El empeño del Foro Económico Mundial en llevarnos, gracias a su poderosa propaganda, a un Nuevo Mundo Feliz, ¿acabará llevándonos hacia un shock tan profundo y terrible como el que sufrió el pueblo alemán con el derrumbe del nazismo?

Antes de arriesgarnos a optar por uno de esos dos extremos deberíamos intentar sacar por unos instantes la cabeza por encima de las ingentes toneladas de propaganda en las que estamos enterrados, propaganda empeñada en seguir despreciando a Rusia, a sus demandas de seguridad y a su capacidad militar para hacerse respetar, y leer con atención las opiniones de verdaderos expertos honestos e imparciales como Larry C. Johnson (“El ejército ucraniano ha sido derrotado. Lo que queda son las tareas de neutralización”), formador durante 24 años de la CIA y de la Oficina de Lucha contra el Terrorismo del Departamento de Estado, o el coronel Douglas McGregor (video bajo el artículo). Quizá así comprobaríamos que la radical oposición de ambas tesis propuesta en el subtítulo de este artículo responde a una oposición real y extrema entre ambas.

El profundo shock del pueblo alemán cuando estalló la burbuja en la que lo mantenía encerrado la alienante y omnipotente propaganda nazi y se dio de bruces con la realidad es uno de los fenómenos más impactantes de la historia. Y, en mi opinión, nuestro Occidente atlantista va siguiendo ahora los mismos pasos. Por lo que, en este momento histórico, no creo que haya nada comparable en importancia y trascendencia para la humanidad, e incluso específicamente para el cristianismo, que la lucha no-violenta, lúcida, valiente y perseverante para decapitar tanta maligna propaganda. Ninguna denominación para designar “nuestro” Imperio me parece definirlo mejor que la utilizada por el presidente Putin: el Imperio de la Mentira.

El terrible shock que ahora nos podría tocar vivir a nosotros podría llegar de muy distintas maneras. Hemos visto el total desajuste entre lo que “nuestros” medios nos dicen que está sucediendo en Ucrania y los análisis de Larry C. Johnson o el coronel Douglas McGregor. Ese desajuste es de tales proporciones que ya empieza a parecerse demasiado al desajuste entre la propaganda de guerra nazi y la realidad. Pero lo realmente preocupante es que las élites de Davos están empeñadas en un proyecto en el que no dejan de avanzar día a día. Y no se trata solo de «romper a Rusia». Ni de hacerlo con un primer ataque nuclear “preventivo” si es necesario. No es solo que “los locos nucleares” que dirigen la OTAN “están deseando empezar una guerra nuclear con Rusia”, como nos recordaban analistas tan lúcidos como Edward Curtin o Diana Johnstone.

Hay otras realidades tan preocupantes o más que estas. Realidades como la de los laboratorios para la guerra biológica, decenas de los cuales acaban de ser descubiertos en Ucrania. Entre los muchos artículos que en estos días se pueden encontrar sobre este terrible asunto, está el último publicado en www.l-hora.org: “El peligro de los laboratorios biológicos estadounidenses”. Es también extremadamente preocupante que, paralelamente, en Europa se mantenga la obligatoriedad del pasaporte covid. Es un indicador evidente. Es la confirmación de que, a pesar del fin de la pandemia, las élites de Davos siguen adelante con su proyecto de control totalitario.

No se trata solo de experimentación con armas biológicas en su proyecto de “romper a Rusia”. A Rusia de momento, antes de seguir adelante. Se trata de algo mucho más global y peligroso. En el artículo que titulé “A la búsqueda de nuevas pandemias que justifiquen el pasaporte verde…” ya me referí a que ahora, pasada la Covid 19, se estaba experimentando con la gripe aviar. Una gripe, difícilmente contagiosa por ahora, pero en la que se dio una mortandad no del 1% de los infectados, como en el caso de la Covid 19, sino del 60% de los cientos de humanos infectados.

***

Inicié la Primera de las tres partes de este artículo con una sencilla exégesis y unas breves reflexiones teológicas en torno a la escena de Jesús frente a Pilato en el evangelio de Juan. Ahora cerraré esta Tercera parte volviendo a retomarlas. Lo haré a fin de fundamentar la afirmación que he hecho más arriba sobre la importancia y trascendencia evangélica de la Verdad. Ya en el inicio de la Primera parte citaba la respuesta de Jesús a Pilato: “Yo para eso he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la Verdad” (Evangelio de Juan 18, 37). Tan solo unas horas después de la publicación de esa Primera parte, un amigo me enviaba la imagen de un precioso paisaje al pie del cual aparecía la cita del versículo 28 del capítulo 20 del evangelio de san Mateo: “El Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos”.

