El autor echa la vista atrás para recordar al líder asesinado de Hezbolá, Hasán Nasralá, las veces que le entrevistó y el impacto en la región de su asesinato.

No cabe duda de que los líderes importan en la vida de las naciones y los movimientos, por mucho que haya que reconocer el papel que desempeñan las masas de gente corriente y trabajadora.

La muerte del presidente egipcio Gamal Abdul Nasser en 1970 cambió para siempre el panorama político de la región y contribuyó a iniciar lo que comúnmente se conoce como la «era saudí» (es decir, el dominio de Arabia Saudí sobre los asuntos del mundo árabe).

El impacto del líder de Hezbolá, Hasán Nasralá, en la cuestión árabe-israelí ha sido, quizás, mayor que el de Nasser porque ha sido más eficaz –desde el punto de vista de la lucha árabe contra la agresión y la ocupación israelíes– en su comprensión y contención de la amenaza israelí hacia Líbano y Palestina.

Nasser perdió tierras a manos de Israel en la guerra, mientras que Nasralá desempeñó un papel fundamental en la liberación del sur del Líbano en 2000, sin hacer ninguna concesión a Israel.

Es prematuro evaluar el impacto del paso de alguien con la estatura e influencia de Nasralá en la política árabe, particularmente en el problema palestino. Pero es seguro que la región no será la misma tras su muerte.

Tal fue su impacto que los gobiernos occidentales y del Golfo dedicaron miles de millones de dólares a socavar su popularidad en toda la región.  Desde la guerra de julio de 2006 (cuando Israel fue humillado en el campo de batalla, y cuando EAU y Arabia Saudí estaban del lado de Israel), la alianza occidental-israelí-golfo trabajó para socavar a Hezbolá y a su líder.

Los medios de comunicación árabes se dedicaron al único propósito de combatir a Nasralá y situarlo en un rincón puramente sectario, presentándolo como una marioneta iraní (cuando en realidad era una persona que tomaba las decisiones junto con sus aliados iraníes. En las fotos con el general iraní Qasem Soleimani, asesinado por Estados Unidos, por ejemplo, este último era claramente su subalterno en rango). No cabe duda de que los líderes en la vida de las naciones y los movimientos importan

El surgimiento de Nasralá

Nasralá debe su surgimiento a la dura voluntad y determinación que más tarde caracterizaron su liderazgo. Comenzó con su participación con camaradas en 1982, cuando se separaron del movimiento Amal para formar una nueva organización que fructificó plenamente en 1985 con la declaración oficial de Hezbolá como nueva organización político-militar.

Antes de 1985 existían grupos dispares que más tarde se unirían en un solo partido. En 1982, ayudados por el gobierno iraní y sus Guardias Revolucionarios, estos grupos de chiíes libaneses (y sólo eran decenas) decidieron rechazar el orden que Israel intentaba imponer en Líbano.

Esos grupos anónimos empujaron entonces a Israel hacia el sur de Beirut y expulsaron a las tropas estadounidenses de Líbano tras matar a 220 marines estadounidenses en un ataque a sus cuarteles el 23 de octubre de 1983.  Según Ronald Reagan, fueron «redesplegados» en febrero de 1984.  (Estados Unidos se consoló invadiendo el pequeño país caribeño de Granada el 25 de octubre de 1983, dos días después del ataque al cuartel).

Nacido en la pobreza

Nasralá nació en el seno de una familia empobrecida de un pueblo del sur de Líbano, cerca de Tiro. Pero creció en el este de Beirut, en un barrio chií muy pobre al este de la capital. Su padre era tendero y, sin que muchos lo supieran, no era religioso sino partidario laico del Partido Nacional Social Sirio (un partido político laico y progresista dedicado a la liberación de Palestina y la unificación de la Gran Siria).

La familia se vio obligada a abandonar Beirut Este por las milicias derechistas armadas y apoyadas por Israel, que perpetraron campañas de limpieza sectaria y étnica contra musulmanes y palestinos.  La familia se reasentó en los suburbios del sur de Beirut, la misma zona donde murió el viernes por un ataque aéreo israelí.

