Es posible que a usted aún le cueste entender algunas cuestiones de las que vengo tratando en mis tres últimos artículos , algunas cuestiones como estas:

  1. Por qué es tan estrecha la relación entre la actual pandemia y la lucha de los pueblos frente a la élite mundial del 0,001% de personas que controlan Occidente cada vez más estrechamente mediante la llamada financiarización. Por qué “no es en absoluto arbitrario -como decía en mi último artículo- el salto [que hago, aparentemente extraño] desde una hipotética guerra biológica de Estados Unidos contra China (una gran crisis sanitaria y económica global, como mínimo) a otra guerra financiera entre las élites y los pueblos (esta sí bien real, que ciertamente ya está tomando el relevo a la “guerra” de la pandemia, tanto si esta ha sido accidental como intencionada)”.
  2. Qué es ese “maravilloso” mundo “global”, sin naciones ni guerras, que dicen anhelar las grandes familias financieras dueñas de la Fed (Reserva Federal). En su propia autobiografía, Memoirs[1], David Rockefeller escribía: “Algunos creen que incluso somos parte de una sociedad secreta que trabaja contra los mejores intereses de Estados Unidos, considerándonos a mi familia y a mí como internacionalistas y como conspiradores, junto a otros de todo el mundo, para construir una estructura global, política y económica, más integrada, un solo mundo, si se quiere. Si ese es el cargo, yo soy culpable, y estoy orgulloso de ello.”
  3. Cuál es el papel fundamental de su Fed en dicho proyecto.

Si es así, si a usted aún le cuesta entender bien estas cuestiones, le invito a dar dos sencillos pasos:

Primero: buscar en Internet “Repsol – JP Morgan” o “caída bursátil grandes empresas españolas”. Usted encontrará enseguida que el Gobierno de Pedro Sánchez ha tenido que aprobar el pasado 17 de marzo un Real Decreto de medidas urgentes a fin de evitar sin más demora que diversos bancos y empresas de gestión de inversiones estadounidenses como JP Morgan o Black Rock se hagan con el control de más del 10% de las grandes empresas españolas estratégicas. Empresas que han dejado gran parte de su valor en Bolsa, tras los derrumbes históricos de los últimos días, especialmente tras la declaración del estado de alarma. Repsol es el caso más extremo, dado el derrumbe del precio del crudo, anterior a la pandemia. Pero no es la única gran empresa española al borde del precipicio. En elEconomista.es se podía leer el 18 de marzo:

“Desde los máximos históricos de cada una, el valor bursátil de Repsol, Telefónica, Santander o BBVA ha retrocedido entre un 64% y un 80%, dejándolas a tiro de piedra para algún comprador extranjero. Fuentes empresariales explican a este diario que en los últimos días firmas del sector energético, de telecomunicaciones y financiero habían transmitido al Gobierno su inquietud por la posibilidad de ser compradas ante el desplome en su valor bursátil y habían solicitado que esta ley anti-opas fuese incluida dentro del paquete de medidas económicas anunciado. Durante su comparecencia Sánchez ha explicado que se intenta evitar que las empresas extranjeras aprovechen la «caída coyuntural» en estas […]”.

Como es evidente, dichas empresas han sido las más interesadas en que se promulgase con urgencia dicho Real Decreto. Ya se sabe, “cuanto menos Estado mejor”, dicen los grandes empresarios… ¡hasta que necesitan que el Estado los rescate! De hecho, necesitan a los estados como instrumentos a su servicio. En el apartado titulado “Las guerras y los rescates económicos: parteras del Nuevo Orden Mundial”, de mi libro La hora de los grandes “filántropos”, apartado en el que recojo los lúcidos análisis de Andrew Gavin Marshall, escribí lo siguiente:

«Estados Unidos ha sido utilizado por los poderosos bancos e intereses corporativos occidentales como el motor del Imperio, expandiendo su influencia por todo el mundo. Los bancos lograron esta proeza magistral a través de la construcción del sistema global de los bancos centrales. Los banqueros primero tomaron el control de Gran Bretaña a través del Banco de Inglaterra, construyendo la masiva fuerza del Imperio británico, y se propagaron por el resto de Europa, creando los bancos centrales de los grandes imperios europeos. En el Siglo XX, los bancos centrales tomaron el control de Estados Unidos a través de la creación de la Reserva Federal en 1913, antes del estallido de la Primera Guerra Mundial.»

