Si pienso que estoy tan en deuda con don Miquel Ramis Alonso, el filósofo rural del campesinado mallorquín, es por la confianza conmigo mismo que me transmitió durante la larga amistad que compartí con él. En este aspecto sí que fue un gran sabio. Y sigue siéndolo gracias a sus libros. Él atribuía su calma espiritual a la firme fe que tenía en Jesucristo, en su persona, en su obra y en su palabra. Y, sobre todo, a la gran confianza en sí mismo, fruto de sus múltiples lecturas y de su inquebrantable pensamiento cristiano. No se escondía de ello, aunque tampoco hacía ninguna llamada. Era muy natural en él, como si fuese congénito. Jesucristo y sus exegetas fueron sus grandes maestros de filosofía y de vida. En este sentido, don Miquel fue para mí uno de los mejores mentores intelectuales de mi juventud y de mi primera madurez.
En su primer libro, Esplais filosòfics de religió, anota unas reflexiones tan adecuadas para poner en práctica en nuestra vida cotidiana, que no parecen las de un joven que aún no había cumplido treinta años. Uno de los breves capítulos del libro lo titula así: «Si hay una verdadera filosofía es la cristiana». Es tan sencillo y tan natural lo que dice y escribe, que no parece conjeturado por completo. Parece más espontáneo que reflexivo. Más intuitivo. Parte del concepto indudable de que lo que más influye en la vida de los hombres es la religión, y que lo que más influye en la religión es la vida. La vida es desbordamiento de vitalidad y la religión abre camino a la actividad vital. Dice que la religión es un lecho hondo de aceras altas, y que la vida sólo es provechosa corriendo por dentro de él, por dentro de esta cama que nos hace de guía. Yo me preguntaba: ¿dónde está entonces la libertad de los hombres? Había que ponderar bien sus palabras: la religión, aunque sea externa, es bien interna, porque es nuestra vida más íntima, es nuestra actividad más sutil, pero también la más sentida.
A lo largo de tantos años de lecturas de toda ley y condición, al final todos llegamos a esa conclusión definitiva. No somos más que nosotros y que nosotros mismos. No nos compliquemos la existencia. Así lo ve Ramis Alonso, que filosofa de forma contundente: «donde está el hombre está la religión». Aquí nace la moral. Aquí nacen nuestras obligaciones. Y aquí nace la pereza religiosa. Dice Ramis Alonso que pocos son los que saben vivir según la filosofía religiosa, pero eso es justamente lo que ha sabido hacer Jesucristo. El filósofo mallorquín nos recuerda algo tan comprensible que el hombre es actividad, es decir, vida. La vida humana necesariamente siente hervir dentro de sí misma la actividad religiosa y no puede ahogarla. Lo que ocurre, creo yo, es que desconocemos la verdadera realidad de la religión, de la confianza en nosotros mismos, y por eso no paramos nunca de buscar lo que tenemos más cerca de nosotros.
Ramis Alonso es un personaje que nos asusta por su radicalidad. Por su infinita confianza en sí mismo. Él piensa y escribe lo que piensa y escribe para sí mismo, para explicarse lo que le sucede interiormente. Se dirige a sí mismo, pero a veces lo pone por escrito y así todos tenemos la ocasión de leerlo. Su audacia nos desconcierta, pero también nos atrapa. Los filósofos, afirma, han fracasado siempre que han querido llegar a la conciencia humana. O no tiene pelos en la lengua, o dispone de una fe irrevocable. Es para tener muy presente sus palabras de pensador impresionante: la filosofía que no explica el sentimiento religioso no conoce al hombre. La filosofía debe explicar al hombre entero, y esto sólo lo ha sabido hacer la filosofía cristiana.
Él mismo se tiene, o debía tenerse, por un filósofo cristiano, dada su energía y su fe en su propio pensamiento, en su propio espíritu interior. “Sólo es verdadero filósofo quien sabe explicarse el sentimiento religioso y lo sabe hacer crecer armónicamente con la propia vida”. Explicarse: se lo explica a sí mismo. Quizá me he alargado demasiado con este tema, pero la inspiración y las ganas de escribir vienen como vienen, y hay que aprovecharlas, como decían Pablo Picasso y muchos otros artistas: “La inspiración debe cogernos trabajando”. Por último, por hoy, con don Miquel Ramis Alonso: «Es imposible que la filosofía no trate de religión, ya que la religión constituye el fondo del espíritu humano». Sobre el espíritu sí que dedicó horas y horas Ramis Alonso. Tendré ocasión de mencionarlo algún día. Sin el hombre, sin su totalidad corporal y espiritual, no habría filosofía. «La verdadera filosofía debe ser filosofía del hombre», remataba nuestro ilustre pensador.
Ésta es la única finalidad que tiene la filosofía: la felicidad humana. Todo lo demás es humo y paja. De humo y paja hay en abundancia, porque todo el mundo dice lo suyo, como yo mismo. Pero parece que todo el mundo va más torcido que un gancho. Por eso hay que escuchar a los más expertos. Aquí está la pregunta del millón: ¿dónde están los expertos y quiénes son? Damos vueltas y vueltas a las mismas cuestiones y no salimos del mismo sitio. Durante años y siglos, siglos y años. La respuesta parece estar dentro de nosotros mismos, pero no lo acabamos de creer. Nos falta fe en la condición humana, esa condición que es capaz también de revelar la divina. ¡Revelar! ¿Podemos creer en las revelaciones? No sé, pero no tenemos nada más. Al menos, hay que pensar en ello. Y ese pensar en ello constituye la filosofía más indicada. Este pensamiento filosófico se ofrece a través de la inspiración, la intuición y la creatividad, capacidades que contiene en abundancia la condición humana. Que tenemos todos nosotros desde que somos conscientes. Exterioricémosla y apliquémosla.
Esto es mucho trabajo, decimos engañándonos a nosotros mismos. No tanto: reflexionamos, leemos, pensamos, escribimos, comemos y dormimos. Y jugamos. Porque, en el fondo, se trata de un juego. El juego de la vida. Juguémoslo. Juguémoslo con alegría, sin determinismos ni dramatismos. Por dantesco que sea el triple relato poético de Dante Alighieri, su gran libro de la vida se titula La Divina Comedia. Si ésta no nos parece la lectura más adecuada, podemos elegir muchas más, desde Montaigne y Erasmo hasta Goethe y Oscar Wilde. Aunque lo mejor es que cada uno elija aquellas lecturas que más le convengan para hacer una buena provisión de confianza en sí mismo. Para ello, la vida nos ha regalado libertad a manos llenas. Sirvámonos de ella para alcanzar nuestros sueños que tan a menudo nos parecen utópicos. Aunque todos sabemos que pueden hacerse realidad.
Fuente: dBalears