Todos y cada uno de los occidentales -misioneros o humanitarios- asesinados por orden de Paul Kagame desde 1994 tenían algo en común: por su rectitud, generosidad y conocimiento de la situación eran unos observadores incómodos. Ahora, a medida que vamos conociendo más datos personales del embajador italiano Luca Attanasio, vamos comprobando que su figura encaja a la perfección en ese perfil. Demasiada sensibilidad y demasiada conciencia. Demasiados contactos y demasiado amistosos, no solo con los Javerianos italianos de Goma y Bukavu sino también con otras gentes incómodas como Denis Mukwege, el ginecólogo congoleño Nobel de la Paz de 2018. Alguien que en su discurso en la recepción de dicho galardón clamó: “Los habitantes de mi país tienen desesperadamente necesidad de paz. Pero ¿cómo construir la paz sobre fosas comunes? ¿Cómo construir la paz sin verdad ni reconciliación? ¿Cómo construir la paz sin justicia y reparación?”

Recordemos que James Kabarebe, el segundo -inmediatamente después de Paul Kagame- de los cuarenta imputados por el juez Fernando Andreu, también había amenazado de muerte públicamente al mismo Denis Mukwege, con la arrogancia e impunidad propias de la gran mafia liderada por Paul Kagame, sin inquietarse por su condición de Nobel de la Paz. Recordemos que en solo un día, el 24 de agosto de 1998, casi mil personas fueron masacradas en Kasika -una aldea de su provincia, Kivu del Sur-, la mayoría de ellas niños y mujeres, que además sufrieron violaciones. Violaciones tan habituales allí que este ginecólogo está exclusivamente dedicado a tratar a las miles de mujeres congoleñas víctimas de ellas. Recordemos que su integridad y su no sometimiento a tanta criminalidad le ha ocasionado graves problemas, incluido un intento de asesinato, el 25 de octubre de 2012, en el que falleció el guardián de su casa. Recordemos que la última campaña contra él ha sido tan virulenta que ha tenido que ser denunciada por personalidades como nuestro amigo Adolfo Pérez Esquivel, Nobel de la Paz de 1980. ¿Cómo va a ser casual o aleatorio que, entre miles de otros, haya sido asesinado precisamente Luca Attanasio, posicionado como muy pocos blancos en esa misma línea humanitaria del doctor Mukwege y de los misioneros Javerianos?

Las amistades y tendencias “inconvenientes” del embajador y su alto cargo diplomático le convertían en alguien excepcionalmente incómodo. Es a este tipo de observadores de “la comunidad internacional”, como Luca Attanasio o como los nueve españoles asesinados por orden personal de Paul Kagame, a los que se refería este cuando le escribía a su compañero el dictador de Burundi, Jean-Baptista Bagaza, que ellos, sobre todo, podrían hacer fracasar su plan sobre el Zaire. El embajador italiano, muy probablemente, antes o después le hubiese dado problemas. Paul Kagame no se refería, sin duda alguna, a otro tipo de observadores de la comunidad internacional. Como, por ejemplo, las decenas de miles de miembros de las sucesivas misiones de la ONU, que parece ser que nunca observaron nada, ni mucho menos estabilizaron ni pacificaron nada. Solo a un conocido nuestro congoleño le han asesinado diez familiares en las últimas semanas. Crímenes masivos, violaciones masivas… año tras año. Inicialmente, una primera misión en Ruanda, la UNAMIR, estuvo a las órdenes del amable y colaborador “camarada” de Paul Kagame, el general canadiense Romeo Dallaire. Actualmente la MONUSCO está compuesta nada menos que por un total de casi 20.000 soldados, observadores, etc. A veces son ellos mismos los involucrados en crímenes como el de la explotación sexual. Como ocurrió con 140 miembros de la MONUC entre diciembre de 2004 y agosto de 2006.