Segundo: investigue las inimaginables cifras, las exorbitantes decenas de billones de dólares que vienen creando desde la nada los dueños de la Fed y entregándoselas sin control alguno a sus propios bancos, como el JP Morgan, del que fue presidente David Rockefeller, el gran maestre de la Orden de los Globalistas. Este paso no será tan fácil. No busque qué dicen o escriben los expertos que usted ve, oye y lee cada día pontificando en los grandes medios de comunicación, porque no encontrará prácticamente nada. Tendrá que encontrar documentos oficiales, como los que cito en mis dos anteriores artículos: https://l-hora.org/?p=13441&lang=es y https://l-hora.org/?p=13489&lang=es.

El tercer paso viene por sí solo: descubrirá lo rápidamente que estos señores se habrían apropiado de todo Occidente si no existiesen los estados nacionales y estos no tuviesen una minima autonomía frente a estas intrigas especulativas. Y lo rápidamente que se habrían apropiado de todos los países de “la periferia” -como los llaman- que no tuviesen capacidad para resistirse, como sí la tienen China, Rusia, Irán o Venezuela. Zbigniew Brzezinski fue el ideólogo-creador de la poderosísima Comisión Trilateral (fundada por David Rockefeller en 1973), exdirector del Consejo de Relaciones Exteriores y miembro relevante del Club Bilderberg (los otros dos poderosos “clubes” en cuya creación, en 1921 y 1954 respectivamente, los Rockefeller tuvieron también un papel fundamental). En 1971, en su libro Entre dos edades: El papel de EE.UU. en la era tecnotrónica, escribía: “El Estado-Nación como unidad fundamental de la vida organizada del hombre ha dejado de ser la principal fuerza creativa: Los bancos internacionales y las corporaciones transnacionales son [actualmente] actores y planificadores en los términos que antiguamente se atribuían los conceptos políticos de Estado-Nación.” Edmond de Rothschild ya dijo exactamente lo mismo en declaraciones a la revista Enterprise: “La estructura que debe desaparecer es la nación”.

De este modo, puede ser que usted también descubra que los partidarios del Brexit no eran todos unos nacionalistas fanáticos e ignorantes cuando clamaban que querían liberarse de aquellos personajes que nadie ha elegido y que, en la cúspide de la Unión Europea, tienen el verdadero poder de decisión. Puede ser que usted también entienda por qué una “izquierda” secuestrada por los grandes financieros globalistas nunca se ha enfrentado al Banco Central Europeo.  Y puede ser que entienda por qué un mercenario a las órdenes de dichos globalistas, como John Carlin, que durante años se ha dedicado a lavar la imagen del gran genocida Paul Kagame -llegando a decir que ni el mismo Jesucristo hubiese podido imaginar su generosidad-, ahora se dedique a denigrar el Brexit y al nacionalismo antieuropeísta inglés, cuya esencia es -según esta “eminencia”– “mezquina, miserable, mediocre, agresiva y en el fondo cobarde”. Quizá descubrirá así que quienes desprecien aquello de Gandhi “No se puede ser internacionalista sin ser nacionalista” son auténticos lobos que se han cubierto con pieles de oveja.

E incluso quizá a usted se le ocurra -como a otros ya se les ha ocurrido antes- que, en el fondo, quizá estas gentes piensen: De aprovechar estas grandes crisis y guerras a provocarlas… ¡solo hay un pequeño paso! Quizá sea lo que vienen haciendo desde hace siglos. El presidente Franklin D. Roosevelt debía saber muy bien a qué se refería el día en el que afirmó: “En la política, nada sucede por accidente. Si sucede, usted puede apostar que así se planeó”. Tampoco es accidental que, cuando en su momento tuve que dar un título al apartado en el que intentaba explicar todo esto, optase precisamente por el que ya he citado: “Las guerras y los rescates económicos: parteras del Nuevo Orden Mundial”. Guerras de agresión contra “los otros”, “rescates” económicos de puertas adentro. Billones de nuevos dólares creados desde la nada en ambos casos.

