La sobreextensión de los imperios es un concepto geopolítico clave. Y de máxima actualidad, dada la constante expansión de la OTAN hacia las mismas fronteras con Rusia y el reciente ataque a Irán. Pero entre las causas que la explican existen también unas claves antropológicas y espirituales profundas, como son la arrogancia y la prepotencia.
Incluso podríamos añadir la clave del luciferismo, que ciertamente existe entre “nuestras” élites. Aunque tal término produzca suspicacias e incluso rechazo en unas sociedades tan desinformadas e ignorantes como lo son las nuestras. Y tan adoctrinadas a fin de que vean rápidamente conspiracionismos y fantasías imaginarias en cualquier teoría, o incluso cualquier hecho o acontecimiento, que cuestione los paradigmas que han conseguido ir imponiendo, década tras década, en las mentes de nuestros conciudadanos.
En todo caso, los “realistas” deberían saber mejor que nadie que la soberbia acaba siempre en una pérdida del sentido de realidad. Concretamente, la omnipotencia cada vez más delirante de las elites acaba llevando siempre a la pérdida del sentido de realidad. Finalmente, gracias a la sumisión de las sociedades que controlan, tales delirios conducen a la sobreextensión imperial y al desastre.
Los reduccionismos materialistas/cientificistas
Cuando los imperios se expanden excesivamente, lo cual parece ser en ellos una tendencia irrefrenable, sus recursos y capacidades se ven desbordados, lo cual lleva siempre a su declive e incluso a su derrumbe. El historiador Paul Kennedy expuso cómo tal sobreexpansión puede debilitar a un imperio, no a fortalecerlo. El gran problema es que ahora no nos enfrentamos a un derrumbe imperial más. Ahora lo que está en juego es el derrumbe de las poderosas elites financiadoras de los imperios, de las elites que desde hace siglos toman las decisiones verdaderamente importantes. Y este “ahora”… ¡es la era de armas de destrucción masiva!
Son unas elites que, por su situación privilegiada, se han ido volviendo cada vez más soberbias y supremacistas. De modo que la arrogancia o la prepotencia son unas claves psicológicas y espirituales muy importantes en geopolítica. Sin embargo, no suelen ser muy tenidas en cuenta en los paradigmas geopolíticos puramente materialistas/cientificistas. Pero son unas claves cuyo estudio es fascinante. Unas claves bien conocidas en los mitos milenarios de muchas culturas y civilizaciones. Unas claves de las que, más recientemente, eran bien conscientes diversos líderes políticos/espirituales como mahatma Gandhi o creadores como J R R Tolkien.
Los reduccionismos espiritualistas
Aunque también están los paradigmas de signo contrario, los puramente espiritualistas de quienes aún no han comprendido que la complejidad de lo real desborda ampliamente cualquier paradigma reduccionista, como aquellos que están centrados tan solo en lo individual. Paradigmas que no tienen en cuenta el hecho de que las realidades socio/políticas no pueden ser reducidas a la mera suma de individualidades. Y que son, por tanto, realidades con autonomía y leyes propias.
En tales visiones reduccionistas de signo espiritualista no es de gran valor el estudio de los procesos geopolíticos con los que se crean y derrumban los imperios. Solo importa saber si, por ejemplo, la Reina Isabel II (o cualquier otro emperador) era una buena o mala persona. O explicar la perversión de Adolf Hitler por los traumas de su infancia. Tampoco hay diferencia entre agresores criminales y héroes que dieron su vida por la libertad, la justicia y la paz. Los espirituales no suelen tener tiempo para la geopolítica, de modo que para ellos lo mismo es Zelenski que Putin.
Tales paradigmas espiritualistas son pues unos paradigmas tan reduccionistas como los materialistas/cientificistas. Están centrados en espiritualidades muy respetables, pero que son presentadas como superiores. Superiores a las cristianas, por ejemplo. Es lo que hacen muchos de los “nuevos gurús”. Algunos de ellos muy promocionados por el Sistema atlantista, como es el caso de Ken Wilber. Según él, el cristianismo es una religión inferior basada en el acontecimiento supuestamente histórico de la resurrección de Jesús.
