Los Comités Óscar Romero de Europa denuncian la agresión internacional en América Latina
La globalización del capitalismo neoliberal ha agudizado la brecha entre el mundo rico y el mundo pobre. No hay cabida para tanto sufrimiento en este mundo. América Latina es el continente con mayor desigualdad del planeta.
Después de las crueles dictaduras militares que ocasionaron decenas de miles de muertos se impusieron con fuerza las políticas económicas de corte neoliberal. Antes los pobres morían por las balas, ahora por el hambre.
En medio de esta realidad se fue despertando la conciencia de los pueblos latinoamericanos. Apareció la teología de la liberación como expresión religiosa de los oprimidos. Surgieron movimientos libertarios a lo largo y ancho del continente. En los últimos 15 o 20 años, América Latina emprendió un proceso de liberación del dominio extranjero, principalmente de Estados Unidos. Es la primera vez en 500 años que esto ocurre, en palabras de Noam Chomsky. Es un gran cambio
Es así como se eligieron gobiernos de tendencia socialista, algunos inspirados en el espíritu del libertador Simón Bolívar como Venezuela, seguidos por Bolivia y Ecuador. Otros países, con un capitalismo de orientación social como Uruguay, Paraguay, Chile, Argentina, Brasil y Honduras, se aliaron a ellos.
Estos gobiernos, en medio de sus desaciertos, hicieron notables logros en materia de educación, salud, equidad, desarrollo comunitario y democracia participativa en beneficio de las grandes mayorías. Han reducido la pobreza, el analfabetismo, la desnutrición y la mortalidad infantil. Son realidades indiscutibles, reconocidas por el PNUD, UNESCO, OMS y la FAO.
No todos estos gobiernos son socialistas. Más bien se definen como un capitalismo de rostro humano y de carácter keynesiano. Respetan la propiedad privada de los medios de producción. Pero impulsan procesos de redistribución de la riqueza con un fuerte sentido social y de autonomía frente al imperialismo norteamericano. Todos ellos llegaron al poder mediante elecciones democráticas.
Venezuela impulsó la creación del ALCA (Área Libre de Comercio de las Américas) al que se unieron casi todos estos países. Lo cual exasperó a los poderes económicos, al FMI, al Banco Mundial, a las multinacionales y a toda la derecha internacional, que no toleran ningún experimento político social que no esté bajo su control. Pero, sobre todo, indignó a Estados Unidos, quien desde su embajada en Caracas alentó a movilizar a los sectores contrarrevolucionarios, “antichavistas”, a tomar las calles, hizo llamadas a la desobediencia civil, apoyó escaramuzas militares en la frontera con Colombia, difundió una imagen dictatorial del presidente Hugo Chávez y después de Nicolás Maduro como un inepto, empezó a controlar los grandes establecimientos comerciales, sobre todo de alimentación, creando un desabastecimiento generalizado.
Los alimentos han sido producidos, pero no han sido colocados en los centros comerciales por los grandes empresarios, ligados a la oposición. Por lo tanto, el boicot no está en la producción sino en la distribución de estos bienes. El objetivo del desabastecimiento es generar la desesperación y descontento entre la población para provocar la caída del gobierno bolivariano a favor de la oposición derechista, e incluso preparar un golpe militar o una intervención de los marines so pretexto de poner orden. Todo apunta a que los grandes empresarios de la alimentación prefieren perder dinero con el desabastecimiento con tal de controlar el poder. Parece que les duele que el gobierno bolivariano haya producido educación, conciencia ciudadana, salud gratuita, derechos laborales, salariales y sociales, y sobre todo dignidad para las mayorías pobres. No cabe duda que Maduro ha tenido errores y desaciertos en su gestión política, pero esto no justifica lo que están haciendo. Son prácticas antidemocráticas.
Las intervenciones norteamericanas en América Latina tienen una larga historia. La mayoría de los dictadores del continente se formaron en la “Escuela de las Américas”, ubicada primero en Panamá, después, en 1984, trasladada a Fort Benning, Georgia (Estados Unidos). Esta Escuela ha sido un centro de capacitación y entrenamiento de militares latinoamericanos en técnicas de contrainsurgencia con métodos represivos, de secuestros, torturas y asesinatos. Por eso, con razón se la ha llamado “escuela de asesinos” (Jesuita Daniel Berrigan).