Sí, existen conspiraciones. Siempre las ha habido. Es extraño que, en estos días de semana santa, un cristiano pueda dudar de ello. Basta una sencilla lectura del Evangelio de Juan, o de cualquiera de los tres evangelios sinópticos, para comprobar el elaborado complot de las autoridades de aquel tiempo y aquella tierra para lograr dar muerte a Jesús. O ¿en qué mundo viven aquellos que aún no se han dado cuenta de que otro de los grandes acontecimientos del siglo XX, que cambió totalmente el curso de la historia, el repugnante asesinato de John F. Kennedy, fue el resultado de un terrible complot sistemáticamente planificado? En mi caso particular, a uno no le queda la menor duda al respecto cuando encuentra un día la primera página de El País, el gran diario globalista para todo el mundo hispano, o la de Público, el otro diario “progresista” español, dedicadas a acusarlo de ser el principal financiador de los terroristas genocidas que hacen necesaria en el Congo la mayor misión de la historia de la ONU, una misión de casi 20.000 cascos azules.

Y podríamos también referirnos a la conspiración contra Julian Assange, que a su vez nos había salvado a nosotros, al publicar cinco cables secretos que dejaban en evidencia el objetivo del ataque que sufrimos: desactivar la querella que habíamos promovido en la Audiencia Nacional, así como las cuarenta órdenes de arresto contra los más altos cargos del actual régimen ruandés emitidas por el juez Fernando Andreu Merelles: https://l-hora.org/?p=10767&lang=es. Una desactivación, la de dicha querella, que, acompañada de los cambios legales que acabaron con la jurisdicción universal, ha regalado una absoluta impunidad a los asesinos de millones de ruandeses y congoleños, así como de nueve españoles.

Sin embargo, existe una conspiración que merece sin duda el calificativo de la madre de todas las conspiraciones. Es de tal magnitud y tan evidente (a no ser que se esté tan condicionado y dañado por la propaganda de nuestros grandes medios globalistas, que se sea incapaz de aceptar lo evidente), que, para probar que efectivamente existen conspiraciones, no creo que sea necesario tratar ninguna otra de las muchas que han existido a lo largo de la historia. Se trata de la gran conspiración que tuvo por objetivo la creación en total sigilo de “la institución más dominante del mundo”, la Fed, así como la ocultación a la ciudadanía de su verdadera naturaleza y de las gravísimas consecuencias de sus operaciones. Ocultación que, hasta el día de hoy, sigue siendo un hecho sorprendente. Es casi incomprensible que brillantes análisis sobre ella, como los del estadounidense Stephen Lendman, https://www.voltairenet.org/article167747, sigan siendo tan ignorados.

         Así que no es en absoluto ocioso y menos aún descabellado -como afirman los “realistas” y “sabios” de siempre- preguntarse si la actual pandemia puede haber sido el resultado de una conspiración. ¿En qué han quedado, tras el paso de las semanas, todas aquellas declaraciones de algunos expertos al respecto, declaraciones que ya recogí el 10 de marzo en mi primer artículo sobre el covid-19: https://l-hora.org/?p=13253&lang=es ? En él manifestaba mi extrañeza sobre lo “casual” que era el hecho de que, tras la aparición del covid-19 en el momento y lugares más estratégicos posibles para que China sufriese una gran crisis, surgiese un poco más tarde un nuevo foco, independiente del de Wuhan, en el miembro más relevante del “eje del mal”, Irán. En las semanas que han transcurrido, dicha extrañeza – o “paranoia”- no solo no ha desaparecido sino que ha ido en aumento -se ha “agravado”- por culpa de diversas lecturas políticamente nada correctas. Ese ya será el contenido del próximo artículo.

[1] Página 405. Ha sido publicada en castellano por Editorial Planeta en 2002 con el título Memorias. Historia de una vida excepcional.