Dichos espiritualismos se desinteresan tanto de la Historia como del futuro. Dicen que tan solo existe el aquí y el ahora. Descartan el teísmo. O, a lo sumo, para referirse a Dios, solo aceptan la llamada vía apofática, que niega la validez de cualquier palabra o afirmación sobre Él. Solo el silencio es importante. Desprecian, por tanto, no solo los mitos sino también la vía teológica de acceso a Dios que suele ser llamada la vía de la analogía, a pesar de que diversos padres de la actual Física afirmen que solo podemos acercarnos a una cierta comprensión de la realidad última/cuántica mediante analogías.
Intentando obligar a Rusia a sobrextenderse
Los arrogantes expertos de la poderosa Corporación RAND que elaboraron el confidencial, pero ahora ya conocido públicamente, informe de 2019, alentaron a la toma de control de Ucrania. El motivo fundamental para ello era el de que Rusia se derrumbaría –suponían–, al igual que antes la URSS, al verse obligada a sobreextenderse interviniendo en Ucrania.
Una intervención a la que Rusia se vería obligada tanto a fin de evitar que Ucrania fuese aún más dominada por la OTAN como para evitar que las poblaciones ucranianas de etnia rusa fueran oprimidas e incluso masacradas. Su prepotencia impidió a dichos expertos el ver que si la OTAN se seguía sobreextendiendo, a fin de obligar a Rusia a sobreextenderse, estaban perdiendo el sentido de realidad. Son los necios “sabios” y “entendidos” que pareciera que, en realidad, no entienden nada (Mateo 11, 25). Pero son las gentes en cuyas manos están nuestras estupidizadas sociedades atlantistas.
El realismo de “los pequeños”
Estas gentes son la antítesis de aquellas otras que están firmemente fundamentadas en percepciones realistas y de sentido común, aunque sus formulaciones y comportamientos parezcan tan “elementales” que suelan ser calificados de “ingenuos”. Es el caso de mahatma Gandhi: “Cien mil británicos no pueden obligar a trescientos millones de indios a colaborar con las autoridades, si éstos se niegan a hacerlo”.
Pero, claro, tales “teorías” revolucionarias son demasiado comprometedoras para nosotros mismos, para nuestras acomodadas vidas, para nuestras propias seguridades económicas, sociales, psicológicas y de todo tipo. Mejor olvidarlas, autoconvenciéndonos de que nada podemos hacer frente a las grandes tragedias mundiales y que tan solo lo familiar, o a lo sumo lo local, está a nuestro alcance. Craso error, que suele estar acompañado por otro semejante: el de no percibir la estrecha relación existente entre lo local y lo global.
El hecho es que, efectivamente, tal sobreextensión imperial británica no podía prolongarse a lo largo del tiempo. Antes o después debía implosionar, como así fue. Hoy la economía de la India, seguida por la de Rusia, es la tercera mundial, tras las de China y Estados Unidos.
Las lecciones no atendidas de la Historia
La delirante sobreextensión de la Alemania nazi, con su régimen tan increíblemente personalista y con una sociedad tan increíblemente sumisa a un ser desequilibrado, fue la última sobreextensión antes de la atlantista (promovida por “nuestras” elites financieras actuales) que ahora está llegando a su fin. Considerando el fatal desenlace tanto de la necia sobreextensión de la Francia napoleónica, que pretendía controlar la inmensa Rusia, como el de la posterior Operación Barbarroja de la Alemania nazi, “nuestros” geoestrategas deberían haber entrado en razón en vez de volver a intentarlo.
Pero estaban ebrios de poder tras haber logrado el derrumbe de una sobreextendida URSS. Aunque no supieron ver que una cosa era socavar desde adentro la cohesión y la dignidad de esa inmensa URSS, cosa que lograron temporalmente, y otra conquistar militarmente a una Rusia unificada en torno a un liderazgo fuerte como el de Vladímir Putin. Un líder cuya lucidez y solidez ya deberían haber constatado tras su decisiva intervención de 2007 en Múnich.
