«¡Tú! el de la camiseta roja que acaba de insultarme, diciéndome hijo de puta. Prometo responderte. Estamos listos para todo.» Un soldado israelí lo dice por altavoz a los jóvenes que se manifiestan en la marcha semanal en la frontera con Gaza.

Pero la amenaza del soldado no consiguió que cientos de jóvenes que se habían reunido cerca de la valla entre Gaza e Israel dieran un paso atrás, a pesar de la intensidad de los disparos de gases lacrimógenos lanzados por los soldados contra los manifestantes enmascarados, así como el calor del día, llegando a 35 grados al este de la ciudad de Khuza’a, en Khan Younis, en el sur de la Franja de Gaza.

«¡Saludad con un solo dedo, muchachos!» vitoreó uno de los manifestantes. Y los manifestantes lo hicieron, respondiendo a las amenazas del soldado, que los caracterizó por el color de su camisa, diciendo: «¡Eres el chico de la camiseta amarilla! Te oí y te vi cuando me insultaste, no tengo ningún problema en dispararte como lo hice los viernes pasados​​».

Los palestinos en Gaza celebraron su sexta manifestación del viernes como parte de la Gran Marcha del Retorno. Las protestas conmemoran la «Nakba» o Catástrofe, el desplazamiento de los palestinos de las tierras que se convertirían en Israel en 1948. El viernes, los manifestantes destacaron la difícil situación de los trabajadores palestinos y los desempleados en una manifestación con el lema «Viernes de los Trabajadores».

A partir de la mañana, los manifestantes trajeron llantas dentro de las 500 yardas de la frontera, preparándose para incendiarlas, hacerlas rodar hacia la valla y usarlas como una cortina de humo para contrarrestar a los francotiradores israelíes detrás de las colinas arenosas.

El tirachinas es la única «arma» de algunos manifestantes. Sus pequeñas piedras rara vez se extienden más allá de la valla, aunque los tirachinas lograron derribar dos aviones no tripulados israelíes, causando que se estrellaran en el cielo de Khuza’a.

Al menos 70 palestinos resultaron heridos por el fuego vivo israelí el viernes, el número más pequeño de bajas desde que comenzaron las protestas. Los médicos también trataron a 1.073 personas por inhalación de gases lacrimógenos, dijo el Ministerio de Salud de Gaza.

Las protestas fueron respaldadas por el «apoyo logístico» de mujeres que habían preparado grandes bolsas de croissants rellenos de tomillo, queso y espinacas, para ser distribuidas gratuitamente a los manifestantes. «Me levanté temprano en la mañana para preparar 300 croissants», le dijo a Mondoweiss Fatima Dalloul, de 44 años.

Fátima, madre de 8 hijos, preparó sus paquetes de comida rápida con sus vecinos en el barrio de Abasan. «La mayoría de estos jóvenes son pobres y necesitan sentir que sus madres apoyan su movilización semanal. Si bien es cierto que nos preocupa que los jóvenes puedan ser asesinados, debemos apoyar su derecho a regresar a las tierras robadas».

Desde la primera protesta el 30 de marzo, 44 ​​palestinos han sido asesinados y más de 1.700 heridos por los disparos israelíes. El viernes fue la primera protesta semanal en la que no se informó de la muerte de ningún palestino al atardecer.

Un manifestante, Abdullah Al-Mughrabi, de 39 años, vino con su familia y sostuvo un cartel que afirmaba el derecho al regreso. «No tengo nada que perder», dijo. «El mundo entero debe conocer nuestro derecho a regresar». Los orígenes de Abdullah están en la ciudad de Jaffa, la cual su abuelo se vio obligado a abandonar en 1948.

«Setenta años de desastre es suficiente para nosotros», agregó Abdullah. «El cerco nos trata como animales en un corral sin derechos. Incluso un somalí pobre puede recibir tratamiento médico, viajar y comerciar libremente. Pero no somos piratas, somos un pueblo privado de nuestros derechos, con el consentimiento de Naciones Unidas».

La multitud era más pequeña hoy por la tarde que en las semanas anteriores, y los habitantes de Gaza predicen una gran concentración el 14 de mayo, cuando Estados Unidos traslade su embajada de Tel Aviv a Jerusalén.

El traslado de Estados Unidos indignó a los líderes palestinos, que se negaron a hablar con la administración Trump, acusándolos de parcialidad pro-israelí. El gobierno de Israel celebró la decisión de Estados Unidos y dijo que reconocía la «realidad» de que Jerusalén era la capital histórica del pueblo judío.

En el área de protestas de «Malaka», en la frontera a 30 kilómetros al norte de Khuza’a, los manifestantes celebraron la llegada de Mahmoud Abu Araza, quien nació en 1953, cinco años después de que sus padres fueran desplazados de Al-Majdal, ahora llamado Ashkelon. Dijo que había dejado de preocuparse por la niebla de gas lacrimógeno que no se desvaneció durante las siete horas de protesta.

«Todos estos cientos de jóvenes son mis hijos, y no los dejaré hasta que regresen a Ashkelon, Jaffa y Jerusalén», le dijo a Mondoweiss Abu Araza, abuelo de 45 niños.

Él preguntó: «¿Los palestinos se verán obligados a vivir en la miseria a lo largo de sus vidas debido a la última ocupación en el mundo?»

El mundo entero vive en libertad, en comparación con Palestina, dijo. «Creo que la esclavitud seguirà existiendo mientras Israel respire… Nunca he visto un día feliz en mi vida a causa de Israel», dijo Abu Araza.