El pasado 29 de marzo, la Audiencia Nacional Española condenó a Cassandra Vera, una joven murciana de 21 años, a un año de prisión y 7 años de inhabilitación especial. El motivo, la publicación, entre 2013 y 2016 de 13 tuits humorísticos sobre el atentado de Carrero Blanco. Alguien ha establecido un paralelismo con el atentado islamista que sufrió la revista satírica Charlie Hebdo por la publicación de imágenes de Mahoma, lo que prohíbe la religión musulmana. Muchos encontramos de mal gusto, y un desprecio a los millones de musulmanes, la publicación de esas imágenes en la revista, pero de ninguna manera esto justifica el atentado mortal que sufrieron los periodistas a manos de radicales islamistas. Igualmente, muchos podemos encontrar de mal gusto los tuits de Cassandra Vera, pero esto tampoco justifica que se repriman mediante la violencia judicial. En ambos casos, el fanatismo intolerante ha actuado contra la libertad de expresión.

En el caso español, además, confluyen otras circunstancias. No olvidemos que Carrero Blanco era la mano derecha del dictador Franco, autor de un golpe de Estado que provocó la Guerra civil, un millón de muertos y la persecución y la represión, durante cincuenta años, de los defensores de la democracia. Y, la realidad es que hoy, en España, se persigue quienes hacen burla de la muerte de los franquistas mientras se ensalza a los franquistas culpables de la muerte de cientos de miles de ciudadanos honrados. Honrar y enaltecer públicamente a los dictadores culpables de tantos asesinatos es legal, incluso subvencionado por el Estado. Burlarse de la muerte de algunos de ellos es condenado y reprimido con dureza por los tribunales. Es el mundo al revés. ¿Alguien se imagina que en Alemania o en Italia pueda pasar algo parecido con Hitler o Mussolini y sus seguidores? En estos países es inverosímil que se condene a alguien por hacer escarnio de los nazis y fascistas, no hablemos de que aún sean honrados con actos, nombres de plazas y calles y monumentos, y con asociaciones legales y subvencionadas que recuerdan la memoria del dictador.

La cruda realidad es que el establishment español nunca ha renegado ni condenado el franquismo. Y, cuando se ha visto amenazado, ya sea por la quiebra del bipartidismo o por el crecimiento del soberanismo en Cataluña, ha vuelto a mostrar los tics más autoritarios y centralistas que lo han caracterizado durante siglos. Precisamente estos días las redes han vuelto a recordar chistes de Carrero Blanco publicados en los años noventa, algunos de humoristas tan populares y televisivos como Tip y Coll. Veinte años después tenemos cómics procesados ​​y condenados por sus sátiras y cargos electos inhabilitados o imputados por promover consultas ciudadanas, hechos que dejan en evidencia la escasa calidad democrática de las instituciones españolas y la sumisión del poder judicial a una ideología caduca y nostálgica de una España imperial. Y es que la Inquisición, el uniformismo borbónico y el franquismo están en el ADN del nacionalismo español.

Por ello, la gran mayoría de medios de comunicación españoles y buena parte de los partidos que se dicen constitucionalistas, con toda una coral de columnistas, editorialistas y tertulianos dan alas a las actuaciones políticas y judiciales que persiguen la libertad de expresión y la disidencia política. Todo ello hace que la atmósfera política en España ya sea irrespirable, sobre todo cuando cada día constatamos el trato de favor o la impunidad de que gozan los miembros de la Casa Real, ex-ministros, banqueros y grandes empresarios. Y no esperemos cambios, el mal es genético.