Es posible que Trump no aprecie lo aislados que están Estados Unidos e Israel entre los vecinos árabes y suníes de Israel.
Los israelíes, en su conjunto, están mostrando una optimista seguridad de que pueden aprovechar a Trump, si no para la anexión total de los Territorios Ocupados (Trump en su primer mandato no apoyó tal anexión), sí para atraparlo en una guerra contra Irán. Muchos (incluso la mayoría) de los israelíes están ansiosos por una guerra contra Irán y un engrandecimiento de su territorio (desprovisto de árabes). Se están creyendo la patraña de que Irán «yace desnudo», asombrosamente vulnerable, ante un ataque militar estadounidense e israelí.
Los nombramientos del equipo de Trump, hasta ahora, revelan un escuadrón de política exterior de feroces partidarios de Israel y de apasionada hostilidad hacia Irán. Los medios israelíes lo califican de «dream team» para Netanyahu. Y así parece.
El lobby israelí no podría haber pedido más. Lo han conseguido. Y con el nuevo jefe de la CIA, obtienen como bonus un conocido halcón a ultranza de China.
Pero en el ámbito interno la tónica es precisamente la contraria: El nombramiento clave para «limpiar los establos» es Matt Gaetz como fiscal general; es un auténtico «lanzador de bombas». Y para la limpieza de Inteligencia se nombra a Tulsi Gabbard como Directora de Inteligencia Nacional. Todas las agencias de inteligencia dependerán de ella, y será responsable de la sesión informativa diaria del Presidente. Así, las evaluaciones de inteligencia pueden empezar a reflejar algo más cercano a la realidad.
La profunda estructura interinstitucional tiene motivos para estar muy asustada; están entrando en pánico, especialmente por Gaetz.
Elon Musk y Vivek Ramaswamy tienen la tarea casi imposible de recortar el gasto federal fuera de control y la impresión de moneda. El sistema depende en gran medida de la inflación del gasto público para mantener en funcionamiento los engranajes y palancas del gigantesco despilfarro de la «seguridad». No se va a ceder sin una lucha encarnizada.
Así que, por un lado, el lobby consigue un equipo de ensueño (Israel), pero por el otro (la esfera nacional), consigue un equipo de renegados.
Esto debe ser deliberado. Trump sabe que el legado de Biden de hinchar el PIB con empleos gubernamentales y un gasto público excesivo es la verdadera «bomba de relojería» que le espera. De nuevo, los síntomas de abstinencia, a medida que se retira la droga del dinero fácil, pueden resultar incendiarios. Pasar a una estructura de aranceles e impuestos bajos será perturbador.
Ya sea deliberadamente o no, Trump se está guardando las cartas. Sólo tenemos atisbos de sus intenciones, y el agua está siendo seriamente enturbiada por los infames grandes de la «Inter-Agencia». Por ejemplo, con respecto a la sanción del Pentágono a contratistas del sector privado para trabajar en Ucrania, esto se hizo en coordinación con «partes interesadas interinstitucionales».
La vieja némesis que paralizó su primer mandato vuelve a enfrentarse a Trump. Entonces, durante el proceso de impugnación de Ucrania, un testigo (Vindman), cuando se le preguntó por qué no se aferraría a las instrucciones explícitas del presidente, respondió que si bien Trump tiene su punto de vista sobre la política de Ucrania, esa postura NO se alineaba con la de la posición acordada de la «interagencia». En lenguaje llano, Vindman negó que un presidente estadounidense tenga agencia en la formulación de la política exterior.
En resumen, la «estructura interinstitucional» estaba indicando a Trump que el apoyo militar a Ucrania debía continuar.
Cuando el Washington Post publicó su detallada historia de una llamada telefónica entre Trump y Putin –que el Kremlin afirma enfáticamente que nunca ocurrió– las estructuras profundas de la política simplemente le estaban diciendo a Trump que serían ellos quienes determinarían cuál sería la forma de la «solución» estadounidense para Ucrania.
Del mismo modo, cuando Netanyahu presume de haber hablado con Trump y de que éste «comparte» sus puntos de vista respecto a Irán, se le estaba indicando indirectamente a Trump cuál debía ser su política hacia Irán. Todos los rumores (falsos) sobre nombramientos en su equipo no eran más que la interagencia señalando sus opciones para sus puestos clave. No es de extrañar que reine la confusión.
Entonces, ¿qué se puede deducir en esta primera fase? Si hay un hilo conductor, ha sido el constante estribillo de que Trump está en contra de la guerra. Y que exige de sus elegidos lealtad personal y ningún vínculo de compromiso con el Lobby o el Pantano.
Entonces, ¿el hecho de que su Administración esté llena de «partidarios de Israel» es un indicio de que Trump está avanzando hacia un «pacto fáustico realista» para destruir Irán con el fin de paralizar la fuente de suministro de energía de China (90% procedente de Irán), y así debilitar a China? ¿Dos pájaros de un tiro, por así decirlo?
El colapso de Irán también debilitaría a Rusia y obstaculizaría los proyectos de corredores de transporte de los BRICS. Asia Central necesita tanto la energía iraní como sus corredores de transporte clave que unen China, Irán y Rusia como nodos primarios del comercio euroasiático.
Cuando la organización RAND, el think-thank del Pentágono, publicó recientemente una evaluación crucial de la Estrategia Nacional de Defensa (NDS) de 2022, sus conclusiones fueron tajantes: un análisis implacablemente sombrío de todos los aspectos de la maquinaria bélica estadounidense. En resumen, según la evaluación, Estados Unidos «no está preparado» de ninguna manera significativa para una «competición» seria con sus principales adversarios, y es vulnerable o incluso está significativamente superado en todas las esferas de la guerra.
