Firma de la «declaración de principios»
Para sorpresa general y en contra de la actualidad del momento, cuando el mundo entero estaba conmocionado por la muerte del papa Francisco y en plena preparación de sus funerales, el Departamento de Estado de los Estados Unidos de América anunció una «declaración de principios» que acababan de firmar, el 25 de abril de 2025, en Washington, los ministros de Asuntos Exteriores de la República Democrática del Congo y Ruanda, bajo los auspicios del secretario de Estado Marco Rubio. Este documento debía ser la base del acuerdo de paz definitivo entre Ruanda y la República Democrática del Congo, poniendo fin a la guerra entre ambos países que se prolongaba desde hacía más de tres décadas.
Esta iniciativa de la superpotencia mundial se produce en un momento en el que otras entidades estatales o regionales han puesto en marcha otras iniciativas y en el que aún están teóricamente en curso procesos en este sentido.
Cabe citar el proceso de Nairobi, cuyo objetivo era reunir a todos los grupos armados de la RDC y al Gobierno en torno a la misma mesa de negociaciones. También está el proceso de Luanda, cuyo objetivo era lograr que Ruanda, que invadió y ocupa la RDC, firmara la paz con este país. Los mediadores en estos dos procesos son, entre otros, las organizaciones regionales EAC (Comunidad de África Oriental) y SADC (Comunidad de Desarrollo de África Austral). Asimismo, la Unión Africana (UA) también ha designado un mediador.
A todas estas iniciativas se ha sumado repentinamente la de Qatar, que, tras reunir a los presidentes de Ruanda y la RDC en la misma mesa, algo que otros actores no habían logrado, acoge y supervisa ahora las negociaciones entre el Gobierno de Kinshasa y el grupo armado AFC/M23, títeres de Ruanda y de Paul Kagame.
Y ahora, los Estados Unidos de América se colocan repentinamente en primer plano al iniciar un nuevo proceso que se ha puesto en marcha con la «declaración de principios» firmada en Washington entre Ruanda y la RDC.
Cabe preguntarse si este proceso de Washington constituye un doble juego o un complemento de las iniciativas anteriores. Del mismo modo, ¿dónde situar los procesos de Doha y Washington en relación con los de la EAC, la SADC y la UA?
Cada vez parece más evidente que Doha y Washington se burlan o, como mínimo, minimizan los procesos regionales, como las facilidades o mediaciones de Nairobi, Luanda e incluso de la Unión Africana.
El proceso de Doha parece haber sido precursor para allanar el camino al de Washington, considerando así a la EAC, la SADC y la UA como entidades ficticias sin iniciativas propias, pero a las que, por cortesía, se les permite desempeñar un papel de acompañamiento del proceso de EE. UU. para guardar las apariencias.
Declaración de principios: ganancias o pérdidas de los actores implicados
El documento firmado en Washington el 25 de abril de 2025 por los ministros de Asuntos Exteriores de Ruanda y el Congo enumera, sin desarrollarlos, seis puntos que constituyen los ámbitos en los que se basará el acuerdo de paz definitivo.
Es evidente que en cada uno de estos principios, cada parte tendrá algo que ganar o perder, ya que todo acuerdo entre dos partes implica concesiones por ambas partes. Entonces, ¿quién ha cedido qué?
Los Estados Unidos de América no son parte en este conflicto, sino que desempeñan el papel de mediador o, más bien, de árbitro. ¿Qué interés tiene esta superpotencia mundial en implicarse en la resolución del conflicto que enfrenta a la Ruanda de Paul Kagame con la República Democrática del Congo?
Todo indica que responde a la voluntad del presidente Donald Trump de ganar la apuesta que hizo durante la campaña para su segundo mandato, a saber: restablecer inmediatamente, tras su elección, la paz en el mundo allí donde se haya visto perturbada (Gaza, Ucrania, Sudán, RDC-Ruanda).
El periodo coincide con los 100 días de Donald Trump en la Casa Blanca, que se cumplen el 30 de abril de 2025. Por lo tanto, parece propicio para hacer un primer balance, sobre todo en lo que respecta a su apuesta por la resolución de los conflictos mundiales.
