Ante la hecatombe del coronavirus nuestros gobiernos y bancos centrales parecen haber reaccionado con la necesaria energía. El 15 de marzo el presidente Trump anunció una inyección económica de 700.000 millones de dólares. Dos  días más tarde el presidente Sánchez anunció algo proporcionalmente muy superior: 200.000 millones de euros. Finalmente, ahora, mientras avanzo en la redacción de este artículo, el BCE (Banco Central Europeo) acaba de sorprender a todos con el anuncio de que comprará bonos públicos y privados por valor de 750.000 millones de euros. Tal anuncio ha sorprendido, porque las declaraciones anteriores de su presidenta, Christina Lagarde, iban en un sentido totalmente opuesto. También el mayor banco central, la Fed (Reserva Federal), se resistió durante un tiempo a enfrentar el problema mientras el presidente Trump la presionaba para que actuase ya.

Pero parece haber suficientes indicios de que estos cambios de orientación de los bancos centrales han sido forzados no tanto por el sufrimiento de la ciudadanía o por una hipotética rebelión de su parte como por la sangría en las Bolsas que mermaba la confianza de “los mercados”, así como por las indeseables consecuencias para esos “mercados” del cataclismo que sobrevendría en todo Occidente. Porque no se puede vivir con la plebe pero tampoco sin ella. Mientras, paralelamente, ningún medio nos habla de los 2,2 billones que solo en una semana la Fed acaba de crear desde la nada para rescatar preventivamente a sus banqueros e inversores privados multimillonarios https://l-hora.org/?p=13387&lang=es. O de los 9 billones de dólares ya inyectados en los últimos seis meses https://l-hora.org/?p=13366&lang=es. Las que sí son evidentes son las diferencias entre los posicionamientos de los estados, elegidos democráticamente, y los bancos centrales, verdaderos monstruos creados por las élites financieras y sobre los que no existe el menor control democrático.

En sí mismas esas cifras del rescate social parecen algo muy considerable e incluso importante. Pero no hay nada absoluto, todo se vuelve relativo al ser comparado con otros referentes. Y en nuestro caso hay un referente ineludible: el “rescate” bancario iniciado en 2008. Me refiero al verdadero rescate bancario, no el que nos han vendido. Un rescate absolutamente desconocido por nuestras sociedades, a pesar de los años transcurridos desde entonces. Ha sido ocultado sistemáticamente por los grandes medios globalistas occidentales, de los que precisamente son propietarios quienes llevaron a cabo ese “rescate”. Esta comparación pone de relieve que las citadas medidas económicas no son en absoluto lo importantes que puedan parecer a primera vista, sino todo lo contrario: auténticamente ridículas y hasta escandalosas. Me estoy refiriendo fundamentalmente a las anunciadas por la Fed, que, además de ser el mayor de los bancos centrales, condiciona enormemente todo el entramado extremadamente concentrado e interdependiente de los mercados financieros.

Y, por añadidura, tal comparación ilumina, con una claridad con la que otros análisis no logran hacerlo, la verdadera naturaleza enormemente elitista y excluyente de los verdaderos poderes -redundancia intencionada-, los financieros, que controlan nuestras vidas. Si logro expresar con claridad y fuerza lo que en este artículo pretendo formular, las conclusiones lógicas serían más o menos estas: ¿hasta cuándo conseguirán tener desinformadas y sometidas a nuestras sociedades?, ¿cuánto tardaremos en abrir los ojos y rebelarnos ante semejante situación?, ¿todo el sufrimiento y angustia que esta pandemia traerá no podrían ser las parteras de algo nuevo?, ¿seremos esta vez capaces de ver lo que no vimos durante la indecente situación que se dio a partir de 2008; situación en la que, por una parte, se llevaban a cabo unos tremendos y criminales recortes sociales -en especial en sanidad, como ahora se está viendo tan descarnadamente- mientras que, por otra, se inyectaba calladamente una descomunal y desvergonzada liquidez a las corruptas entidades bancarias?

Vienen a mi mente las declaraciones públicas del presidente Andrew Jackson, el único de los presidentes de Estados Unidos que abolió totalmente la deuda nacional. Calificaba a los banqueros internacionales como un “nido de víboras” y afirmaba que si el pueblo estadounidense entendiese cómo operan “habría una revolución antes de mañana”. Tenía muy clara la principal herramienta utilizada por ellos: “Un banco central privado que emita el dinero público es una gran amenaza a las libertades de la gente, aún más que cualquier ejército. No debemos permitirles a nuestros gobernadores que nos envuelvan en una deuda perpetua”. Eran otros tiempos, aquellos en los que aún existían políticos independientes frente a los grandes financieros y capaces de enfrentarse a ellos.

