Solo le pido a Dios que el dolor no me sea indiferente. Que lo injusto no me sea indiferente. Que el engaño no me sea indiferente. Que la guerra no me sea indiferente.
Es un monstruo grande y pisa fuerte toda la pobre inocencia de la gente. León Gieco

Cuando surgió el coronavirus enseguida vino a mi mente la doctrina del Destino Manifiesto: la convicción nacional, formulada por primera vez ya en 1845 por John L. Sullivan, de que Dios eligió a los Estados Unidos para ser una nación superior destinada a expandirse. Siempre había pensado que tal doctrina no era otra cosa que un cutre refrito de la fe bíblica en la elección divina de Israel. Pero las circunstancias del reciente surgimiento del coronavirus son tan “providenciales” que me empecé a cuestionar si no estaría menospreciando esa doctrina del Destino Manifiesto. En medio de la feroz lucha desatada por Estado Unidos para frenar el creciente poderío chino, surge el coronavirus en el lugar y momento “adecuados”: en Wuhan, centro neurálgico de la inmensa China, y en su Año Nuevo, las fechas en que millones de chinos se desplazan como en ningún otro momento a lo largo del año.

Uno está más tentado aún a considerar el coronavirus como una “intervención” providencial si tomamos un poco de perspectiva. De hecho, el coronavirus es solo el último -por ahora- de toda una serie de “casuales” problemas sufridos por China en los últimos años.  Problemas que se remontan al menos al resurgimiento de la gripe aviar en el noroeste de China en 2005, pasando por la peste porcina que devastó su industria porcina. Sin contar los problemas que son obra de mano humana: la guerra comercial desatada por Trump, las acusaciones a Huawei, las amenazas a los aliados que se atrevan a instalar las redes chinas del 5G… Son problemas causados por seres humanos. Pero, como muy bien se dice en teología, el modo más frecuente de actuación de Dios es a través de aquello que se suele calificar como “causas segundas”.

Pero unas semanas después ocurrió algo más. Algo que casi me convirtió en un nuevo converso de la mística del Destino Manifiesto: el coronavirus surgió espontáneamente en Irán, sin relación alguna con la epidemia china. A pesar de que los grandes medios occidentales no lo hayan destacado, es extraordinariamente “providencial” este surgimiento espontáneo, tan diferente del que ha sucedido en el resto de países contagiados a partir de China. Que surja espontáneamente el coronavirus en ese otro miembro eminente del Eje del Mal, es algo que ya sobrepasa lo que podría ser considerado como “casual”. Sin tener en cuenta que, además, China es fronteriza con el otro gran enemigo, Rusia.

Por eso no me sorprendí cuando un amigo se empezó a deslizar por la pendiente del conspiracionismo y comenzó a cuestionar tanta “casualidad”. No es extraño que nos enzarzásemos en una viva discusión a partir de algunos precedentes históricos. Mi amigo comenzó con el consabido cuestionamiento de que los Estados Unidos han sido los únicos que, seguramente como mensaje a la Unión Soviética de Iósif Stalin, no tuvieron escrúpulo alguno en arrasar con bombas atómicas dos ciudades japonesas sin mayor relevancia militar. Me recordó que yo mismo lo había escrito en 2011 en mi libro La hora de los grandes “filántropos” y me citó el párrafo con que cerraba esta cuestión: “Hasta diversos generales y almirantes estadounidenses consideraron innecesario el lanzamiento de las dos bombas, ya que se sabía que Japón se rendiría en breve: el general Eisenhower, futuro presidente de Estados Unidos; el general Curtis LeMay; el general MacArthur; el almirante Nimitz, comandante de la Flota del Pacífico; el almirante de cinco estrellas Wil Leahy, jefe de Gabinete del presidente Truman, así como del Gabinete del presidente Roosevelt, y que fue quien presidió las reuniones del Estado Mayor Combinado de Estados Unidos y el Reino Unido durante la guerra…”[1]