El valiente y lúcido comunicado emitido por los misioneros Javerianos de Italia[1] al ser también acusados como nosotros en noviembre de 2009 por el grupo de expertos de la ONU -dóciles a las indicaciones e instrucciones de Rakiya Omaar, agente de Paul Kagame y presidenta de la ONG African Rights, con sede en Londres-, muestra con toda claridad por qué el régimen ruandés habría puesto en el objetivo de sus fusiles al embajador Luca Attanasio, tan amigo de estos héroes incómodos:

“Estos a los que, con mucha facilidad, llamamos FDLR, en realidad –según los que viven día a día sobre el terreno y encuentran a personas concretas en situaciones concretas– no son sólo un grupo armado, sino un pueblo de mujeres, hombres, viejos, niños, que viven en un país que no es el suyo, generalmente en lo más profundo de la selva, sin comida ni medicinas. Una ayuda humanitaria para comprar lonas plastificadas, fármacos y material didáctico ¿puede realmente considerarse una fuente de financiación de un grupo rebelde? […] La ayuda a los pobres, el socorro de los desplazados y de los refugiados que viven en condiciones desesperadas, a menudo expuestos al frío, a la lluvia y sin tener dónde refugiarse, es un deber para los misioneros que trabajan sin hacer diferencias entre las personas.

A menudo los misioneros trabajan en situaciones dramáticas en las que se mezclan violencia, injusticia, violaciones de los derechos humanos, miseria, manipulación de la información, intereses económicos y políticos. En estas situaciones al límite de la exasperación se hace realidad la posibilidad de eventuales errores. Y aunque alguna vez ocurriera esto, el peligro está en quedarse largo tiempo ante el ratoncillo caído en la trampa y dejar pasar, mientras, la manada de dinosaurios cargados de millones.

El deseo expresado repetidamente por las FDLR de regresar a su patria permanece todavía sin posibilidades razonables. Que el Gobierno ruandés no desea ese retorno lo demuestra la agresividad de la represión interna, parapetada detrás de una apariencia de democracia y de reconciliación nacional. Y también la forma del ataque de las tropas ruandesas contra las FDLR: cada vez las están empujando más al interior del Congo, en dirección opuesta a las fronteras. La cuestión es que su presencia en el este de la RDC sirve al régimen ruandés para justificar su ocupación del territorio congoleño y para disfrutar de los minerales extraídos ilegalmente ya sea por las FDLR como por los militares mismos. De hecho, se constatan extrañas colaboraciones entre grupos opuestos entre ellos y ya no se sabe quién es quién y a qué intereses obedecen.

Es necesario vivir en esa región para sentir desde dentro esa gran impotencia frente a situaciones que cualquier sencillo habitante de las aldeas congoleñas puede comprender más claramente que mil autoridades y expertos internacionales. Ruanda es un fuego que quema y nadie quiere que le echen ahí dentro: el uso de la fuerza no conseguirá nunca empujar al regreso de los grupos armados […].

El documento de la ONU, o lo que hemos podido leer de él, da detalles de nombres de personas y grupos considerados implicados por dar apoyo a las FDLR y/o en el comercio ilegal de materias primas del este de la RDC. Las acusaciones se extienden a varios grupos y países, pero se focalizan sobre todo en las FDLR. El efecto final es el de dar, una vez más, la idea de que el nudo del problema del este de la RDC y de toda la Región son los hutu ruandeses refugiados en Congo.

[…] hasta que no se acepte […] escuchar toda la verdad, considerar todo cuanto ha ocurrido en estos años en Ruanda, desde 1990 hasta hoy, no habrá paz en la región. La paz no llegará con la MONUC, no llegará con los expertos, no llegará con las tropas de élite o con el escaparate de la mesa de la paz.

