Los pequeños no somos impotentes frente a la increíble impunidad de la que gozan “nuestras” elites

En esta segunda parte, así como en la tercera y la cuarta, me propongo realizar un análisis más detallado de aquellas nada fáciles exigencias que, si nos atreviésemos a aceptarlas y cumplirlas, podrían convertirnos en un verdadero instrumento de aquella que, según la no-violencia, es la fuerza más poderosa que podamos imaginar: la Verdad. Las he clasificado en cuatro bloques, que, en un conjunto entrelazado, constituyen un paradigma de certezas, principios y valores superiores que, en mi opinión, serían capaces de acabar con la insoportable impunidad de quienes en este momento están arrasando Gaza y el este de la RD del Congo

He titulado a estos cuatro bloques de la siguiente manera: firmes certezas superiores, lúcido discernimiento interior, decidida entrega absoluta e incansable esperanza cierta. Si algo hay de utópico aquí, no está en tales exigencias sino en el hecho de que siga esperando que, algún día, una suficiente masa crítica de seres humanos esté dispuesta al sacrificio supremo (tercer tipo de exigencias) de dar voluntariamente la vida por sus semejantes. Serían suficientes muchos menos que los millones que van a la muerte en obediencia y sumisión a dirigentes criminales como los de la OTAN o Ucrania.

Ciertamente tales exigencias surgen desde unas concepciones cristianas, como son las mías. Unas concepciones en las que es central aquello de Jesús: es la verdad la que os hará libres (Juan 8, 32). Pero en mi análisis utilizaré unas categorías no necesariamente cristianas ni necesariamente religiosas, sino unas con las que todos, hasta los agnósticos, puedan sentirse cómodos en este momento en el que la guerra cognitiva se ha convertido en decisiva para el control de las sociedades occidentales.

Primer tipo de exigencias: firmes certezas superiores

En el caso del cristianismo, el modelo es muy claro y conocido: tras sus encuentros con el Señor resucitado, aquellos que cobardemente le habían abandonado en la hora crítica, sufrieron una transformación tan radical que, a excepción de Judas y Juan, todos ellos pasaron generosamente por el martirio antes de su reencuentro definitivo con Aquel que un día los eligió como amigos íntimos y testigos suyos. Las certezas que tales encuentros generaron en ellos eran inconmovibles: la certeza de que los seres humanos somos inmortales, la certeza de la presencia invisible pero permanente de su Señor en su día a día, la certeza de su amor incondicional, la certeza de su soberano poder sobre la Historia…

Las certezas de los maestros de la no-violencia

¿Qué sucede en el caso de los maestros de la no-violencia? La figura del cristiano Martin Luther King y su decisivo liderazgo serían incomprensibles sin las certezas que le generaron la experiencia mística que vivió en la noche más dura de su vida. He trascrito en otras ocasiones el relato que él mismo hizo de ella. Fue una experiencia, también profundamente transformadora, de una clara, tranquilizadora y fortalecedora Presencia que le decía: “Toma partido a favor de la justicia, pronúnciate por la verdad. Dios estará siempre a tu lado”. En cuanto a la figura del hindú mahatma Gandhi, sus certezas podremos verlas claramente en la breve cita suya que sigue a continuación.

Las certezas de los agnósticos

En el extremo opuesto, es decir en el caso de los agnósticos, esto es lo que escribí en las últimas páginas del libro Los cinco principios superiores cuando intenté explicar lo que es para mí el quinto y más sublime de esos cinco principios:

“Acabamos de ver cómo para mahatma Gandhi la verdad y el amor eran las más poderosas fuerzas de la historia; cómo, además, tal convicción constituía para él el núcleo mismo de la doctrina o movimiento de la no violencia; cómo, finalmente, la elaboró y practicó como un camino espiritual y a la vez como un método político de acción, método en el que, además, los medios deben ser acordes al fin, ya que consideraba que el camino y la meta son una sola cosa. Pero para él, lo más importante no era ni la eficacia de nuestra solidaridad generosa, que se multiplica en forma de auxilio a miles de seres humanos concretos (tercer principio superior), ni la revolución que acabe definitivamente con el Sistema perverso que genera tanto sufrimiento (cuarto principio superior). Lo más importante era para él, en definitiva, la fidelidad a la suave voz interior, la ‘ineficaz’ fidelidad a la voluntad de Dios.

