Solo una pequeña minoría de personas sabe que el banco central más poderoso del mundo, la Fed (Federal Reserve System de los Estados Unidos), se fundó en el año 1913 por un consorcio de bancos privados. Su nombre da a entender que es una institución federal, es decir, nacional o estatal. Esto no es cierto. Existen ya un número suficiente de publicaciones (por ejemplo de los autores Stephen Zarlenga, G. Edward Griffin, Ellen Hodgson Brown) sobre la historia de la fundación de la Fed y sobre el papel que desempeña hasta la fecha. Sin embargo, estas voces han sido hasta hoy ignoradas por completo por parte de las ciencias económicas, de la política y los medios de comunicación.
Quienes se ocupan de estos temas y, además, se pronuncian sobre ellos en público pueden estar casi seguros que se les llama “teoréticos de la conspiración”. Las reacciones de rechazo a estas difamaciones pueden contribuir a que se eviten y no se toquen más estos temas. Pero la pregunta de si estas publicaciones solamente tratan algunas teorías sin ningún fundamento y que además no corresponden en absoluto con la realidad o si tratan más bien de relatos bien documentados sobre acontecimientos reales, esto solamente se puede saber después de haber comprobado seriamente la veracidad de la información y sus respectivas fuentes – y no antes y sin comprobación. Que se tilden determinados puntos de vista como “teorías de la conspiración” es la muestra de una actitud muy poco científica, además, repleto de prejuicios. Al fin y al cabo, podría tratarse de conspiraciones reales, por tanto, destaparlas sería enormemente importante para la sociedad.
Debido a la cesión del privilegio de la creación del dinero a la Fed el estado americano cayó en una cada vez mayor dependencia de este sistema monetario que crea el dinero de la nada en forma de créditos y tuvo que endeudarse con un dinero ligado a un interés, con la consecuencia de tener que encontrar medios para conseguir pagar la carga de la deuda que aumenta año tras año. No es de extrañar que casi al mismo tiempo de la fundación de la Fed se implantó en los Estados Unidos el impuesto sobre la renta. Con esta recaudación al estado se le daba la posibilidad de recurrir de forma eficaz a los contribuyentes en su necesidad de atender ante todo el servicio de la deuda. Se dice que hasta la fecha nunca se ha aprobado la correspondiente ley, lo que significa que se recauda desde hace casi un siglo un impuesto sin ninguna base legal.
Bajo la tutela de la Fed se formaron burbujas especulativas que precedieron al crash de Nueva York del año 1929, y se alimentaron las burbujas especulativas con un aumento sin parar del volumen de dinero – una política que siguió Alan Greenspan en los años 90 como jefe de la Fed y que continúa hoy en día su sucesor Ben Bernanke. En el año 2005 la Fed tomó la decisión de no publicar más la evolución del volumen de dinero con la consecuencia que desde entonces tan sólo existen estimaciones indirectas en cuanto a este dato. Su responsabilidad son también los fondos de rescate con cantidades de dinero que superan ya los límites de los billones de dólares para salvar a los bancos y compañías de seguros que han caído en números rojos por especulaciones excesivas. Estos fondos de rescate, financiados con dinero creado de la nada, han provocado una vez más una subida dramática de la deuda estatal que alcanza ya dimensiones inimaginables. Estos dólares creados de más parecen estar “cubiertos” por la compra por parte de la Fed de los bonos del estado. Pero emitiendo estas letras, el endeudamiento del estado crece todavía más, lo que provoca inevitablemente recortes en sus gastos públicos por tener que pagar cada vez más intereses. Una situación que no puede resultar más absurda.
Entretanto, la creación de dinero por la Fed se ha convertido en algo todavía más macabro. Se están usando o, mejor dicho, despilfarrando los billones de dólares sacados de la nada para compensar las enormes pérdidas de los bancos que se han amontonado por los negocios especulativos irresponsables. Y la inmensa mayoría de la población tendrá que sacrificarse y sufrir las consecuencias: subida de impuestos, recortes del gasto publico, desempleo en aumento e inflación.
Hace falta una reorganización del sistema monetario. Para mí, la conclusión de lo expuesto hasta ahora sería la siguiente y como primera reivindicación importante, los bancos centrales deberían ser instituciones públicas e independientes del sector bancario privado y de unos accionistas particulares así como de la misma manera independientes de los gobiernos, es decir, integrados como el cuarto pilar en nuestro sistema democrático de separación de poderes estatales. Al lado del Poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial se necesita una “Monetative” – una institución pública con el privilegio de la creación del dinero como medio de pago legal que debería poner a disposición del estado, de forma bien dosificada, dinero sin interés y liquidación de la deuda para que pueda cumplir con sus tareas públicas más urgentes. Más allá de esta función, debería administrar el volumen de dinero con el fin de fomentar el bien común, sin que se creara inflación ni deflación, para mantener el índice de precios estable (“moneda índice”). Existen en la historia norteamericana ejemplos impresionantes que demuestran que esto es posible, además, fueron ejemplos exitosos, hasta que el poder colonial británico o más bien el sistema bancario privado los minaron para, finalmente, abolirlos.
Parece que el secreto de la banca sobre la creación del dinero se está destapando. Pronto cada vez más personas entenderán de que forma están hechos los nuevos dineros del emperador: de un gran engaño. Es de esperar que esta transición se desarrolle de forma pacifica hacia un sistema monetario sostenible a largo plazo y comprometido con el bien común para que el mundo se salve y se puedan evitar en el futuro parecidas crisis y catástrofes como las actuales…Leer artículo completo