En Oriente Próximo y Oriente Medio, no solo el ejército israelí ha seguido arrasando Gaza y matando con sus ataques a más de 55.000 civiles inocentes, en su mayoría mujeres y niños, sino que, nada más regresar a la Casa Blanca, Donald Trump decidió trabajar para vaciar la Franja de Gaza de todos los palestinos y reubicarlos en otras partes del mundo, lejos de Israel. Es más, el conflicto se extiende ahora al Líbano, Siria e Irán, pasando por Yemen.
En cuanto a la guerra entre Ucrania y Rusia, el presidente Trump da bandazos entre las dos partes beligerantes, pero la guerra continúa.
En cuanto al conflicto en Sudán, ninguna administración estadounidense, y mucho menos la de Trump, podría preocuparse o quejarse por ello, ya que va en la dirección de la implementación de su geoestrategia concebida hacia los años 2000 y que consiste en transformar, donde sea posible, los vastos y ricos países del Tercer Mundo en «espacios caóticos» en lugar de permitir que se conviertan en potencias militares o económicas. Este ha sido el caso de Irak, de la Libia posterior a Gadafi, de Siria, de Yemen y, quizá pronto, de Irán. Sudán es, por tanto, el enésimo Estado en el que hay que experimentar el «nuevo desorden mundial», es decir, el «caos» que permite a las potencias occidentales operar a su antojo y sin ninguna restricción legal.
En África, solo existe el conflicto entre Ruanda, el agresor, y la República Democrática del Congo, la agredida, en el que la Administración Trump se implica oficialmente para restablecer la paz.
Pero al implicarse de este modo, Donald Trump se convierte en el representante comercial de las empresas estadounidenses para el control de los minerales estratégicos congoleños. Y en este acuerdo, Ruanda también debería obtener su diezmo minero. Pero, según señalan algunos observadores, si ese es el precio que debe pagar el Congo para que le dejen en paz, ¿por qué no? Sobre todo teniendo en cuenta que es incapaz de defenderse militarmente.
De hecho, es precisamente porque el subsuelo congoleño es rico en todo tipo de minerales estratégicos que el presidente estadounidense, más inclinado a la diplomacia transaccional, ha accedido finalmente a interesarse por las masacres y otras atrocidades que la población del este de la RDC lleva demasiado tiempo padeciendo.
Interpretación de las cláusulas de la Declaración de Principios
Soberanía, integridad territorial y gobernanza
En lo que respecta al reconocimiento mutuo de la soberanía y las fronteras, esto significa que Ruanda debería renunciar a sus pretensiones de conquistar determinadas regiones del este de la RDC con el pretexto de que, antes de que la Conferencia de Berlín de 1885 trazara las fronteras entre el Congo Belga y Ruanda-Urundi, estas formaban parte de Ruanda.
Para la RDC, esto significa que los habitantes de Rutshuru de Bwisha, donde reinaba el Mwami Ndeze, aunque son hutus y ruandófonos y hablan «gihutu», son auténticos congoleños y no deben seguir siendo considerados «genocidas ruandeses fugitivos» por ser hutus.
En el apartado firmado, se recoge el compromiso de resolver las diferencias mediante la diplomacia y la negociación. Por parte de Ruanda, esto significa que ya no debería esgrimirse el pretexto de invadir la RDC para neutralizar a los hutus que huyeron en 1994 y que, según se afirma, están acogidos ilegalmente en la RDC.
Para la RDC, esto significa que cada vez que el régimen de Paul Kagame lleve a cabo operaciones militares en la RDC con el pretexto de defender los derechos de los tutsis de la RDC, el Gobierno de Kinshasa no debería responder militarmente, sino llamar a la negociación con el agresor.
En cuanto al compromiso de no interferir en los asuntos internos del otro, esto significa que, para Ruanda, ya no se la tratará como un régimen dictatorial y antidemocrático por haber cerrado el espacio político y prohibido toda oposición al partido-Estado FPR, en el poder desde 1994, a diferencia de la RDC, que es una democracia multipartidista y donde la oposición es libre de llevar a cabo sus actividades políticas.
Por su parte, la RDC debe abstenerse en lo sucesivo de afirmar que el régimen de Paul Kagame es una dictadura étnica y militar, cuando es precisamente lo que es.
