En la primera parte de este artículo me referí a los llamados Papeles del Pentágono. Ahora trataré de los llamados Papeles de Panamá. Los primeros contenían documentación secreta sobre estrategias perversas, mentiras y crímenes en el ámbito militar, concretamente en la guerra de Vietnam. Los segundos están revelando inconfesables secretos del ámbito financiero. Pero esa disparidad de ámbitos no es la verdadera diferencia entre ambos Papeles, ya que en realidad es casi imposible delimitar nítidamente la frontera entre guerra y dinero. Lo que los distancia como la noche del día es algo mucho más profundo. Los Papeles del Pentágono fueron ofrecidos a la humanidad por un hombre íntegro que, arriesgando su vida por la paz desde el movimiento de la no violencia, nos brindó toda la verdad de la que él pudo disponer, dejando en evidencia aquello que el presidente Eisenhower llamó el complejo militar-industrial y aquello que podríamos denominar el stablishment (o sencillamente el sistema). Los Papeles de Panamá constituyen por el contrario, como veremos a continuación, una turbia operación puesta en marcha precisamente por aquella elite que mueve los hilos de dicho sistema. Constituyen una turbia operación para ir avanzando en la monopolización de los incalculables beneficios que proporcionan los llamados paraísos fiscales. Una turbia operación en la que se mutila “científicamente” la verdad a fin de poder ocultar lo verdaderamente importante y presentarnos una realidad distorsionada y tendenciosa.
Se trata de una operación financiada por las “filantrópicas” fundaciones de aquellos que dan título a mi segundo libro: los grandes “filántropos” anglosajones. Se trata de una operación que no busca acabar con “los” paraísos fiscales, sino solo con aquellos paraísos fiscales que podrían ser calificados como la competencia. Se trata de una operación que hay que inscribir en un marco mucho más extenso, el marco de la lucha de estas “familias”, a todo lo largo ya del siglo XX , por lograr un monopolio tras otro: el del ferrocarril, el del acero, el del petróleo, el de la emisión del dólar (control monetario que ahora apunta ya a la llamada Inclusión financiera, que pretende eliminar el dinero físico a fin de que toda la población del mundo sea dependiente del sistema bancario)… Sería muy aleccionador volver a estudiar los oscuros acontecimientos de aquellos inicios, que son claves para comprender el estado actual de nuestro mundo. Pero estamos en una época en la que tan solo hay tiempo para lo inmediato.
Pero aún en un contexto más reducido e inmediato, hay que entender esta gran operación en continuidad con la operación-experimento que, creando el pánico en Grecia, acabó con el paraíso fiscal que era Chipre (dejando atrapados a miles de ciudadanos rusos cuyos capitales superaban los 100.000 euros). Y más aún en continuidad con los problemas que últimamente está teniendo la centenaria confidencialidad (opacidad, mejor) de la banca Suiza. Se trata de unos problemas provocados por las enormes multas de la Administración estadounidense al banco suizo UBS en 2009, por los posteriores procesos a otros bancos suizos y por el endurecimiento de la legislación fiscal estadounidense para impedir que sus ciudadanos evadan impuestos sirviéndose de los paraísos fiscales de la “competencia”. Podríamos, además, encuadrar todo esto en la más amplia operación de debilitamiento de los BRICS (y en especial de Brasil, país en el que los problemas que sufre en Suiza la tradicional privacidad y protección de datos están teniendo unas importantes consecuencias). Pero no hay ahora espacio más que para apuntarlo.
La mentira más eficaz (aunque sea también la más perversa) siempre es aquella que mejor condimentada está con unas dosis convenientes de verdad. Más efectivas aún que las mentiras son las medias verdades, las denuncias de aquello y solo aquello que nos será útil para engañar en lo fundamental, el cambiar algo para que no cambie lo que realmente importa (invistiendo además a los más falsarios manipuladores del pedigrí de progresistas, de luchadores contra la corrupción, de defensores de los derechos humanos…). Así triunfan quienes constituyen una reducidísima élite de poderosas “familias” disfrazadas de internacionalistas altruistas y visionarios. Una élite de globalistas que en los grandes medios, de los que ellos mismos son propietarios, utilizan la apariencia de progresismo para impedir cualquier progreso que cuestione el inamovible status quo que nos han logrado imponer. Una élite que se sirve no solo de la marca o etiqueta del “progresismo” sino, más aún, de la aureola de lo “filantrópico” para avanzar en su lógica de monopolio y dominación. El grado de perversión de estas estrategias fue el que me decidió a cambiar lo que inicialmente era el título de mi segundo libro, La hora de los grandes financieros, por aquel con el que finalmente fue publicado: La hora de los grandes “filántropos”.
