¡Ay de vosotros “líderes” políticos y de opinión, un día seréis juzgados por vuestro despreciable colaboracionismo!
La reducida élite de seres malignos que saben muy bien lo que están haciendo, que han planificado desde hace muchas décadas esta Hora de tinieblas, son tan irreformables con métodos humanos como el Adolf Hitler que en su última hora exclamaba: “El pueblo alemán no ha sido digno de mi”. Pero está la multitud de “nuestros” líderes políticos y creadores de opinión sin cuya colaboración, activa o silenciosa, no habría sido posible esta terrible Hora. Sin el cúmulo de pequeñas mezquindades, cobardías y traiciones que estos “lideres” vienen realizando cotidianamente desde hace demasiadas décadas, nuestras sociedades no deambularían tan perdidas hacia el abismo. Ni las élites habrían podido llevarnos al peligrosísimos punto en que estamos. Unas élites que nos han robado los bancos centrales y la economía, que han secuestrado a la política y a los partidos, que se han apropiado de la información y de las redes sociales, que han obnubilado las mentes y bloqueado las emociones de nuestros conciudadanos…
Desde hace décadas, nuestros “líderes” políticos son simples ejecutores de las directrices que en la Unión Europea imponen otros “lideres superiores” que a su vez están en su cargo gracias a haberlo decidido así una elite que desde las bambalinas mueve los hilos de unas marionetas que no tienen la autonomía que, vistas desde las butacas de los espectadores, parecen tener. No encuentro mejor término para definirlos que el de colaboracionistas. Quienes aún no vean algo tan evidente, deberían hacer una temporada de régimen alimentario intelectual sin productos televisivos altamente tóxicos, elegir bien los productos informativos auténticamente saludables y nutritivos e iniciar una dieta que les permita recuperarse de su penosa situación. Pero aunque muchos aún no sean capaces de entender lo que está pasando, sin duda alguna sobre estas gentes caerá un día el mayor de los desprecios. Como cayó sobre los colaboracionistas del Régimen de Vichy y tantos otros a lo largo de la historia.
Pero lo que más me sorprende de los trágicos acontecimientos que estamos viviendo es el comportamiento de personas que, ya sea en el ámbito de la política o de la creación de la opinión (periodistas, académicos, intelectuales, expertos…), yo consideraba verdaderos progresistas o soberanistas. Parece como si no hubiesen aprendido nada de la penosa unanimidad “informativa” en el relato oficial puesto en marcha tan enérgicamente sobre las imaginarias armas de destrucción masiva de Sadam Husein. O sobre las inexistentes matanzas realizadas por “sátrapas” como los de Libia y Siria. Por no hablar de la doctrina oficial sobre la carnicería de nada menos que una decena de millones de burundeses, ruandeses y congoleños. Negros que “informativamente” no parecen interesar a nuestros grandes medios occidentales si no es para otra cosa que para justificar nuestros crímenes de agresión internacional primero en Ruanda y luego en la Rd del Congo a fin de realizar el pillaje consiguiente de los valiosos recursos de esta última.
Es profundamente doloroso comprobar cuánta razón tenía Julian Assange, entre otros, cuando afirmaba que sin la colaboración de esos creadores de opinión, sin su seguidismo dócil de las directrices propagandísticas elaboradas por las élites, todos esos terribles crímenes contra la paz no habrían podido ser ejecutados. Desde aquellas graves denuncias de Julian Assange, hace ya más de una década, el control de los grandes medios en todo Occidente ha llegado a un paroxismo inimaginable. Hasta el punto de que las mayorías sociales ya no parecen tener capacidad para la más mínima distancia crítica frente a una propaganda tan poderosa. Los mayores accionistas de la práctica totalidad de dichos medios (fundamentalmente los fondos de inversión Black Rock y Vanguard), que son también al mismo tiempo los mayores accionistas de Pfizer, Moderna, grandes bancos, etc., han logrado establecer por fin las condiciones necesarias para su gran Golpe de Estado Mundial.
En especial, en este momento es realmente asombrosa la criminalización de Vladimir Putin como si se tratase de un nuevo delirante Adolf Hitler. Saben muy bien contra quién apuntar sus armas de desinformación masivas. Pero él, a su vez, hoy mismo ha vuelto a dar en la diana al calificar al actual Occidente como El Imperio de la Mentira. Aunque ellos, con su criminal potencia mediática al servicio de la Mentira, con la que justifican sus psicopáticas manipulaciones en el ámbito político-militar, pareciera que pudiesen conseguir cuanto se proponen. Se propusieron boicotear el gaseoducto Nord Stream 2 y lo han logrado.