Seguridad
Este punto implica el reconocimiento de las legítimas preocupaciones en materia de seguridad de ambos lados de la frontera.
Con esta cláusula, Ruanda pretende poner a las FDLR en pie de igualdad con el AFC/M23 en cuanto a las exigencias y medidas que deben adoptarse contra estos grupos armados. Y este engaño y absurdo corre el riesgo de pasar desapercibido, ya que sigue funcionando desde 1996.
Esta comparación es irrealista: el M23/RDF es un grupo armado que ha conquistado territorios cinco veces mayores que Ruanda y ocupa dos provincias con dos ciudades, sus capitales, de más de un millón de habitantes cada una (Goma y Bukavu); en cuanto a las FDLR, se trata de un grupo de autodefensa formado por unos cientos de jóvenes refugiados abandonados por el mundo que vagan por los bosques y que, además, no han conquistado ni ocupado ni un metro cuadrado del territorio ruandés. La comparación entre ambos grupos es una muestra de maquiavelismo cínico que solo el régimen de Paul Kagame puede permitirse y que corre el riesgo de quedar reflejada en este acuerdo.
En cuanto a la RDC, se ha comprometido globalmente a «neutralizar y erradicar las FDLR», tal y como exige la Ruanda de Paul Kagame, pero sin saber cuántos efectivos tienen, cómo reconocerlos y distinguirlos de los refugiados, ni dónde se encuentran. Con este compromiso, este país se ha puesto la soga al cuello, ya que Paul Kagame designará a todos los hutus ruandeses refugiados en la RDC como FDLR y, por lo tanto, como personas a neutralizar; a continuación, a todos los hutus burundeses refugiados en la RDC como FDLR y, por lo tanto, como personas a neutralizar, y finalmente a todos los hutus de la RDC, es decir, más de dos millones de ciudadanos congoleños de origen, como FDLR y, por lo tanto, como personas a neutralizar.
¿Llegará la RDC a «neutralizar y erradicar» a más de dos millones de sus propios ciudadanos por ser hutus y, por lo tanto, asimilados a las FDLR por Paul Kagame? Esto podría suceder si el Gobierno de la RDC no solicita y obtiene aclaraciones sobre quién es FDLR y quién no, según criterios precisos.
El punto relativo al compromiso de no apoyar militarmente a los grupos armados no estatales también es problemático.
Para Ruanda, esta cláusula le permitirá seguir calificando a cualquier oposición política que surja o se exprese desde la RDC como «grupo armado» apoyado por la RDC. Por lo tanto, es un argumento para repudiar a cualquier ruandés que viva, por cualquier motivo, pero a menudo como refugiado político en la RDC.
Para la RDC, que ya no necesita demostrar que desde 1996 es la Ruanda de Paul Kagame la que crea y/o apoya a los grupos armados que han invadido y ocupado la RDC en diferentes épocas (AFDL, RCD, CNDP, M23, M23/AFC…), solo le queda exigir garantías para que esto no vuelva a suceder. Pero cabe dudar de que se le escuche en este punto, dado que el régimen de Kagame es muy experto en la perfidia.
La declaración de Washington prevé un proyecto de creación de un mecanismo de coordinación de seguridad para luchar contra estos grupos.
Para Ruanda, este mecanismo se reducirá a la caza de cualquier hutu (ruandés, burundés o congoleño) que lleve a cabo acciones hostiles a la ideología hegemónica encarnada por Paul Kagame en la región de los Grandes Lagos africanos.
A la RDC se le impondrá luchar incluso contra las asociaciones patrióticas Wazalendo, que se nieguen a someterse a esta ideología supremacista de Paul Kagame.
Integración económica regional
Para analizar y explicar el tercer punto de la Declaración de Principios firmada el 24 de abril de 2025, no es necesario buscar las ganancias y pérdidas de cada una de las partes.
El principio adoptado es claro en este punto y confirma los deseos de varios responsables políticos occidentales al respecto. Así, han llegado a una conclusión cuando menos diabólica: la RDC es rica en recursos naturales y geográficamente extensa, con una fauna y una flora inmensas en la región. Ruanda es naturalmente pobre y menos extensa, pero está superpoblada. Por lo tanto, la RDC debe compartir sus riquezas naturales con Ruanda a cambio de su seguridad en la frontera oriental con este país. Esta idea fue lanzada por el expresidente francés Nicolas Sarkozy en enero de 2009.
