Todavía no nos habíamos recuperado de la polémica por los casos de discriminación lingüística sufridos por catalanohablantes en la sanidad pública de las Islas Baleares, cuando el PIB-PSOE nos ha sorprendido con lo que sólo se puede calificar de globo sonda: la voluntad de introducir más horas de castellano como lengua vehicular en la enseñanza. Naturalmente, la previsible reacción mayoritaria de la comunidad educativa y de los partidos/socios en el Gobierno han abortado el intento antes de oficializarse la propuesta. Y uno ya no sabe si la pretensión del PSOE balear era la de apagar el fuego lingüístico de la sanidad con otro incendio en la educación. A no ser que el PSOE dé por buena la realidad virtual de la campaña contra el catalán que han desatado la extrema derecha y la derecha extrema, con la complicidad de la prensa madrileña. Pero la realidad es que la lengua amenazada y en retroceso es el catalán, y que muchos alumnos de Baleares acaban la educación obligatoria sin saber hablar catalán, pero no hay ninguno que no sepa hablar castellano.

Permitidme que ilustre esta afirmación con una experiencia personal. Tengo tres nietos de 8, 6 y 3 años. Los dos mayores hacen tercero y primero de primaria, respectivamente, en escuelas que practican la inmersión lingüística en catalán. Aun así, ambos leen cómics en catalán y castellano, mientras que el pequeño, evidentemente, no lee (hasta aquí no llega mi orgullo de padrino), pero canta algunas canciones en castellano. Los tres juegan entre ellos y con los amigos en castellano, imitando a los héroes de los dibujos animados (lo mismo que hacíamos nosotros de niños imitando a los vaqueros de las películas del oeste).

Si esta es la realidad en municipios del interior de Mallorca, cuál debe ser la de las barriadas de Palma o de los municipios costeros con mayoría de castellanohablantes. Esto lo saben los profesores y los padres y, aún más, los padres castellanohablantes que saben por experiencia que la enseñanza en catalán no ha cambiado los hábitos lingüísticos de sus hijos. Por eso tuvo tanto éxito la manifestación de las camisetas verdes cuando el expresidente Bauzá atacó la enseñanza en catalán. Porque los padres sabían que los argumentos empleados por el gobierno del Partido Popular eran falsos y que las medidas que impulsaba pondrían en peligro el conocimiento de sus hijos de los dos idiomas oficiales, lo que les limitaría la capacidad de acceder a puestos de trabajo donde es preceptivo el conocimiento de los dos idiomas.

Y es que la presión del castellano es tan abrumadora que, incluso, los niños de pocos años ya lo entienden y lo hablan. Por ello, es imprescindible que la lengua catalana sea la lengua vehicular en la enseñanza, y todavía no basta. Es necesario que esté más presente en los medios de comunicación audiovisuales. De aquí que la ley del audiovisual que ha anunciado el Gobierno no sólo debe establecer cuotas de lengua castellana en la programación de las plataformas audiovisuales, sino que todas las lenguas oficiales en los distintos territorios del Estado también deben tener una cuota significativa. Si no se hace así, será inevitable la muerte de estas lenguas, que la Constitución establece que serán objeto de especial respeto y protección. A no ser que éste sea el objetivo de los partidos políticos que tanto dicen sufrir por el castellano.

Por eso no podemos tolerar más discriminaciones por hablar nuestra lengua, especialmente de los funcionarios públicos. Y no valen excusas. Un médico puede ser bueno en nuestra casa sin saber hablar catalán. Pero si el médico no nos quiere entender, entonces no es un buen médico. Así de claro.