Inicio del capítulo 5 del profeta Isaías, que “casualmente” se leyó en las eucaristías católicas en el atardecer del mismo sábado 7 de octubre en el que tuvo lugar el gran ataque de Hamás:

“Ahora, pues, voy a haceros saber lo que hago yo a mi viña: quitar su seto, y será quemada; desportillar su cerca, y será pisoteada [¿Recuerdan las excavadoras de Hamás destruyendo las vallas con las que se ha encerrado durante décadas a los habitantes de Gaza?].

Haré de ella un erial que ni se pode ni se escarde. Crecerá la zarza y el espino, y a las nubes prohibiré llover sobre ella.

Pues bien, la viña de Yahveh Sebaot es la Casa de Israel, y los hombres de Judá son su plantío exquisito. Esperaba de ellos justicia, y hay iniquidad; honradez, y hay alaridos [¡Sin comentarios!]”.

¡Ay, los que juntáis casa con casa, y campo a campo anexionáis, hasta ocupar todo el sitio y quedaros solos en medio del país! [¡El profeta condenaba hace ya 2.800 años la criminal apropiación de casas y la anexión de territorio!].

Así ha jurado a mis oídos Yahveh Sebaot: ‘¡Han de quedar desiertas muchas casas; grandes y hermosas, pero sin moradores!’.» (Biblia de Jerusalén)

Existen muchos y buenos análisis de los acontecimientos que nos ocupan, análisis hechos desde un punto de vista histórico y político. Este mío está hecho desde el punto de vista de Israel y sus categorías bíblicas. Y el hecho es que, aún desde esa subjetiva perspectiva, el comportamiento de Israel merece las mayores críticas. En realidad, en el momento de proponerme escribir algo sobre los graves acontecimientos que se iniciaron el sábado 7 de octubre, recordé haber hecho ya algo semejante en enero de 2009. Dicho artículo, publicado en aquellas fechas en un diario local, será (tras estos primeros párrafos de aclaración y actualización) el grueso de este nuevo, ya que considero que no ha perdido prácticamente actualidad alguna.

Durante medio siglo, desde que, ya en 1973, mi esposa y yo iniciamos nuestros frecuentes viajes a Israel, hemos podido comprobar una evolución cada vez más lamentable en la mentalidad de los israelitas. Especialmente en las últimas décadas, el factor búsqueda de seguridad por parte de quienes sufrieron la shoá, ha ido cediendo su lugar a otras actitudes y comportamientos totalmente incompatibles con los valores bíblicos en los que el Estado de Israel pretende fundamentarse. Esa evolución es lo único que hace necesarios estos párrafos previos al referido artículo de 2009.

Precisamente en estos días hemos sabido que junto a la Ucrania infectada por una cúpula neonazi han estado luchando dos mil mercenarios israelís. ¿Qué tiene esto que ver, al igual que tantas otras actuaciones internacionales inconfesables y hasta criminalmente imperialistas, con el antiguo estatus de víctimas del genocidio? En estas décadas han ido creciendo en Israel (especialmente entre los fanáticos colonos) la arrogancia, la prepotencia, el odio, los abusos, la crueldad, la autojustificación frente al odio de “los otros”, la incapacidad de reconocer sus propios crímenes (mayores aún que los de los palestinos) y su propia gran parte de responsabilidad en la generación de ese odio de “los otros”…

Como se clamaba desde el milenario profetismo bíblico, he aquí a los oprimidos (en Egipto) transformados en opresores, a las víctimas de genocidio (en Alemania) convertidas en responsables de grandes crímenes contra la humanidad (e incluso probablemente de genocidio), a las víctimas de exterminio convertidas en planificadoras de una limpieza étnica en la Tierra Prometida (busquen las espantosas imágenes de Gaza arrasada tras los recientes bombardeos)… Una tierra sagrada, que dicen que les corresponde por designio divino. Un designio divino reapropiado más tarde por sus delirantes compinches anglosajones que proclaman el Destino manifiesto que les autoriza a las mayores barbaries.

Tal limpieza étnica ya ha hecho casi imposible la solución de dos estados (basada en las fronteras de 1947), solución aceptada por la OLP y hasta por Hamás en 2017. Una solución firmada por Israel y varios de los oponentes árabes (Egipto, Siria y Transjordania) en el armisticio árabe israelí de 1949, al finalizar la guerra árabe-israelí de 1948. Una solución respaldada abrumadoramente desde 1970 por la Asamblea General de la ONU, pero vetada por Estados Unidos. No sé si la extremista cúpula israelí ha perdido también el sentido de realidad. No habiendo aceptado nada en absoluto de todo esto o siendo incapaz, al parecer, de barajar la posibilidad de ser derrotada un día y perderlo todo… también parece estar bastante perdida en su mundo de auto ficción.

