La cábala OTAN-Israel que aplaude la caída de Damasco obtendrá más de lo que esperaba. Luchas de poder y luchas intestinas entre las milicias extremistas y la sociedad civil, cada una respaldada por diferentes actores regionales y extranjeros que quieren un trozo del pastel.
El breve titular que define el abrupto y rápido final de Siria tal y como la conocíamos: Eretz Israel se encuentra con el nuevo otomanismo. ¿El subtítulo? Una victoria para Occidente y un golpe letal contra el Eje de la Resistencia.
Pero citando a la todavía omnipresente cultura pop estadounidense, quizá los búhos no sean lo que parecen.
Empecemos por la rendición del expresidente sirio Bashar al-Ásad. Diplomáticos qataríes, extraoficialmente, sostienen que al-Ásad intentó negociar un traspaso de poder con la oposición armada que había lanzado una gran ofensiva militar en los días previos, empezando por Alepo, para luego dirigirse rápidamente hacia el sur, hacia Hama, Homs, con el objetivo de Damasco. Eso es lo que discutieron en detalle Rusia, Irán y Turquía a puerta cerrada en Doha el pasado fin de semana, durante los últimos suspiros del moribundo «proceso de Astaná» para desmilitarizar Siria.
La negociación sobre el traspaso de poderes fracasó. De ahí que el presidente ruso Vladímir Putin ofreciera asilo a al-Ásad en Moscú. Eso explica por qué tanto Irán como Rusia cambiaron instantáneamente la terminología cuando aún estaban en Doha, y empezaron a referirse a la «oposición legítima» en un intento de distinguir a los reformistas no militantes de los extremistas armados que cortan una franja en todo el Estado.
El ministro ruso de Asuntos Exteriores, Serguéi Lavrov –su lenguaje corporal lo dice todo sobre su enfado– dijo literalmente: «al-Ásad debe negociar con la oposición legítima, que está en la lista de la ONU».
Muy importante: Lavrov no se refería a Hayat Tahrir al-Sham (HTS), la mafia salafista-yihadista, o Rent-a-Jihadi financiada por la Organización Nacional de Inteligencia turca (MIT) con armas financiadas por Qatar, y totalmente apoyada por la OTAN y Tel Aviv.
Lo que sucedió después del funeral en Doha fue bastante turbio, sugiriendo un golpe teledirigido por la inteligencia occidental, desarrollándose tan rápido como un relámpago, completado con informes de traiciones internas.
La idea original de Astaná era mantener a Damasco a salvo y que Ankara gestionara HTS. Sin embargo, al-Ásad ya había cometido un grave error estratégico, al creer en las elevadas promesas de la OTAN enviadas a través de sus recién descubiertos líderes árabes amigos de los Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Arabia Saudí.
Para su propio asombro, según funcionarios sirios y regionales, al-Ásad finalmente se dio cuenta de lo frágil que era su propia posición, habiendo rechazado la ayuda militar de sus incondicionales aliados regionales, Irán y Hezbolá, creyendo que sus nuevos aliados árabes podrían mantenerlo a salvo.
El Ejército Árabe Sirio (EAS) estaba destrozado tras 13 años de guerra y despiadadas sanciones estadounidenses. La logística era presa de una corrupción deplorable. La podredumbre era sistémica. Pero lo más importante es que, aunque muchos estaban preparados para luchar de nuevo contra los grupos terroristas apoyados desde el extranjero, según fuentes internas, al-Ásad nunca desplegó por completo su ejército para contraatacar la embestida.
Teherán y Moscú lo intentaron todo, hasta el último minuto. De hecho, al-Ásad ya estaba en serios apuros desde su visita a Moscú el 29 de noviembre, que no cosechó ningún resultado tangible. Por ello, el establishment de Damasco consideró la insistencia de Rusia en que Ásad debía abandonar sus anteriores líneas rojas sobre la negociación de un acuerdo político como una señal de facto que apuntaba al final.