Nosotros, misioneros, que estamos en la región, pedimos a la comunidad internacional el coraje de la verdad. Y mientras, si tendemos una mano a un pueblo que está en la selva, si intentamos trabajar para que aparezca la verdad, es porque actuamos según lo exige nuestra conciencia. No somos perfectos, ni somos expertos en política, y nuestras intervenciones tal vez puedan, en algún momento, ser criticadas: pero entonces que la política de verdad ejerza su papel. Nosotros, misioneros, ya no nos sentimos capaces de hacer el papel de ‘apagafuegos’ sin mirar también a las raíces de los males.»

¿Por qué los hutus de las FDLR iban a asesinar al amigo de los misioneros Javerianos italianos, que precisamente los han ayudado tanto, cuando el mundo entero los ha abandonado, y que incluso se han arriesgado a sufrir las feroces represalias de Paul Kagame? En toda África solo Paul Kagame tiene la arrogancia, el atrevimiento y la protección asegurada de los más poderosos del mundo como para atreverse a asesinar al embajador de un gran país europeo. Y en todo el mundo solo algunos grupos tan fanatizados como él.

En lo que respecta a la cuestión del derecho de los pueblos a su legítima defensa, el cinismo de los líderes políticos y de los creadores de opinión occidentales sobrepasa ya todo lo razonable. Hace tan solo unos días, un importante investigador, especialista en el dossier Ruanda-Congo, que no había seguido tan de cerca como yo el affaire Rusesabagina me pidió que le ayudase a formular a la revista Jeune Afrique algunas preguntas sobre este asunto. Así lo hice:

  • ¿En qué porcentaje Paul Kagame es propietario de Jeune Afrique? ¿Cuántas acciones posee?
  • ¿Por qué Jeune Afrique da tanta credibilidad a Philip Gourevitch?
  • Philip Gourevitch es otro caso que muestra que tras la supuesta imparcialidad y profesionalidad asépticas de ciertos periodistas existen complicidades reales. Como lo subraya Robin Plilpot, Philip Gourevitch es el cuñado de Jamie Rubin, adjunto para la prensa y hombre para todo de la secretaria de Estado Madeleine Albright (Ça ne s’est pas passé comme ça à Kigali, página 92). Pueden entenderse sus elogios sobre Paul Kagame, al que incluso comparó con Abraham Lincoln: se trata simplemente de “misiones” profesionales, esos “servicios” de lobbying bien conocidos y bien pagados que caracterizan la política estadounidense.
  • Por qué Paul Kagame, acusado por un tribunal con competencia universal de los más graves crímenes tipificados, es tratado con tanto respeto por Jeune Afrique?
  • Por qué Nelson Mandela, encarcelado durante casi tres décadas por negarse a firmar su renuncia a la lucha armada en un simple papel, es considerado un héroe? ¿O, igualmente todos aquellos que lucharon contra los nazis?
  • Por qué, por el contrario, Paul Rusesabagina es criminalizado como “terrorista” por haber, supuestamente, apoyado el derecho legítimo del pueblo ruandés a luchar contra una dictadura criminal?
  • Por qué Jeune Afrique sigue ocultando que, como la ONU ya expuso, tras diversos grupos terroristas en los Kivu (con algunos de los cuales Paul Rusesabagina es acusado de colaborar) se encuentra en realidad el régimen de Paul Kagame?

Unas semanas después de las graves y absurdas acusaciones de la ONU contra nosotros, el político belga Alain De Brouwer, muy buen conocedor de la realidad ruandesa, incluso desde antes del genocidio de la primavera de 1994, publicaba un excelente documento titulado “Lucha contra la impunidad en África Central: la brecha inesperada de la justicia española”. Para explicar los motivos de este ataque que sufrimos junto a aquellos misioneros y religiosos que exponen sus vidas por la justicia y la paz en aquella región, escribía lo siguiente sobre las FDLR:

