Vivimos un tiempo de catarsis colectiva. No sé si Felipe González y los otros “barones” del PPSOE –sí, con dos P- que piden a Pedro Sánchez que se retire y deje gobernar al PP (el partido de los cientos de casos “individuales” de corrupción) se han equivocado de fechas: aún faltan unos días para el carnaval y ya se están sacando las máscaras. O quizá sea que la emergencia es tan seria y apremiante que ya no les importa que todo el mundo sepa que su partido no es el PSOE sino el PPSOE. En todo caso creo que no se han equivocado de fechas anuales sino de momento histórico.
Suponemos lo que dirán hoy en la reunión del Comité Federal del PSOE estos políticos que parecen ser absolutamente incapaces de mirar el mundo a través de los ojos y de los sufrimientos de la gran masa social cada vez más empobrecida. ¿O acaso les ha llegado de nuevo el momento de volver a pagar favores a sus “padrinos” capitalistas? Porque parece claro que tontos no son. Especialmente Felipe González, el “chico preferido” de David Rockefeller para la presidencia del PSOE. Estos “socialistas”, que ahora ocupan cargos magníficamente remunerados en las mayores empresas españolas, saben bien que 62 seres humanos (¿o más bien, seres inhumanos?) tienen el mismo dinero que otros 3.500 millones. Es decir, la mitad de la humanidad. Y saben bien que el 99% de ella no alcanza a tener lo mismo que ese 1% que siempre les apadrinó a ellos.
Paradójicamente hoy es precisamente el aniversario del asesinato de mahatma Gandhi el 30 de enero de 1948 y el día mundial de la no violencia. Este líder del Partido del Congreso Nacional Indio, este auténtico estadista, estuvo en las antípodas éticas y políticas de estos “barones”. Mahatma Gandhi fue un verdadero estadista no solo porque pensaba en el futuro de la India y no en las próximas elecciones. Ni solo porque, como decía Martin Luther King, el verdadero líder es aquel que no depende de la opinión mayoritaria sino que la crea. Fue un gran estadista porque, además de todo eso, fue capaz de mantener una escrupulosa coherencia entre el fin y los medios (medios pobres para alcanzar una India sin desigualdades), entre sus declaraciones y sus decisiones políticas, entre su ideario político y su propia vida privada…
Se enfrentó al Imperio británico sin armas ni poder, junto a sus conciudadanos indios también desarmados, cubierto tan solo con un blanco dothi de lino tejido a mano, apoyado tan solo en un frágil bastón y calzado tan solo con unas sencillas sandalias para recorrer los largos caminos de la libertad. La vida de este político que recorrió su querida India en vagones de tercera es, por sí misma, una denuncia de las declaraciones y posiciones de tantos políticos al servicio de los grandes financieros occidentales. No es extraño que moleste tanto. Y que, de una u otra forma, algunos medios se empeñen continuamente en desacreditarlo. El otro día, sin ir más lejos, un joven y arrogante periodista de El País se empeñaba en demostrar lo cara que le resultaba a su partido la “extravagante” pobreza de Mohandas Gandhi. Bueno, qué le vamos a hacer… la vida ya se cuidará de poner a cada uno en su sitio.