Ya en la primera página de él recojo una reveladora cita de la autobiografía de David Rockefeller. Se trata de una frase en la que este gran “filántropo” despliega toda su astucia y sutileza: “Algunos creen que incluso somos parte de una sociedad secreta que trabaja contra los mejores intereses de Estados Unidos, considerándonos a mi familia y a mí como internacionalistas y como conspiradores, junto a otros de todo el mundo, para construir una estructura global, política y económica, más integrada, un solo mundo, si se quiere. Si ese es el cargo, yo soy culpable, y estoy orgulloso de ello.”
El hecho es que… lo que nos explican sobre los Papeles de Panamá aquellos que considero verdaderos analistas, aquellos que considero realmente independientes respecto a tantos intereses soterrados como se mueven en los grandes medios, es bien diferente de lo que nos exponen tantos grandes expertos internacionales “oficiales” (y, claro está, tantos expertos locales que reiteran una y otra vez la versión “políticamente correcta”). Lo que aquellos nos explican es, en síntesis, lo siguiente:
– En la política económica de la Administración Obama juega un papel central la tesis de la profesora Christina Romer, especialista en la crisis de 1929: lo que sacó a Estados Unidos de la gran depresión fue la afluencia, a partir de 1936, de los capitales europeos que huían del “aumento de los peligros”. Actualmente se busca que, de modo semejante, los capitales se refugien en ese extraño Estado independiente que es la City de Londres, en aquellos estados estadounidenses que funcionan de hecho como auténticos paraísos fiscales (Delaware, Wyoming o Nevada), en Israel o en los otros paraísos fiscales anglosajones (sobre todo británicos, como las islas de Jersey y de Guernesey, Gibraltar, la isla de Anguila, las Bermudas, las islas Caimán, las islas Turcas y Caicos, las islas Vírgenes o la isla de Monserrat) y holandeses (como las islas de Aruba, Curazao y San Martín).
– Siguiendo tal estrategia, las fundaciones de los grandes “filántropos” (la Ford Foundation, el Carnegie Endowment, el Rockefeller Family Fund, la WK Kellog Foundation o la Open Society Foundation de George Soros) han financiado la investigación conocida como los Papeles de Panamá realizada por el International Consortium of Investigative Journalists (Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación). Wikileaks ha informado también de que la filtración sobre la implicación del entorno del presidente Putin fue financiada directamente por el Gobierno de Estados Unidos a través de la USAID (Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo).
– Los casi doce millones de documentos, robados ilegalmente no para hacer un mundo mejor sino para manipular a la opinión pública mundial, están siendo seleccionados a fin de mantener ocultos los nombres que no interesa que salgan a la luz así como para publicar aquellos que, por el contrario, sea “oportuno” publicar. Y ello a pesar de que La Carta de Munich (adoptada en 1971 por todos los sindicatos de la profesión periodística del Mercado Común y posteriormente extendida al resto del mundo por la Federación Internacional de Periodistas) estipula que los periodistas sólo publicarán informaciones cuyo origen conocen, que no suprimirán informaciones esenciales y que no alterarán los textos y documentos.
Todas estas claves, fundamentales en un acontecimiento de tanto impacto mediático como es la publicación de los Papeles de Panamá, están siendo expuestas en diversas páginas de libre acceso en Internet. Para su conocimiento no es necesario ni acceder a fuentes privilegiadas de información ni ejercer un periodismo de investigación. Por ello no puedo menos de sorprenderme, una vez más, de que nuestra sociedad “informada, libre y democrática” haya podido caer en un periodismo tan mediocre y sumiso, como es el periodismo reinante en los grandes medios. En la tercera y última parte de este artículo intentaré reflexionar sobre nosotros mismos, sobre cómo enfrentar semejante realidad desde la dignidad o desde la espiritualidad (por parte de quienes vivimos esa dimensión que nos hace percibir la realidad como algo profundamente sagrado).