  • “Estos últimos son presentados por el régimen de Kigali y por muchos órganos de prensa en Europa como una milicia de ‘rebeldes ruandeses surgidos de los genocidas’ de 1994.
  • […] la plataforma civil de las FDLR contiene dos elementos facilitadores para toda mediación: la obligación para cada miembro de las ex FAR[2] de responder individualmente de sus actos durante la guerra [de 1990 a 1994] y el genocidio, pero ante una jurisdicción independiente del régimen del FPR; la apertura de un auténtico diálogo político inter-ruandés, a fin de establecer el cuadro futuro de una democracia compartida en Ruanda y facilitar así el retorno de la mayoría de exiliados (2010 será un año electoral).
  • Es necesario, por tanto, que los grandes medios de comunicación no olviden la realidad que se esconde tras las FDLR: la de los supervivientes de las masacres masivas perpetradas por el FPR tras sus dos invasiones del Congo. La primera en 1996, con la destrucción de los campos de refugiados de los dos Kivus, puestos en principio bajo la protección del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados. La segunda a partir de 1998, con la serie de agresiones del Ejército ruandés que han provocado una auténtica hecatombe en el seno de la población congoleña, en la que las víctimas se cuentan por millones.
  • Los supervivientes ruandeses de estas dos invasiones han logrado sobrevivir en condiciones inhumanas, escondidos en la selva virgen, desconectados del mundo exterior. Gracias a la ayuda de los aldeanos y de ciertos cuadros sociales y religiosos surgidos de la sociedad civil congoleña han podido, después de largos años, abandonar las regiones peligrosas y a veces alcanzar Europa […].
  • ¿Por qué poner el acento sobre las FDLR, juzgadas como obstáculo principal para la pacificación de las dos provincias del Kivu? Y ello cuando el informe del grupo de expertos de la ONU debería apuntar a muchos otros actores, por otra parte más peligrosos y ligados a los circuitos ilegales de exportación de materias primas preciosas para los ámbitos de negocios del FPR. ¿No es extraño, en este sentido, ver a Paul Kagame, presidente de un país que no produce coltán, aparecer en la City de Londres para discutir el precio de estos minerales estratégicos?”[3]

Finalmente quiero referirme más detenidamente a otro factor que ya apunté en la primera parte de este artículo. Un factor que es aparentemente secundario, ya que solo tiene que ver con el pequeño ámbito de lo personal, pero que, aún en un conflicto de dimensiones enormes como es este, me parece muy importante. Me parece incluso determinante, a pesar de que los especialistas no suelen dedicarle mucha atención: el factor humano, tan decisivo para el bien -según seres tan excepcionales como mahatma Gandhi-, como también para el mal. Me refiero concretamente a la personalidad desquiciada y perversa de Paul Kagame.

Empecemos por recordar dos acontecimientos que seguro le habrán producido una gran irritación. En primer lugar, el ya citado Informe de la ONU del 23 de diciembre de 2020, muy crítico con el régimen ruandés. Y en segundo lugar, la Resolución del Parlamento Europeo del 11 de febrero, más crítica aún y aprobada por 659 parlamentarios con solo 35 abstenciones y 1 solo voto en contra. La virulenta reacción del Parlamento de Ruanda, sumiso instrumento de Paul Kagame, es una prueba evidente de tal irritación. Tan solo once días después, el día 22 de febrero, era asesinado Luca Attanasio, embajador de un país europeo, que además viajaba en un convoy del Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la ONU. Dos pájaros de un tiro. En Occidente no es necesario explicar qué son las mafias y cuáles son sus códigos. Todos sabemos de sus venganzas, represalias, advertencias y “mensajes”.