Y ahora va a ser adoptada como principio para un acuerdo de paz. Esto ha sido aún más fácil porque la RDC propone a Estados Unidos una asociación sobre los minerales estratégicos congoleños a cambio del apoyo diplomático y militar de Estados Unidos.
Este último acepta el principio, pero invita a Ruanda, contra la que el Congo busca protegerse, a participar en las discusiones que conducirán a la firma de la asociación en cuestión. Los ámbitos y direcciones en los que Ruanda deberá participar en la gestión y la explotación se enumeran en el punto 3 de la Declaración de Principios: compromiso con un marco de integración económica basado en las iniciativas ICGLR, COMESA y EAC; apoyo a las inversiones estadounidenses e internacionales para el desarrollo regional; cooperación en materia de desarrollo hidroeléctrico, gestión de los parques nacionales, seguridad de las cadenas de suministro de minerales, promoción de la transparencia y de asociaciones económicas mutuamente beneficiosas.
El retorno de los desplazados internos y los refugiados
La facilitación del retorno voluntario y seguro de los desplazados internos y los refugiados, de conformidad con el derecho internacional, tiene implicaciones para ambos países.
Para Ruanda, el principio se enuncia de la siguiente manera: «La RDC y Ruanda se comprometen, con el apoyo de los organismos de las Naciones Unidas y las organizaciones humanitarias pertinentes, a facilitar el retorno seguro y voluntario […] de los ciudadanos de la RDC que han sido desplazados por el conflicto y que residen actualmente en Ruanda o en otros países […]».
Es cierto que hay refugiados congoleños en Ruanda. Pero con la única salvedad de que, cuando Kagame se refiere a los refugiados presentes en Ruanda, se refiere en primer lugar a los tutsis ruandeses y a los ruandófonos que han vivido en la RDC y que deben repoblar partes de Kivu del Norte y del Sur. Esto forma parte de la estrategia del régimen de Paul Kagame desde finales de la década de 1990.
En cuanto a la RDC, acoge a más refugiados que han huido de Ruanda que los refugiados congoleños en Ruanda. Pero Kagame declara, y es respaldado en ello por la comunidad internacional, que no hay refugiados ruandeses en la región. El ACNUR ha adoptado así una cláusula de cese del estatuto de refugiado para los ruandeses.
Una amalgama exitosa: los refugiados hutus ruandeses y los refugiados hutus burundeses son considerados «genocidas» y, por lo tanto, miembros de las FDLR que deben ser erradicados. Los hutus congoleños de origen que viven en Rutshuru, Masisi, Nyiragongo… millones de congoleños, todos ellos asimilados por Paul Kagame a las FDLR y, por lo tanto, neutralizados.
La declaración de principios también recomienda el apoyo logístico y humanitario de las agencias de las Naciones Unidas y otras organizaciones pertinentes.
Para Ruanda, este apoyo recomendado se refiere a las operaciones especiales que pretende llevar a cabo en la RDC según el principio admitido de «perseguir, neutralizar y erradicar» a las FDLR, es decir, a los hutus (refugiados ruandeses o burundeses, ciudadanos congoleños de etnia hutu) del este de la RDC que se oponen al dominio de la política étnica de Paul Kagame.
Para la RDC, esto significa simplemente que el Gobierno seguirá pidiendo a la comunidad internacional que apoye con medios financieros y logísticos a las ONG desplegadas o que se vayan a desplegar en el este, como la MONUSCO, el CICR, MSF, etc., sin segundas intenciones.
La MONUSCO y fuerzas regionales
En cuanto a la declaración, es necesario apoyar a la MONUSCO para la protección de los civiles, de conformidad con su mandato de la ONU.
