El patriotismo español, que nunca debe confundirse con el nacionalismo –una ideología perversa que somete al pueblo de Cataluña–, se manifiesta de muchas maneras: con la bandera, las selecciones españolas, los toros y un largo etcétera. Pero, sobre todo, los patriotas españoles, que no nacionalistas, reaccionan fervorosamente cuando proclaman la unidad de España, la cual, como es sabido, es la nación más antigua del mundo, ya documentada en la prehistoria. Especialmente, cuando desde Cataluña se defiende la independencia o el derecho a decidir, los patriotas proclaman la sagrada indivisibilidad de la nación española, a la que no se le puede amputar ningún miembro. Y, ante la polémica de turno, estallan todos a una: políticos, periodistas, folklóricos, de derechas y de izquierdas, por ejemplo, condenando Artur Mas, al que culpan de la división de los catalanes, los enfrentamientos familiares durante las cenas de Navidad y de los problemas de convivencia que, como todos sabemos, sufre la sociedad catalana, la cual, según estas voces, vive en un estado de crispación similar al del Ulster.
La última en ser lapidada ha sido la pobre Empar Moliner, escritora y payasa, como ella misma se ha definido, por haber simulado que quemaba un ejemplar de la sagrada Constitución española –ni más ni menos que en un programa de la manipulada y partidista TV3– como parodia para defender que una Constitución que no permite que las instituciones catalanas protejan a las familias que sufren pobreza energética, sólo sirve a estas familias para quemarla y calentarse. Se diría que tal denuncia habría sacudido la opinión pública ya que era en defensa de los pobres catalanes que no tienen nada para calentarse en invierno. Pero, he aquí que, desde el presidenciable Sánchez, pasando por Ana Rosa Quintana, hasta la caverna más profunda han levantado un clamor que ha obligado a la acomplejada dirección de TV3 a borrar el vídeo del programa, como si nunca hubiera existido. Incluso, una imparcial cadena de televisión pide cuatro años de cárcel para Empar. Pero, como dice la Moliner, ninguno se ha rasgado las vestiduras en defensa de los pobres que en invierno no tienen electricidad para calentarse, a los que el Gobierno no ayuda ni deja que los ayuden. En esta España de pandereta siempre truena con un ruido ensordecedor que esconde los problemas de fondo, ya sea la pobreza o el clamor por la soberanía de un pueblo como el catalán.
Ya se sabe que el patriotismo, que no nacionalismo, es el patriotismo. Y que la Constitución no se toca. Y que la unidad de España es inviolable. Porque a españoles no les gana nadie. Hasta que, uep! les tocan el bolsillo. Aquí, el patriotismo ya empieza a flaquear. A la hora de rascarse el bolsillo y pagar impuestos, que beneficiarían al conjunto de los españoles y harían progresar a su patria, todo son excusas de mal pagador. Y no hablamos de si su cargo les permite poner la mano en el cajón sin que les vean, sea literalmente, en forma de tarjetas black, a modo de salarios desorbitados o de jubilaciones de escándalo. Aquí ya no hay patria que valga. Son ciudadanos del mundo, especialmente de Suiza, de Panamá o de otros destinos exóticos donde esconden los frutos de su rapiña.
El muestrario de los «papeles de Panamá» no puede ser más ilustrativo: realeza, ministros, grandes empresarios, escritores antinacionalistas como Vargas Llosa, gente de la farándula… Toda la fauna española, la más representativa de la españolidad, abrazando la bandera panameña, conocida en todo el mundo como bandera de conveniencia. Los últimos días, para poner la guinda, Mario Conde, aquel empresario modélico, quiero decir que servía de modelo a corporaciones municipales del PP, o al menos le organizaban conferencias y pregones de fiesta, está encerrado en la cárcel. Y, anatema, José María Aznar, el guía espiritual, quien, con cara de perro se ha pasado años dándonos lecciones de moral, de defensa de los valores y de la unidad de la patria. Aznar, inspector de hacienda antes de dedicarse a la política, como un Monedero cualquiera, burlaba a la Hacienda pública tributando sus rentas particulares a través de una sociedad para ahorrarse buena parte de los impuestos que debía pagar. ¡Tu también, José María! ¿Qué ha pasado con vuestro fervor patriótico? ¿Esta es vuestra manera de defender a España? O es que, en el fondo, la queréis así: corrupta, desigual, injusta, inculta…
Ay! pobre España, ¿quien te salvará de tus salvadores?