Era conocido como un estudiante serio que decidió muy pronto especializarse en estudios religiosos. Fue, sin mucho dinero, a las escuelas religiosas chiíes de Nayaf, donde fue tomado bajo el ala de Abbas al-Musawi, un estudiante religioso más veterano que serviría durante gran parte de su vida como mentor de Nasralá.

Musawi también se convertiría más tarde en el líder de Hezbolá. Nasralá le sucedió en 1992, cuando el gobierno israelí asesinó a Musawi junto con su mujer y su hijo.

En la década de 1980, Nasralá se involucró en el nuevo movimiento que más tarde se convertiría en Hezbolá. Ocupó cargos políticos y de seguridad y en un momento dado fue jefe de seguridad de los suburbios del sur de Beirut.  Pero fue su estrecha colaboración con el jefe de seguridad militar, Imad Mugniyah, lo que hizo que la organización fuera tan eficaz para sus fines (o tan peligrosa y letal para sus enemigos).

Nasralá ascendió rápidamente en el escalafón debido en gran parte a su gran inteligencia, su trabajo duro, su seriedad, su carisma, y no le vino nada mal llevarse muy bien con Mussawi, el líder de Hezbolá en aquel momento. Cuando Musawi fue asesinado en 1992, Nasralá era la elección lógica como líder, y está claro que ha dejado su huella y ha llevado al partido en una dirección muy diferente.

Puede decirse que Nasralá libanizó el partido (en palabras del académico libanés Bashir Saade) y redujo su fuerte contenido religioso, que caracterizó su retórica durante gran parte de su historia inicial. Nasralá persuadió a sus colegas del partido para que abandonaran de una vez por todas el objetivo declarado de una República Islámica.

Explicó en repetidas ocasiones a sus bases, y a los libaneses en general, que llegó a comprender que el Líbano es demasiado diverso para que lo domine un solo grupo. En ese sentido, Nasralá introdujo a Hezbolá en el sistema político libanés, con sus ventajas e inconvenientes, sus puntos fuertes y sus debilidades.

Liderar mediante la oratoria

El liderazgo de Nasralá está estrechamente ligado a su forma de pronunciar discursos.  Su discurso en el verano de 2006 durante la guerra con Israel, cuando dijo a los oyentes que vieran un barco israelí ardiendo en el mar, le propulsó a un nivel panárabe no visto desde los días de Nasser (ese estatus sufriría más tarde tras la intervención en Siria).

Sus discursos son únicos. Utilizaba una combinación de técnicas: árabe clásico y coloquial, y el uso del humor y el sarcasmo. Sus discursos estaban bien organizados, aunque a menudo eran largos.  Gracias a sus dotes oratorias, el pueblo árabe llegó a conocer y admirar a Nasralá.

He entrevistado a Nasralá varias veces a lo largo de los años como parte de mi investigación sobre la organización. Escribí por primera vez sobre el partido cuando era estudiante de posgrado en Georgetown en 1985 (para un artículo en Middle Eastern Studies, y en el que reprochaba al partido haber robado ideas organizativas de organizaciones leninistas).

Izquierdistas sustituidos

Mi primera opinión reflejaba las frustraciones e incluso el antagonismo de un progresista de izquierdas descontento con el ascenso de los grupos islamistas que desplazaron a las organizaciones comunistas en Líbano.  No es que Hezbolá las apartara a la fuerza, pero los socialistas e izquierdistas sufrieron muchas carencias y mostraron amplios síntomas de corrupción durante los años de dominio de la OLP en Líbano.

Además, tras la invasión israelí de 1982, gran parte de las organizaciones del Movimiento Nacional Libanés (la coalición de izquierdas) se derrumbaron de la noche a la mañana y el MNL se disolvió días después de la invasión israelí. La genialidad de Hezbolá consistió en ir en contra de la tendencia popular derrotista y confiar firmemente en la capacidad de este pequeño grupo para llevar a la derrota a la alianza israelí-estadounidense en Líbano.

Recuerdo que cuando yo era muy crítico con Hezbolá, Edward Said y el pensador nacionalista árabe Clovis Maksoud me hablaron de mi actitud y me dijeron que tenía que apreciar el significado de las operaciones militares de Hezbolá contra Israel y la importancia que eso tenía en términos históricos para la causa palestina.