Con esta cláusula, Ruanda pretende reducir la misión de la MONUSCO en el este de la RDC a la protección de los tutsis congoleños o ruandeses reasentados en estas provincias. Pero especialmente a los famosos «banyamulengues» de las tierras altas del sur de Kivu, donde ocupan un territorio llamado Minembwe. Pretenden gobernar esta región como «territorio soberano e independiente del poder de Kinshasa» y, para ello, han creado milicias armadas equipadas y dirigidas por Ruanda de Kagame. Los grupos armados como «Twirwaneho, Gumino, …», que ocupan Minembwe y sus alrededores y amenazan con conquistar otros territorios del sur de Kivu, serán recomendados a la MONUSCO para que les proteja con el pretexto de que son civiles «banyamulengues», es decir, tutsis.
Para la RDC, la cláusula equivale a reafirmar y solicitar el redespliegue de la MONUSCO no solo en Kivu del Norte e Ituri, sino también en Kivu del Sur, de donde se había retirado.
En Washington, otro principio acordado es el apoyo a las fuerzas regionales para garantizar la aplicación de los principios y supervisar las actividades de los grupos armados.
Para Ruanda, esta cláusula le permitirá redesplegar las fuerzas de la EAC que estarían bajo su mando, como en el pasado, para sustituir a las de la SADC, que están haciendo las maletas y abandonando la RDC.
Así, Paul Kagame pretende ridiculizar a su homólogo Félix Tshisekedi, que había despedido y agradecido a las fuerzas de la EAC en favor de las de la SADC.
Para la RDC, que con esta cláusula se encuentra entre la espada y la pared, ya que no pudiendo oponerse aún a la fuerza de la EAC cuando la de la SADC que la había sustituido se ha retirado por sí misma, no le quedará más remedio que aceptar la exigencia de Ruanda en este punto.
Incluso recurriendo a otras organizaciones regionales que podrían desempeñar este papel con sus fuerzas, como la Comunidad Económica de los Estados de África Central (CEEAC), la Unión Africana, etc., Paul Kagame mantendría el control para imponer sus decisiones. Así, en el caso de una fuerza de la CEEAC, Ruanda rechazaría que la integraran contingentes procedentes de determinados países. Rechazaría los de Angola, Camerún o Chad, por ejemplo. En cambio, recomendaría los procedentes del Congo-Brazzaville, la República Centroafricana o Gabón.
Esto forma parte del trago amargo que debe tragarse el Gobierno de un país en guerra cuando, al final de esta guerra, se encuentra en una posición de debilidad militar y al borde de la derrota, como es el caso de la RDC frente a Ruanda de Paul Kagame con sus títeres de la AFC/M23, que ocupan dos de sus veinte provincias y que están ansiosos por avanzar hacia Kinshasa, ya que no hay fuerzas que los detengan o se les opongan.
Acuerdo de paz final
El último punto de la «declaración de principios» firmada el 25 de abril de 2025 establece los pasos a seguir y el calendario para llegar a la firma del acuerdo de paz definitivo.
Así, se esperaba un nuevo paso el viernes 2 de mayo de 2025 en Washington: Kinshasa y Kigali debían presentar un anteproyecto de acuerdo de paz, una semana después de la firma de una declaración de principios entre sus ministros de Asuntos Exteriores, en presencia del secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio.
Por otra parte, el texto de la declaración de principios se negoció sin la presencia física de las delegaciones. Las enmiendas, contrapropuestas y compromisos se intercambian a distancia. Por lo tanto, no se iba a firmar nada el 2 de mayo, según precisan fuentes internas de la mediación estadounidense. Se prevé una reunión de los ministros de Asuntos Exteriores hacia la tercera semana de mayo, en Washington, para ultimar un texto consolidado.
Mientras tanto, Kinshasa y Kigali debían transmitir, a más tardar el 2 de mayo, los elementos que debían figurar en el anteproyecto de acuerdo de paz. Sin embargo, a fecha de 5 de mayo, ninguna de las dos delegaciones, que aún trabajaban en sus borradores la noche del 2 de mayo, había hecho ninguna comunicación al respecto. Y Washington, que había anunciado a bombo y platillo que esta segunda etapa se completaría el 2 de mayo, sigue sin pronunciarse al respecto.
Por lo tanto, el proceso diplomático liderado por Washington aún está lejos de haber concluido. Al final del proceso, está previsto que, en junio, los presidentes Félix Tshisekedi y Paul Kagame viajen a Estados Unidos para la firma oficial del acuerdo de paz, en presencia del presidente Donald Trump. También se invitaría a otros jefes de Estado africanos. Pero aún no se ha llegado a ese punto.