‘La voz interior me dice que siga combatiendo contra el mundo entero aunque me encuentre solo. Me dice que no tema a este mundo, sino que avance llevando en mí solo el temor de Dios. Algunos piensan que Dios mismo es una creación de nuestra imaginación. Si esta visión es correcta, entonces no hay nada real, y todo es producto de nuestra imaginación. Las cosas más reales solo son relativamente reales. De todos modos, para mí la Voz interior es más real que mi propia existencia.’

[…]

Les invito a ver en Internet el impresionante final del último discurso de Martin Luther King, la misma noche antes de su asesinato. Considero que sus últimas palabras públicas (pronunciadas antes de caer derrumbado por la emoción en un sillón cercano) así como la filmación de esa escena son una joya del patrimonio espiritual de la humanidad. Yo les facilito a continuación la transcripción de ellas, pero esa escena debe ser vista. Hace dos mil años no existía aún la tecnología que nos hubiese permitido contemplar en nuestros días muchas escenas parecidas a esa de Martin Luther King, escenas en la que un tal Jesús, en los márgenes del imperio de turno, seguro que conmovía en lo más hondo a aquellos que pocos años después entregarían su vida por él y su Buena Noticia. Pero sí podemos contemplar la escena final de la vida de otro ser excepcional que, casi dos milenios después, siguió a su maestro con la misma entrega y generosidad con la que lo siguieron sus primeros discípulos. Esta es la joya:

‘Se nos vienen días difíciles. Pero ahora no me importa, porque he estado en la cima de la montaña. No me importa. Como a cualquier persona me gustaría vivir una larga vida. Pero eso no me preocupa ahora. Yo solo quiero hacer la voluntad de Dios. Y Él me ha permitido subir a la montaña. Y he mirado y he visto la Tierra Prometida. Puede que no llegue allí con ustedes. Pero quiero que sepan esta noche que nosotros, como pueblo, llegaremos a la Tierra Prometida. Así que esta noche estoy feliz, no me preocupa ninguna cosa. ¡No le temo a ningún hombre! ¡Mis ojos han visto la gloria de la venida del Señor!’

El hombre que aparece en tales imágenes, al que solo le importa hacer la voluntad de Dios, era en aquel momento la personificación misma de los cinco principios superiores. Es así como verdaderamente se reconduce la gran transformación que ya ha comenzado y con la que unos pocos seres humanos, poderosos e inmisericordes, piensan llevarnos a lo que ellos consideran un inevitable Nuevo Orden Mundial regido por ellos mismos, sus artífices; seres que se consideran investidos (junto a sus ‘familias’) de unas capacidades y atributos ‘superiores’. Es una escena casi desconocida, a pesar de tratarse de las últimas palabras de uno de los más importantes líderes de la historia. No interesa al Sistema que estas gentes han creado, un Sistema que nos bombardea durante veinticuatro horas al día con una cultura-basura pensada para idiotizar a ‘las masas’.

Si tuviese que buscar el término equivalente al de fidelidad para expresar una actitud semejante a esta de Martin Luther King (o a la de Jesús ante el procurador Poncio Pilato, o a la de mahatma Gandhi frente al Imperio británico) en personas no creyentes, seguramente ese término sería el de dignidad. Es la actitud de aquellos que saben que hay realidades que son en sí mismas valiosas; que saben que no todo tiene un precio; que intuyen que hay algo más grande y más radical que la llamada eficacia; que ‘lo correcto’, lo que corresponde hacer, no siempre coincide con ‘lo útil’.

Esta capacidad de escucha de aquello que mahatma Gandhi llamaba’la suave voz interior’ y de discernir su mensaje es clave para enfrentar, desde la mirada de Dios y no desde la nuestra, una grave cuestión que ha marcado y seguirá marcando no solo la credibilidad de las Iglesias ante el mundo sino incluso, en mi opinión, su fidelidad al Cristo muerto y resucitado por ser fiel a su misión, aquella misión por la que dijo a Poncio Pilato que había venido a este mundo: ser testigo de la verdad. Esa grave cuestión no es otra que la del silencio ‘prudente’ ante los genocidios y otros grandes crímenes o, por el contrario, la denuncia de ellos con todas las consecuencias.

