Si alguien no lo sabía, ahora ya lo sabe. España es un Estado de Derecho Torcido. Un Estado corrupto en todas sus vertientes: políticas, jurídicas, culturales, sociales, deportivas, lingüísticas, económicas, laborales y humanas. Sobre todo, humanas. España no es, ni lo ha sido nunca, un Estado de Derecho Humano. Ni lo ha sido ni lo es ahora mismo. Cuanto más va, más torcido está. El caso gravísimo de espionaje a políticos, diputados, agentes sociales, consejeros y presidentes de la Generalitat de Cataluña era lo que faltaba para colmar el vaso. España no sólo huele a podredumbre, sino a veronal caducado. España es un reino dictatorial dirigido por gente sin escrúpulos ni corazón ni entrañas. Me pongo a llorar y no se acaban las lágrimas. Yo, que en algunas épocas de mi vida, he creído amar a España, ¡y ahora veo que ella no me ha amado nunca!

¿Qué hacer en un caso tan monstruoso y catastrófico como éste? ¿Qué hace falta que haga yo? Porque, en última instancia, es uno, a título personal, quien debe salir adelante. España no me deja decidir mi futuro, no me permite hablar mi lengua, no me reconoce mi labor cotidiana, no quiere que sea independiente ni feliz ni que lleve flecos ni castañuelas que no tengan sus colores y su sonido. Es de esperar que más pronto que tarde nos libremos de sus vergüenzas antidemocráticas y represivas, y empecemos de verdad a caminar por nuestra cuenta y riesgo. Basta de befas y de injusticias sobre nuestras espaldas. Basta de hipocresías y mentiras. Basta de fingimientos y falsedades. Basta con soportar tantos vituperios y blasfemias.

Estos días de Pascua y de Alegría, personalmente la viviré en esa actitud. Hace mucho que fui redimido. Así que ni Europa ni la Iglesia Católica ni ninguna institución humana tiene ninguna voluntad de volverlo a hacer. Sólo el Espíritu del Señor, que llevo dentro de mí, tiene capacidad para conseguirlo. Estoy contento de saberlo.

Fuente: Última Hora