Dedicada a santa Régine Kadoyimana, que, habiendo amado hasta el extremo, falleció el pasado día 3 de enero dejando huérfanos a sus cuatro niños

Había una mamá ruandesa llamada Régine Kadoyimana. Su nombre significaba Regalo de Dios. Poseída totalmente por la misericordia y la justicia, atendía en la prisión, año tras año, a otra heroína como ella, Victoire Ingabire Umuhoza, cuyo único crimen era el de haber intentado fundar un partido político para buscar el bien de su pueblo. El bien de todas las etnias sin diferencia alguna. Muchos temían por su vida, pues eran ya numerosos los colaboradores de Victoire que habían sido asesinados, habían desaparecido o habían muerto en extrañas circunstancias.

Y sucedió un día que, efectivamente, Régine falleció de modo repentino y sumamente sospechoso. Y, una vez más, ningún medio de comunicación hizo la menor alusión a esta enésima desaparición. Ni tan siquiera el Vaticano. Lo cual no era nada extraño, pues el mismo papa Francisco, pervirtiendo de modo desconcertante la realidad de los hechos, había pedido perdón solemne y públicamente al genocida Paul Kagame, el gran gendarme en África de las elites anglo-occidentales y responsable directo de todas estas muertes. Al igual que del asesinato brutal desde 1990 de millones de ruandeses y congoleños, incluidos cientos de obispos, sacerdotes y religiosos católicos.

Justamente por entonces falleció también el papa emérito Joseph Ratzinger. Y el mundo entero pudo contemplar en todas las cadenas de televisión, durante varios días, la preparación y realización de sus exequias, en las que participaron miles de cardenales, sacerdotes, periodistas, etc. Tras todo ello, al papa emérito le fueron abiertas las puertas del Cielo. Entrando en él dos días después que Régine, se encontró con una fiesta de tal esplendor que no existen palabras adecuadas para expresarlo, ni aun aproximativamente. En esto, el Señor mismo en persona vino a acogerlo con un amor inefablemente entrañable. Pero, para su sorpresa, le dijo así:

“Hijo mío querido, siéntate de momento en esta última fila hasta que acaben los días de fiesta por Régine. Tú ya recibiste en la tierra todos los honores que contemplaste desde fuera de tu cuerpo mortal. En cambio Régine no tuvo los que su gran amor y su sorprendente coraje se merecían. Pero aquí en el Reino Celestial los primeros son los últimos y los últimos son los primeros. Como ya os expliqué cuando vivía entre vosotros y ahora te recuerdo, aquel que se considere el más importante debe hacerse, no en la teoría sino realmente, el servidor de todos. Durante siglos, muchos de mis discípulos habéis ido configurando vuestros criterios y comportamientos a los del mundo y a los del poder. Y desde la extraña muerte (una más) de Juan Pablo I, los poderosos que desde hace décadas ya controlan todo en Occidente no han tenido necesidad de asesinaros a ninguno de sus sucesores, como asesinaron a Juan el bautista o a mí mismo. No tienen necesidad, porque ya están dentro del Vaticano. Son capaces de lograr que incluso sea consagrado como cardenal un verdadero criminal. Pero aquí la Luz del Padre hace trasparente todo aquello que se ocultaba en los corazones”

Parábola inspirada en: Lucas 16, 19-35; Mateo 20, 16 y 26-28.