Mi impresión de Nasralá fue que era diferente de otros líderes políticos que he conocido o entrevistado a lo largo de los años. Era más inteligente que la mayoría y sin duda se hacía pasar por el máximo experto en asuntos israelíes.

Invirtió en el estudio de Israel más que cualquier otro líder árabe que yo conozca e incluso más que cualquier líder de la OLP anterior a él; Arafat no sabía mucho sobre Israel en comparación.

Una vez pregunté a Nasralá por su rutina diaria de lectura y me explicó que su lectura de asuntos israelíes hacía que se resintieran sus deberes de lecturas religiosas (aunque está obligado a leer regularmente en ese campo para mantener su rango religioso y poder ascender).

Una vez, tras la invasión estadounidense de Irak en 2003, le hice una larga pregunta en la que criticaba mordazmente la postura de Hezbolá y su relación con personalidades chiíes que colaboraron con la ocupación estadounidense.

Sonrió y me dijo:

«Hace unas semanas, alguien mencionó su nombre en mi presencia y le dije: El Dr. As`ad es estadounidense. Porque los árabes siempre empiezan una reunión o una entrevista preguntando por los hijos y la familia, mientras que usted empieza con una pregunta en tres partes y sin las cortesías comunes.»

Nasralá tenía sentido del humor cuando la mayoría de los clérigos de Oriente Próximo tenían el rostro adusto y severo. Una vez le pregunté por qué los clérigos musulmanes rara vez sonreían.  Se rió, pero no dijo nada. Está dispuesto a escuchar las críticas a su partido y a su papel. Una vez le pregunté si había sido un error por su parte entregar al último jefe de seguridad sirio en Líbano, Rustom Ghazali, un AK47 como regalo de despedida.

Lo pensó durante un minuto y dijo que tal vez en retrospectiva sí lo fue. Eso es algo muy raro entre los líderes libaneses y árabes.

Y cuando, después de 2006, dijo que si hubiera sabido de la destrucción y la muerte de la guerra tal vez no habría ordenado la captura de soldados israelíes para intercambiarlos por rehenes libaneses. Fue criticado por ello por sus enemigos del Golfo, como si hubiera dicho algo malo. En realidad, su declaración mostraba preocupación por las vidas de los libaneses.

Nasralá, a diferencia de la mayoría de los líderes políticos del Líbano, era un excelente oyente, escuchaba a los demás y se rodeaba de asesores en diferentes asuntos de interés.

Nunca hubo un líder libanés –y eso incluye a todos los líderes izquierdistas y comunistas del pasado– que invirtiera tanto en la liberación de Palestina como él.  Para él, era una cuestión de doctrina que heredó de Jomeini, por quien sentía el máximo respeto y reverencia  (una vez me dijo que sólo dos personas predijeron el colapso de la Unión Soviética: Zbigniew Brzezinski y Jomeini; le respondí cortésmente que había otros).

Sus errores

Al seguir la carrera política de Nasralá hay que reconocer que cometió muchos errores (desde el punto de vista de sus propios intereses) a lo largo del camino.

En primer lugar, el primer periodo de Hezbolá, cuando se produjeron muchos actos de violencia y secuestros de occidentales inocentes en Beirut. A eso me respondió que eso fue antes del periodo en que existía una organización oficial de Hezbolá.

En segundo lugar, la entrada de Hezbolá en la escena política tras el asesinato de Hariri fue, a mi juicio, un gran error político porque permitió que el partido se desviara de su objetivo de luchar contra Israel y se enfangara en los minuciosos y sucios asuntos de la política libanesa.

Hezbolá, incluso con la orientación de Nasralá, no lo hizo bien dentro del sistema político y sus alianzas sectarias, especialmente con el Partido Tayyar de Michel Aoun, se desmoronaron en gran medida en los últimos años. Creo que priorizó su alianza con el aliado chií, Amal, sobre todas las demás alianzas, privando así al partido de un apoyo multisectario mucho más amplio en Líbano.

Eso ha demostrado ser un gran error, especialmente a la luz del último año, cuando la mayoría de los partidos cristianos no se identificaron con la lucha de Hezbolá contra Israel (y eso contrasta con el apoyo que los Tayyar prestaron a Hezbolá en 2006).

