Vivimos en un mundo donde se publican historias que no se corresponden con los hechos reales. Estas historias se publican para refutar los desafíos del mundo real. El ejemplo más reciente está relacionado con las actividades biológicas de Estados Unidos en 30 países. A la luz de la intervención rusa en Ucrania, los biolaboratorios estadounidenses en Ucrania han sido supuestamente utilizados para desarrollar bioagentes capaces de atacar selectivamente a determinados grupos étnicos.
Las declaraciones de los funcionarios estadounidenses han hecho que la comunidad internacional esté aún más preocupada. La secretaria de prensa de la Casa Blanca, Jen Psaki, calificó de campaña de desinformación las afirmaciones rusas de que Estados Unidos está investigando en secreto armas químicas y biológicas en Ucrania. Mientras tanto, la subsecretaria de Estado para Asuntos Políticos, Victoria Nuland, durante su testimonio en el Congreso estadounidense, confirmó que «Ucrania tiene instalaciones de investigación biológica».
Las explicaciones formales de las autoridades estadounidenses sobre las docenas de biolaboratorios operativos en Ucrania y los más de 300 que existen en todo el mundo no se corresponden con la situación real sobre el terreno. Hay muchos hechos, y los más importantes son los que siguen a continuación.
Hace unos días, la destacada periodista búlgara Dilyana Gaytandzhieva, que ha estado llevando a cabo una investigación sobre el trabajo de los laboratorios biológicos estadounidenses en todo el mundo, ha hecho públicos los resultados de su reciente investigación en relación con Ucrania. Tras la entrada de las tropas rusas en Ucrania, varios mandos militares rusos de alto rango informaron de la existencia de laboratorios de armas biológicas en el territorio de Ucrania. Poco después, la Casa Blanca reconoció la presencia de instalaciones de investigación de armas biológicas en el territorio ucraniano y, sobre todo, expresó su preocupación por la posibilidad de que Rusia se hiciera con muestras y resultados de la investigación. Cabe preguntarse por qué Estados Unidos le sigue el juego a Rusia. Este tipo de preocupación significa que estos centros almacenan datos que pueden dañar la seguridad nacional de Estados Unidos o incluso comprometer a Washington ante sus aliados.
Las respuestas a estas preguntas se encuentran fácilmente en fuentes abiertas. Sin embargo, a la luz de lo dicho por el Kremlin y la Casa Blanca, necesitan una interpretación adecuada. En los últimos años, los especialistas estadounidenses, apoyados por varios centros de investigación ucranianos, han estado estudiando la posibilidad de diseminar virus mortales con aves. Algunos de los investigadores se convirtieron en ornitólogos que estudiaban las rutas de las aves. Así lo confirman los informes sobre los fondos asignados a esta investigación en las páginas web del gobierno estadounidense, y algunos posts que han sido publicados por los científicos y que han sido analizados por la periodista Dilyana. Lo más importante es que a los investigadores estadounidenses se les concedió libre acceso a todos los centros ucranianos, mientras que a los inspectores ucranianos se les negó el acceso a los laboratorios estadounidenses. Las autoridades de Kiev emitieron resoluciones oficiales en este sentido.
Mientras tanto, teniendo en cuenta el estado actual de la medicina en general y de la epidemiología en particular, las aves migratorias difícilmente pueden suponer una amenaza seria para los humanos en términos de transmisión de la infección. De todas las gripes aviares y porcinas, sólo una, la Covid-19, ha dado en el blanco, aunque su origen sigue siendo objeto de disputa. Oficialmente, el brote de Covid-19 comenzó en un mercado de Wuhan, donde se comerciaba con animales exóticos comestibles. El brote paralizó la economía mundial durante dos años y impidió la libertad de movimiento de millones de personas en todo el mundo.
Así, la Sra. Gaytandzhieva sugiere una conclusión bastante significativa: los virus, inofensivos para las aves y los murciélagos pero peligrosos para los humanos, pueden ser un arma seria. Tanto más cuanto que el principal enemigo en las condiciones de una pandemia no es la enfermedad como tal, sino el pánico y la mala coordinación de la acción por parte de las autoridades. Un virus peligroso puede utilizarse fácilmente como arma: unos cuantos brotes a lo largo de las rutas migratorias de las aves pueden provocar el pánico y minar la economía de un país. Sobre todo si el territorio del país en cuestión es tan extenso que las aves siguen toda su ruta migratoria sobre él. Sólo hay un país así, Rusia. No es de extrañar, pues, que los rusos se sientan muy preocupados por los informes sobre los experimentos con aves portadoras de infecciones.
La historia no conoce casos probados de epidemias traídas por aves. Tradicionalmente, los portadores de enfermedades infecciosas son los roedores. Fue un topo comido por placer gastronómico por un turista lo que desencadenó el último brote de peste, una de las enfermedades más mortíferas de la historia. Pero para todo hay una primera vez, así que los experimentos con aves son totalmente comprensibles, al igual que la cautela de Rusia: Moscú no quiere que las operaciones militares se agraven con una nueva pandemia, ¡sobre todo porque el mundo aún se está recuperando de la anterior!
A pesar de todo esto, Estados Unidos mantiene sus armas biológicas de destrucción masiva, violando los tratados internacionales. La investigación y los ataques con armas biológicas son el modus operandi de Estados Unidos desde hace al menos 50 años.
Existe la Convención sobre Armas Biológicas que prohíbe efectivamente «el desarrollo, la producción, la adquisición, la transferencia, el almacenamiento y el uso de armas biológicas y toxínicas». Se trata del primer tratado multilateral de desarme que prohíbe toda una categoría de armas de destrucción masiva. Según la ONU, «las armas biológicas diseminan organismos patógenos o toxinas para dañar o matar a personas, animales o plantas». Por lo tanto, los biolaboratorios estadounidenses no se limitan a las enfermedades. Son sobre las armas de destrucción masiva –humana, animal y vegetal.
Si Estados Unidos es un país pacífico y pacificador y sigue los principios democráticos, tiene que ser más transparente y abrir sus operaciones de biolaboratorios en todo el mundo. Una mayor transparencia dará a la humanidad la oportunidad de ver más allá de las explicaciones formales de Estados Unidos y éste podría ser reconocido como un socio más fiable a nivel internacional.
Fuente: The Saker
George Webb, periodista de investigación, sobre Hunter Biden y los laboratorios biológicos en Ucrania