El Gran Israel
A su vez la pretensión de sobreextensión sionista se ha encontrado, por ahora, con los enormes destrozos provocados por los misiles de Irán, así como con unos descomunales perjuicios económicos. Tal pretensión de sobreextensión ha convertido al supuesto refugio seguro que debía ser el territorio de Israel en el lugar más inseguro del mundo para un judío. Cientos de miles de israelís lo han abandonado ya y muchos otros no pueden hacerlo porque el Gobierno se lo impide. El nada sospechoso Silvain Cypel (redactor jefe del mayor diario globalista en francés, Le Monde, y judío de origen) expone cuestiones como estas en su libro titulado El Estado de Israel contra los judíos.
Las elites del sionismo mayoritario prefirieron la dominación al entendimiento con los palestinos que vivían en aquellos territorios, entendimiento y convivencia que intentaban grupos judíos minoritarios liderados por personalidades como Martin Buber. Grupos minoritarios a los que los británicos no quisieron escuchar en cuestiones tan importantes como esta de mantener un solo Estado compartido.
Los posteriores gobiernos sionistas hicieron durante décadas cuanto estuvo en su mano para impedir incluso la solución de dos estados. Ese era el objetivo prioritario y último de muchas de sus decisiones y acciones. Excitados por sus victorias, dieron más pasos: optaron con arrogancia por la sobreextensión y la conquista. Pero actualmente lo que está sucediendo apunta más bien a que podrían ser certeras las previsiones de Henry Kissinger (alguien nada sospechoso de ser un antisistema) sobre la inviabilidad del Estado de Israel nacido en 1948.
La soberbia y el supremacismo… o el poder enloquecedor del anillo único
Acabo ya con una cuestión que considero fundamental y que es una de las principales lecciones que J R R Tolkien nos regala en El señor de los anillos: nadie es inmune a la poderosa tentación del poder, nadie puede resistirse por sí solo al poder del anillo único (ni aún el mismo Frodo). El virus que ha infectado y poseído a las elites más poderosas de nuestro mundo puede envenenarnos también a nosotros los que luchamos por la verdad, la justicia y la paz. Si alardeamos inadecuadamente de ser los primeros en publicar algo, si nos creemos los mejores y los capaces de salvar a los pueblos, incluso si ni tan solo nos damos cuenta de que todo es gracia y nosotros meros instrumentos… no somos tan diferentes de las perversas gentes de las elites.
Esta es también una cuestión clave en el origen mismo de la que posiblemente sea la tragedia actual más peligrosa para la humanidad, la tragedia de un sionismo empeñado en materializar su proyecto del Gran Israel: ¿Realmente Israel es el pueblo escogido por Dios? Incluso para los cristianos tal elección divina parece ser un dato bíblico incuestionable, un dato que el mismo Jesús daba por supuesto.
Pero, si analizamos en mayor profundidad, descubrimos el verdadero núcleo del problema: tanto Jesús como su precursor Juan, el Bautista, se enfrentaron frontal y muy duramente a la pretensión de las elites religiosas de Israel de que tal elección divina era una cuestión de méritos y superioridad (siempre el supremacismo) y no una misteriosa e inexplicable gracia inmerecida (que los obligaba precisamente a ser más humildes, agradecidos y misericordiosos que los demás).
Conclusión
Los verdaderos profetas saben bien que solo son unos pobres e inadecuados instrumentos de Alguien inmensamente más grande que ellos mismos. Incluso mucho más grande que los mayores poderes del mundo. De esa conciencia surge a su vez la gran confianza. Es sorprendente que un profeta actual como fue Dietrich Bonhoeffer escribiese, en la celda de la que solo saldría para ser ahorcado (en medio de una sociedad a la que él mismo calificó de “estupidizada”, en medio de unas iglesias cómplices con su silencio…), un poema al que tituló Maravillosa protección.
Confianza, esperanza, coraje… son el mensaje que intenté trasmitir en el libro ¿La humanidad va hacia el Armagedón? ¿O hacia la plenitud del Punto Omega?. Al tiempo que argumentaba en él que el gran reto al que se enfrenta hoy la humanidad es el de unificar la espiritualidad y la lucha por la paz, una lucha que comienza por el interés hacia las realidades geoestratégicas (primera parte y segunda parte).
Imagen: Cartel de la película “Bonhoeffer: Agente de gracia”, dirigida por Eric Till en el año 2000.
"Bonhoeffer: Agente de Gracia" (Eric Till, 2000)