Las bases del Partido Republicano no están a favor de dar más dinero a Ucrania, y hay pocas o ninguna posibilidad de que esto pueda prosperar

«Las elecciones locales del martes fueron una luz de advertencia intermitente para Israel. Los partidos ultraortodoxos, los grupos sionistas religiosos y los partidos racistas de extrema derecha se organizaron en unas pocas comunidades y obtuvieron ganancias desproporcionadas en relación con el tamaño real de los grupos que representan. Por el contrario, el campo democrático [mayoritariamente liberal laico ashkenazi], que durante casi un año acudió semanalmente a manifestaciones multitudinarias en la calle Kaplan de Tel Aviv y en docenas de localidades de todo el país, no consiguió en la mayoría de los casos traducir la indignación en ganancias electorales en los gobiernos locales.»

«Otra conclusión que se puede sacar de las elecciones», continúa el editorial de Haaretz, «es la creciente similitud entre el partido gobernante, el Likud, y [el partido de Ben Gvir] el partido de extrema derecha Otzma Yehudit (Supremacía Judía). En Tel Aviv, los dos partidos se presentaron juntos, en un movimiento inimaginable en el Likud anterior a Benjamín Netanyahu … Podemos aprender de esto que el Likud está cambiando: Meir Kahane [fundador de la derecha radical judía y del partido Kach] derrotó a Ze’ev Jabotinsky; la supremacía judía y el traslado forzoso de población sustituyeron a la libertad».

Dicho crudamente, Israel está girando cada vez más a la derecha.

Otra señal de alarma: En unas primarias (prácticamente) sin oposición en Estados Unidos:

«Una coalición de grupos propalestinos se había fijado un modesto objetivo de 10.000 votos no comprometidos –el margen de victoria de Trump en Michigan en 2016– para enviar el mensaje de que la frustración de los votantes por el respaldo de Biden a la campaña militar de Israel podría pasarle factura en noviembre… Los ‘no comprometidos’, sin embargo, rebasaron el objetivo de 10.000 y alcanzaron casi 101.400 votos, alrededor del 13% del recuento. Biden obtuvo más del 80% de los votos, pero el número de votos no comprometidos fue suficiente para enviar a dos delegados ‘no comprometidos’ a la convención nacional del Partido Demócrata en agosto.»

«El mayor peligro para el presidente no es que demasiada gente haya votado ‘no comprometido'», dijo el excongresista demócrata Andy Levin, que apoyó la iniciativa. «El mayor peligro es que no capte el mensaje».

Una tercera señal de alarma: Con su plan para Gaza una vez que cesen las operaciones militares, Netanyahu ha declarado formalmente la guerra a Biden y a su campaña para la reelección:

«Lejos de avanzar hacia [la] solución de dos Estados que promulga Biden, Netanyahu está pidiendo una ocupación israelí mayor y por tiempo ilimitado no sólo de Gaza sino también de Cisjordania y de todas las demás zonas de lo que de otro modo constituiría un Estado palestino independiente. En efecto, Netanyahu está pidiendo la conquista total por parte de Israel de lo que queda de Palestina, exactamente lo contrario de lo que Biden y el resto del mundo están sugiriendo».

Dicho claramente: Netanyahu está poniendo a Biden «entre la espada y la pared». El primero sabe que Biden depende en gran medida no sólo del voto judío, sino, lo que es aún más importante, del dinero judío para su posible reelección. Netanyahu parece considerar que tiene margen de maniobra para ignorar a Biden y, durante los próximos ocho meses más o menos, perseguir su ambición sin obstáculos: hacerse con el control del «Gran Israel» (hasta el río Litani, en el sur de Líbano) y consolidar una Jerusalén judía.

Incluso Tom Friedman, del New York Times, muestra signos de pánico:

«Al menos a mí me pareció que el mundo estaba dispuesto, en un principio, a aceptar que iba a haber víctimas civiles significativas si Israel iba a erradicar a Hamás y recuperar a sus rehenes … Pero ahora tenemos una combinación tóxica de miles de víctimas civiles y un plan de paz de Netanyahu que sólo promete una ocupación sin fin… Así que toda la operación Israel-Gaza está empezando a parecer –a cada vez más gente– una picadora de carne humana cuyo único objetivo es reducir la población para que Israel pueda controlarla más fácilmente … Y, repito, va a poner a la administración Biden en una posición cada vez más insostenible«.

