Los malos resultados de Més en las pasadas elecciones autonómicas y municipales han reabierto un debate, que se reproduce de manera cíclica, sobre las causas de la pérdida de votos de los ahora denominados eco soberanistas. Ya es tradición que después de la participación en gobiernos progresistas, los años noventa en el Consejo de Mallorca y después en los gobiernos de progreso, el PSM, ahora Més, sufre un retroceso electoral. Lo más sorprendente es que casi ningún analista lo atribuye a una mala gestión, sino al contrario, los nacionalistas de izquierda se han ganado la fama de buenos gestores. Más influencia en los malos resultados electorales de Més tendría el efecto incineradora, la cual tuvo que votar el PSM en 1995; o la construcción del hospital de Son Espases, la legislatura de 2007-2011; o la fatídica autovía Campos-Llucmajor en la pasada legislatura. Curiosamente, estas polémicas obras nunca han debilitado al PSOE, que se beneficia del trasvase de votos de los nacionalistas después de compartir gobierno.
En las causas de los últimos malos resultados electorales podríamos añadir una legislatura marcada por la dimisión de todos los altos cargos de la Conselleria de Cultura, sacudida por el caso Contratos, las dificultades de Biel Barceló para formar el equipo gestor de la Consellería de Turismo y la dimisión del mismo Biel Barceló de la vicepresidencia del Gobierno. Considerado todo ello, aún podríamos afirmar que Més ha salvado los muebles.
Todos estos y otros factores han sido compartidos por varios analistas políticos. Casi con los únicos que no estaría de acuerdo es con los que afirman que a Més le ha perjudicado volver a las esencias del antiguo PSM, en vez de adaptarse a una sociedad cada vez más «mestiza». Reconociendo el carácter cambiante de la sociedad mallorquina, precisamente las mayores críticas a Més han salido de sectores desencantados porque Més ha desdibujado su tradicional personalidad en defensa de la cultura y el territorio. Se ha llegado a afirmar que últimamente Més se ha parecido más a Podemos que no al PSM.
Sea exagerada o no esta crítica, y ya mirando hacia el futuro, ahora más que nunca Més es necesario. Cuando las tres derechas atacan de manera despiadada a nuestra lengua y no esconden que nos quieren acabar de castellanizar, ¿quien les hará frente si no lo hace Més?
Es bien legítimo y positivo que Més tenga voluntad de llegar a ser el partido progresista mayoritario de nuestra tierra, siempre que por el camino no se deje su primera razón de existir: mallorquinizar Mallorca. Esto supone que Més debe seguir siendo el brazo político de los movimientos cívicos, culturales y ecologistas. La voz que despierte la conciencia de pertenencia nacional de los mallorquines, que combata el autoodio que nos han inculcado durante generaciones. Una voz que seduzca a los recién llegados ayudándoles a integrarse en nuestra realidad cultural. Y esto no supone de ninguna manera renunciar a políticas sociales y de defensa de los más desfavorecidos. Al contrario, sólo mostrando empatía por los problemas de la gente e impulsando políticas de igualdad, Més conectará con estos sectores.
En los años noventa un comentarista cuestionó el futuro del PSM con este titular: «demasiadas cuerdas para un violín», como si fuera incompatible la lucha por la recuperación de la identidad con la defensa del territorio y la justicia social. Se equivocaba. A lo largo de los años el PSM, ahora Més, ha mantenido el equilibrio entre las «tres patas ideológicas», y el equilibrio entre ser vanguardia y pragmatismo. Este sigue siendo el camino, avanzar entre la realidad y la utopía.