Turquía: «no tenemos nada que ver»
Aparte de no hacer nada para impedir la creciente atrofia y colapso del EAS, al-Ásad no hizo nada para frenar a Israel, que lleva años bombardeando Siria sin parar.
Hasta el último momento, Teherán se mostró dispuesto a ayudar: dos brigadas estaban listas para entrar en Siria, pero su despliegue tardaría al menos dos semanas.
La Agencia de Noticias Fars explicó detalladamente el mecanismo: desde la inexorable falta de motivación de los dirigentes sirios para luchar contra las brigadas terroristas hasta el hecho de que al-Ásad hiciera caso omiso de las serias advertencias del líder supremo iraní, Ali Jamenei, desde junio, hasta hace dos meses, cuando otros funcionarios iraníes advirtieron de que HTS y sus patrocinadores extranjeros estaban preparando una guerra relámpago. Según los iraníes:
«Tras la caída de Alepo, quedó claro que al-Ásad no tenía intenciones reales de permanecer en el poder, así que empezamos a entablar conversaciones diplomáticas con la oposición y organizamos la salida segura de nuestras tropas de Siria. Si el EAS no lucha, nosotros tampoco arriesgaremos la vida de nuestros soldados. Rusia y los EAU habían conseguido convencerle de que dimitiera, así que no podíamos hacer nada».
No hay confirmación rusa de que convencieran a Ásad para que dimitiera: basta con interpretar esa reunión fallida en Moscú el 29 de noviembre. Sin embargo, significativamente, hay confirmación, antes de eso, sobre que Turquía lo sabía todo sobre la ofensiva de HTS hace ya seis meses.
La versión de Ankara es previsiblemente turbia: HTS se lo comunicó y les pidió que no intervinieran. Además, el Ministerio de Asuntos Exteriores turco dio a entender que el presidente califa Recep Tayyip Erdogan trató de advertir a al-Ásad (no hay noticias de Damasco al respecto). Ankara, a través del ministro de Asuntos Exteriores, Hakan Fidan, niega firmemente haber orquestado o aprobado la ofensiva yihadista. Es posible que se arrepientan de ello, ya que todos, desde Washington hasta Tel Aviv, se han lanzado a atribuirse el mérito de la caída de Damasco.
Sólo la maquinaria propagandística de la OTAN cree esta versión, ya que HTS ha estado durante años completamente apoyado no sólo por Turquía, sino también, de forma encubierta, por Israel, que fue descubierto por pagar salarios a los extremistas durante la guerra siria, y como es bien conocido ayudó a rehabilitar a combatientes de Al Qaeda heridos en combate.
Todo ello conduce al escenario predominante de una demolición controlada cuidadosamente calculada por la CIA/MI6/Mossad, completada con un flujo incesante de armamento, entrenamiento ucraniano de takfiris en el uso de drones kamikazes FPV, y maletas llenas de dinero sobornando a altos funcionarios sirios.
Nuevo Gran Juego recargado
El colapso sirio puede ser un caso clásico de «extensión de Rusia», y también de Irán, cuando se trata del puente terrestre crucial que lo conecta con sus aliados en el Mediterráneo (los movimientos de resistencia libaneses y palestinos). Por no hablar de enviar un mensaje a China, que, a pesar de toda su elevada retórica de «comunidad de un futuro compartido», no ha hecho absolutamente nada para ayudar en la reconstrucción de Siria.
En el plano geoenergético, ahora ya no hay obstáculos para la resolución de una saga épica de Gasoductostán –y una de las razones clave de la guerra contra Siria, tal y como la analicé hace nueve años–: la construcción del gasoducto Qatar-Turquía a través de territorio sirio para proporcionar a Europa una alternativa al gas ruso. Al-Ásad había rechazado ese proyecto, tras lo cual Doha ayudó a financiar la guerra siria para derrocarlo.
No hay pruebas de que los principales Estados del Golfo Pérsico, como Arabia Saudí y los EAU, vayan a aceptar alegremente el estrellato geoeconómico de Qatar si se construye el gasoducto. Para empezar, tiene que atravesar territorio saudí, y es posible que Riad ya no esté dispuesta a ello.