Estados Unidos, prosigue la evaluación de la RAND, podría verse arrastrado en poco tiempo a una guerra en múltiples escenarios con adversarios similares y casi similares, y podría perder. Advierte que la opinión pública estadounidense no ha interiorizado los costes de que Estados Unidos pierda su posición como superpotencia mundial. Por tanto, Estados Unidos debe comprometerse globalmente con una presencia -militar, diplomática y económica- para preservar su influencia en todo el mundo.
De hecho, como ha señalado un respetado comentarista, el culto al «Imperio a toda costa» (es decir, el zeitgeist de la Organización RAND) está ahora «más desesperado que nunca por encontrar una guerra que pueda librar para restaurar su fortuna y su prestigio».
Y China sería una propuesta totalmente diferente para un acto demostrativo de destrucción con el fin de «preservar la influencia de EE.UU. en todo el mundo», porque EE. UU. «no está preparado» para un conflicto serio con sus adversarios pares: Rusia o China, dice RAND.
La apurada situación de Estados Unidos tras décadas de excesos fiscales y deslocalización (el telón de fondo de su debilitada base industrial militar actual) hace que ahora la guerra cinética con China o Rusia o «a través de múltiples teatros» sea una perspectiva a evitar.
Lo que quiere decir el comentarista es que ya no quedan «guerras fáciles» que librar. Y que la realidad (brutalmente esbozada por RAND) es que Estados Unidos puede elegir una –y sólo una– guerra que librar. Puede que Trump no quiera ninguna guerra, pero los grandes del Lobby –todos partidarios de Israel, si no sionistas activos que apoyan el desplazamiento de los palestinos– quieren la guerra. Y creen que pueden conseguirla.
Dicho cruda y llanamente: ¿Ha pensado Trump en esto? ¿Le han recordado los demás miembros del equipo de Trump que en el mundo actual, en el que la fuerza militar de Estados Unidos está disminuyendo, ya no hay «guerras fáciles» que librar, aunque los sionistas creen que con un ataque de decapitación contra los líderes religiosos y del IRGC de Irán (en la línea de los ataques de Israel contra los líderes de Hezbolá en Beirut), el pueblo iraní se levantaría contra sus líderes y se pondría del lado de Israel para un «Nuevo Oriente Medio»?
Netanyahu acaba de hacer su segunda transmisión al pueblo iraní prometiéndole una pronta salvación. Él y su gobierno no están esperando a pedir a Trump que dé su consentimiento a la anexión de todos los Territorios Palestinos Ocupados. Ese proyecto se está llevando a cabo sobre el terreno. Se está desarrollando ahora. Netanyahu y su gabinete tienen la limpieza étnica «entre los dientes». ¿Podrá Trump hacerla retroceder? ¿Cómo? ¿O sucumbirá a convertirse en el «Don del genocidio»?
Esta putativa «guerra contra Irán» está siguiendo el mismo ciclo narrativo que con Rusia: «Rusia es débil; su ejército está mal entrenado; su equipo es en su mayoría reciclado de la era soviética; sus misiles y artillería escasean». Zbig Brzezinski ya había llevado la lógica hasta sus últimas consecuencias en El gran tablero de ajedrez (1997): Rusia no tendría más remedio que someterse a la expansión de la OTAN y a los dictados geopolíticos de Estados Unidos. Eso era «entonces» (hace poco más de un año). Rusia aceptó el desafío occidental y hoy lleva la voz cantante en Ucrania, mientras Occidente mira impotente.
Este último mes, fue el general retirado estadounidense Jack Keane, analista estratégico de Fox News, quien argumentó que el ataque aéreo de Israel contra Irán lo había dejado «esencialmente desnudo», con la mayoría de las defensas aéreas «derribadas» y sus fábricas de producción de misiles destruidas por los ataques israelíes del 26 de octubre. La vulnerabilidad de Irán, afirmó Keane, es «sencillamente asombrosa».
Kean canaliza al primer Brzezinski. Su mensaje es claro: con Irán será una «guerra fácil». Sin embargo, es probable que esta previsión se revele como totalmente errónea. Y, si se sigue adelante, conducirá a un completo desastre militar y económico para Israel. Pero no hay que descartar la posibilidad de que Netanyahu, asediado en todos los frentes y al borde de una crisis interna e incluso de la cárcel, esté lo suficientemente desesperado como para hacerlo. Al fin y al cabo, ¡es un mandato bíblico el que persigue para Israel!
Es probable que Irán lance una dolorosa respuesta a Israel antes de la investidura presidencial del 20 de enero. Su réplica demostrará la inesperada e imprevista innovación militar de Irán. Lo que hagan entonces Estados Unidos e Israel bien podría abrir la puerta a una guerra regional más amplia. El sentimiento en toda la región hierve ante la matanza en los Territorios Ocupados y en Líbano.
Es posible que Trump no se dé cuenta de lo aislados que están Estados Unidos e Israel entre los vecinos árabes y suníes de Israel. Estados Unidos está tan al límite de su capacidad, y sus fuerzas en toda la región son tan vulnerables a la hostilidad que incuba la matanza diaria, que una guerra regional podría bastar para derrumbar todo el castillo de naipes. La crisis abocaría a Trump a una crisis financiera que podría hundir también sus aspiraciones económicas internas.
Fuente: Strategic Culture Foundation
T11x38 - Gideon Levy: el azote israelí del sionismo (Carne cruda, 13.11.2024)