La problemática de los «olvidados» de la declaración de Washington
Entre los olvidados del lado de la RDC se encuentran los hutus congoleños de Rutshuru, en el territorio de Mwami Ndeze. Estos hutus congoleños de origen, que además hablan kinyarwanda, al que ellos llaman «gihutu», serán automáticamente asimilados por el régimen de Kagame a las «FDLR» y, por lo tanto, considerados descendientes de los genocidas o portadores de la ideología del genocidio, tan pronto como se atrevan a reclamar sus derechos sobre la tierra, por ejemplo, o simplemente se muestren críticos con el dominio tutsi. Su caso debería mencionarse específicamente en cualquier acuerdo y debate sobre este tema que se resuelva de forma definitiva.
Lo mismo ocurre con los hundes de Masisi, en el territorio de Mwami Karinda, porque son bantúes asimilados por Kagame a los hutus, así como los hutus de Minova, en el territorio de Mwami Sangara.
Todos estos territorios fueron conquistados por las tropas ruandesas de Paul Kagame y están ocupados por sus títeres de la AFC/M23, que han instalado allí una administración paralela a la del poder central legítimo.
Por parte de Ruanda, los principales olvidados son los refugiados hutus de 1994 y sus descendientes, que velan por su seguridad desde 1996.
Entre los demás olvidados se encuentra Burundi, un país con un régimen democrático y pluralista que el régimen antidemocrático y monoétnico ruandés jura derrocar para instaurar un régimen parecido al modelo del FPR vigente en Ruanda desde 1994. Este hecho debería tenerse en cuenta en cualquier iniciativa destinada a restablecer una paz duradera en la región.
También está Tanzania. Este país es sin duda una potencia regional e incluso un factor decisivo en África Oriental y Austral. De hecho, desde la independencia, varios de estos países, si no todos, han tenido al frente movimientos políticos o personalidades apoyadas por Tanzania. Paradójicamente, este país está amenazado y en el punto de mira de Paul Kagame. Este reclama territorios de Tanzania fronterizos con su Ruanda como ruandeses y, por lo tanto, afirma que le pertenecen, tal y como reclama en la República Democrática del Congo.
Además, uno de los antiguos presidentes de Tanzania, aún vivo, ha sido y sigue siendo amenazado de muerte por el mismo Paul Kagame por atreverse a proponer que Paul Kagame aceptara dialogar con su oposición. Nos referimos al presidente entre 2005 y 2015, Jakaya Mrisho Kikwete.
En cualquier momento y con cualquier pretexto, Paul Kagame podría desestabilizar Tanzania invadiendo su parte occidental o decapitándola y provocando así el caos político en el país más estable del África negra desde 1960. La discreción y la legendaria modestia de Tanzania podrían empujar al dictador y conquistador Paul Kagame a intentarlo. Cualquier acuerdo de paz global y regional debería prevenir este deslizamiento para evitarlo.
En este contexto, cualquier iniciativa para restablecer la paz en la RDC y, sobre todo, para garantizar su estabilidad política, debe tener en cuenta e integrar sin excepciones la situación de la República del Congo-Brazzaville.
Los dos países, cuyas capitales (Kinshasa y Brazzaville) son las más cercanas del mundo, tienen, debido a su situación geográfica y sociodemográfica, destinos íntimamente ligados, especialmente en caso de guerra en uno de ellos.
Sin embargo, desde hace algunos años, paralelamente a la invasión y ocupación militar del este de la RDC por Paul Kagame, este ha adquirido amplias extensiones de territorio en Congo-Brazza, en las zonas fronterizas con la RDC y alrededor de su capital, Kinshasa. Tras cederlos Brazzaville y perder toda soberanía sobre ellos, Paul Kagame los repuebla con ruandeses presentados como «agricultores o ganaderos», pero que en realidad son militares de su «reserva» que están en pie de guerra a la espera de la señal. Pretender restablecer la paz en la RDC con la firma de un acuerdo entre esta y la Ruanda de Kagame sin integrar este aspecto creado en Congo-Brazza sería un engaño.
