Una vez más, una nueva escalada de tensión y un agravamiento del conflicto armado entre Palestina e Israel vuelven a poner de actualidad esta confrontación interminable. Una vez más, cabe volver al trasfondo de esta situación, que va mucho más allá de la explicación cortoplacista que interpreta la coyuntura actual como una consecuencia directa del secuestro y asesinato de tres jóvenes israelís en la Palestina ocupada.

En este sentido, la Operación Margen Protector puesta en marcha por el ejército israelí no es más que una nueva expresión de la violencia que se desprende cuando un estado, Israel, ocupa militarmente otro estado, Palestina. Desgraciadamente para la población palestina, esta ocupación va acompañada de la colonización de Cisjordania, a través de la construcción de cientos de colonias ilegales; la apropiación de Jerusalén Este, reconocida internacionalmente como la capital de Palestina; la construcción del “muro de la vergüenza”, declarado ilegal por parte de la Corte Internacional de Justicia; y la creación de un gueto de población palestina en la Franja de Gaza, que evoca al gueto de Varsovia.

Todo ello se sostiene bajo la implantación de un régimen político, que alardea de ser la única democracia de Oriente Medio, cuando en realidad practica un sistema de apartheid, el cual es considerado un crimen de lesa humanidad. Así pues, y por poner algunos ejemplos clarificadores, dentro del estado “democrático” de Israel, la población de origen palestino con ciudadanía israelí no puede comprar tierras, a los palestinos de Jerusalén solo se les otorga el permiso de residencia, la población palestina de Cisjordania está sujeta a la jurisdicción militar mientras que los colonos israelís lo están a la civil, y a los refugiados palestinos se les deniega el derecho a retorno al mismo tiempo que Israel promueve que la población judía de todo el mundo, aunque no tengan vínculos con Israel, se mude a Israel y adquiera la ciudadanía. Aparte, cabe recordar la división de Cisjordania ocupada en zonas A, B y C, estando solamente la zona A bajo control pleno de la Autoridad Nacional Palestina, es decir, un 18% del territorio, conformado básicamente por las ciudades palestinas y sus alrededores, lo que tristemente rememora los bantustanes sudafricanos. No en vano, algunos de los máximos exponentes de la lucha contra el apartheid sudafricano, es decir, aquellos cuyas palabras tienen mayor legitimidad y conocimiento de causa, como son Nelson Mandela y Desmond Tutu, han catalogado a Israel como un régimen de apartheid. También intelectuales como Noam Chomsky se posicionan en la misma línea, e incluso un informe del año 2007 del Relator Especial de Naciones Unidas para los Territorios Palestinos Ocupados, John Dugard, compara la política de segregación israelí con la del apartheid sudafricano.

En cuanto a las supuestas negociaciones de paz entre palestinos e israelís, se ha venido acumulando un fracaso tras otro. Tras más de 65 años de conflicto, no se ha alcanzado un acuerdo de paz final, y cada vez parece más evidente que Israel no tiene un interés real en pactar una solución justa y digna para el pueblo palestino e israelí. Las principales razones que explican este posicionamiento son: por un lado, porque la ocupación de Cisjordania es económicamente muy rentable para Israel, y por otro lado, porque la perpetuación de un estado de alerta continuo mantiene unida a la población judía israelí, lo que a su vez evita que surjan confrontaciones internas en el seno de la propia sociedad israelí, una sociedad muy estratificada en función del origen y muy fragmentada entre judíos laicos y religiosos. En este sentido, otro aspecto a destacar, es que la Organización para Liberación de Palestina ha reconocido a Israel como estado bajo las fronteras anteriores a 1967, mientras que Israel, es uno de los nueve países en el mundo que no han reconocido a Palestina como estado. Asimismo, el incumplimiento sistemático por parte de Israel de los Acuerdos de Oslo y la construcción de colonias ilegales en Cisjordania, incluso durante las conversaciones de paz. Igualmente, cabe recordar la iniciativa de la paz árabe del año 2002, renovada en el 2014, que plantea un reconocimiento explícito de Israel, según fronteras reconocidas internacionalmente, por parte de todos los países que conforman la Liga Árabe y que Israel rechaza.

Llegado a este punto, y también teniendo en cuenta los múltiples fracasos de la diplomacia internacional, se plantea la siguiente cuestión: ¿Cómo presionar a Israel para acabar con la ocupación de Palestina, permitir la vuelta de la población refugiada y desmantelar este régimen de apartheid?

En el año 2005, ante la situación descrita, 171 organizaciones de la sociedad civil palestina hicieron un llamamiento para la puesta en marcha de una campaña de Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS) a Israel para que respete los derechos humanos y el derecho internacional humanitario. Esta campaña, que emula en sus principios a la campaña internacional de boicot contra la Sudáfrica del apartheid, cada vez tiene más simpatías y adhesiones (partidos políticos, sindicados, universidades, bancos, empresas, intelectuales, artistas, particulares, etc.). La campaña aboga por el boicot institucional, económico, académico, cultural y deportivo al estado de Israel, así como la aplicación de sanciones y desinversiones de aquellas empresas extranjeras e israelís que participan o se lucran de la ocupación.

Actualmente, la campaña del BDS está creciendo exponencialmente y adquiriendo mayor repercusión, al tiempo que el gobierno de Israel se muestra temeroso, y para contrarrestarla, la Knesset (Parlamento de Israel) ha aprobado un gran número de medidas para combatirla y mejorar su imagen exterior.

El camino ha comenzado y no hay vuelta atrás. Ayer Sudáfrica, hoy Palestina.

Enric Gonyalons Sureda. Miembro del Espai de Solidaritat de MÉS per Mallorca i coordinador de la ONG Mundubat en la delegación de Palestina