Finalmente quiero hacer notar que ambos términos, fidelidad y dignidad, están estrechamente relacionados con aquello que se suele llamar coraje, y que etimológicamente viene de la palabra latina cor, corazón: fuerza interior que posee una persona para llevar adelante una acción, a pesar de todos los impedimentos; valor que le permite actuar correctamente aunque reciba por ello descrédito, deshonor o graves represalias.

[…]

En las más decisivas batallas de la humanidad, aquellas que marcarán para siempre la evolución misma de nuestra especie, la más profunda clave es la de la dignidad. Y ahora estamos librando una de ellas. Ni el ‘realismo’, ni la ‘prudencia’, ni el ‘pragmatismo’ serán efectivos en esta hora crítica. Solo la dignidad nos permitirá liberarnos de la ‘tutela de los grandes financieros y de las reglas de sus ‘mercados’. Es una dignidad semejante a la del líder escocés William Wallace gritando con todas sus fuerzas, hasta con su último aliento, ‘¡¡¡Libertad!!!’, la que decidirá también ahora la victoria. O la de Ernesto Che Guevara mirando directamente a los ojos de su asesino en su últimos instantes, por citar a algunos seres humanos que optaron por la lucha armada, saliendo así del ámbito de la no violencia a fin de entrar en otro más amplio, el de la dignidad.”

Falsas, peligrosas y dañinas certezas

Es indudable que no todas las certezas son infalibles. Incluidas las del papa, como demuestra indubitablemente la historia. Muchos de los dirigentes de la “Santa” Inquisición que quemó en la hoguera a muchos miles de “herejes”, seguro que lo hacían en la certeza de ser instrumentos de Dios. Como creía san Pablo antes de que, camino de Damasco, le saliese al encuentro Aquel que había resucitado hacía poco: “Saulo no desistía de su rabia, proyectando violencias y muerte contra los discípulos del Señor. Se presentó al sumo sacerdote y le pidió poderes escritos para las sinagogas de Damasco, pues quería detener a cuantos seguidores del Camino encontrara, hombres y mujeres, y llevarlos presos a Jerusalén (Hechos de los Apóstoles 9, 1-2)”.

Ya lo anunció Jesús: “Os expulsarán de las sinagogas; pero viene la hora en la que cualquiera que os mate pensará que así rinde un servicio a Dios (Juan 16, 2)”. También desde el ateísmo militante la historia ha conocido reiteradamente, incluso mucho más recientemente, una rabia semejante a la de Saulo. Solo durante la Guerra Civil Española, se calcula que fueron asesinados unos 6.832 miembros del clero católico, incluyendo sacerdotes, religiosos y religiosas. La gran mayoría de estos crímenes tuvieron lugar en la zona republicana durante el período conocido como el Terror Rojo. Aunque las fuerzas franquistas también realizaron algunas ejecuciones de clérigos no adictos a “los nacionales”.

Pero, sin llegar a tales extremos sanguinarios, existen certezas subjetivas que pueden hacer mucho daño a la verdad y a los pueblos. Es lo que desde hace ya varios años vengo observando en muchos espirituales que, absolutamente cegados por la propaganda que reina en Occidente pero pretendiendo trabajar por la Paz, contribuyen en su propia medida a blanquear los crímenes de la OTAN en Ucrania desde 2014. Intenté explicarlo ya al inicio mismo de la agresión “no provocada” de Rusia: “Preguntas a tantas personas buenas que quieren apoyar y ayudar a Ucrania”. Pero los espirituales suelen ser aún más autoafirmados y tercos que la gente “ordinaria”, ya que con mucha frecuencia se siente habitar en un nivel “superior”.

Manipulando los textos bíblicos y los de Gandhi para “ayudar” a “los buenos”

Desde sus paradigmas “superiores” suelen manipular textos como los bíblicos o los de mahatma Gandhi, seleccionando a su antojo todo aquello que creen que encaja en tales paradigmas “superiores” y descartando lo que no les encaja. Sin embargo, lo primero que me enseñó mi profesor de teología bíblica es que el mayor error cometido, durante demasiados siglos, en esta disciplina fue el de enfrentarse a las escrituras desde un paradigma teológico previo y dedicarse a buscar en ellas todo aquello y solo aquello que confirmaba o estaba en línea con tal paradigma previo.