El control casi absoluto de la política que ya han logrado estaba entonces -es decir, en los años treinta del siglo XIX- solo en sus comienzos. Tres décadas después, en una carta enviada el 25 de junio de 1863 por los Rothschild de Londres a un banquero neoyorquino se hacía referencia sin pudor alguno a las ventajas que para las altas finanzas supondría la instauración de un sistema económico basado en la moneda fiduciaria, sistema que “la gran masa” es “incapaz de comprender”. Esta es una de las afirmaciones que se hacen en dicha carta, recogida en el documento nº 23 del National Economy and the Banking System of the United States: “[…] la gran masa de público, mentalmente incapaz de comprender las enormes ventajas que el capital saca de ese sistema, soportará los costes sin oponerse e, incluso, sin sospechar siquiera que ese sistema es contrario a sus intereses”.

Pero volvamos a la crisis actual. A partir del momento en el que fue evidente que un rescate social sería ineludible, los primeros hechos escandalosos fueron la resistencia de la Fed a dar ese paso y el posterior anuncio, hecho por su presidente Jerome Powell el 15 de marzo, de que la “generosa” cifra sería de 700.000 millones de dólares. Por su parte Christine Lagarde afirmaba el 13 de marzo que el BCE no tiene por qué estar en la primera línea frente a esta crisis. Esta mezquina toma de posición, absolutamente opuesta a la que se impuso en el rescate bancario de 2008, evidencia en primer lugar que la verdadera misión de los bancos centrales no es la que supuestamente tienen asignada sino la de ser, como denuncian diferentes expertos, un instrumento al servicio de la gran banca. Y en segundo lugar evidencia la calaña de aquellos y aquellas que como la misma Christina Lagarde https://l-hora.org/?p=2847&lang=es, son instrumentos para tantas y descomunales estafas.

Hoy, los pasos más enérgicos que van dando Europa y Estados Unidos parecen contradecir frontalmente los análisis tan críticos que vengo realizando. El diario globalista El País publica el 19 de marzo con un tono triunfal un artículo titulado “Europa y Estados Unidos movilizan tres billones de euros contra el coronavirus”, con este destacado bajo él: “Las dos áreas preparan gigantescas líneas de avales, planes fiscales e incluso cheques para los ciudadanos”. Estos son los párrafos más relevantes de él:

“Europa y EE UU quieren vencer al coronavirus como sea. Para ello, preparan una colosal operación de movilización de fondos como pocas veces ha visto en la historia. A Europa le ha fallado la unión. Cada Gobierno ha salido por su cuenta. Pero, según calcula la Comisión, los Veintisiete, van a enchufar un total de 1,6 billones de euros en liquidez y 150.000 millones en medidas fiscales. Reino Unido prepara, por su parte, una línea de crédito de 360.000 millones. En EE UU, Trump quiere movilizar un billón de dólares (920.000 millones de euros). Gran parte irá directo al bolsillo de los ciudadanos.

Los números del primer golpe que Europa quiere asestar a esta crisis distan de los de 2008, cuando los entonces Veintiocho acordaron un plan de estímulos de 200.000 millones de euros, equivalente al 1,5% del PIB. Esa cifra que entonces pactaron 28 países es la misma que el martes barajó Pedro Sánchez tan solo para España. En 2008 se trataba de relanzar la economía con medidas que fomentaran la inversión y el consumo. Ahora es otra cosa: mandar al grueso de la economía a hibernar hasta que la intensidad del brote caiga lo necesario para que la actividad vaya recobrando el pulso.

Europa se ha centrado en buscar medidas para asegurar que sus compañías, en especial las pequeñas y medianas, no se queden secas y acaben muriéndose. Alemania ha anunciado 500.000 millones en avales; Francia, 300.000, y España, 117.000. El Reino Unido, ya fuera de la UE, seguirá el mismo camino con garantías para movilizar hasta 360.000 millones de euros. El exsecretario del Tesoro italiano Lorenzo Codogno, sin embargo, opina que el paquete no es comparable con el de 2008. ‘Se trata de garantías para préstamos, cuya materialización dependerá de si los bancos las usan, que pueden no tener un efecto inmediato y que pueden no generar créditos nuevos sino cubrir los ya existentes’, señala.

