tienen menos derechos sociales. La política de un solo hijo (desde 1978) ha dado lugar -además de su carácter vinculante- a numerosos abortos selectivos y a un superávit masculino de más de treinta millones, con todas las consecuencias sociales que ello conlleva.

Democracia: entrada y salida

En muchos casos, el sistema político occidental se considera superior y se considera el único modelo santificador. Lo cual demuestra una escasa visión histórica, cuando uno se da cuenta de que prácticamente todos los regímenes fascistas se han desarrollado en el pasado en el corazón del modelo parlamentario occidental. Cualquier observador imparcial también notará que la democracia occidental sirve principalmente a los intereses de la capa superior del 1%. Que hay una falta sistémica de visión a largo plazo y que no hay una política decisiva cuando se trata de problemas sociales o medioambientales. El sistema occidental últimamente produce cada vez más figuras ridículas, impredecibles y peligrosas como Trump, Johnson, Bolsonaro o Duterte.

Cuando se habla de democracia, en Occidente se hace hincapié en el lado de la entrada, en la cuestión de cómo se toman y quiénes toman las decisiones. ¿Cuáles son los procedimientos para elegir el liderazgo político y si la voluntad de los ciudadanos es representada por los representantes electos. Las elecciones son el elemento más importante en este sentido.

En China, se hace hincapié en el lado de la salida, de los resultados, es decir, en las consecuencias de las decisiones: ¿Tiene éxito el proceso de toma de decisiones y quién se beneficia de él? El resultado es primordial, el criterio más importante es un gobierno bueno y justo. A este respecto, los chinos conceden más importancia a la calidad de sus políticos que a los procedimientos para elegir a sus líderes.

Decisiones políticas con características chinas

Según Daniel Bell, experto en el modelo chino, el sistema político chino es una combinación de meritocracia en la cima, democracia en la base y espacio para experimentar en los niveles intermedios. Los líderes políticos son seleccionados en base a sus méritos y antes de llegar a la cima, pasan por un proceso muy difícil de formación, práctica y evaluación. Hay elecciones directas a nivel municipal y para los congresos provinciales del partido. Las innovaciones políticas, sociales o económicas se prueban primero a pequeña escala (algunas ciudades o provincias) y después de una seria evaluación y ajustes necesarios se aplican a gran escala. Según Daniel Bell, esta combinación es “la mejor fórmula para gobernar un país de ese enorme tamaño”.

Además, el gobierno central realiza periódicamente encuestas de opinión que evalúan el desempeño del gobierno en los ámbitos de la seguridad social, la salud pública, el empleo y el medio ambiente, así como se mide la popularidad de los líderes locales. Sobre esta base, la política se ajusta o se corrige donde sea necesario.

El sistema chino demostró ampliamente su eficacia en los ámbitos sociales y económicos. Francis Fukuyama, que difícilmente se puede sospechar de tener simpatías por la izquierda o por China, dijo: “La principal fuerza del sistema político chino es su capacidad para tomar decisiones grandes y complejas con rapidez, y para tomarlas relativamente bien, al menos en la economía. China se adapta rápidamente, toma decisiones difíciles y las implementa eficientemente”.

Así fue que, en tan sólo dos años, China ha ampliado su sistema de jubilaciones para 240 millones de personas que viven en zonas rurales, un número muy superior al número total de personas cubiertas por el sistema estatal de jubilaciones de Estados Unidos.

El gobierno chino cuenta también con un fuerte apoyo popular. Alrededor del 90% dice que su país va en la dirección correcta. En Europa Occidental, la cifra se sitúa entre el 12 y el 37 por ciento (la media mundial).

El Partido Comunista

La columna vertebral de este modelo chino es el Partido Comunista. Con sus más de 90 millones de miembros, constituye la organización política más grande del mundo. Que esa columna vertebral es útil o incluso necesaria lo demuestran las gigantescas proporciones del país. China tiene el tamaño de un continente: es 17 veces más grande que Francia y tiene tantos habitantes como la suma de las poblaciones de Europa Occidental, Europa Oriental, los países árabes, Rusia y Asia Central. Si miramos a China desde un punto de vista europeo, significaría que Egipto o Kirguistán se gobernarían desde Bruselas. Dadas estas proporciones, las grandes diferencias entre las regiones y los enormes retos a los que se enfrenta el país, se necesita una fuerte fuerza de cohesión para mantener el país gobernable y dirigible de forma decisiva. The Economist: “Los líderes chinos creen que el país no puede permanecer unido sin un sistema de partido único tan fuerte como el de un emperador – y pueden tener razón”.