Ante mis resistencias y mis argumentos para dejar claro que aquello fue algo excepcional -en los estertores de una terrible conflagración mundial- y muy alejado ya de nuestro mundo actual más civilizado e informado, mi amigo volvió a la carga no con episodios de lejanos ataques atómicos sino de otros químicos más recientes: me recordó las terribles fotos de las infantiles víctimas de las toneladas de napalm con las que los Estados Unidos arrasaban las aldeas vietnamitas. Sin tener en cuenta que también lanzaron sobre ellas el doble de toneladas de bombas convencionales que las lanzadas a todo lo largo de la II Guerra Mundial. Y si se consideran el conjunto de las lanzadas sobre Vietnam, Laos y Camboya se trataría de unos ocho millones de toneladas de bombas, cuatro veces la cantidad lanzada durante la Segunda Guerra Mundial. Pero yo me resistía a aceptar que esas gentes estén tan locas que hayan sido capaces de franquear la peligrosísima frontera entre la guerra atómica o la química y la biológica.

Es verdad –reconocí– que Estados Unidos ha impuesto su voluntad mediante todo tipo imaginable de estrategias y armas. El caso de Ruanda-Congo es increíble. Reiteradamente se le había alertado a Bill Clinton: si sus invasores del FPR, compuesto por los herederos de la aristocracia feudal tutsi, se empeñaban en conquistar Ruanda a sangre y fuego, los sectores más radicalizados de la mayoría hutu descargarían su furia en los tutsis del interior, a los que veían como más que probables colaboradores de los invasores. Y en este caso el arma fue algo tan primitivo como el machete de los campesinos. ¿Cómo puede una persona cuerda seguir adelante con un proyecto de conquista de los territorios del este del Zaire (actual Congo), por muy ricos que sean en materias primas, sabiendo que las consecuencias más que previsibles incluirían un gran genocidio? Y eso no fue todo: después Estados Unidos, con sus satélites y su diplomacia, colaboró con el FPR en el masivo exterminio de cientos de miles de civiles hutus indefensos en los campos de desplazados y refugiados. Todo eso es verdad, pero desatar algo tan incontrolable como una guerra biológica… ¿cabe en una mente sana y normal? Así fuimos llegando a la última y perturbadora de las preguntas: ¿Estará el mundo en manos de auténticos locos? Si en algo estuvimos ambos de acuerdo es en que el delirio nazi es tan reciente que parece llevarnos a la conclusión de que la humanidad sigue siendo una especie demasiado manipulable y poco evolucionada. Y el debate acabó cuando mi amigo, con un golpe un poco bajo, utilizó el recurso de leer más extensamente la anterior cita mía:

“No queremos verlo pero la realidad es que nuestro mundo está en manos de auténticos criminales de masas. Justifican sus grandes crímenes utilizando siempre la razón de Estado, pero se trata simplemente de eso, de grandes crímenes. Daniel Ellsberg [analista de la guerra del Vietnam que filtró los llamados Papeles del Pentágono] supo salir de semejantes farsas criminales y fue capaz de denunciarlas: ‘Los cientos de miles de personas que estábamos matando eran un homicidio injustificado y yo no conseguía distinguir entre eso y el asesinato’. Ahora, con cuatro décadas de retraso, tenemos las grabaciones de las terribles conversaciones en las que el presidente Richard Nixon y Henry Kissinger expresaban el mayor desprecio por la vida de cientos de miles de civiles vietnamitas y en las que el primero le llegaba a pedir al segundo que fuese capaz de pensar por una vez a lo grande, de pensar en la bomba atómica.

Estas gentes no han cambiado, estas gentes casi nunca cambian. Seguramente la sociedad sí cambie, aunque sea muy lentamente, pero ellos no. No deberíamos olvidarnos tan rápidamente de las locuras que estas gentes han sido capaces de desatar muy recientemente. Solo hace unas décadas que decidían la utilización de la bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki. Hasta diversos generales y almirantes estadounidenses consideraron innecesario el lanzamiento […].

Actualmente el Gobierno de Estados Unidos y el futuro de la humanidad están en manos de gentes como Richard Nixon y Henry Kissinger [escribía esto durante la presidencia de Barack Obama]. Son los herederos no de estos militares profesionales del desembarco en Normandía, que se levantaron contra el nazismo y lo vencieron, sino de quienes fueron capaces de decidir fríamente que dos ciudades sin una especial relevancia militar debían ser arrasadas. Debido a la calaña de estas gentes que hoy dominan en Estados Unidos, el atlantismo (que nos liga a ellos y nos enfrenta a tantos países con los que compartimos el Continente Euroasiático) está actualmente haciendo un daño casi irreparable a Europa. Parecería que el totalitarismo nunca muere. Al contrario, está perfeccionando sus métodos, hasta el punto de que para el totalitarismo actual, ahora plutocrático, los métodos de entonces resultan ya hasta ingenuos. Y ahora sí que van ‘a lo grande’, van a por todas.