Con un gran número de misiles apuntando a Moscú y capaces de arrasarlo en 5 minutos, cada vez más cerca de ella, incumpliendo todos los acuerdos pactados con el presidente Mikhail Gorbachov de no expandir la OTAN hacia el este, han conseguido hacer pasar a Rusia como la agresora. Aquellos que sin duda desencadenarían sin demora alguna un holocausto nuclear si a la “agresiva” Rusia tan solo se le pasase por la cabeza instalar esos mismos misiles en Cuba o en Venezuela, se autoerigen en los garantes de la paz mundial. Aquellos que solo desde 1947 hasta el 2000 provocaron 73 de golpes de Estado, la mayoría de ellos contra democracias (sin contar otros posteriores como el de Ucrania), se arrogan el rol de defensores de la libertad en el mundo.
Y es que están tan profundamente convencidos de ser seres superiores al resto de los mortales, que se sienten con derecho a decidir sobre la vida y la muerte, a decidir a sangre y fuego el futuro de la humanidad. Pero esa ideología no ha surgido de la nada. Como ya he hecho notar otras veces, son dignos de estudio los estrechos lazos familiares de demasiados de nuestros “lideres” occidentales con relevantes esclavistas y, ya más cerca en el tiempo, con importantes nazis o financiadores del nazismo. Baste hoy, solo a título de ejemplo, pero un ejemplo muy significativo, referirme al caso de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. Lo explica con toda claridad Melkulangara Bhadrakumar, en un contexto de análisis sobre el perturbador rearme de Alemania:
“Hoy en día, el SPD [Partido Socialista de Alemania] sólo es teóricamente ‘de izquierdas’ y en realidad es un entusiasta promotor del rearme de Alemania, tanto como la CDU [Unión Democrática Cristiana de Alemania]. En cuanto al complejo de culpabilidad, ha desaparecido del ecosistema político alemán. Curiosamente, la ex ministra de Defensa alemana de la CDU, Ursula von der Leyen, tiene una ascendencia nazi tanto por su parte como por la de su marido. Pero eso apenas importó cuando Angela Merkel le asignó la tarea de dirigir la Bundeswehr [Ministerio de Defensa] durante siete años.
Por cierto, el abuelo de von der Leyen era un nazi que se alistó como voluntario para luchar en 1940, llegó a ser sargento de primera en la Wehrmacht y dirigió una unidad llamada «antipartisana» en el frente oriental soviético a la caza de grupos de la resistencia, participó en la toma de la capital de Ucrania, Kiev, y tomó parte en la bárbara masacre de Babi Yar de septiembre de 1941, en la que fueron fusilados a sangre fría más de 33.000 habitantes judíos de Kiev. Se dice que ‘hasta su muerte despotricó contra los judíos, los franceses y la pérfida Albión. No volvió a salir del país y casi entraba en pánico cuando se acercaba a una frontera’.
Sin embargo, von der Leyen cohabitaría cómodamente en la gran coalición CDU-SPD bajo el mandato de Merkel con el entonces ministro de Asuntos Exteriores Frank-Walter Steinmeier, que procedía del SPD -¡el partido de Willy Brandt, conocido como reformista y moderado! De hecho, el propio Steinmeier mantenía -y aún lo hace como presidente de Alemania- buenas relaciones personales con los dirigentes de Svoboda, la facción neonazi de Ucrania.”
Antes de seguir adelante con unas últimas reflexiones, es el momento de releer el lúcido, valiente, brutalmente sincero y premonitorio artículo de Paul Craig Roberts de junio del 2016 titulado “Gran Peligro: Misiles de EEUU-OTAN amenazan a Rusia”. Artículo que comienza con una cita del presidente Putin: “La gente no entiende cuan peligrosa es realmente la situación”. Y en el que adjetiva con la dureza que se merece el despreciable colaboracionismo de los “líderes” europeos.
Estados Unidos, con sus ocho centenares de bases militares en todo el mundo, provoca golpes de Estado e inicia guerras de agresión en todos los continentes desde 1947. Su agenda es de dominación global. Por el contrario, la actual guerra en Ucrania es la intervención de Rusia en unos territorios en los que, siendo la misma cuna espiritual e histórica de Rusia, han muerto en los últimos ocho años en torno a 14.000 ucranianos de ascendencia rusa a manos de unas hordas de neonazis que alcanzaron el poder gracias a una serie de operaciones de Estados Unidos semejante a las que llevaron a cabo en Irak y tantos otros países.
Son escalofriantes los testimonios sobre la crueldad y perversidad de las masacres que durante los últimos ocho años ha sufrido esta minoría del 20% de ucranianos de ascendencia rusa, masacres contra las que la gran mayoría de ucranianos, que ahora se sienten las únicas víctimas, nunca levantaron la voz. Muchos incluso las aplaudieron. Quienes conocen bien tales masacres o incluso las han vivido directamente, solo pueden sentir ahora una profunda rabia y el mayor de los desprecios ante tantas manifestaciones “pacifistas” y tantas peticiones de que “la agresora” Rusia detenga su “invasión”.
