Las despiadadas sentencias de cárcel dictadas hoy por los fascistas (he utilizado la palabra con cuidado y correctamente) del Tribunal Supremo español a los presos políticos catalanes representan un crudo símbolo del fracaso del liberalismo dentro de la Unión Europea. Que un intento de organizar una votación democrática para el pueblo catalán en ejercicio del derecho de autodeterminación garantizado en la Carta de las Naciones Unidas, conduzca a un encarcelamiento tan largo, es una clara violación del más básico de los derechos humanos.
Me vi obligado a retirar mi apoyo personal de toda la vida a la UE cuando, en respuesta al vil aplastamiento del referéndum catalán por parte de las fuerzas paramilitares franquistas cuando el mundo entero vio como las abuelas eran golpeadas en la cabeza y arrojadas por las escaleras mientras intentaban votar, todas las instituciones de la UE –el Consejo, la Comisión y el Parlamento– se pusieron en fila una tras otra para subrayar su firme apoyo a la acción paramilitar de Madrid en el mantenimiento del «orden público».
Hoy vemos lo mismo. Ante el encarcelamiento de los catalanes por sus esfuerzos democráticos, la Comisión de la UE ha afirmado que «respeta la posición del poder judicial español» y que «este es y sigue siendo un asunto interno de España, que debe ser tratado de acuerdo con su ordenamiento constitucional». La Comisión simplemente ignora lo que es, evidentemente, una violación fundamental de los derechos humanos básicos. Esto es mucho peor que lo que han hecho Polonia o Hungría en los últimos años, y la Comisión también está mostrando una hipocresía flagrante en el tratamiento comparativo de sus miembros occidentales y orientales.
Hubo un tiempo en el que la UE era un brillante ejemplo de regulación económica y medioambiental y de redistribución de la riqueza regional. Mi simpatía por la institución se ha debido a que era una de nuestras pocas defensas contra el thatcherismo económico. Pero se ha convertido en algo muy diferente, un club de apoyo mutuo para los líderes políticos neoliberales.
No escribo mucho en mi blog sobre el Brexit porque me preocupa menos que la mayoría de la población. No creo que permanecer dentro sea esencial ni que dejarla sea una panacea política. Deseo desesperadamente mantener la libertad de circulación, y creo que abandonar la unión aduanera sería una autolesión económica a gran escala. Una relación al estilo noruego me vendría bien, pero en general prefiero quedarme al margen de la discusión. Creo que, como cuestión de legitimidad democrática, después de haber celebrado el referéndum de 2016, el resultado debería ser respetado; Inglaterra debería irse y Escocia e Irlanda del Norte permanecer.
Pero también digo esto. Se espera que un millón de personas marchen el sábado en apoyo de la UE. Esta es la UE que acaba de expresar su apoyo activo al encarcelamiento de los catalanes por haber celebrado una votación. Se suman a Julian Assange como prisioneros políticos en la UE detenidos por delitos de pensamiento no violentos.
Le digo esto a cualquiera que piense en marchar el sábado. Es moralmente incorrecto, en este momento, mostrar apoyo público a la UE, a menos que lo equilibréis mostrando vuestro disgusto por la represión fascista de los catalanes y el apoyo de la UE a esa represión. Cada uno de los asistentes a la marcha del sábado tiene la obligación moral de equilibrarla enviando un mensaje a la Comisión de la UE de que su apoyo a esta represión está totalmente fuera de lugar, y portando una bandera o un cartel en la marcha que indique apoyo a los presos políticos catalanes. De lo contrario, sólo eres una persona engreída que marcha por su propio interés personal. Junto a los simpatizantes de la guerra de Irak, que sin duda dominarán de nuevo los discursos de la plataforma.
Craig Murray es escocés. Fue embajador del Reino Unido en Uzbekistán, donde a partir de revelaciones suyas se descubrió una red global de secuestro y tortura puesta en marcha por la CIA y el MI6 después del 11 de septiembre de 2001.
Fuente: Craig Murray