La historia reciente es elocuente. Las oligarquías nacionales, aliadas al imperialismo norteamericano y al sistema económico mundial, se aliaron con la derecha internacional y con sus medios de comunicación, para hacer caer a los gobiernos progresistas. Cuando se intenta ir más allá de lo permitido por el gran capital, aparece la ofensiva. Recordemos el caso de Salvador Allende en Chile, Bishop en Grenada, Jean-Bertrand Arístide en Haití, Fernando Lugo en Paraguay o de Manuel Zelaya en Honduras, país éste que vive hoy una situación de pobreza extrema y brutal represión tras el golpe de Estado apoyado por Estados Unidos.
En Argentina, con la salida del gobierno de Cristina Fernández y la subida al poder del ultraneoliberal Mauricio Macri apoyado por la derecha internacional, se están llevando a cabo despidos masivos y privatizaciones de servicios públicos que afectan a los más pobres. El Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, señala que en Argentina, en los primeros cuatro meses de 2016, el número de pobres aumentó en 1.400.000 personas, citando al Observatorio de la Universidad Católica. Con estas políticas los pobres son cada vez más pobres a costa de ricos cada vez más ricos, que afecta de una manera particular a la infancia. Todo esto está generando una situación de descontento y riesgo de estallidos sociales.
Desde el 12 de mayo de este año, Brasil está pasando por la crisis política más grave en sus 31 años de democracia. La ultraderecha no ha querido esperar a las elecciones, que probablemente perdería y es por eso que prepararon un golpe palaciego contra la presidenta Dilma Rousseff, del Partido de los Trabajadores, el partido de Lula que, hay que decir en verdad que algunos miembros de este partido también se unieron a la élite tradicional en la corrupción.
El juicio político montado en contra de Dilma es una cortina de humo para llevar a cabo un golpe institucional que comenzó el mismo día que ella ganó las elecciones. La derecha política no vio con buenos ojos que los gobiernos del Partido de los Trabajadores en los años que ha estado en el poder, sacaran de la pobreza a casi 40 millones de brasileños, ni la inclusión de los jóvenes de escasos recursos al acceso a las universidades, ni las políticas de socialización de la sanidad pública. Por lo tanto, el juicio político de Dilma responde a turbios intereses de la oligarquía nacional, de los capitales transnacionales y de los Estados Unidos. Este golpe constituye una amenaza creciente para toda la región.
Noam Chomsky señala que Rousseff quizás sea la única política que no ha robado para enriquecerse. Ha sido acusada de una corrupción no comprobada. Sin embargo, los que le dieron el golpe son una “banda de ladrones”, tal es el caso del reemplazante de Rousseff, Michel Temer, miembro del partido opositor PMDM, implicado en escándalos de corrupción con Petrobras, la empresa petrolera del Estado. El nuevo gobierno de Brasil ya ha anunciado planes para legalizar la apropiación de tierras estatales por parte de empresas multinacionales. Los planes del imperialismo, de las multinacionales y los medios de comunicación afines están utilizando la lucha contra la corrupción como pretexto, cuando en realidad han sido las oligarquías las que han estado involucradas en los más escandalosos y deshonestos casos de corrupción no solo en Brasil sino en todo el continente.
Con la salida del gobierno de Cristina Fernández en Argentina y el golpe palaciego a Dilma Rousseff en Brasil se despeja el camino para una intervención en Venezuela. Se está preparando el aislamiento internacional del gobierno del presidente Nicolás Maduro, presentándolo como un dictador enfrentado al Congreso. La oposición habla de “presos políticos”, cuando en realidad estos fueron detenidos y sancionados por incitar a la violencia y al vandalismo, tal es el caso de Leopoldo López. La oposición y la derecha internacional están pidiendo una intervención de la OEA para exigir al presidente Maduro que renuncie.
La Revolución Bolivariana pende de un hilo. Todas las fuerzas de la derecha nacional e internacional conspiran contra la Revolución Bolivariana. Sin embargo, no reconocen los grandes cambios realizados en beneficio de los que históricamente han sido excluidos. La pobreza se redujo del 49.4 % a un 27,8 %. El número de médicos se aumentó del 18 % a un 58 % por cada diez mil habitantes. La tasa de desempleo hoy se sitúa en 6,7 %. De 387.000 pensionistas se elevaron a dos millones. Son indiscutibles los avances sociales que la Revolución Bolivariana ha realizado en Venezuela.
