El llamado proceso de Cataluña se acerca a su desenlace, al menos en su primera fase, la convocatoria del referéndum. Nadie puede prever cómo acabará, pero, nos habrá servido para poner ante el espejo la verdadera cara de España. Por desgracia, los tópicos que históricamente han caricaturizado España, de golpe, se han mostrado muy reales. La vagancia, encarnada en Rajoy; la arrogancia, representada por Soraya Sáez de Santamaría; la chulería de Montoro; la picaresca, mejor dicho corrupción, de las élites económicas y gobernantes; la herencia de la policía franquista; el «cutrerío» de los medios de comunicación; la doctora ignorancia de los tertulianos… El griterío ensordecedor, la descalificación del adversario, el «ordeno y mando» como único recurso de abordar los problemas. Todos estos defectos, en gran parte gracias a la nueva gran manifestación del Once de Septiembre, de golpe se mostraron en el retrato de España, borrando la imagen de progreso y modernidad que se había forjado a partir de la «modélica» transición española. El pueblo catalán, que nos habían dicho que estaba enfrentado, crispado, posiblemente violento, manipulado por una clase política perversa, (incluso abducido) se mostró al mundo tal como es: disciplinado, gozoso, pacífico, respetuoso, solidario… un millón de personas, concentradas en dos larguísimas avenidas, sin que se produjera ningún incidente, ni una sola papelera rota, sin insultos, cantando y bailando… y cómo es posible que un millón de personas se ponga de acuerdo para hacer un emocionante minuto de silencio por la paz, sin el más mínimo susurro que lo interrumpa. Sólo la mayoría de medios de comunicación madrileños no quisieron ver lo que los principales medios de comunicación occidentales han admirado y comentado. Y la indiferencia internacional, de golpe, se ha vuelto en exigencia a Rajoy para que dialogue y permita votar al pueblo catalán. Y representantes de Estados Unidos y el presidente de la Unión Europea han manifestado que aceptarán el resultado del referéndum.
Y vuelve el clásico esperpento. La guardia civil registrando imprentas en busca de papeletas; la censura, en forma de prohibición de actos públicos en Valencia, Madrid, Vitoria…; la prohibición a los medios de comunicación de Cataluña de informar o divulgar actos que tengan que ver con el referéndum; la citación de la fiscalía a 712 alcaldes; la amenaza de imputación delictiva a decenas de miles de voluntarios si colaboran con el referéndum… Porque entonces nos indignamos con las noticias que nos llegan de Venezuela o de Turquía.
¡Pobre pueblo español! A pesar del bombardeo mediático al que está sometido, a pesar de la catalanofobia que se quiere inculcar, creo que la gran mayoría de la gente está muy por encima de sus gobernantes y de los mal llamados periodistas que manipulan la realidad. Una encuesta de Metroscopia en todo el Estado ha revelado que un 38 por ciento de los encuestados está a favor de la celebración del referéndum; mientras entre los segmentos de población jóvenes, un 60 por ciento estaría a favor de la celebración del referéndum en Cataluña. Quizás los gobernantes y los periodistas que propagan el integrismo español sean quienes se van desconectando de una sociedad moderna, que tiene muchos de mecanismos para contrastar las informaciones que le llegan. Algún día tendrán que responder ante esta sociedad e intentar explicar cómo, sólo en siete años, el independentismo en Cataluña pasó del 15 por ciento a tener mayoría absoluta en el Parlamento. Atribuirlo a los políticos y a los medios de comunicación públicos de Cataluña es volver a engañar a la gente. ¿Hasta cuando lo consentirán?