Creo que se trata de gentes tan perdidas éticamente, que no me extrañaría nada que, conociendo que tal ataque tendría lugar, hayan mirado hacia otra parte. De hecho, el presidente Netanyahu fue alertado por el ministro egipcio de Inteligencia de lo que estaba por llegar, según ha declarado este mismo. Todo ello sería posible sin negar el tenebroso pasado de algunos sectores de Hamás y sin negar sus posibles crímenes cometidos (según “nuestros” grandes y poco fiables medios) en estos días contra civiles indefensos. Y todo ello sería también compatible con el hecho de que el reciente ataque de Hamás ha demostrado su incuestionable nueva capacidad bélica (en la que insisten enérgicamente quienes califican de conspiracionismo cualquier análisis que apunte a una mayor o menor complicidad del presidente Netanyahu).

El retorno del “rey”

Otro futuro para Israel y Oriente Medio

Enero 2009

  1. Los dos caminos

Una de las temáticas más queridas de los escritos bíblicos sapienciales es la de los dos caminos. El camino recto y el mal camino. El primero es el de la práctica de la justicia y la misericordia, el de la fidelidad a la verdad y el de la búsqueda de la paz. Es el camino de la vida, frente al mal camino que solo conduce a la calamidad. Acabo de oír en la televisión que el argentino-israelí Daniel Barenboim, que en la plenitud de su vida se está volcando con  tanta dedicación a la reconciliación de israelíes y árabes, insiste en proclamar que el conflicto entre estos pueblos no tiene salida militar. Sus palabras me han evocado esa cuestión de los dos caminos. Porque, frente a una anónima minoría que puede compartir esa misma visión del famoso pianista y director, la gran mayoría de israelíes parecen apoyar la política del gobierno de Ehud Olmert. Y muy especialmente, ante la lluvia de proyectiles de Hizbulá sobre el norte de Israel, apoyan la intervención del Tsahal en el Líbano, por extrema que ésta sea. Para los centenares de miles de desplazados y afectados del norte de Israel, la renuncia a la defensa armada en las presentes circunstancias, rodeados de tantos que quisieran borrar a su estado del mapa, no significa otra cosa que el suicidio. Aclaro que entre esos desplazados se encuentran algunos muy queridos familiares y amigos míos. Aclaro también que, precisamente por mi condición de cristiano y no en oposición a ella, amo profundamente a Israel, del que he recorrido durante meses muchos de sus rincones. Por lo que ningún inquisidor, que se arrogue en exclusiva el título de verdadero patriota judío, tiene derecho a acusarme de antisemita, como lo han sido el presidente Rodríguez Zapatero o el amigo Pere Polo en el ámbito local. ¿Acaso no existe también en Israel una línea divisoria interna que los más fundamentalistas quisieran negar? Y por otra parte ¿es necesariamente el pacifismo el único camino recto?

  1. El retorno al camino recto

El cariño que profeso al pueblo hebreo no afecta a mi convicción de que, una vez más en su milenaria historia, Israel se está perdiendo en un camino que solo conduce a la calamidad. Porque, en primer lugar, la legítima defensa, repito con tantos otros, no puede justificar nunca una barbarie mucho mayor aún que aquella de la que alguien quiere defenderse. Algunas reacciones sobrepasan incluso la frontera extrema de una desmedida violencia para adentrarse ya directamente en el territorio de la pura venganza, el terrible “ojo por ojo” en el que no cabe el perdón mutuo. Pero mi análisis no se refiere sólo ni fundamentalmente a este momento coyuntural, sino al conjunto de la política que los últimos gobiernos vienen desarrollando. Porque, en segundo lugar y sobre todo, estoy convencido de que el espíritu de la no violencia no sólo es posible sino incluso imprescindible para que el pequeño Israel reencuentre el recto camino, el camino de la paz y la vida. La no violencia estricta y el desarme unilateral quizá sean impracticables para un estado como el de Israel, cuyos ciudadanos, tras la terrible shoá, están convencidos de que su supervivencia como pueblo depende casi en exclusiva de su propia capacidad de autodefensa. Creo, sin embargo, que sin misericordia y verdad no hay futuro para un pueblo cuya fuerza reside ante todo en la fidelidad a sus más auténticas raíces espirituales. No en vano en el mismo Programa de Jerusalén, que define los Objetivos del Movimiento Sionista, se expresa explícitamente que el fortalecimiento del Estado de Israel debe estar basado en la justicia y la paz proclamadas por los profetas.