Pero el capitalismo mundial hegemónico y su principal exponente, Estados Unidos, no descansan un momento en su lucha contra los gobiernos que se han salido de su órbita. Antes utilizaron los golpes militares, ahora, con el pretexto de luchar contra la corrupción o la inestabilidad política en el caso de Venezuela, van creando un movimiento nacional e internacional en contra de estos gobiernos. Han aprovechado la crisis mundial de la economía, los errores de las dirigencias gubernamentales de la izquierda, el hastío que produce la manipulación de información en la población, para destruir los procesos de liberación de estos gobiernos legítimos
Hoy Venezuela está bajo el asedio. Todas las fuerzas de la derecha nacional e internacional conspiran contra la Revolución bolivariana. Sus reservas de petróleo, el gas, el oro, etc. son sumamente apetecibles para el gran capital, que está al acecho para apropiárselas.
Los medios de comunicación del sistema cuestionan la gestión del presidente Maduro, pero no cuestionan el acaparamiento de alimentos en grandes almacenes por los grandes empresarios, ni la dictadura financiera que tiene ahogado al pueblo. Fija los ojos en Venezuela, pero hace silencio frente a lo que acontece en Honduras o México, países que sufren un creciente índice de pobreza y violencia represiva.
Los COR denunciamos el cerco en que se encuentran estos países, tildados de “bolivarianos” y progresistas. Son difamados, acorralados por el gran capital y los medios de comunicación de la derecha internacional, señalándolos no sólo de corruptos sino también de “dictadores”, cuando en realidad la derecha nacional y el gobierno de Estados Unidos apoyaron descaradamente a las dictaduras militares y a gobiernos históricamente corruptos.
Denunciamos los planes de desestabilización que se gestan contra estos países que buscan una mayor justicia social, y concretamente contra la República Bolivariana de Venezuela. Los proyectos neoliberales y los gobiernos que van imponiendo (en Honduras, Paraguay, Argentina, Brasil…) atentan contra el derecho y la ética, favorecen que los ricos sean cada vez más ricos a costa de oprimir y excluir a los pobres. Para el sistema capitalista unos pocos tienen que ser ricos y otros, la mayoría, pobres y excluidos. De esta manera aparece gente sobrante, gente que no cuenta, gente sin voz. Los cristianos rechazamos este pensamiento y práctica socioeconómica y política porque se opone a los principios del Evangelio de Jesús y de la doctrina social de la Iglesia.
Nos unimos solidariamente a las movilizaciones sociales que se están dando, en Honduras, Guatemala, Argentina, Brasil y Venezuela, rechazando las políticas neoliberales y exigiendo el respeto de los derechos humanos y sociales. El primer derecho humano es la vida, estos países iniciaron procesos para que todos los ciudadanos gocen de una vida digna. “La gloria de Dios es que el ser humano viva” (San Ireneo). La opción por la vida nos da la ética y la espiritualidad para enfrentar al capitalismo salvaje, que el papa Francisco llama como “un sistema que mata”, y poder construir alternativas de vida para todos y todas. La vida se desarrolla en el trabajo digno, la vivienda, la tierra, la educación, la salud… Todo ello son manifestaciones de Dios.
Monseñor Óscar Romero decía: “Dios se nos ha revelado como el Dios que quiere la vida para todos. Quiere un reparto más justo de los bienes que nuestro país produce. No es justo que unos amalgamen en sus arcas y el pueblo se quede sin esos dones de Dios, que ha dado para todo el pueblo” (24.02.1980). “Es necesario que una sana y auténtica democracia abra los canales del diálogo para escuchar qué angustias tiene el pueblo y se le den leyes y se respete sus organizaciones, para que respire un ambiente de justicia y paz. Mientras no haya esos canales, todo lo demás son parches y muchas veces parches violentos que, como decía Cristo, no hacen más que romper las telas viejas y hacer más trágica la situación de nuestro pueblo” (16.04.1978).
Como Comités Óscar Romero, fieles a la espiritualidad del santo arzobispo salvadoreño, hacemos un llamado a la opción por la vida y a la reconstrucción de la esperanza de los pobres. Y para ello urge un respeto a los procesos de liberación que los pueblos latinoamericanos han escogido. Es una exigencia radical de nuestra fe cristiana. Es por eso que pedimos a los políticos, a las iglesias y a los medios de comunicación que se identifiquen con los anhelos de vida de los pueblos latinoamericanos y aporten a la reconstrucción de la esperanza.
Murcia, junio de 2016
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Fuentes: PNUD, OMS, FAO, UNESCO, Adital, Democracy New, Redes Cristianas, SICSAL, Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, Marcelo Colussi, Leonardo Boff, Benjamín Forcano…