Los posicionamientos frente al reciente fenómeno del Estado Islámico van desde la “confesión” de Barak Obama lamentándose de que Estados Unidos haya subestimado su fuerza (una más de las “confesiones” sobre supuestos errores que se realizan a posteriori; o para inocular un metamensaje, en este caso, para magnificar posiblemente la amenaza) hasta los análisis de aquellos que afirman, con toda razón, que el Estado Islámico no hubiese aparecido desde la nada si Estados Unidos y sus comparsas occidentales no hubiesen llevado a cabo en el Medio Oriente una política irresponsable y criminal durante las últimas décadas.

Pero mi punto de vista va un paso más allá. Es el punto de vista de algunos analistas que considero especialmente lúcidos, como son Michael Parenti, Noam Chomsky o Donnchadh Mac an Ghoill. En un artículo de octubre de 2011, Michael Parenti calificaba de “Misión cumplida” (ese es el título del artículo) a muchos de los supuestos errores estadounidenses. Tal “Misión cumplida” en Irak y tantos otros lugares no ha sido otra que la de crear el mayor de los caos e incluso implosionar aquellos estados que no se someten a los designios imperiales y a sus geoestrategias expansionistas centradas en políticas monetarias y energéticas de dominación. Noam Chomsky, muestra a su vez la sistemática puesta en práctica del antiguo “divide y vencerás” por parte del Imperio estadounidense para crear dicho caos en los más diversos países. Y Donnchadh Mac an Ghoill aplica este mismo análisis no ya a un estado concreto sino incluso a todo el continente africano, ejemplificando brillantemente su tesis con el caso de Libia, el acoso a Muamar Gadafi, su linchamiento final y la aniquilación de su proyecto panafricanista.

El Congo democrático de Patrice Lumumba de hace medio siglo o la Ruanda con un gobierno moderado de mayoría hutu de hace veinte años son dos casos más (que conozco suficientemente bien) de países que, al ser incontrolables por la vía “democrática”, fueron implosionados “erróneamente” por Estados Unidos. Y ello a costa de genocidios y masacres de una magnitud increíble y silenciada. Una situación bien diferente de la que se da, por ejemplo, en esta Europa en la que la “democracia” (“ayudada”, claro está, por los grandes poderes financieros y mediáticos) garantiza nuestra permanencia en el bloque atlantista.

En este marco, el Estado Islámico debe ser considerado una pieza más, el más reciente instrumento, en mayor o menor medida espontáneo o inducido por Estados Unidos, para la implosión de Oriente Medio, y de Siria en particular. Implosión planificada al menos desde el año 2001, como reveló el general Wesley Clark. A quienes consideren excesivamente “radical” este análisis, me limitaría (por falta de más espacio) a recomendarles que recuperen las declaraciones de Zbigniew Brzezinski (que inició su carrera como creador de la poderosa Comisión Trilateral en 1973, carrera que llega hasta la actualidad como mentor en la sombra de Barak Obama) en las que se enorgullecía de haber creado también (durante el periodo en el que fue consejero de Seguridad Nacional y verdadero hombre fuerte del gobierno del presidente de Estados Unidos Jimmy Carter) los muyahidines de los que surgiría Al Qaeda. Declaraciones en las que argumentaba además que las tres mil víctimas del 11-S fue un precio que no puede ser comparado al gran logro que supuso la implosión de la Unión Soviética gracias a la lucha de los muyahidines en Afganistán.