Esta cuestión candente está relacionada con un montón de otras cuestiones, entre ellas, con la puerta siria prácticamente desaparecida: ¿cómo recibirá Hezbolá suministros de armas en el futuro y cómo reaccionará el mundo árabe ante el intento turco de convertirse en un neo-otomano?
Además, está el espinoso caso de Turquía, país socio de los BRICS, que choca directamente con Rusia, China e Irán, los principales miembros de los BRICS. El nuevo giro de Ankara puede incluso acabar provocando que sea rechazada por los BRICS y que China no le conceda un estatus comercial favorable.
Si bien se puede argumentar que la pérdida de Siria puede ser devastadora para Rusia y la Mayoría Global, por ahora hay que esperar. En el caso de perder el puerto de Tartús que la URSS-Rusia ha gestionado desde 1971, junto con la base aérea de Hmeimim –y por lo tanto ser expulsada del Mediterráneo Oriental– Moscú tendría opciones de reemplazo, con diferentes grados de viabilidad.
Tenemos Argelia (socio del BRICS), Egipto (miembro del BRICS) y Libia. Incluso el Golfo Pérsico: que, por cierto, podría formar parte de la asociación estratégica integral Rusia-Irán, que firmarán oficialmente el 25 de enero en Moscú Putin y su homólogo iraní, el presidente Masoud Pezeshkian.
Es extremadamente ingenuo suponer que a Moscú le pilló por sorpresa la puesta en escena de un supuesto Kursk 2.0. Como si todos los activos de inteligencia rusos –bases, satélites, inteligencia terrestre– no hubieran escudriñado a un grupo de salafistas yihadistas durante meses reuniendo un ejército de decenas de miles en el Gran Idlib, complementado con una división de tanques.
Así que es bastante plausible que lo que se está jugando es la clásica Rusia, combinada con la astucia persa. Teherán y Moscú no tardaron en hacer cuentas de lo que perderían –especialmente en términos de recursos humanos– si caían en la trampa de apoyar a un al-Ásad ya debilitado en otra sangrienta y prolongada guerra terrestre. Aun así, Teherán ofreció apoyo militar, y Moscú, apoyo aéreo, y escenarios de negociación hasta el final.
Ahora, toda la tragedia siria –incluido un posible califato de al-Sham liderado por el yihadista reformado y partidario de las minorías Abu Mohamed al-Golani– cae bajo la plena responsabilidad de gestión del combo OTAN/Tel Aviv/Ankara.
Sencillamente, no están preparados para navegar por la ultracompleja matriz tribal, de clanes, incrustada en la corrupción siria, por no mencionar el magma de 37 grupos terroristas que sólo se mantienen unidos, hasta ahora, por el pequeño pegamento de derrocar a al-Ásad. Sin duda, este volcán les explotará en sus caras colectivas, potencialmente en forma de horrendas batallas internas que pueden durar al menos unos cuantos años.
El noreste y el este de Siria ya están, instantáneamente, sumidos en la anarquía total, con una multitud de tribus locales empeñadas en mantener sus esquemas mafiosos a toda costa, negándose a ser controladas por un compuesto Rojava kurdo-estadounidense que es en gran parte comunista y secular. Algunas de estas tribus ya están intimando con los salafistas yihadistas apoyados por Turquía. Otras tribus árabes han unido fuerzas este año con Damasco tanto contra los extremistas como contra los secesionistas kurdos.
Siria occidental también puede ser territorio de la anarquía, como en Idlib: sangrienta rivalidad entre redes terroristas y de bandidos, entre clanes, tribus, etnias y grupos religiosos regimentados por al-Ásad, el panorama es aún más complejo que en Libia bajo el expresidente Muamar el Gadafi.
En cuanto a las líneas de suministro de los cortadores de cabezas, inevitablemente se estirarán, y entonces será fácil cortarlas, no sólo por Irán, por ejemplo, sino también por el ala de la OTAN a través de Turquía/Israel cuando se vuelvan contra el Califato, como invariablemente puede ocurrir si los abusos de este último se vuelven demasiado mediáticos.