En EE UU, Trump ha desplegado todo el arsenal del que dispone el Estado para combatir la pandemia, con un paquete de ayudas que, de aprobarse en los términos que propone la Casa Blanca, carecería de precedentes en volumen y velocidad de implementación. La intención es inyectar hasta un billón de dólares en la economía.”

Pero lo cierto es que unas medidas tan “generosas” carecen de precedentes… ¡solo si se oculta, una vez más, lo que en realidad fue el rescate bancario iniciado en 2008! Durante 2011 escribí esto en mi libro La hora de los grandes “filántropos”:

“Baste solo un ejemplo para demostrar el poder político (no solo económico) de estos grandes financieros y el uso que hacen de él para su exclusivo beneficio: en Estados Unidos, el 21 de julio de este año 2011, la Oficina Gubernamental de Rendición de Cuentas informaba que la Reserva Federal (el banco central de Estados Unidos) había inyectado calladamente a un conjunto de poderosos bancos… ¡más de 16 billones de dólares en dos años y medio! […] en los mismos días en los que los más altos representantes políticos en el Congreso y los más importantes medios de comunicación participaban en un debate, al parecer titánico, referente a un recorte del gasto de 2,5 billones de dólares en los próximos diez años (fundamentalmente en gastos sociales), se informaba sobre la verdadera realidad que los decorados y bambalinas ‘democráticas’ esconden a nuestras miradas. Pero, sorprendentemente, semejante información no interesó a nuestra ‘magnífica’ prensa occidental.

[…] son más de 16 billones que superan a la suma de los presupuestos estadounidenses correspondientes a cuatro años; son más de 16 billones que constituyen una cantidad casi inimaginable, ¡16.000.000.000.000 de dólares!… ¿Ha leído o escuchado usted en nuestros ‘importantes’ medios ‘globales’ de comunicación alguna referencia al resultado de la importante auditoría integral que lo desveló? ¡Cómo iban a airear tan bochornosa auditoría en la que los canallas protagonistas son también a la vez los mayores accionistas de esos mismos medios!

En todo caso, además de esa donación de más de 16 billones existe otro hecho incontestable: después de más de dos años de apoyo gubernamental al sistema financiero en crisis, un conjunto de grandes bancos son ahora aún mayores y más peligrosos de lo que nunca antes lo fueron. Son personalidades como William White, el economista jefe del Banco de Pagos Internacionales (Banco Central de los bancos centrales) desde 1995 hasta 2008, las que nos alertan de ello. El profesor de Economía Política en la Universidad de Pavía, Andrea Fumagalli, manifestaba en una entrevista:

‘Los mercados financieros están extremadamente concentrados: son una pirámide en cuya cúspide se hallan unos pocos operadores que pueden controlar más del 70 por ciento de los flujos financieros mundiales y dirigir e influir en los mercados. En la base, una miríada de pequeños ahorradores que tienen un papel puramente pasivo. Los grandes operadores son los llamados inversores institucionales, es decir, una docena de compañías, incluyendo bancos y firmas de inversión (sociedades de valores): JP Morgan, Bank of America, Citibank, Goldman Sachs, HSBC, Deutsche Bank, UBS, Credit Suisse, Citycorp-Merrill Lynch, BNP-Paribas.’[1]

Simon Johnson, ex economista jefe del Fondo Monetario Internacional, también advertía de que las élites financieras han secuestrado al Gobierno estadounidense; de que no habrá recuperación alguna a menos que se rompa con la oligarquía financiera que está bloqueando la verdadera reforma; de que la especulación ha vuelto con toda su fuerza, ya que el dinero de los rescates alimentó las prácticas especulativas que no han sido sometidas a reforma o reglamentación alguna. Así que las causas de la crisis siguen presentes y las consecuencias serán cada vez más graves.”

Seguramente la cantidad de billones del rescate bancario casi doblaba realmente esos 16,1 a los que se refería la Oficina Gubernamental de Rendición de Cuentas (GAO). Así lo recogí en mi tercer libro Los cinco principios superiores:

“[…] como denunció Martin Luther King, ‘las mismas fuerzas que consiguen enormes beneficios a través de las guerras son las responsables de la enorme pobreza en nuestro país’.[2] Pero hay algo mucho más grave que el proveer de dinero al Estado con sus correspondiente intereses, grave hasta el punto de ser casi imposible de creer: pueden proporcionarse a sí mismos todo el dinero que deseen, fabricándolo desde la nada. Como denunció, entre otros, el senador Barry Goldwater (1909-1998): ‘La mayoría de los estadounisenses no tienen un entendimiento real de las operaciones de los prestamistas internacionales. Las cuentas del Sistema de la Reserva Federal nunca han sido auditadas. Operan fuera del control del Congreso y manipulan el crédito de los Estados Unidos’.