El partido recluta a las personas más hábiles. El proceso de selección para la promoción de los altos cargos es objetivo y riguroso. Kishore Mahbubani, un experto en Asia, dice: “Lejos de ser un sistema dictatorial arbitrario, el Partido Comunista Chino ha logrado crear un sistema regulador que es fuerte y sostenible, ni frágil ni vulnerable. Aún más impresionante, este sistema de reglas puede haber producido el mejor conjunto de líderes que China jamás podía haber producido”. Casi tres cuartas partes de la población dicen que apoyan el sistema de partido único.

Relaciones internacionales

La economía de China ha sido en gran medida autosuficiente en el pasado. El país ha podido permitirse el lujo de vivir aislado del mundo exterior y a menudo lo ha hecho. Incluso en la cúspide de su poder imperial, China ha difundido su cultura entablando relaciones diplomáticas y económicas en lugar de hacer conquistas (militares). Esta forma de política exterior también se mantiene en la historia reciente. China promueve un mundo multipolar, caracterizado por la igualdad entre todos los países. Considera que la soberanía es la piedra angular del orden internacional y rechaza toda injerencia en los asuntos internos de otro país, por la razón que sea. Esto lleva a menudo a que se acuse China de hacer demasiado poco para combatir las violaciones de los derechos humanos en otros países. Sea como sea, China es el único miembro permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que no ha disparado ni un solo tiro fuera de sus fronteras en los últimos 30 años.

La globalización a lo chino

Hoy en día, China ya no es autosuficiente, al contrario. Con el 18% de la población mundial, dispone solamente del 7% de las tierras fértiles del mundo, y sólo produce el 5% del petróleo del mundo. Además, el país produce muchos más bienes de los que consume. Por todas estas razones, China depende ahora en gran medida de la economía extranjera.

La inclusión de China en el comercio mundial y también el ‘encierro’ -en esencia- militar por parte de los EE.UU. (véase más adelante) le ha llevado a tomar la iniciativa de construir una Nueva Ruta de la Seda, bajo el nombre de ‘Un Cinturón, Un Camino’.

Hoy en día, más de 1.600 proyectos se inscriben en esta iniciativa; obras de construcción e infraestructura, proyectos en transporte, aeropuertos y puertos, pero también iniciativas de intercambio cultural. Cientos de inversiones, créditos, acuerdos comerciales y decenas de Zonas Económicas Especiales, por un valor de 900.000 millones de dólares, repartidos por 72 países, lo cual representa una población de aproximadamente 5.000 millones de personas o el 65% de la población mundial. “Un cinturón, un camino» es, sin duda, el mayor programa de desarrollo desde el Plan Marshall para la reconstrucción de Europa tras la segunda guerra mundial.

Martin Jacques describe la Nueva Ruta de la Seda como “globalización a lo chino”. La iniciativa ‘Un cinturón, un camino’ recuerda mucho a la estrategia comercial de los Países Bajos de hace 400 años. El colonialismo británico y francés estaba literalmente a la caza de nuevas tierras, sociedades para subyugar y robar sus riquezas. Ámsterdam, por otra parte, promovía un ‘imperio de comercio y crédito’. No buscaba territorio, sino negocios. Los holandeses construyeron una flota mercante gigantesca, instalaron puestos comerciales en las rutas principales y luego intentaron asegurarlos. Al igual que los holandeses en el siglo XVII, China tiene actualmente la mayor flota mercante. Las Zonas Económicas Especiales “son guarniciones comerciales en las cadenas de suministro internacionales que le permiten a China asegurar su comercio sin el desorden de la subyugación colonial”, dice Stratfor, un prestigioso grupo de expertos.

Relaciones Norte-Sur cambiantes

El enorme crecimiento de China en el corazón de Asia ha actuado como catalizador para el continente entero. El punto de gravedad de la economía mundial se está desplazando rápidamente hacia las economías más pobres de Asia. Esto hace subir de forma espectacular la demanda de materias primas, lo cual a su vez beneficia muchos países de América Latina y África.