Seguramente hay una única diferencia entre aquellas conversaciones y las que ahora deben estar teniendo lugar: de estas últimas aún no tenemos las grabaciones. No nos engañemos, estas gentes son un verdadero peligro y de hecho están llevando a nuestro mundo al desastre.”

Después de aquel debate entre mi amigo y yo han aparecido varios artículos de expertos en estas cuestiones, como los dos de Larry Romanoff https://l-hora.org/?p=12774&lang=es y https://l-hora.org/?p=12907&lang=es, el de Pepe Escobar https://l-hora.org/?p=13156&lang=es o el de Vicky Peláez https://mundo.sputniknews.com/firmas/202002131090460452-cientificos-el-coronavirus-seria-un-arma-de-guerra-biologica/, artículos en los que los datos son cada vez más perturbadores:

  • No son solo expertos rusos y de otras “sospechosas” nacionalidades los que afirman que se trata de un virus cultivado en laboratorio como arma biológica. Hasta hay estadounidenses. Como el Dr. Francis Boyle, profesor de derecho internacional de la Universidad de Illinois, autor de libros como Biowarfare and Terrorism y redactor de la Ley Antiterrorista de Armas Biológicas de Estados Unidos de 1989, que está convencido de que el coronavirus es un “arma de guerra biológica ofensiva” que saltó del laboratorio BSL-4 de Wuhan.
  • Su propia investigación le llevó a determinar que el gobierno de Estados Unidos había gastado la friolera de 100.000 millones de dólares, desde antes del 11-S hasta el año 2015, en investigación de guerra biológica.
  • Basándose en décadas de investigación en la guerra biológica, el Estado Profundo de Estados Unidos está totalmente familiarizado con todos los matices de las armas biológicas. Desde Dresde, Hiroshima y Nagasaki hasta Corea, Vietnam y Fallujah, el historial muestra que el gobierno de Estados Unidos no pestañea cuando se trata de descargar armas de destrucción masiva en civiles inocentes.
  • La “Biblia” neoconservadora de 1996, el Proyecto para un Nuevo Siglo Americano (PNAC), afirmó sin ambigüedades que ‘”las formas avanzadas de guerra biológica que pueden ‘apuntar’ a genotipos específicos pueden transformar la guerra biológica del reino del terror en una herramienta políticamente útil”. Lo que explicaría por qué existe un porcentaje tan alto de mortandad entre los chinos.[2]
  • La Universidad de Harvard había procedido subrepticiamente con experimentos en China -que al ser descubiertos habían sido prohibidos por las indignadas autoridades-, en los que se recolectaron muchos cientos de miles de muestras de ADN chino.
  • El laboratorio BSL-4 fue puesto en funcionamiento después de la epidemia SARS en 2003. Pero según las publicaciones Natural Research Journal, The Lancet Infectious Diseases y Journal of Medical Virology, el laboratorio de Wuhan se convirtió con el tiempo en un lugar preferido de los virólogos de todo el mundo y en especial de EEUU, Canadá y el Reino Unido, debido a su clima húmedo y caliente que representa condiciones ideales para el desarrollo natural de los más peligrosos patógenos y la existencia de una naturaleza llena de animales e insectos exóticos.
  • El patógeno chino QX descubierto en la mitad de los 90 del siglo pasado fue tomado como base para el coronavirus 2019-nCoV. Y es importante saber que aquella investigación fue financiada tanto por el Ministerio de Ciencia y Tecnología de China como por la USAID (colaboradora encubierta de la CIA) y el Instituto Nacional de Salud de EEUU, que siempre compartió con el Pentágono información sobre los avances en la investigación referente a enfermedades infecciosas y armas biológicas.
  • La Facultad de Virología de la Universidad de Duke de EEUU también está envuelta en el estudio del coronavirus 2019-nCoV en cooperación con la Universidad de Wuhan. Y la Universidad de Duke tiene un proyecto conjunto con la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada de Defensa (DARPA, por sus siglas en inglés) perteneciente al Pentágono. Este proyecto se llama Programa de P3 Prevención de Pandemias de Duke. La DARPA es responsable del desarrollo de nuevas tecnologías para el uso militar incluyendo la guerra biológica.
  • Pero no solamente los científicos militares de EEUU estaban activos en Wuhan. Sus colegas de Alemania y Japón tomaron parte también en los estudios de los coronavirus en el Instituto de Virología de la Universidad de Wuhan.
  • Todo esto significa que el coronavirus 2019-nCoV no es algo nuevo. Y que incluso se sabría cómo detenerlo. Pero, por algunas claras razones geoestratégicas globales, EEUU preferiría demorarse en ayudar a China a combatir esta pandemia que ya se ha cobrado más de 4.000 vidas, de las cuales más del 90% eran ciudadanos chinos, y ha infectado a más de 110.000 personas.”