Al igual que en Congo-Brazza, Paul Kagame ha adquirido territorios situados en la frontera norte de la RDC, donde esta se separa de la República Centroafricana por el río Congo-Oubangui. Pero además, en este país, el ejército de Paul Kagame controla las Fuerzas Armadas Centroafricanas con varios elementos de las Fuerzas Especiales de las RDF, pero sobre todo son las fuerzas ruandesas las que garantizan la seguridad cercana y lejana del presidente Faustin Archange Touadéra. Incluso los empleados domésticos de las residencias oficiales y privadas de la pareja presidencial son militares o policías ruandeses.
Y para añadir más confusión y amalgama, es Ruanda quien asegura el mando de la fuerza de las Naciones Unidas desplegada en la República Centroafricana, la MINUSCA, y también quien proporciona el contingente más importante (más de 3.000 hombres). Esta MINUSCA, bajo mando ruandés, está desplegada en todo el territorio centroafricano, al igual que las fuerzas regulares de este país, que incluyen unidades proporcionadas por Paul Kagame.
En estas condiciones, ni siquiera los expertos más diligentes y los relatores y observadores más informados pueden distinguir una operación ordenada por el mando local de Bangui de otra ordenada por Paul Kagame desde Kigali o por la ONU en Nueva York. Por lo tanto, cualquier acuerdo de paz entre la RDC y Ruanda debería abordar este aspecto y resolverlo.
Para lograr una paz duradera y equitativa, todas estas demandas y cuestiones deberían abordarse y resolverse en el acuerdo final que Ruanda, bajo el mandato de Paul Kagame, se dispone a firmar con la RDC, con el patrocinio y la garantía de la primera potencia mundial, los Estados Unidos de América, y, lo que es más, bajo el mandato de un presidente cuyo programa de política internacional es «MAGA»: Make America Great Again (Hagamos grande de nuevo a Estados Unidos).
Acuerdo entre Paul Kagame y Donald Trump: ¿ganar-ganar o «rescate seguido de primeros auxilios»?
A finales de febrero de 2025, Estados Unidos impuso sanciones contra el actual ministro de Integración Regional de Ruanda, el general James Kabarebe, por su presunto papel en la ofensiva del M23 en el este de la RDC. Cabe señalar que James Kabarebe es antiguo jefe del Estado Mayor del Ejército congoleño en Kinshasa, pero también antiguo jefe del Estado Mayor del Ejército ruandés en Kigali y ministro de Defensa de este país. Sin embargo, desde estas sanciones, la Administración Trump ha multiplicado los gestos de acercamiento a Kigali. Y el lunes 28 de abril, ambos países iniciaron su primer «diálogo bilateral estratégico».
Washington mantiene conversaciones por separado con Ruanda y la República Democrática del Congo con el fin de firmar con cada uno de estos países acuerdos que prevean el acceso a los recursos mineros a cambio de garantías de seguridad.
Para los Estados Unidos de Trump, solo cuentan sus intereses, aunque ello implique utilizar un doble lenguaje o desacreditarse. ¡La moral y la coherencia no forman parte de su receta!
Al percibir el pánico de Paul Kagame tras unas sanciones simbólicas, Trump considera que es el momento oportuno para ordenarle cualquier cosa, siempre que sea en interés de MAGA (Make America Great Again). Así, Trump ordena a Kagame que retire sus tropas de la RDC para permitir que las empresas mineras estadounidenses se instalen allí y exploten los yacimientos y, a cambio, Paul Kagame no tendrá que responder por los crímenes cometidos en la RDC y, además, Kagame se asociará a la explotación de los minerales de la RDC.
En la misma línea, Trump pide a Kagame que acoja en Ruanda a los migrantes expulsados de Estados Unidos. Además de la impunidad por sus crímenes en la RDC, Paul Kagame recibirá millones por cada migrante acogido en Ruanda. La operación ya ha comenzado, incluso antes de la firma de un acuerdo formal en este sentido. Esto es lo que se llama «pragmatismo, realpolitik y visión estratégica» al estilo Trump. ¡Los que no lo hayan entendido (como los políticos de la RDC) pagarán el precio!