En tercer lugar, la intervención de Hezbolá en Siria fue otro asunto polémico en el que el partido, que se dedica a la lucha contra Israel y el imperialismo, se desvió y se empantanó en la guerra civil en Siria. Uno puede entender la decisión (desde su propia perspectiva al menos) de involucrarse en Siria, dada la serie de atentados del ISIS y por otros fanáticos religiosos que tenían como objetivo a los chiíes y a Hezbolá, y dada la relación entre algunos de esos grupos e Israel.

Pero la forma en que Hezbolá gestionó esa intervención permitió a los enemigos árabes de Hezbolá pintarla como sectaria. Gran parte de la retórica del partido que acompañó a esa intervención se presentó en términos sectarios, y no en términos relacionados con la lucha contra la agresión y la ocupación israelíes.

Estados Unidos celebra el asesinato de Nasralá y no se dice nada de los cientos de civiles inocentes que quedaron aplastados bajo los escombros después de que Israel lanzara 85 bombas devastadoras sobre seis edificios residenciales de los suburbios del sur. Los medios occidentales pueden referirse a la incineración de todos estos residentes de esos edificios que se convirtieron en cenizas como un «ataque quirúrgico».

El gobierno israelí admitió haber informado al gobierno de Biden de la decisión de asesinar a Nasralá, aunque el gobierno estadounidense intentó posteriormente distanciarse de esa decisión de forma poco convincente.

Pero es seguro que el gobierno de Biden debió aprobar la decisión de matar a Nasralá después de que el gobierno de Estados Unidos había rechazado los planes israelíes de matarlo durante muchos años.

Hace más de 15 años estaba dando una charla sobre el conflicto árabe-israelí en la Facultad de Derecho de la Universidad de Texas.  Reconocí entre el público al almirante Bobby Inman (exdirector adjunto de la CIA).  Durante el turno de preguntas, alguien me preguntó sobre Hezbolá y Nasralá y si Israel tomaría la decisión de asesinarlo.

Respondí a la pregunta lo mejor que pude.  Después, Inman se me acercó, se presentó y me llevó aparte. Habló sobre esa pregunta en particular, sobre el posible asesinato israelí de Nasralá y dijo en términos contundentes: Israel no se atrevería a eliminar a Nasralá.

Le pregunté: ¿por qué no?

Dijo: simple. Porque el gobierno de Estados Unidos dijo categórica y repetidamente a los israelíes que no matarían a Nasralá por las repercusiones para la región y los intereses de Estados Unidos.

Sabiendo que Biden no ha puesto líneas rojas a Israel desde el 7 de octubre, sería el único presidente estadounidense que también levantaría esa única línea roja.

Nasralá, a diferencia de Nasser, deja tras de sí una doctrina y una organización fuerte que probablemente sobrevivirá a la implacable campaña de asesinatos y matanzas de Israel.  Hezbolá ha sufrido un golpe muy duro, el peor desde su formación, pero es probable que vuelva a emerger como una organización diferente bajo un nuevo liderazgo.

Es posible que Estados Unidos se opusiera al asesinato porque sabía que nadie más que Nasralá podía controlar una organización tan peligrosa (desde el punto de vista de Estados Unidos).

Después de Nasralá, la organización podría ser menos disciplinada y quizá más peligrosa para los intereses estadounidenses.

As`ad AbuKhalil es profesor libanés-estadounidense de Ciencias Políticas en la Universidad Estatal de California, Stanislaus. Es autor del «Diccionario histórico del Líbano» (1998), «Bin Laden», «Islam y la nueva guerra de Estados Unidos contra el terrorismo» (2002), «La batalla por Arabia Saudí» (2004) y dirigió el popular blog «El árabe furioso». Tuitea como @asadabukhalil

Fuente: Consortium News

Foto: Hasán Nasralá durante una conversación con funcionarios iraníes en 2019. (Khamenei.ir, Wikimedia Commons, CC BY 4.0)

El líder de Hezbolá revela el apoyo de Estados Unidos a Daesh en el Líbano (HispanTV, octubre 2023)