Dos prestigiosas revistas jurídicas censuran a un académico palestino por proponer un marco jurídico que vincula el genocidio de Gaza con la limpieza étnica de Palestina en 1948.

Cualquiera que imagine que existe algo parecido a la libertad académica en Estados Unidos, o en cualquier otro lugar de Occidente, tiene que leer este artículo de The Intercept sobre un extraordinario –o posiblemente no tan extraordinario– episodio de censura de un académico palestino. Muestra cómo los donantes son los que realmente mueven los hilos en nuestras instituciones académicas.

Esto es lo que ocurrió:

1. La prestigiosa Harvard Law Review tenía previsto publicar el primer ensayo de un jurista palestino a finales del año pasado, poco después del atentado de Hamás contra Israel del 7 de octubre. ¡Hurra (por fin) por la libertad académica!

2. Sin embargo, el ensayo, que pretendía establecer un nuevo concepto jurídico de la Nakba –la expulsión masiva de civiles palestinos de su patria en 1948 para crear lo que se convertiría en el autodefinido Estado judío de Israel– fue retirado en el último momento, a pesar de que los editores lo habían sometido a un intenso control y escrutinio editorial. La Harvard Review se arrepintió, presumiblemente por la certeza de que el ensayo ofendería a muchos de los donantes de la universidad y crearía una reacción política.

3. Los editores de la revista rival Columbia Law Review decidieron recoger el testigo. Pidieron al mismo académico, Rabea Eghbariah, que presentara una nueva versión, mucho más larga, del ensayo para su publicación. Sería la primera vez que un jurista palestino fuera publicado también por la Columbia Law Review. ¡Hurra (por fin) por la libertad académica!

4. Conscientes de las inevitables reacciones en contra, 30 editores de la revista dedicaron cinco meses a editar el ensayo, pero lo hicieron en secreto y en su mayor parte de forma anónima para protegerse de las represalias. El artículo fue sometido a un escrutinio sin precedentes.

5. Alertados de que el ensayo se había filtrado y de que estaban aumentando las presiones de poderosas figuras asociadas a la universidad de Columbia y al establishment de Washington para impedir su publicación, los editores publicaron el artículo este mes, sin previo aviso, en el sitio web de la Review. ¡Hurra (por fin) por la libertad académica!

6. Pero a las pocas horas, el consejo de administración de la Review, compuesto por profesores de Derecho y antiguos alumnos, algunos con cargos oficiales en el gobierno federal, exigió que se retirara el ensayo. Cuando los editores se negaron, se desconectó todo el sitio web. En la página de inicio se leía «Sitio web en mantenimiento».

7. Hurra por… el lobby israelí (otra vez).

Si incluso la comunidad académica está tan amedrentada por los donantes y la clase política que no se atreven a permitir un debate académico serio, ni siquiera sobre un concepto jurídico, qué esperanza hay de que los políticos y los medios de comunicación –igualmente dependientes del Gran Dinero, y aún más sensibles a la presión pública de los grupos de presión– vayan a actuar mejor.

La complicidad de las universidades en el genocidio de Gaza –sacada a la luz por las protestas en los campus– pone de relieve cómo las instituciones académicas están estrechamente integradas en las empresas políticas y comerciales de los establishments occidentales.

La salvaje represión de los campamentos estudiantiles por parte de las universidades –que niega a los estudiantes todo derecho a protestar pacíficamente contra la complicidad en el genocidio de las mismas instituciones a las que pagan sus tasas– subraya aún más el hecho de que las universidades están ahí para mantener la apariencia de un debate libre y abierto, pero no la sustancia. El debate está permitido, pero sólo dentro de unos parámetros estrictamente controlados y vigilados.

Las instituciones académicas, los políticos y los medios de comunicación hablan al unísono sobre el genocidio de Gaza por una razón. No están ahí para promover una dialéctica en la que la verdad y la falsedad puedan ponerse a prueba mediante un debate abierto, sino para conferir legitimidad a los programas más oscuros de la clase dirigente a la que sirven.

Nuestros debates públicos están amañados para evitar temas que serían difíciles de rebatir para las élites occidentales, como su actual apoyo al genocidio en Gaza. Pero la razón misma por la que tenemos un genocidio en Gaza es porque no se ha permitido que se celebren muchos otros debates que deberíamos haber tenido hace décadas, incluido el que Eghbariah intentaba plantear: que la Nakba que comenzó en 1948 y ha continuado desde entonces para el pueblo palestino necesita su propio marco jurídico que incorpore el apartheid y el genocidio.

El genocidio de Israel en Gaza fue posible precisamente porque las instituciones occidentales evitaron cualquier escrutinio significativo o compromiso con los acontecimientos de la Nakba durante más de 75 años. Fingieron que la limpieza étnica de 1948 nunca tuvo lugar o que fue decisión de los palestinos limpiarse étnicamente a sí mismos.

En las décadas siguientes, las instituciones occidentales fingieron que la colonización ilegal de Palestina por colonos judíos y la realidad del régimen de apartheid al que se enfrentaban los palestinos –ocultada bajo la rúbrica de una «ocupación temporal»– o bien no estaban ocurriendo, o bien podían resolverse mediante un «proceso de paz» falso y de mala fe.

Nunca hubo rendición de cuentas, no hubo verdad ni reconciliación. La clase dirigente occidental sigue evitando furiosamente ese debate 76 años después, como demuestran las experiencias de Eghbariah a manos de las revistas jurídicas de Harvard y Columbia.

Sólo podemos rezar para que no tengamos que esperar otros tres cuartos de siglo antes de que las élites occidentales se planteen reconocer su complicidad en el genocidio de Gaza.

Fuente: Jonathan Cook

Foto: Rabea Eghbariah

Hacia la Nakba como concepto legal: Conoce al abogado palestino censurado por Columbia y Harvard (Democracy Now!, 05.06.2024)
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