Veremos que recientemente sí se consiguió llevar a cabo por primera vez una auditoría de la Oficina Gubernamental de Rendición de Cuentas (GAO) a la Reserva Federal.[3] Este informe del Tribunal de Cuentas se realizó gracias a una enmienda a la ley Dodd-Frank, que fue presentada por los senadores Ron Paul, Alan Grayson y Bernie Sanders en 2010. Según sus sorprendentes resultados, hechos públicos el 21 de julio del año 2010,[4] la Reserva Federal inyectó calladamente, en tan solo dos años y medio, la increíble suma de 16,11 billones de dólares a unas decenas de grandes bancos, los mayores de los cuales son propiedad de las mismas ‘familias’ que controlan la Reserva Federal.

Es decir, se autoconcedieron casi el doble de los presupuestos nacionales de ese mismo periodo de dos años y medio. Y si tuviésemos en consideración el estudio titulado ‘$29,000,000,000,000: A Detailed Look at the Fed’s Bailout by Funding Facility and Recipient’ del Levy Economics Institute (en el que colaboran economistas como Joseph Stiglitz o Paul Krugman), hecho público en diciembre de 2011 y firmado por el investigador y profesor de economía de la Universidad de Missouri-Kansas City, James Felkerson[5], deberíamos estar hablando de casi el doble: la cantidad creada desde la nada para tal ‘rescate’ sería de 29 billones de dólares.

Aun suponiendo que se tratase simplemente de créditos y que tales créditos llegasen un día a devolverse, cosa que no es en absoluto clara dada la gran opacidad de las cuentas de la Reserva Federal y de las operaciones de estos prestamistas internacionales (opacidad que, como acabamos de ver, denunciaba el senador Barry Goldwater), la increíble suma de 16,11 o de 29 billones de dólares a un interés inferior al 0,25% supone una liquidez y un poder inmensos, una capacidad casi ilimitada para multiplicar exponencialmente ese enorme capital con las más diversas, oscuras y hasta perversas operaciones especulativas. Veamos, a título de ejemplo y con un texto de Eric Toussaint,[6] algunas de las operaciones que, con los ventajosos y cuantiosos créditos que el Banco Central Europeo les concede, realizan los bancos europeos, algunos de ellos también beneficiarios de cientos de miles de dólares de esos 16,11 billones concedidos por la Reserva Federal:

‘En 2012, los bancos han usado ese caudal de liquidez para comprar de forma masiva títulos de deuda pública de sus respectivos países. Tomemos por ejemplo a España. El BCE, a través del LTRO [Línea de Operaciones de Refinanciación a Largo Plazo], ha prestado a los bancos españoles 300.000 millones de euros a 3 años con un tipo de interés del 1%. Con una parte de este dinero, los bancos han incrementado fuertemente sus adquisiciones de títulos de deuda emitidos por el Estado español. La evolución ha sido espectacular. A finales de 2006, los bancos españoles eran titulares de deuda pública de su país por un valor de sólo 16.000 millones de euros, mientras que en 2010, tras haber incrementado la compra de deuda pública, esa cantidad pasó a 63.000 millones. En 2011 aumentaron aún más las compras, llegando a ser titulares de 94.000 millones de euros en deuda española. Gracias al LTRO, las adquisiciones se dispararon, literalmente. El volumen del que son titulares los bancos se duplicó en el lapso de unos meses hasta alcanzar, en julio de 2012, los 184.500 millones de euros. Es necesario mencionar que es una operación muy rentable para ellos. Habiendo recibido el dinero al 1%, pueden comprar con él títulos de deuda española a 10 años con un interés que ha variado entre el 5,5 y el 7,6% en el segundo semestre de 2012. […].

