Joan Carrero (Arjona, Jaén, 1948) es el presidente de la Fundació S’Olivar desde su constitución, en el año 1992. La función de esta organización es garantizar la paz y la democracia en África. También es escritor y en su último libro, titulado El Shalom del resucitado, habla de cómo las apariciones de Jesús de Nazaret serían posibles según la física actual.

¿Por qué surge la idea de escribir este libro?

—Fue una petición de hace muchos años de Luis Aranguren, que en ese momento era el director de la editorial PPC, que es de la Conferencia Episcopal. Me pidió que por qué no les hacía un libro contando mis experiencias más personales, a diferencia de los tres anteriores. Me produjo bastantes reticencias, porque contar cosas personales no es fácil.

¿Cuál es el tema del libro?

—Tras la petición, me fui dando cuenta paulatinamente de que hablar de mi vida y de los episodios más relevantes de la misma era hablar de Jesús de Nazaret, y eso me interesaba mucho. En principio, debería haber contado muchas anécdotas, pero al final el tema central son las implicaciones de la física actual en el ámbito de la espiritualidad y más concretamente en la interpretación o exégesis del Nuevo Testamento. Sostengo que las apariciones de Jesús, vistas a la luz de la nueva física, serían posibles y explicables.

¿Cómo se demuestran?

—No se le puede pedir a la física que demuestre las apariciones, pero es verdad que con lo que sabemos ahora, con la nueva física, serían posibles. Cuando la física clásica de Newton entró en crisis, los teólogos se despiertan en el sentido contrario: empiezan a cuestionar la interpretación clásica que se hacía de los milagros y afirman que, al no ser explicable por la ciencia, había que tratar estos fenómenos como mito. Después, hubo gente que dijo que, en relación a estos fenómenos, se había caído en concordismos fáciles. Yo me alejo de todo esto y me centro en experiencias personales que me confirman que el mensaje de los evangelios es cierto.

¿Puede contar alguna experiencia que se explique en el libro y que demuestre todo esto?

—Las más fuertes están relacionadas con el nacimiento de la Fundació, yo hablo de verdaderos prodigios o señales. En la época de creación de la Fundación sentía un gran dolor de que estuvieran muriendo decenas de miles de niños por hambruna en Somalia, y tuve una crisis personal muy fuerte, pensando en qué clase de humanidad vivía. Por eso, en unos días de plegaria muy intensa y de gran reflexión tuve una visión, supe todo lo que después sucedería: que tendríamos la finca de S’Olivar, que ayudaríamos a África…

¿A quién está dirigido el libro?

—Es un abanico bastante amplio, porque hablar de física cuántica relativista, espiritualidad ya no está restringido a personas que conocen la experiencia de S’Olivar, sino que está abierto a más gente. Hay gente interesada que es más intelectual, vicarios, físicos, gente estudiosa de lo metafísico… En general, gente que les duela la situación del mundo y que estén abiertos a otros horizontes.

¿Por qué cree que la gente tiene cada vez menos fe?

—El progreso de la humanidad no es lineal y estamos en un momento en que la tecnología lo ocupa todo, pero nos olvidamos que lo que nos permitió tener esta maravilla fueron las intuiciones de Einstein, y que detrás de todo esto está una materia prodigiosa que nos ha abierto todo el conocimiento.

¿Está la sociedad preparada para entender la física y la espiritualidad de manera conjunta?

—Si no están preparados muchos teólogos, es complicado que lo esté la sociedad. Aunque muchas veces es al revés, no tiene nada que ver la intuición y la corazonada con la capacidad de análisis. Hay gente preparada, pero seguramente la gran masa están en cosas del día a día.

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