El pánico aumenta también con respecto a Ucrania: En Europa, los líderes fueron convocados con 24 horas de antelación al Palacio del Elíseo para escuchar al presidente Macron advertir a los estados de la UE que la situación sobre el terreno en Ucrania era tan crítica, y lo que estaba en juego para Europa tan alto, que: «Estamos en un punto crítico del conflicto en el que debemos tomar la iniciativa: Estamos decididos a hacer lo que haga falta durante el tiempo que haga falta».

Macron subrayó las crecientes dudas sobre la continuidad del apoyo de Estados Unidos a Kiev y advirtió de una posible nueva ofensiva rusa y de ataques brutales planeados para «conmocionar» a los ucranianos y a sus aliados. «Estamos convencidos de que la derrota de Rusia es esencial para la seguridad y la estabilidad de Europa» (…) «Europa está en juego».

Sin rodeos, Macron estaba grandilocuente con el fin de arrebatar el liderazgo de defensa y seguridad de Europa a Alemania, que está construyendo afanosamente un eje militar vinculado a Estados Unidos en alianza con Polonia, los países bálticos y la presidenta de la Comisión Europea, la exministra de Defensa alemana Ursula von der Leyen, y obtenerlo para Francia.

En cualquier caso, la apuesta de Macron fue «un fracaso». Su llamamiento se enfrentó al repudio inmediato, tanto dentro de Francia como por parte de otros líderes europeos. Ninguno de los líderes afines a Macron estuvo de acuerdo con él (excepto, posiblemente, los holandeses). Sin embargo, detrás del precipitado «teatro» del Elíseo se esconde un objetivo más serio: centralizar aún más el control de la UE mediante un proceso común de aprovisionamiento de defensa de la UE.

Para financiar esta capacidad de defensa unificada europea, la Comisión pretende iniciar la emisión de bonos unitarios de la UE y un mecanismo fiscal centralizado (ambos prohibidos por los Tratados de la UE). Estos son los proyectos tácitos que se esconden tras la narrativa del «miedo» a la «intención» rusa de invadir Europa.

En medio de esto, en Europa, tanto la desesperación como el reparto de «culpas» por la debacle de Ucrania han comenzado en serio: el canciller Scholz, al defender la decisión de Berlín de no suministrar misiles Taurus de largo alcance a Kiev, echó a Francia y al Reino Unido «debajo del autobús».

Scholz dijo que para suministrar misiles Taurus se necesitaría la ayuda de tropas alemanas sobre el terreno: «como hacen británicos y franceses, en términos de control de objetivos [de misiles] y de asistencia en el control de objetivos. Los soldados alemanes no pueden en ningún momento, y en ningún lugar, estar vinculados a los objetivos que alcanza este sistema [de largo alcance]», insistió Scholz.

Ni que decir tiene que su admisión explícita de que ya hay tropas europeas sobre el terreno en Ucrania provocó un alboroto en Europa. El hecho, largamente sospechado, es ahora oficial.

Pero, ¿qué es lo que ha provocado la histeria europea generalizada (más allá de la teatralidad de Macron)?

Probablemente dos cosas: En primer lugar, la derrota de las fuerzas ucranianas en Avdíivka, además de la repentina conmoción de darse cuenta de que no hay líneas defensivas ucranianas reales detrás de Avdíivk, sólo unas pocas aldeas y luego campos.

Y en segundo lugar, el épico ensayo concomitante del New York Times La guerra de los espías: cómo la CIA ayuda en secreto a Ucrania a luchar contra Putin, de Adam Entous y Mitchell Schwirtz, que describe una década de cooperación entre la CIA y Ucrania, y recuerda a todos que Estados Unidos podría separarse de Kiev muy pronto (a menos que se apruebe una ley de gastos).

Adam Entous también fue coautor del artículo de 2017 del Washington Post titulado, La lucha secreta de Obama para castigar a Rusia por el asalto electoral de Putin, que, como señala Matt Taibbi, contó la cinematográfica historia de cómo John Brennan [entonces jefe de la CIA] entregó en mano a Barack Obama una «bomba de inteligencia» de una preciada fuente «muy dentro del gobierno ruso.»

«La narración desgarradora reveló cómo la CIA no sólo se enteró de la participación directa de Vladímir Putin en una campaña para ‘dañar’ a Hillary Clinton y ‘ayudar a elegir a su oponente, Donald Trump’, sino que entregó con seguridad la noticia secreta sólo para los ojos del presidente (antes de contársela al mundo entero, por supuesto).»

Era, por supuesto, una tontería: La narrativa de siembra para el desarrollo del Russiagate.