Este mismo fenómeno se ha producido en la mayor parte de los países de la zona euro. […]. No es difícil comprender que, desde el punto de vista de los intereses de los ciudadanos de los países en cuestión, habría sido necesario adoptar un enfoque completamente diferente. El BCE debería haber concedido los préstamos directamente a los estados y a un interés por debajo del 1% (como lo ha hecho con los bancos privados desde mayo de 2012), o incluso a interés cero. Igualmente, habría sido necesario socializar los bancos, poniéndolos bajo el control de los ciudadanos’.[7]

Las presiones a los congresistas estadounidenses, en otoño de 2008, para que autorizasen semejante ‘rescate’ directo (que tuvo más de fortalecimiento y de concentración del capital y del poder que de rescate) fueron extraordinarias, las amenazas de hundimiento del Sistema con las que se los coaccionó sobrepasaron lo imaginable, fueron amenazados hasta con la ley marcial… A lo cual se añadió una legislación tan ambigua (se autorizaba a utilizar 700.000 millones de dólares ‘en cualquier momento’; es decir, lo que parecía ser una cantidad cerrada y limitada fue convertida en una cantidad de la que se podría disponer cuantas veces fueran necesarias), que el resultado no fue otro que lo que podríamos llamar barra libre para los grandes bancos que controlan la Reserva Federal, barra libre para emitir y autoinyectarse cuantos billones de dólares deseasen.[8]

Con tal capital han podido empezar a ejecutar su nueva etapa del proyecto de dominación global que llevan entre manos desde hace décadas. Es bien cierto que los bancos se fueron acercando ellos mismos al borde del abismo desde que lograron eliminar todas las regulaciones (que durante más de tres décadas habían puesto freno a una especulación sin límites) y se lanzaron a una desenfrenada orgía de ‘máximos beneficios’. Es, por tanto, cierto que se trató verdaderamente de un rescate (que no ha acabado), pero fue mucho más que un rescate. La Reserva Federal, con su poder de crear dinero desde la nada y sin control político alguno, con la ayuda también ahora del Banco Central Europeo, no solo es el instrumento para rescatar bancos cuantas veces sea preciso y con las enormes cantidades que sea preciso, es mucho más que eso: es la maquinaria a partir de la cual las grandes familias financieras se han propuesto dirigir de facto el mundo, es la maquinaria a partir de la cual ya controlan de facto Estados Unidos y Europa.

Se trata pues, realmente, de un rescate de estos auténticos canallas. Pero hay mucho más que un rescate. La reducida elite de la elite, que tiene el verdadero poder de decisión en las cúpulas de los bancos centrales, tiene un horizonte mucho más amplio y profundo en el tiempo. Ya en 1875, el historiador y político inglés Lord Acton se atrevió a formularlo con toda claridad: ’La lucha dormida, latente durante siglos, y que tendrá lugar tarde o temprano es la lucha del pueblo contra los bancos’. O al menos, contra esta ‘industria financiera’ que ‘le dio la espalda a la sociedad, corrompió nuestro sistema político y hundió a la economía mundial’, como denuncia el documental Inside job’.”

Pero esta Guerra Final, que Lord Acton denunciaba sin equívocos y tantos otros callan, será ya el tema de mi próximo artículo.

Notas

[1] “Contra el chantaje de los mercados”. Entrevista realizada por Gabriele Battaglia, 19 de agosto de 2011. PeaceReporter, traducido para Rebelión por S. Seguí.

[2] Michael Parenti, “I Have a Dream, a Blurred Vision”, 29 de agosto de 2013, www.michaelparenti.org

[3] http://www.gao.gov/assets/330/321506.pdf.

[4]http://www.sanders.senate.gov/imo/media/doc/GAO%20Fed%20Investigation.pdf. Lo hizo público el senador independiente Bernie Sanders.

[5] www.levyinstitute.org/pubs/wp_698.pdf

[6] Doctor en Ciencias Políticas de la Universidad de Liège, en Bélgica, y de la Universidad Paris VIII, en Francia. Presidente del Comité para la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo, miembro del Consejo Internacional del Foro Social Mundial desde su fundación en 2001 y miembro del Consejo Científico de ATTAC France. Es autor de casi una decena de libros.

[7] “El BCE y la Reserva Federal al servicio de los grandes bancos privados”, Eric Toussaint, 29 de diciembre de 2012. Segunda parte de la serie “Bancos contra Pueblos: Los entresijos de una partida amañada”. Traducido por Fernando Lasarte Prieto. CADTM (Comité para la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo). http://cadtm.org/El-BCE-y-la-Reserva-Federal-al

[8] La hora de los grandes “filántropos”, apartado “Estrategias de acoso económico que están llegando a su fin”, páginas 207-218.