Así que parece muy probable que la actual infección de coronavirus forma parte de una guerra biológica para frenar el creciente poderío de China. Pero aunque esta vez eso no fuese cierto, sabemos que el llamado Estado Profundo contempla todo tipo de guerras, incluso la biológica, como medios legítimos para “la dominación del espectro completo”:

“Este modo de hablar temerario no es solo propio de Brzezinski. Su llamamiento a la dominación unilateral era un eco del borrador de la DPG (Guía de Planificación de la Defensa) de 1992, preparada para el secretario de defensa Cheney por los neoconservadores Paul Wolfowitz y Lewis Scooter Libby: ‘Debemos mantener los mecanismos para disuadir a potenciales competidores de cualquier aspiración a un papel regional o global más amplio’”. Es repetido también en el Estudio PNAC [Proyecto para el Nuevo Siglo Americano] de 2000: Rebuilding America’s Defenses [Reconstruyendo las defensas de EE.UU.] y en la Estrategia de Seguridad Nacional de Bush-Cheney de septiembre de 2002 (NSS 2002). Y es resumido por el megalómano documento estratégico del JCS [Estado Mayor Conjunto] Joint Vision 2020, “La dominación de espectro completo significa la capacidad de las Fuerzas de EE.UU., operando a solas o con aliados, de derrotar a cualquier adversario y de controlar cualquier situación a través de toda la gama de las operaciones militares”.[3]

A lo largo de milenios, millones de seres humanos han sido enviados a la guerra y a la muerte por sus propios gobernantes, gentes poseídas por un frío, calculador y loco afán de expansión y dominio. ¿Por qué habría de extrañarnos que ahora, en sus “juegos” geoestratégicos, a ese mismo tipo de gentes no les preocupen los “daños colaterales” -muerte, crisis económica, pérdida de puestos de trabajo, pánico…- que las nuevas guerras biológicas puedan provocar entre sus propias poblaciones nacionales? ¿Por qué habría de extrañarnos que una vez más liberen de sus grilletes en el Hades a los colosales monstruos del engaño y de la guerra, que, como cantaba genialmente León Gieco, aplastarán una vez más a tanta pobre ingenua gente? ¡Ojalá que tanto dolor, tanta injusticia, tanto engaño y tanta guerra nunca nos sean indiferentes!

Notas

[1] “La decisión de bombardear Hiroshima. Eisenhower: No era necesario atacarlos con esa cosa horrible”, Gar Alperovitz, CounterPunch, 8 de agosto de 2011. Gar Alperovitz es un economista e historiador autor de diversos libros y cuyos artículos son publicados en los más importantes diarios estadounidenses.

[2] Es muy curioso que “El primer ‘carnet ID genotipo’ de la provincia de Hubei salió recientemente del Centro de Diagnóstico de Genes del Hospital Zhongnan (Central-sur) de la Universidad de Wuhan. Este carnet, que puede distinguir a su poseedor de los otros 6.000 millones de personas que hay en el mundo, es el primer carnet ID genotipo de China.” http://spanish.people.com.cn/spanish/200206/21/sp20020621_55473.html

[3] “El grandioso tablero de ajedrez y los usureros de la guerra”, Peter Dale Scott, Global Research, 17 de agosto de 2009.