Muchos son conscientes del significado de este conjunto de acontecimientos entrelazados. Otra cosa diferente es que quieran o puedan expresarlo. Los cómplices de esta criminal mafia lo callan intencionadamente, quienes están al alcance del largo brazo criminal de Paul Kagame -incluso en el exterior de Ruanda- no pueden expresarlo tan explícitamente como yo lo hago y otros prefieren ser más prudentes en sus análisis de lo que yo lo soy. Pero resulta que no es la primera vez que nosotros mismos hemos sufrido ese tipo de chantajes mafiosos del régimen ruandés. Baste citar, sin extenderme en relatar los detalles de este escandaloso asunto, el encarcelamiento del cónsul honorario español Luis Dueñas en Kigali como verdadero rehén -seriamente enfermo como ahora Paul Rusesabagina-, como verdadera represalia y advertencia al Gobierno de España en el caso de que siguiese adelante con los mandatos de arresto del juez Fernando Andreu contra cuarenta máximos cargos del Gobierno ruandés. Solo fue liberado tras obtener la promesa de “colaboración” para desactivar en la Audiencia Nacional el caso Ruanda-Congo.

Sin embargo, más allá de “lo mafioso” existe algo mucho peor. Incluso las mafias tienen un cierto código de honor. A ese algo aún peor algunos lo llamaríamos “lo diabólico”. Pero, aunque semejante categoría solo fuese metafórica y tras ella no se escondiese nada real, como muchos piensan, hay algo incuestionable para los profesionales del psiquismo humano: existe “lo perverso”. No es que Paul Kagame simplemente no sienta jamás culpa, como sucede con los psicópatas. Es algo peor: son muchos los que testifican que disfruta haciendo daño, trasgrediendo, desafiando a todo y, en especial, a lo más sagrado.

Es necesario entender todo esto para poder valorar, a título solo de ejemplo, su ensañamiento en Kibeho -el lugar de las apariciones marianas reconocidas como auténticas por la Iglesia-, masacrando el 17 de abril de 1995 a unos 6.000 u 8.000 hutus civiles indefensos, ante los cascos azules de la ONU totalmente pasivos. O ese mismo ensañamiento al decir el 5 de junio de 1994 a sus subordinados “Ya os he dicho que limpiéis esa basura”, en el momento en el que confirmaba la orden de asesinar al arzobispo de Kigali, dos obispos más, diez sacerdotes y religiosos, un joven y un niño de 8 años. O el cruel asesinato hace ahora un año del entrañable místico cantautor, nacido precisamente en Kibeho, Kizito Mihigo.

Uno de los testimonios que mejor refleja la naturaleza de Paul Kagame es el de alguien de su entorno personal: “Recuerdo que una vez, en Mutara, mientras combatíamos para tomar Kigali, él mismo en persona fue hacia una ametralladora de 12.7 Mm antiaérea y, subido en un jeep de su escolta, disparó sobre una pacífica multitud de campesinos reunidos en un mercado. Esto sucedía en 1994. Luego ordenó a sus soldados utilizar todas las armas disponibles para arrasar el mercado. Es entristecedor ver a un jefe, irónico y riendo, participar así en la masacre de las personas de un mercado.” Pero no son necesarios testimonios de terceros: él mismo mostró todo su odio y crueldad en muchas ocasiones. Como en el discurso en el que reiteraba una y otra vez que de lo único que se arrepiente en su vida es de no haber acabado con todos los refugiados hutus que huían -en su gran mayoría ancianos, mujeres y niños- y con los franceses que desplegaban la Operación Turquesa aprobada por la ONU.

El profesor Filip Reyntjens lo calificó hace ya años como “el mayor criminal de guerra en el poder hoy”. Puede que entonces no fuese el mayor criminal ni lo sea ahora. Ya que nada de lo que hizo y sigue haciendo habría sido posible sin el apoyo de los Clinton, los Blair o los posteriores “líderes” de Occidente, que paralelamente fueron o son responsables de otras muchas guerras de agresión internacional. Pero seguramente sí es el más perverso. Para argumentar mi atrevida valoración, solo me he referido a algunos de los muchos testimonios posibles.