Momentos y evaluación de la «Pax Americana» Ruanda-RDC
Por lo tanto, habrá que examinar con lupa lo que se haya logrado en cada una de las etapas de este proceso de Washington. Ya hemos tenido la «declaración de principios», el anteproyecto de acuerdo de paz previsto para el 2 de mayo sigue pendiente y aún habrá que esperar a que se ultime el texto consolidado y, por fin, a que Félix Tshisekedi y Paul Kagame firmen un acuerdo de paz bajo la mirada de Donald Trump, el próximo mes de junio, tal y como estaba previsto.
Por lo tanto, no hay que alegrarse y proclamar ya la paz en el este de la RDC y el fin del sufrimiento de las poblaciones bantúes de la región, víctimas durante mucho tiempo del hegemonismo y las persecuciones del clan étnico y hegemónico de Paul Kagame.
Se necesitarán más esfuerzos, presiones y compromisos (voluntarios o interesados) para devolver la paz no solo al este de la RDC, sino también y sobre todo para liberar al pueblo ruandés del grupo criminal FPR de Paul Kagame y establecer la democracia en Ruanda tras más de tres décadas de dictadura feudomonárquica acompañada de apartheid. Incluso el MAGA de Trump se manifestaría al fin y pasaría a la historia. De lo contrario, MAGA seguirá siendo un eslogan político vacío y poco realista.
En este acuerdo del siglo: seguridad para la RDC como Estado a cambio del reparto de sus riquezas naturales con Ruanda y el control y la explotación de los minerales estratégicos para los Estados Unidos, no debe permitirse que los olvidados o los perdedores sean las poblaciones ruandesas que languidecen bajo el yugo hegemónico y feudomonárquico de Kagame desde hace más de tres décadas, ni las comunidades congoleñas del este de la RDC, masacradas, expoliadas y expulsadas de sus tierras por el único delito de ser «bantúes» y no nilo-hamitas.
Mientras tanto, los políticos congoleños de la oposición, tal y como los conocemos, aprovechan la ocasión para coaligarse contra el Gobierno en el poder con el fin de tener más peso que este en cualquier iniciativa que busque devolver la paz y la seguridad al este de la RDC. Un pretexto muy oportuno para volver a ponerlos en escena en el momento más crucial de la existencia misma del Estado congoleño.
De hecho, Katumbi, Fayulu, Kabila y Sessanga firmaron el 30 de abril de 2025 una declaración conjunta en la que se alinean con la iniciativa de los obispos de la Conferencia Episcopal Nacional del Congo (CENCO) y los pastores protestantes de la Iglesia de Cristo en el Congo (ECC) para un diálogo interno. Este diálogo es «indispensable para que los congoleños puedan identificar las causas profundas externas e internas de la guerra», como ellos mismos afirman.
Lo más repugnante es que estos políticos no están motivados para restablecer la paz y la seguridad en el este de la RDC, ni para poner fin al sufrimiento de las poblaciones del sur y el norte de Kivu, que están a merced de los grupos terroristas y criminales creados o enviados por Paul Kagame desde hace tres décadas, sino únicamente por su negativa a que la paz vuelva a esta región bajo el régimen del gobierno de la UDPS de Félix Tshisekedi. Lo cual sería un acto y un logro histórico e irrefutable que se le podría atribuir, lo que sería el colmo para sus oponentes. Por eso se agitan, para ser también actores en este proceso o, si no es posible o conveniente, sabotearlo y mantener el estado de guerra en el este; al fin y al cabo, todos son multimillonarios y ninguno de sus familiares vive ni ha sido desplazado del norte o del sur de Kivu.
Cita a finales de junio de 2025 para la ceremonia de firma del acuerdo de paz definitivo entre Ruanda y la RDC en Washington por los presidentes Paul Kagame y Félix Tshisekedi, bajo la atenta mirada de Donald Trump. Un momento histórico, pero como siempre, «ay de los vencidos y de los incautos».
Fuente: Echos d’Afrique
Foto: Firma de la «declaración de principios», el 25 de abril de 2025 en Washington, por parte de los ministros de Asuntos Exteriores de la RDC y Ruanda, bajo los auspicios del secretario de Estado de Estados Unidos Marco Rubio.
Ruanda y la RD del Congo acuerdan avanzar hacia un borrador de paz (France 24, 26.04.2025)