En sus criminales “intervenciones” (golpes de Estado o invasiones, tanto da), Estados Unidos, invocando la llamada Responsabilidad de defender a los pueblos, de defender la democracia y la libertad, busca siempre imponer sus propios títeres tras el caos “creativo” que han provocado. Por el contrario, lo que Rusia está pidiendo en las negociaciones con Ucrania es que esta se convierta en un país neutral no dominado por Estados Unidos y sus títeres. Y con su intervención militar solo pretende desmilitarizar y desnazificar a una Ucrania que masacra a su propia minoría de ascendencia rusa. Y, sobre todo, pretende reaccionar, antes de que sea demasiado tarde, frente al acoso cada vez más agobiante y peligroso al que la están sometiendo los misiles de la OTAN, instalados cada vez en más países limítrofes. Pretende, finalmente, juzgar a los genocidas. Recordemos que eliminar por motivos étnicos aunque solo sea a una parte de un colectivo, es jurídicamente un auténtico genocidio.
Es especialmente sorprendente que tantos soberanistas catalanes, que el diario Ara, TV3 o Catalunya Radio, que deberían saber lo complejas que son las relaciones entre diferentes nacionalidades en un mismo Estado, no sean capaces de captar las enormes y evidentes diferencias entre el proyecto de dominación global anglosajón-atlantista mediante inacabables crímenes contra la paz y el grave conflicto que se vive actualmente entre Rusia y la Ucrania que un día fue parte de ella. ¿Tan condicionados están por las “ayudas” del gran criminal George Soros que también “invirtió” (como él mismo presume) muchos millones de dólares en desestabilizar Ucrania? ¿Tampoco son capaces de ver las diferencias entre las intervenciones “liberadoras” anglosajonas-atlantistas que arrasan sin el menor reparo las vidas de millones de civiles, dejando ciudades enteras en puros escombros, y el actual ataque de Rusia, que incluso va perdiendo el factor sorpresa y se ha lentificado para no sacrificar vidas humanas, a pesar de que Rusia podría arrasar Ucrania en cuestión de horas?
Acabo de oír en Catalunya Ràdio una entrevista a un responsable de la Fundación Open Society como experto en este conflicto de Ucrania. Me pregunto: ¿estos periodistas son unos ignorantes que ni saben qué es esa Fundación, quién es George Soros y como presume de haber conseguido un golpe de Estado en Ucrania o son unos verdaderos canallas cínicos muy seguros de que sus radioyentes son tan ignorantes que pueden hacer semejantes entrevistas sin el menor pudor? Aún en el caso de que se tratase de pura ignorancia, tal cosa en un profesional de la información solo puede ser calificada de ignorancia culpable.
Ante un panorama tan tenebroso y estremecedor, por causa sobre todo de la gran confusión y el gran shock inducidos en los que se encuentran las sociedades occidentales, quiero acabar una vez más con un canto a aquella esperanza fundamentada en el Élan vital frente al cual las más poderosas élites son tan solo humo. Quiero acabar, por tanto, con las palabras (citadas por Noam Chomsky) del general Lee Butler, el mando último del Comando Aéreo Estratégico, en el momento más crítico en el que la humanidad ha estado por la posibilidad de un holocausto nuclear, la crisis de los misiles en Cuba: “[hasta ahora la humanidad ha sobrevivido a la era nuclear gracias a] una combinación de habilidad, suerte e intervención divina, y sospecho que sobre todo gracias a esto último”.
Un Élan vital al que las religiones teístas llaman La Providencia y al que Jesús de Nazaret llamaba Abbá, Papá-Mamá. Un Élan vital que se manifiesta no solo en algunas benéficas circunstancias excepcionales que están más allá de todo control humano (como la aparición de la variante Ómicron que ha desbaratado por el momento la agenda de la Big Farma) y que, desde el Big Bang, permitieron que el Cosmos avanzase hacia la Vida y están permitiendo que esta siga avanzando hacia la Conciencia. Un Élan vital que se manifiesta sobre todo en la generosidad cotidiana, la tenacidad incansable, la fidelidad a una dignidad “ineficaz” que está más allá de todo “realismo” o a una suave voz interior que está más allá de todo utilitarismo… de aquellos seres humanos que siempre vencieron a la Mentira y el Mal, y que lo seguirán haciendo hasta que la humanidad llegue a construir por fin aquella Tierra sin males en la que ni la mentira ni la injusticia sean ya posibles.
Julian Assange en 2011: Las mentiras de los medios de comunicación.
2014/15, cerca de Kiev: "No vamos a ir a matar a nuestros hermanos de Donetsk".