Nadie es capaz de prever lo que ocurrirá con el cadáver de la Siria de la dinastía al-Ásad. Es posible que regresen millones de refugiados, sobre todo de Turquía, que Washington lleva años tratando de impedir para proteger su proyecto de «kurdificación» del norte, pero al mismo tiempo millones huirán, aterrorizados ante la perspectiva de un nuevo califato y de una renovada guerra civil.
¿Hay un posible rayo de luz entre tanta penumbra? El líder del gobierno de transición será Mohamed al-Bashir, que hasta hace poco era el primer ministro del llamado Gobierno de Salvación Sirio (SSG) en Idlib, gobernada por HTS. Ingeniero eléctrico de formación, Bashir añadió un título más a su formación en 2021: Sharía y ley.
Perder Siria no debería significar perder Palestina
La Mayoría Global puede estar de luto por lo que, a primera vista, parece un golpe casi letal contra el Eje de la Resistencia. Sin embargo, no hay forma de que Rusia, Irán, Irak –e incluso la estruendosamente silenciosa China– permitan que prevalezca un ejército proxy salafista-yihadista respaldado por la OTAN, Israel y Turquía. A diferencia del Occidente colectivo, son más listos, más duros, infinitamente más pacientes y tienen en cuenta los contornos del Gran Panorama que se avecina. Es demasiado pronto; tarde o temprano empezarán a rodar para impedir que el yihadismo respaldado por Occidente se extienda a Pekín, Teherán y Moscú.
La agencia rusa de inteligencia exterior Sluzhba Vneshney Razvedki (SVR) tiene que estar ahora vigilando 24 horas al día, 7 días a la semana, cuál será el próximo destino de la gran brigada salafista y yihadista de Siria, en su inmensa mayoría uzbecos, uigures, tayikos y una pizca de chechenos. No hay duda de que serán utilizados para «extender» (terminología estadounidense Think Tankland) no sólo Asia Central sino también la Federación Rusa.
Mientras tanto, Israel se verá desbordado en el Golán. Los estadounidenses se sentirán temporalmente seguros en torno a los campos petrolíferos de los que seguirán robando el petróleo sirio. Son dos latitudes ideales para el inicio de lo que sería la primera represalia concertada de los BRICS contra quienes están desencadenando la Primera Guerra de los BRICS.
Luego está la tragedia definitiva: Palestina. Un enorme giro de la trama tuvo lugar justo dentro de la venerable mezquita de los Omeyas en Damasco. La OTAN, el ejército israelí, el ejército turco, el ejército de los cortadores de cabezas, prometen ahora a los palestinos que vendrán a liberar Gaza y Jerusalén.
Sin embargo, hasta este pasado domingo, todo era «Amamos a Israel». El jefe de esta operación de relaciones públicas –diseñada para engañar al mundo musulmán y a la Mayoría Global– no es otro que el mismísimo califa de al-Sham, Golani.
Tal y como están las cosas, el nuevo régimen de Damasco estará, a efectos prácticos, respaldado por quienes apoyan e ingenian Eretz Israel y el genocidio de Palestina. Ya está al descubierto, viniendo de los propios funcionarios del gabinete israelí: Lo ideal para Tel Aviv sería expulsar a la población de Gaza y Cisjordania a Siria, aunque Jordania es su destino preferido.
Esta es la batalla en la que hay que centrarse a partir de ahora. El difunto secretario general de Hezbolá, Hasán Nasralá, fue tajante cuando insistió en el significado más profundo de perder Siria: «Se perdería Palestina». Más que nunca, depende de una Resistencia Global no permitirlo.
Fuente: The Cradle
Foto: Combatientes de la oposición siria celebran la caída del gobierno sirio, en Damasco, Siria, el domingo 8 de diciembre de 2024 (Omar Sanadiki / AP).
Graham Fuller – Occidente se autodestruye en Siria. Rusia no cae en la trampa. (Neutrality Studies, 11.12.2024)