El sufrimiento de un sector cada día más amplio de nuestra sociedad empieza a alcanzar unas cotas inimaginables hace unos años. Para quienes no nos resignamos frente tanta injusticia e impunidad y estamos convencidos de que un sistema basado en tanta arbitrariedad tiene los pies de barro, es un imperativo ético el intentar reconducir esta tragedia. En esta cruel política de austeridad, que esconde unos inconfesables objetivos, nuestras islas marchan a la vanguardia en la enloquecida carrera de recortes de todo tipo. Sin embargo, los futuros gobiernos de las Illes Balears, sean del color que sean, tendrán un margen de decisión cada vez menor sobre aquellas grandes directrices con las que se está ejecutando este saqueo desenfrenado. Las grandes “familias” que crearon la Reserva Federal, la Unión Europea, el euro o el Banco Central Europeo, están alcanzando ya, tal y como se habían propuesto, el control centralizado de la economía y de la política europeas. Cada vez es más evidente cuál es el futuro que le espera a la generación que nos seguirá. Estas gentes son tan cínicas que, seguramente, en el mismo momento en que hayan “estabilizado” la economía, es decir, en cuando hayan conseguido que nuestra sociedad salde con un enorme esfuerzo esta descomunal estafa, empezarán a preparar la próxima “crisis”. Sus bancos sistémicos, nos dicen, son demasiado grandes para caer: habrá que rescatarlos cuantas veces sea preciso. O quizá ya no necesiten una nueva crisis, puesto que lo están dejando todo atado y bien atado para un expolio sistemático y continuado.

Islandia, el modelo a seguir para movimientos como el 15M u Ocupa Wall Street, está compuesta por una gran isla y un conjunto de otras menores, con una población tres veces menor que la de nuestras islas. Fue clasificada por la ONU como el tercer país más desarrollado del mundo. Pero también su economía fue destruida en pocos años, como la nuestra, por unos financieros que seguían los dictados de Wall Street y unos gobernantes que fueron sus cómplices necesarios. Su autonomía económica es mucho menor que la nuestra, ya que su PIB no alcanza ni a la mitad del nuestro. Sin embargo, su capacidad de autonomía intelectual, muy superior a la nuestra, junto a la imposibilidad de pagar la descomunal deuda, los hizo capaces de tomar una decisión que aquí, tras décadas o siglos de adoctrinamiento en “el espíritu nacional”, aún sería vista como una insensatez: la salida del sistema. Los bancos no fueron rescatados. Desde entonces, Islandia avanza por la senda del crecimiento. En el ámbito Europeo, sin referirnos a otros continentes, existen diversas experiencias parecidas a la de Islandia (Noruega, por ejemplo, ni forma parte de la Eurozona ni de la Unión Europea). Pero la de Islandia es la que más podría parecerse a la de unas Illes Balears que tomasen algún día una valiente decisión: convertirse no solo en un nuevo Estado, sino además en un Estado fuera del sistema controlado por los grandes “familias” que nos están robando los logros sociales alcanzados en las pasadas décadas, e incluso (lo que es aun más terrible) nuestra propia dignidad y autoestima, convirtiéndonos de nuevo en vasallos.

El tiempo de las grandes crisis suele ser también el de las grandes inspiraciones y renovaciones. ¿Habremos tocado fondo? Las cosas van muy deprisa, quizá veamos a medio plazo cosas que jamás imaginamos. No son ningunos exaltados los expertos que hablan del posible colapso sistémico de la civilización occidental tal y como la conocemos. Y no sigamos con el cuento de que la Constitución es intocable: bastaron unas horas para modificarla a fin de que a partir de ahora lo prioritario sea el pago “debido” a los grandes financieros. Sin hablar de las otras dos grandes decisiones de Rodríguez Zapatero antes de que desapareciese de la escena: ceder la base de Rota para que esos grandes financieros desplieguen sus juguetes de guerra nuclear y desmantelar la justicia universal que podría poner algún freno a sus crímenes.¿Empezaremos por fin a entender, al igual que vascos y catalanes, que el nacionalismo no es incompatible con una verdadera globalización, sino que por el contrario, como decía Gandhi, “no se puede ser internacionalista sin ser nacionalista”? ¿Nos desencantaremos por fin de los medios de información “globales” (en realidad, tan solo occidentales, y en manos de estos plutócratas sin escrúpulos) y volveremos a valorar todo lo local? Lo cierto es que están dejando todo tan bien atado, que están reduciendo nuestras alternativas a solo dos: o salir de su sistema o sufrir su sistemático saqueo.