La industrialización de Asia Oriental muestra el patrón de ‘gansos voladores’. A medida que un país mejora económicamente, los salarios aumentan y las tareas de producción menos sofisticadas se desplazan a las regiones más pobres con menores costes laborales. Esto ocurrió primero en Japón, luego en Corea del Sur y Taiwán, y hoy en día este proceso está en pleno desarrollo en China. Debido a los mayores salarios, las empresas chinas están trasladando su producción a países como Vietnam y Bangladesh, pero también cada vez más a África. Si esta tendencia continúa, puede ayudar a construir una base industrial en el continente africano.

Confrontación con los EE.UU.

Las revoluciones socialistas no estallaron en el corazón del capitalismo, sino en sus eslabones más débiles, los países más pobres y subdesarrollados. Un sistema social avanzado tuvo que ser construido sobre una base material débil, lo que ha dado lugar a muchos inconvenientes y contradicciones. Setenta años después, esta situación ha cambiado drásticamente. El gran salto tecnológico y el espectacular crecimiento económico de China han sentado bases sólidas para construir una sociedad socialista.

  Eso, por supuesto, no le gusta nada a Washington. Pero aún peor es el hecho de que China amenaza con superar a los Estados Unidos económicamente. Estos dos fenómenos alimentan la ‘nueva guerra fría’ entre Estados Unidos y China y la amenaza de una ‘guerra caliente’.

En el marco de las discusiones sobre el presupuesto para 2019, el Congreso declaró que “la competencia estratégica a largo plazo con China es una prioridad clave para Estados Unidos”. No se trata sólo de aspectos económicos, sino de una estrategia global que debe aplicarse en varios frentes. El objetivo es mantener el dominio en tres ámbitos: la tecnología, las industrias del futuro y el armamento.

Hoy en día, Trump aspira a una completa revisión de las relaciones económicas entre los EE.UU. y China. La creciente guerra comercial es la que más llama la atención, pero esa es sólo el preludio de una estrategia más amplia que incluye las inversiones, tanto la inversión china en los EE.UU. como la inversión estadounidense en China. En primer lugar, apuntan a los sectores estratégicos con el objetivo de perturbar el avance tecnológico de China. En este sentido, el despliegue de la red 5G es crucial y no es una coincidencia que Huawei, que está a la vanguardia del desarrollo de esta tecnología, haya terminado en la mira de los Estados Unidos.

El gobierno de Trump también está tratando de exportar esta guerra económica con China a otros países mediante la firma de cláusulas en los acuerdos comerciales o simplemente presionándolos. El objetivo es crear una especie de “telón de acero económico” rodeando China.

La estrategia militar de EE.UU.

La estrategia militar hacia China sigue dos vías: una carrera de armamentos y un encierro del país. La carrera armamentista está en pleno apogeo. Los Estados Unidos están gastando 650.000 millones de dólares anuales en armas, es decir, más de un tercio del gasto total a nivel mundial. Esto es 2,6 veces más que China y 11 veces más por habitante. También gasta cinco veces más que China en investigación militar. El Pentágono está trabajando febrilmente en una nueva generación de armas altamente sofisticadas, drones y todo tipo de robots, que le ganarían al un futuro enemigo. Una guerra preventiva es también una posibilidad.

La segunda vía es el encierro militar. China depende en un 90% del transporte marítimo para su comercio exterior. Más del 80% del suministro de petróleo debe pasar por el Estrecho de Malaca (cerca de Singapur), donde Estados Unidos tiene una base militar. Washington puede cerrar el grifo del petróleo en un abrir y cerrar de ojos y China no tiene ninguna manera de defenderse contra ello en este momento. Alrededor de China, Estados Unidos tiene más de treinta bases militares, puntos de apoyo o centros de entrenamiento (puntos en el mapa). El 60% de la flota estadounidense está estacionado en la región. Si se observa esto en un mapa, no es exagerado decir que China está encerrada y rodeada. Imagínese lo que pasaría si China instalara un solo punto de apoyo militar, ni mucho menos una base militar cerca de los Estados Unidos.

