Tengo que confesar que para mí ha sido un choque difícilmente soportable ver que los medios de comunicación pueden decir cualquier cosa y orientar la opinión hacia donde quieren. En este caso, yo tenía personalmente los medios para rehacer los hechos, ya que conocía Ruanda gracias a una red de información paralela. Pero, ¿cómo saber si no nos han explicado la misma cantidad de tonterías a propósito de Irak, Líbano, Afganistán, Argelia, los Balcanes, etc, con enviados especiales e imágenes en directo como prueba? ¿Con quién se puede confiar todavía? Me sabe muy mal, después del golpe, por haber reaccionado tan tarde.

¿Es necesario hablar de la televisión? ¿De todas las argucias tan falsas utilizadas en algunos reportajes? ¿De todas estas imágenes presentando a los malvados hutus masacradores de niños que, por fin, los hace huir el buen soldado tutsi, moderno Zorro de los trópicos? ¿De todos estos refugiados engañados por la propaganda gubernamental, que vuelven radiantes a su casa, la paz finalmente reencontrada, bajo la mirada tierna y vigilante de un soldado del FPR lleno de benevolencia? Todos estos montajes parecen hasta tal punto de artificio que uno debería ser bien ingenuo para dejarse engañar. ¿Por quién nos toman? ¿A quién hacen el juego? ¿Cómo puede ser que personas con un mínimo de deontología o simplemente de sentido crítico, se puedan librar a miserables mascaradas como estas en una situación tan trágica?

Es sorprendente que en la prensa se haya hablado de etnismo o racismo a propósito del régimen de Habyarimana, mientras que se tomaban como seguras las afirmaciones del FPR según las cuales ellos estaba por encima de tales oposiciones, lo que resulta grotesco. Si hay en el mundo un movimiento que, en el fondo de su pensamiento y sensibilidad tenga una base «étnica», es exactamente este. Los que aún no se han dado cuenta, no tardarán mucho en hacerlo. Pero esto, desgraciadamente, será demasiado tarde y el daño estará hecho. Pero este etnismo es muy diferente, por ejemplo, del que tienen los serbios de Karadzic, la realidad histórica y social de los cuales es otra muy distinta. El etnismo hutu, casi siempre, no ha sido más que una reacción al etnismo tutsi, tanto en Ruanda como Burundi. Si a la sociedad ruandesa se la hubiera dejado evolucionar poco a poco, tal como hacía en los años 80, se habría podido esperar que en una o dos generaciones este problema se esfumase definitivamente. Por sed de poder y venganza, se exasperaron los antagonismos de manera que ahora es más difícil que nunca entrever la más mínima posibilidad de conciliación e integración. Ha habido demasiado odios y demasiadas muertes.