La noticia, o escándalo, de la semana pasada, que ha traspasado las fronteras isleñas, ha sido el confinamiento de un grupo de estudiantes en el «Hotel Covid» después de que algunos de ellos dieran positivo y que el resto fueran considerados contacto estrecho. Hemos asistido perplejos a la polémica que se desató, y creo que la mayoría habremos exclamado:

¡QUÉ VERGÜENZA!, el comportamiento de estos jóvenes consentidos, incívicos, desafiantes, matones, insolidarios, sucios…

¡QUÉ VERGÜENZA!, la de sus padres. Primero, por organizar un viaje de desenfreno (no de estudios, ¡no jodamos!) a jóvenes sin vacunar, en contra del criterio de sus centros educativos. Y segundo, en lugar de recriminar el mal comportamiento de sus hijos los defienden y acusan de secuestro a las autoridades de las Islas y denuncian a los tribunales su confinamiento. Les deberían hacer pagar todos los gastos extras causados por sus «niños».

Pero, hay que decirlo, el comportamiento de unos y otros sólo es consecuencia de la perversión del concepto de libertad que ha propagado la presidenta de la Comunidad de Madrid. Para ella, es más importante beber cañas pasando de las medidas preventivas del contagio que cumplir las recomendaciones para protegerse a uno mismo y proteger al resto de ciudadanos. Vaya libertad la que pone por delante el divertimento individual a la salud colectiva.

¡QUÉ VERGÜENZA!, el comportamiento de los partidos de derechas que han internacionalizado «el secuestro» de jóvenes por el Gobierno. Es el ataque al turismo más brutal que han sufrido las Baleares, y no por defender el medio ambiente u otro modelo económico, sino por un motivo más asqueroso, para desgastar al Gobierno y ganar un puñado de votos. Tantos esfuerzos para combatir al virus y salvar la temporada turística porque cuatro malcriados consentidos y una derecha rabiosa lo pongan todo en peligro.

¡QUÉ VERGÜENZA!, la de buena parte de los medios de comunicación madrileños, que en lugar de recriminar la actitud incívica de los jóvenes, les han montado un circo mediático para atacar a las autoridades de las Islas Baleares o para ganar audiencia. Este periodismo amarillo, que vive de los escándalos, cada día resulta más repugnante.

Finalmente, hay que hacer una mención a la jueza que desautorizó el confinamiento decretado por el Gobierno. Por televisión justificó su decisión porque el Gobierno no había motivado suficientemente el confinamiento de los jóvenes. La verdad, después de un año y medio de pandemia persistente, ¿hay que motivar exhaustivamente que se debe confinar a los contagiados y a todo el grupo? Es imposible saber quienes han tenido contacto directo, sobre todo cuando la mayoría no colabora con las autoridades. Y, ¿no es este el protocolo seguido hasta hoy en todo el Estado? Y si son turistas y no tienen lugar de residencia donde confinarse, ¿tan comunista es ofrecerles un hotel de cuatro estrellas para pasar la cuarentena? Por paga, el Gobierno de Pedro Sánchez dejó las comunidades autónomas sin instrumentos legales suficientes después de levantar el estado de alarma.

Y menos mal que hubo buen juicio por parte de nuestras autoridades sanitarias que pusieron a disposición de los jóvenes un barco burbuja para salir de la Isla. Imagínense a los catorce contagiados que se detectaron sólo llegar a Valencia deambulando por los bares de Mallorca… ¡Vete a saber a cuántas personas han contagiado la enfermedad los que decidieron viajar en avión! Eso sí, enarbolando la banderita española. Particular forma de patriotismo la que propugna el nacionalismo español: egoísta, insolidario, pijo, criminal…

Lo dicho: ¡QUÉ VERGÜENZA!