Esta nueva pieza del New York Times de narrativa revisionista sobre Ucrania –llena de afirmaciones cuestionables; soplos para la CIA y para el papel de John Brennan en particular– probablemente fue entendida por los servicios de inteligencia occidentales como una carta de ruptura «Querido John», antes de un divorcio inminente. La CIA se preparaba para abandonar Ucrania.

Como es de esperar en cualquier misiva del tipo «Querido John», el texto está enmarcado para exonerar al «autor» de toda culpa y responsabilidad legal (por asesinato y atentado): «Un leitmotiv poco sutil recorre el texto en el que se detalla que los civilizados Estados Unidos ruegan continuamente a los ucranianos que dejen de cometer atrocidades».

A medida que la asociación se profundizó «después de 2016», informa el Times, los ucranianos «comenzaron a organizar asesinatos y otras operaciones letales, que violaban los términos que la Casa Blanca pensaba que los ucranianos habían acordado.» Los estadounidenses se «enfurecieron» y «amenazaron con cortar el apoyo», pero nunca lo hicieron. (Notas de Taibbi).

No está claro si el presidente Johnson mantendrá la línea de negarse a llevar el proyecto de ley de ayuda exterior al pleno de la Cámara, proporcionando 60.000 millones de dólares para Kiev; o si no será capaz de perseverar.

Sin embargo, «la historia está escrita en la pared», como observó agudamente el líder de la minoría en el Senado, McConnell, al anunciar su próxima retirada como líder del Senado: «La política ha cambiado, puedo verlo», dijo.

Las bases del Partido Republicano no están a favor de dar más dinero a Ucrania, y hay pocas o ninguna posibilidad de que esto pueda prosperar.

El punto aquí –que claramente asusta a los servicios de inteligencia europeos– es que gran parte del éxito que Ucrania ha disfrutado hasta ahora se deriva de un factor clave: el dominio occidental en ISR (Inteligencia, Vigilancia y Reconocimiento). El armamento de la OTAN ha decepcionado; la doctrina militar de la OTAN ha sido criticada por las fuerzas ucranianas; pero la ISR ha sido de gran utilidad.

El ensayo del New York Times es claro: «un discreto pasadizo desciende a un búnker subterráneo donde equipos de soldados ucranianos rastrean satélites espías rusos y escuchan a escondidas conversaciones entre comandantes rusos…». ¿Se trata de «soldados ucranianos» o de técnicos de la OTAN?

Cuando la CIA se marche al recortarse el dinero, no será sólo su personal el que se vaya. La CIA no dejará atrás material sensible y equipos de interceptación para que las fuerzas rusas los invadan y se los lleven para una autopsia forense. ¿Ha ocurrido ya? ¿Estaban por casualidad esos búnkeres secretos en Avdíika? ¿Están a punto de filtrarse detalles sensibles?

En cualquier caso, la «ayuda» de los servicios de inteligencia europeos a Ucrania se verá en gran medida destruida por la retirada del personal y los equipos de la CIA. En ese caso, ¿qué les quedará por hacer a los europeos? Pueden vigilar desde el aire; pueden utilizar los satélites de la OTAN, pero no de forma omnipresente.

Y entonces, ¿podrían los furiosos y abandonados ucranianos hilar sus propias narrativas? El jefe de los servicios de inteligencia ucranianos, Kirill Budanov, acaba de echar por tierra la versión occidental de que «Putin mató a Navalni». Preguntado por la muerte, Budanov dijo: «Puede que le decepcione, pero sabemos que murió de un coágulo de sangre. Está más o menos confirmado. Esto no está sacado de Internet».

Budanov también desmontó otras versiones estadounidenses: La semana pasada, Reuters citó seis fuentes que informaban de que «Irán ha proporcionado a Rusia un gran número de potentes misiles balísticos tierra-tierra». Budanov respondió a esto diciendo que los misiles iraníes «no están aquí» y que esa información «no se corresponde con la realidad». También contradijo las declaraciones sobre el despliegue de misiles norcoreanos por parte de Rusia, otra noticia reciente de Estados Unidos: «Aunque se utilizaron unos pocos misiles norcoreanos», dijo, «las afirmaciones sobre un uso generalizado no son ciertas».

Aquí radica el quid de la cuestión del artículo del New York Times: El miedo a las consecuencias de los funcionarios ucranianos descontentos. «Especialmente en un año electoral, cualquier guerra de palabras entre antiguos aliados podría ponerse fea en un santiamén».

Biden está advertido. Sin embargo, ¿quizás ya sea demasiado tarde?

Fuente: Strategic Culture Foundation

Fernando Moragón: Cuenta regresiva en Ucrania – El punto de inflexión del conflicto (Humo y Espejos, 04.03.2024)