Es en este contexto que debe considerarse la militarización de las pequeñas islas en el sur del Mar Chino, así como la reivindicación de una gran parte de esta zona. La supervisión de las rutas marítimas a lo largo de las cuales se transportan su energía y los productos industriales es de vital importancia para Beijing. Es en este mismo contexto que se tiene que contemplar la Nueva Ruta de la Seda.

Campeón de la contaminación y de la economía verde

Desde finales de los años ochenta, China ha entrado en una fase de desarrollo que ha causado una gran contaminación ambiental. Como ‘fábrica del mundo’, es uno de los mayores contaminadores del planeta. En este momento el país es también -por mucho- el mayor emisor de CO2, aunque las emisiones por persona son menos de la mitad de las de los EE.UU. y aproximadamente del mismo tamaño que las de Europa. También hay que agregar que China sólo es responsable por el 11% de las emisiones históricas acumuladas, mientras que los países industrializados son responsables de más del 70%.

La situación es insostenible. Si siguiera al ritmo actual, entre 1990 y 2050, China habría producido tanto dióxido de carbono como el mundo entero entre el comienzo de la revolución industrial y 1970, y eso sería catastrófico para el calentamiento climático.

Hace diez años, los dirigentes chinos cambiaron de rumbo y empezaron a dar alta prioridad a las cuestiones ecológicas. En 2014 el Primer Ministro Li Keqiang incluso declaró la «guerra a la contaminación». Se elaboró una serie de medidas, incluido una legislación ejemplar en el ámbito del medio ambiente, pero su aplicación no siempre es evidente.

Los resultados ya se pueden observar. A corto plazo, China se convirtió en el número uno en el campo de los paneles solares y la energía eólica. China actualmente produce el 33% de la electricidad mediante energía verde, frente a menos del 17% en los Estados Unidos. China invierte hoy en día tanto en tecnología verde como el resto del mundo en su conjunto. Quiere capturar y almacenar millones de toneladas de CO2 bajo tierra en un futuro próximo.

El país es también pionero en la transmisión a larga distancia de grandes cantidades de energía (por ejemplo, de campos de paneles solares distantes), lo que es muy importante para el suministro de energía verde de las ciudades. Según datos de la NASA, los esfuerzos sostenidos de reforestación de China han significado una importante contribución a la plantación de bosques en el mundo, esencial para mantener las emisiones bajo control Por otra parte, las empresas chinas siguen teniendo una gran proporción de tala ilegal en todo el mundo.

El santo patrón del Acuerdo de París sobre el Clima

China se convirtió en el ‘santo patrón del Acuerdo sobre el Clima de París‘ (COP 21, 2015, enfoque: limitar el calentamiento global a un máximo de 2 grados, con 1,5 grados como valor objetivo). Cuando Trump se retiró del acuerdo en 2017, Pekín declaró que hará todo lo posible para alcanzar igual los objetivos de la COP21, junto a otros, como la UE.

China es también un mediador entre los países ricos industrializados y los países en vías de desarrollo, que subrayan que el calentamiento global es esencialmente una responsabilidad histórica de los países industrializados, y por esta razón declaran que los países ricos deben poner recursos financieros y tecnología a disposición de los países en vías de desarrollo para la lucha contra el cambio climático. Gracias a los esfuerzos de los chinos, la gran mayoría de los países en desarrollo se han alineado con los objetivos de la COP21 y han presentado planes climáticos a la Asamblea General de las Naciones Unidas en los últimos meses.

Todavía queda -obviamente- un largo camino por recorrer en la propia China, pero va en la dirección correcta. Prueba de ello es el anuncio a mediados de 2017 de que China ha cumplido sus objetivos climáticos dos años antes de la fecha acordada de 2020. También está bien encaminada hacia el cumplimiento de los acuerdos del Acuerdo de París sobre el clima para reducir las emisiones de CO2 en un 65 % para 2030.