  1. La magnanimidad y la conciencia de los propios crímenes

Que los miembros de Hizbulá caigan en la vileza de escudarse entre mujeres y niños no autoriza el asesinato fácil, masivo e indiscriminado de enemigos y rehenes juntos. También los soldados israelíes usan a los árabes para abrir los paquetes sospechosos y violan una y otra vez la frontera entre los crímenes de guerra y la lícita defensa. La guerra acaba siendo casi siempre precisamente eso, brutalidad y barbarie que transgrede todas las reglas. Justamente es por eso por lo que tantos judíos fuera y dentro de Israel afirman que esta guerra es un callejón sin salida. Un callejón que nos obliga a todos a derrochar imaginación y generosidad en la búsqueda de alternativas y horizontes nuevos y más amplios. Ese es el espíritu de la no violencia: misericordia y verdad, incansables y creativas. Ellas son, según Gandhi, el alma de la no violencia, ellas son las más poderosas fuerzas de la historia.  La magnanimidad y la conciencia de los propios crímenes fueron también las que convirtieron a David en el gran rey del primer Israel. Cuando David en un contexto guerrero -mientras se defiende del rey Saúl que pretende darle muerte- perdona generosamente la vida a su enemigo [Libro Primero de Samuel, capitulo 2], está caminando en ese sendero de la no violencia y provoca cambios insospechados en una situación bloqueada. Y cuando, tras la denuncia del profeta Natán, reconoce y llora amargamente el crimen que ha cometido con Urías, el esposo de Betsabé [Libro Segundo de Samuel, capítulo 12], está también retornando a ese camino de la no violencia. Sin ese retorno de la mayoría de israelíes a la magnanimidad, a la justicia y a la verdad sobre los crímenes propios -valores que la figura de David personifica-, la moral y la motivación de sus soldados será cada vez menor y, por el contrario, el rechazo e incluso el odio de millones de seres humanos hacia ellos será cada vez mayor. Ese sí es el mal camino de un pueblo cuyos últimos gobernantes siguen honrando en actos públicos al gran padre de la patria, pero que carecen absolutamente de su misma altura de miras.

  1. La yihad y la no violencia

Quien crea que este artículo tan centrado en Israel significa indiferencia o desinterés hacia el sufrimiento enorme de palestinos o libaneses no ha entendido la no violencia. Para Gandhi todos los seres humanos somos hermanos, más allá de las raíces propias de cada pueblo. Raíces por otra parte irrenunciables, porque para el Mahatma nacionalismo e internacionalismo se necesitan y se nutren mutuamente. Ahora bien, Gandhi, y tras él todo el movimiento que inspiró, es mucho más exigente consigo mismo -con las motivaciones que nos mueven y los métodos o medios elegidos- que con el “enemigo” exterior, el cual en última instancia tendrá que responder de sus propias acciones ante Dios y su conciencia. No es casual que él mismo fuese asesinado por un radical hindú -como Rabin por un radical judío- convencido de que liberaba a la India de un traidor demasiado tolerante con los enemigos musulmanes. Pero esa era una interpretación distorsionada e ilícita de la generosidad de Gandhi hacia sus “enemigos”. Soy consciente de que la casi ausencia de referencias en este artículo a los crímenes del islamismo radical también se presta a malentendidos. Pero éste pretende ser un escrito en clave interna, y necesariamente breve, de alguien que se siente un judeo-cristiano no violento. Algunos sólo se sienten a gusto en cosmovisiones simplistas, unilaterales y maniqueas. Buenos y malos absolutos. El sionismo, puro instrumento del imperialismo estadounidense, gritan unos. Pero la realidad es mucho más compleja. Israel es el minúsculo país de unos supervivientes obsesionados por su seguridad y quien no comprenda que todos sus excesos y crímenes nacen fundamentalmente de ahí no podrá captar la complejidad de este conflicto. El Islam, violento por naturaleza, predican otros. Sin embargo la yihad o guerra santa no es un concepto exclusivo del islamismo, sino que se aproxima estrechamente a lo que cualquiera puede leer en multitud de relatos bélicos de la Biblia judía y también a la misma “guerra justa” del cristianismo. Incluso podemos encontrar una afinidad de fondo entre la no violencia y la yihad. Esta es también sobre todo misericordia y lucha espiritual contra las propias tendencias negativas. Y solo se puede transformar en quital, lucha armada contra otro, cuando busca la protección de los débiles oprimidos o la reparación de injusticias.

  1. Claves para el futuro del Oriente Medio

Para algunos buenos conocedores de este conflicto, como Shlomo Ben Ami, la solución debe ser impuesta por la comunidad internacional. Pero creo que en él las claves internas, especialmente las israelíes, son aún más fundamentales. Porque, por una parte, Israel ha adquirido ya el hábito de prescindir de lo que el  resto del mundo piense o haga. Y porque, por otra, esa “comunidad internacional” suele intervenir o deja de hacerlo por un incierto cúmulo de intereses casi siempre mezquinos y espurios. Sin embargo, aún en clave interna, me temo que, de nuevo, la única vía para que la mayoría israelí escuche a ese “pequeño resto” de conciudadanos -un concepto que de nuevo nos remite a los escritos proféticos- que busca otras alternativas a la guerra, será la vía de una nueva y dolorosa crisis que desmorone las prepotencia de la sociedad israelí. Prepotencia con la que seguramente se defiende de sus fantasmas y temores internos. Con lo cual volvemos a otra de las tesis del citado ex embajador y ex ministro israelí, la del desastre necesario para que se produzcan cambios. Una tesis por cierto muy bíblica nuevamente, la de un Israel rebelde a Yahweh que una y otra vez sólo vuelve al recto camino tras el crisol de la prueba. Como el gran rey David.

Foto: Gaza, 7 de octubre, el brazo armado de Hamás, las Brigadas Izz ad-Din al-Qassam, entra en el lado israelí de la valla de Gaza.

Entrevista a Juan Antonio Aguilar: Israel prepara la invasión de Gaza – Hasta el minuto 01:55 (Miguel Ruiz Calvo, 11.10.2023)