Me parece mentira que aún hoy, desde las espiritualidades orientales introducidas en Occidente, se siga cayendo en un error tan viejo y ya superado en los estudios teológicos: utilizar e interpretar tendenciosa y arbitrariamente (en función de un paradigma espiritual supuestamente superior) no solo las Sagradas Escrituras cristianas, sino también los textos de maestros como el mahatma Gandhi. Todo esto viene a cuento porque, en estos mismos días, de nuevo me ha sorprendido que, desde un grupo que practica una determinada espiritualidad oriental, para promocionar un concierto solidario a favor de las víctimas de la guerra de Ucrania se utilice el siguiente texto del mahatma: “ La verdad es totalmente interior. No hay necesidad de buscarla fuera ni de querer encontrarla luchando con violencia con enemigos exteriores”. ¿Cómo se puede ser tan tendencioso e ignorante en la interpretación del pensamiento del mahatma?

Un concierto solidario, por cierto, solo a favor de las víctimas ucranianas, las víctimas “buenas”. No deja de sorprenderme que quienes dicen practicar una espiritualidad “superior” aún sigan tan perdidos en mentiras que han causado millones de víctimas mortales. Que sigan tan perdidos cuando ya hasta altísimos cargos militares de la OTAN, como el general Harald Kujat, que fue el jefe máximo del Ejército Alemán, destapan las grandes mentiras sobre la guerra en Ucrania, mentiras que empiezan por responsabilizar a Rusia, los malos, de una agresión “no provocada”.

¿Cómo se puede ser tan torpe, cayendo en la utilización, en buena medida deshonesta, del mensaje de aquel que hizo enormes esfuerzos para entender la situación económica, social y política de su pueblo: incontables viajes en vagones de tren de tercera clase, incontables encuentros con los aldeanos que le explicaban las injusticias que sufrían, etc.? ¿De dónde extraen ese texto? ¿De qué contexto lo han arrancado? ¿Por qué ese extraño y forzado dilema entre dos extremos, el de la búsqueda de la verdad solo interior y del recurso a la violencia, como si no hubiese intermedio alguno? ¿Quién lo haya utilizado para la promoción del concierto aún no sabe que un verdadero maestro enseña de modo personalizado y de que, por tanto, en un mismo día puede decir una cosa a un discípulo y poco después la contraria a otro?

Más aún, el verdadero maestro enseña, como afirmaba el extraordinario maestro Eno (Huineng), el verdadero fundador del Zen en China, siempre por los opuestos. Es decir, enseña en función de si el discípulo tiende o se excede, por ejemplo, en la interiorización o, por el contrario, en el activismo exterior. Por tanto, yo afirmo que no es verdad que el mahatma pudiese afirmar hoy, cuando el Imperio de la Mentira idiotiza a los nuestros (como la propaganda nazi idiotizó y llevó a los alemanes a la catástrofe), que la verdad es totalmente interior y que no hay necesidad alguna de dedicar tiempo y esfuerzos a entender las claves geopolíticas de esta peligrosísima situación en la que se encuentra la humanidad.

El que afirme tal cosa, solo es para mí uno más de aquellos guías ciegos que guían a otros ciegos hasta caer todos en el desastre (Mateo 15, 14). Guías ciegos que cuelan el mosquito y se tragan el camello (Mateo 23, 24), que regulan estrictamente las posiciones corporales correctas para una buena meditación, pero colaboran inconsciente y pasivamente con el Imperio de la Mentira que está llevando a la humanidad hacia el Armagedón.“¡Ay de vosotros, […] ¡dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe! (Mateo 23, 23)” ¿De qué nos sirven tantas teorías espirituales si estamos ciegos para ver la realidad, la enorme crisis mundial, que tenemos delante?

En todo caso, una cosa es cierta: esta grave deficiencia de discernimiento en unas cuestiones tan trascendentales, cuestiones que provocan sufrimientos incalculables a millones de seres humanos, hace absolutamente necesario y prioritario tal discernimiento. Es por ello que le dedicaré a él la siguiente parte, la tercera, de este extenso artículo.

Foto: El Dr. Martin Luther King, Jr. junto a un retrato de Mahatma Gandhi en su oficina en 1966. (Archivo fotográfico de Bob Fitch, Departamento de Colecciones Especiales, Bibliotecas de la Universidad de Stanford).