Errores

Se han cometido muchos errores en los últimos setenta años. En el período inicial, el PCCh trató de introducir el socialismo apresuradamente con el Gran Salto Adelante (1958-1961), con consecuencias catastróficas como resultado. La exageración de izquierda de la Revolución Cultural (1966-1976) dejó profundas cicatrices y condujo a un revés de derecha. La introducción de elementos de mercado a partir de 1978 ha dado rienda suelta a la explotación capitalista. Las consecuencias fueron inmediatas: una brecha más profunda entre ricos y pobres, y la creación de una capa de élite capitalista. El margen para el enriquecimiento personal se ha ampliado y ha causado corrupción a gran escala y abuso de poder. Sin embargo, esta política del ‘hacer volar el pájaro capitalista en la jaula’ ha hecho que la economía china creciera espectacularmente y ha reducido notablemente la pobreza extrema. El futuro decidirá si esta dinámica de mercado controlada puede mantenerse bajo control.

Los dirigentes chinos han logrado mantener unido al vasto y muy heterogéneo país, pero esto se ha hecho y se está haciendo manteniendo a ciertas minorías en línea. Los tibetanos y los uigures se sienten tratados como ciudadanos de segunda clase, a pesar de que las autoridades chinas han realizado muchos esfuerzos formales para remediarlo. Quedan bastantes preguntas sobre el enfoque poco ortodoxo y musculoso de las tensiones nacionales.

Un punto a favor es que los líderes chinos no tienen la costumbre de esconder u ocultar las debilidades o de embellecer los problemas. Por lo general, se reconocen y designan explícitamente. Por ejemplo, antes y durante el XVIII Congreso, los principales problemas del país se nombraron, se enumeraron uno por uno, se discutieron y se tradujeron en medida y acciones. Esta actitud política racional permite aprender de los errores y, si es necesario, ajustar el rumbo.

Estabilidad del planeta

Por primera vez en la historia reciente, un país pobre y subdesarrollado se ha convertido rápidamente en una superpotencia económica, con un gran impacto en el mundo. China, y a su paso la India, está cambiando rápidamente las relaciones mundiales y transformando el mundo de una forma sin precedentes.

Cuanto más independiente es China, más se desvía del camino de Occidente, más ‘el sistema occidental’ se mira en el espejo, y más se le critica y ataca. Parece que nos cuesta bastante observar a este nuevo actor mundial de una manera abierta. Según Mahbubani, “la duda de los líderes occidentales en reconocer que el dominio del mundo por el occidente no puede continuar, constituye una gran amenaza”.

Sin embargo, tendremos que aprender a vivir sabiendo que ya no somos el centro y el punto de referencia del mundo. Es más, con el ascenso al poder del populismo en más y más países, con gente impredecible e irresponsable como Trump, Bolsonaro o Johnson, la estabilidad y habitabilidad de este planeta dependerá cada vez más de personas como Xi Jinping y otros líderes sólidos.

Traducción: Sven Magnus

Notas

1 Tomamos 1870 como año de inicio para Europa occidental y 1980 para China. Medimos la velocidad del proceso de industrialización por el crecimiento del PIB per cápita. Las cifras se calculan sobre la base de Maddison A., Ontwikkelingsfasen van het kapitalisme, Utrecht 1982, p. 20-21 en UNDP, Human Development Report 2005, p. 233 en 267. Zie ook The Economist, 5 januari 2013, p. 48.

2 Hobsbawm E., Een eeuw van uitersten. De twintigste eeuw 1914-1991, Utrecht 1994, p. 540.

3 Las cifras se calculan sobre la base de UNICEF, The State Of The World’s Children 2017, New York, p. 154-155.

4 Para la distinción entre entrada y salida de la toma de decisiones políticas, ver Kruithof J., Links en Rechts. Kritische opstellen over politiek en kultuur, Berchem 1983, p. 66.

5 Bell D., The China Model. Political Meritocracy and the Limits of Democracy, Princeton 2015, p. 179-188.

6 Luce E., The Retreat of Western Liberalism, New York 2017, p. 166.

7 En el siglo XVII, los Países Bajos tenían 25 veces más barcos que Inglaterra, Francia y Alemania. Hoy en día, China tiene 20 veces más barcos mercantes que los Estados Unidos. Maddison A., The World Economy. A Millennial Perspective, OESO 2001, p. 78; Khanna P., Use It or Lose It: China’s Grand Strategy, Stratfor, 9 april 2016.

8 Para un tratamiento más detallado, ver Vandepitte M., Trump y China: ¿Guerra caliente o fría?