No sé si esta vez se trató de una pura coincidencia o más bien de una alusión intencionada a la riqueza de facetas que tuvo la misión de Jesús. No sé si incluso se trató de una cita con una cierta intención de polémica y oposición a la afirmación en Juan 18, 37. Lo cierto es que, cuando en ocasiones me refiero a la afirmación de Jesús frente a Pilato sobre su misión, es frecuente que se origine un pequeño debate sobre la preeminencia del amor o de la paz sobre la verdad. Lo mismo que sucede cuando expongo que para mahatma Gandhi, el nombre más adecuado al Misterio de Dios es el de Verdad. Es como si costase captar toda la riqueza que se esconde tras la palabra Verdad. Como si incluso costase aceptar que las palabras de Jesús frente a Pilato puedan ser las que más nos aproximan al misterio de la persona de Jesús.

Todo lo cual va mucho más allá de la pura especulación teológica o intelectual. Así, lo realmente cristiano según muchos sería la generosa atención médica a los contagiados por la Covid 19, por ejemplo. O la oración, los actos a favor de la paz o la generosa acogida de los refugiados ucranianos. La investigación o incluso el interés excesivo sobre el origen de la Covid 19 o del conflicto de Ucrania entraría dentro de lo puramente especulativo, de lo poco útil, poco realista e incluso poco cristiano. Serían cosas no tanto de santos y buenos cristianos como de revolucionarios o rebeldes demasiado politizados. Pero, ¿seguro que todo esto es tan evangélicamente claro? Veámoslo.

Aunque antes de entrar en el terreno exegético y teológico, una última observación: A mi entender, todo ese tipo de razonamientos y criterios; todo ese “buenismo” sin profundidad evangélica, psicológica o socio-política; toda esa carencia de aquella penetración intuitiva que hacía que Jesús no pudiese ser engañado sino que percibiese claramente lo que se escondía en los corazones… está dando como resultado una gran masa social totalmente manipulable por los grandes medios de comunicación.

Una masa que se queda muy tranquila de conciencia paliando los efectos de tantas tragedias pero que no parece capaz de remontarse a las causas de ella. Es evidente que de ningún modo podemos calificar el salvamento, por ejemplo, de miles de seres humanos en peligro de perecer en las aguas del Mediterráneo como un simple “paliar los efectos” de la tragedia continua que sufre África. Pero quienes llevan a cabo tan admirable tarea saben muy bien y sienten en lo más hondo que nuestro sistema neoliberal occidental oculta las causas últimas de tal tragedia y rehúye enfrentarlas.

***

Quienes no han realizado ningún tipo de estudios bíblicos, seguramente no son conscientes de la importancia de la cuestión de los diferentes géneros literarios que existen en los textos bíblicos. En concreto, por más que los evangelios no sean propiamente textos históricos sino que son fundamentalmente el anuncio de una buena y gran noticia (el mensaje pascual: el Señor ha resucitado y se ha aparecido a sus amigos), existen en ellos pasajes que no están lejos de aquello que hoy consideramos como documentos históricos. Es el caso del relato de la pasión en los cuatro evangelios. Y por tanto, también del diálogo entre Jesús y Pilato en el de Juan.

Por el contrario, en aquellos textos en los que encontramos un contexto sacrificial, como es el caso de Mateo 28, 20, no queda más remedio que reconocer un mayor o menor componente metafórico o mítico. Es sin duda cierto que Jesús se presentó como el cordero pascual que nos rescató a todos y definitivamente. A diferencia de los miles de corderos sacrificados expiatoria e inacabablemente a favor del pueblo de Israel en el Templo de Jerusalén. Sacrificados precisamente en aquellas horas en las que él mismo sería “sacrificado” en la pequeña elevación fuera de las murallas de la ciudad conocida como el lugar de la calavera.

Pero, aparte de que Jesús era un ser humano y no un cordero, no podemos llevar toda esa concepción simbólica hasta el extremo: nos encontraríamos frente a un Dios que, al igual que tantos otros dioses creados por los humanos a su imagen y semejanza, exigiría víctimas expiatorias y sangre redentora para el rescate de la especie humana.

Una divinidad absolutamente opuesta al Padre que Jesús nos presenta precisamente en el evangelio de hoy domingo: evangelio de Lucas 15, 11-32, la parábola del hijo pródigo, que más bien podría ser calificada como la del Padre misericordioso. Un Padre que, como explica el teólogo, escriturista y biólogo Francesc Ramis, es presentado por Jesús con palabras que implican tres tipos de amor: el entrañable de las madres (se conmueve en sus entrañas cuando ve al hijo llegar aún a lo lejos), el de los amigos (que se saludan con el beso) y el de los padres (que entregan el anillo al hijo que convierten en su administrador).

Si el Evangelio no es otra cosa que una Buena Noticia (ese es el significado literal del término latino evangelium), nos encontramos de lleno en el ámbito de lo revelado por un testigo: “Yo para eso he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la Verdad”. Todo otro sentido del nacimiento de Jesús y de su venida al mundo debe estar supeditado y referido a este, cuya preeminencia sobre todos los demás es absoluta. E igualmente, de la Verdad sobre el Amor y la Paz. Así que acabo con lo que ya afirmé al comienzo: “en este momento histórico, no creo que haya nada comparable en importancia y trascendencia para la humanidad, e incluso específicamente para el cristianismo, que la lucha no-violenta, lúcida, valiente y perseverante para decapitar tanta maligna propaganda”.