¿Quién es Paul Kagame? Habría que empezar por decir que se trata de un descendiente de la realeza tutsi, un exiliado más en Uganda junto a su familia tras el referéndum organizado por la ONU en 1961, en el que la realeza fue rechazada masivamente. El joven Paul creció en el rencor no solo hacia la plebe hutu sino también hacia los blancos, que provocaron en su “idílica” Ruanda aquella revolución democrática. Mención aparte merece su rencor hacia la Iglesia, misioneros y clero autóctono, a los que siempre culpó como grandes responsables de dicha revolución. Para él, el giro dado tras el Concilio Vaticano II por la jerarquía católica a favor de las víctimas y de los más desfavorecidos era algo intolerable e incluso incomprensible. Tanta arrogancia se remonta siglos atrás, con ideologías sobre la indiscutible superioridad racial de los tutsis. Desarrollaron incluso mitologías sobre su origen divino. Por añadidura, historiadores como Spiridion Shyirambere han mostrado que, entre todos los clanes reales, el clan Bega, el de Paul Kagame, destacaba por su crueldad.

Hay otro tipo de crímenes que, a pesar de no ser asesinatos en sentido estricto, no deberíamos menospreciar: Paul Kagame es especialista en acabar con la dignidad de las personas. En la primera parte de este artículo ya vimos su indisimulada fruición al alardear de que todo un primer ministro británico, Tony Blair, le saliese tan barato. Es el mismo deleite que debe sentir cuando Bill Clinton y tantos otros presidentes se agachan en su presencia pidiéndole perdón por el genocidio, a él el principal responsable de esa enorme tragedia. Y -aunque sé que lo que voy a escribir a continuación volverá a herir muchas sensibilidades-, es probable que este ser de personalidad perturbada no haya tenido en su vida mayor sádico regocijo que el de ver al papa Francisco humillarse pidiéndole perdón por el odio de muchos religiosos y sacerdotes hutus. Pidiéndole perdón a aquel que es la personificación misma del odio y que ha provocado el odio reactivo de tantos hutus. Quizá tras este triste episodio, muy doloroso para tantos católicos -especialmente para los ruandeses y congoleños-, Paul Kagame se sienta interiormente reforzado en su condición de hijo del mismo Imana, el Creador, según la arrogante -¿y delirante?- creencia de los más fanáticos de la antigua aristocracia feudal tutsi. Pues, ¿por qué si no se iba a inclinar ante él aquel que es el padre espiritual de 1.300 millones de seres humanos?

¿La Unión Europea le tolerará semejante crimen, al igual que España no solo le toleró el asesinato de una decena de ciudadanos españoles sino que lo recibió en Madrid con todos los honores como copresidente de los Objetivos del Milenio y le continúa donando importantes ayudas económicas… a él ¡un asesino que resulta ser el jefe de Estado con el mayor sueldo en todo el mundo! -sin contar los exorbitantes beneficios que le reporta el pillaje del Congo-? ¿Tolerará semejante barbarie al igual que no solo tolera sus asesinatos y violaciones masivos en Ruanda y Congo sino que además continúa año tras año proporcionándole unas escandalosas ayudas económicas? ¿Tolerará semejante indecencia como toleró el asesinato de quince cascos azules -sin contar los 59 heridos- en Beni el 7 de diciembre de 2017 (el informe de la ONU, dirigido por el ruso Dimitri Titov, duerme en los cajones como tantos otros)? Y así podríamos seguir con un interrogante tras otro. Sin ir a buscar los crímenes más antiguos, que se remontan a la muy grave agresión internacional sufrida por Ruanda en octubre de 1990. Los servicios de información occidentales tienen mucha información, seguro que, aunque callen una vez más, conocen la autoría de este grave atentado contra el embajador de un gran país europeo.

Notas

[1] Comunicado de la revista Red Paz para el Congo.

[2] Fuerzas Armadas Ruandesas, el Ejército regular de la Ruanda que fue atacada por el FPR.

[3] Dossieres Encuentros para la Paz.

Entrevista a Hervé Cheuzeville - El embajador de Italia, Luca Attanasio, no podía viajar sin un visado de seguridad. (05.03.2021)